Aznar y el Imperio
24/03/2004
- Opinión
(dónde se cuenta el por qué la caída del enano puede presagiar el
ocaso del gigante)
Cuando desde el poder se insiste con demasiada frecuencia en negar
lo evidente y promover lo inverosímil, hay que pensar que ese poder
está en crisis. Máxime cuando se trata de regímenes de democracia
representativa, legitimados en gran parte sobre la creencia en la
libertad de información para todos los ciudadanos, y en la
posibilidad de someter a crítica los actos de gobierno.
El gobierno español cayó en esa lógica a propósito del atentado del
11 de marzo, y casi toda la dirigencia política española junto con
él, eligió culpar a ETA sin tener pruebas de la procedencia del
terrible atentado de Madrid. E insistir en ello, aun cuando las
evidencias comenzaron a marchar en otra dirección, en la de Al-
Qaeda. El día domingo, el Partido Popular perdió una elección que
parecía tener ganada pocos días antes.
Esta vez la mentira y la manipulación no han pagado. Al contrario,
obraron como factor desencadenante de que la abrumadora oposición a
la guerra manifestada repetidas veces por el pueblo español, cayera
sobre las espaldas de los promotores del alineamiento servil con
EE.UU que llevó a soldados españoles a la irracional invasión a
Irak. Fue en forma de una votación, que contra todos los pronósticos
de tan sólo una semana antes, los arrojó del gobierno. Y para mejor,
no fueron sólo los votos, sino la espontánea movilización del sábado
13, que, con cacerolazos incluidos, tuvo cierto sabor de las
rebeliones latinoamericanas contra otras mentiras y censuras.
No puede sorprender el nulo apego a la verdad de un gobierno, como
el de Aznar, que permaneció estrechamente aliado a otro gobierno de
negadores compulsivos: Ese gobierno Bush cuyos líderes siguen
barajando la posibilidad de encontrar armas químicas en Irak, cuando
ya ha quedado meridianamente claro que atacaron a un país bloqueado,
empobrecido, casi desarmado, dónde entre los pocos bienes que
seguían abundando estaba el petróleo. A buscar el precioso
combustible, y a erigir una cabecera para emprender la
'americanización' de todo el Medio Oriente fueron las tropas
norteamericanas a Irak. Pero al menos W. podía contar con el
consenso de un pueblo aterrorizado por el 11 S y por su propaganda.
No así el gobierno aznarista, que desoyó la voluntad (y el clamor)
de la mayoría de sus propios ciudadanos, contraria a la guerra.
A no confundirse; la masacre de Madrid es, sin duda, aberrante,
injustificable desde cualquier punto de vista. Quiénes desde
posiciones de izquierda quisieron interpretar el 11-S como un acto
brutal en su forma pero antiimperialista y hasta revolucionario en
su contenido, dado por el ataque al centro geográfico y financiero
del poder capitalista mundial; se ven ahora confrontados al profundo
desacierto de su enfoque, ante las bombas de Madrid, que mataron a
obreros, inmigrantes, ilegales o no, jóvenes estudiantes, sin duda
ningún dirigente político, o ministro, o gran empresario: Los
enemigos para Al-Qaeda son los 'infieles', sin distinción de clase o
posición, y la eficacia de sus objetivos parece medirse,
primordialmente, por el número de víctimas. También en las Torres la
mayoría de las víctimas fueron subalternos, secretarias, empleados
de la limpieza, ordenanzas, bomberos o paramédicos, por otra parte.
El World Trade Center, sede de grandes corporaciones, habitado en
parte por brokers del capitalismo globalizado, ha sido reemplazado
por ese barrio de obreros, gitanos e inmigrantes (incluyendo
musulmanes, que también murieron en las explosiones) que responde al
increíble nombre de Pozo del Tío Raimundo.
Pero lo cierto es que Madrid se convirtió en escenario del terror
por causa del alineamiento pro-norteamericano del gobierno Aznar. Y
el pueblo español comprendió eso, y lo castigó por ello, y por su
mentira. Y ahora Bush lamenta que el inminente nuevo gobierno
español anuncie la retirada (recién en junio) de los soldados
españoles del escenario iraquí. El presidente norteamericano deplora
la decisión española, y sigue afirmando que vivimos en un mundo más
seguro, mientras las bombas estallan una tras otra, en Irak y en el
resto del mundo.
Queda la reflexión de que, mas allá del contraste de coyuntura, la
visión imperial que W. personifica, puede aún virar en su favor los
actos terroristas, incluso los que ocurren en el Occidente. La
vigencia del terrorismo 'demuestra', en una lógica perversa, pero
que tiene su espacio de eficacia, la justeza de invadir países y
restringir libertades en nombre del antiterrorismo. En medio del
empantanamiento en Irak, un terrorismo vivo puede insuflar vigor
político a quién sólo postula como líder mundial del antiterrorismo.
Pero también es plausible pensar que, con tanto abuso, con tanta
falsedad descarada, y con tanta creciente protesta en el mundo
entero contra esta locura belicista con alma de negocio del capital,
el paso del tiempo hará que aún en EE.UU el antiterrorismo de
inspiración empresarial y ultrareaccionaria terminará por quedar
desgastado, desprestigiado para un largo tiempo. Y ese puede ser un
saldo positivo de valor estratégico a la hora de terminar
definitivamente con la noche de la locura.
https://www.alainet.org/es/articulo/109677
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