Quién se esconde detrás de los atentados de Madrid?

12/03/2004
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Los atentados terroristas que ensangrentaron al pueblo de Madrid el pasado 11 de marzo constituyen un crimen de lesa humanidad. Para asimilar la tragedia es necesario comprender y asumir la realidad, una realidad que tiene historia y nos dice: detrás de la barbarie se esconden las pujas intestinas del sistema de dominación mundial y la impunidad de la estrategia estadounidense y de sus socios menores. Los latinoamericanos podemos comprender el espanto que está atravesando a la sociedad española porque a lo largo de nuestra historia en pos de la independencia y de la democracia, desde la Conquista hasta la actualidad, infinitas veces nos estremeció la muerte y el genocidio, e infinitas veces deberemos seguir alertas, porque la misma muerte nos amenaza. Es necesario entonces proponer una reflexión madura sobre los hechos y sobre el discurso que antes y después de los mismos propalan y multiplican las grandes cadenas de la televisión mundializada. Por brutal e irracional que sea, la muerte en manos del terrorismo constituye un hecho político, que se inscribe dentro de un escenario también político y tiene como protagonistas -y no como víctimas, porque a las víctimas siempre las ponen los pueblos- a las principales figuras de ese escenario. Pocas semanas después de los atentados de Nueva York y Washington del 11 de setiembre del 2001, el autor de este artículo llegó a la conclusión, fundada en hechos recogidos por la prensa en ese momento, que detrás de la muerte en las Torres Gemelas se escondía la mano de la administración de George W. Bush. Que esos episodios, también crímenes de lesa humanidad, debían ser comprendidos como la primera batalla de un nuevo tipo de enfrentamiento que necesitaba el gobierno de Estados Unidos para justificar su teoría de la "guerra preventiva", herramienta clave en su estrategia de recolonización global (ver libro "Bush & ben Laden S.A., Editorial Norma, Buenos Aires, 2001). Pocos meses después, documentos y declaraciones oficiales del FBI y de la CIA, como así también trabajos de intelectuales de la talla del estadounidense Gore Vidal, justificaban y constataban esa misma línea de interpretación. Un año y medio más tarde, la administración Bush, acompañada en forma especial por los gobiernos del español José María Aznar y del británico Tony Blair, engañaban al planeta con la historia de los arsenales de exterminio masivo iraquíes para invadir, ocupar y saquear un país que ya llevaba más una década de bloqueo económico avalado por Naciones Unidas (ONU) y propiciatorio de la muerte de cientos de miles de niños, como la propia ONU terminó por reconocer. Ya en plena invasión a Iraq, la periodista y escritora argentina Stella Calloni y quien esto escribe denunciaban la macabra maniobra estadounidense en el breve libro de urgencia "La Invasión a Iraq: guerra imperial y resistencia" (editorial Desde la Gente, Buenos Aires, 2003). El 11 de marzo pasado, cuando todavía los gritos de la víctimas del atentado retumbaban en Madrid, y desconociendo las normas mínimas de prudencia que deben respetar los gobernantes -al menos tener información calibrada antes de hablar en público-, los dos mentirosos de la invasión a Iraq, Bush y Aznar, casi coincidieron en le tiempo al adjudicar el atentado a la organización vasca ETA. Con el correr de la horas, los expertos en inteligencia y las cadenas globales de televisión comenzaron a plantear que la autoría del crimen pudo corresponder a una célula de a Al-Quaeda, de Osama ben Laden, es decir al "terrorismo árabe". Al final de ese mismo día, Televisión Española (TVE) informaba que un grupo de forenses israelíes se aprestaba a viajar a Madrid para colaborar en la investigación del atentado. Nada de todo ello debería resultarnos sorprendente. En primer lugar cabe afirmar con toda claridad que no existe ninguna razón seria para creer en los dichos, apresurados o no, de líderes políticos que han utilizado la mentira en forma sistemática para encubrir episodios como el de la invasión a Iraq, infinitamente mas graves en cuanto a pérdida de vidas humanas que el salvaje crimen sufrido esta semana por el pueblo español. En segundo término, no hace falta hacer un gran esfuerzo de memoria para recordar que, más allá de la siglas que puedan utilizarse en cada caso, los aparatos clandestinos que ponen las bombas son piezas de delicada responsabilidad funcional dentro de la estrategia de la "guerra preventiva". En los libros antes citados y en mucha otra bibliografía académica y periodística de los últimos tres años aparecen pruebas suficientes de que ben Laden y otros forman parte de un ejército de mano de obra especializada al servicio de las distintas facciones de bloque hegemónico. Estados Unidos llegó a ser el centro del imperio más poderoso de la historia porque logró un mecanismo de conjunción funcional casi perfecto entre poder económico, poder político y control ideológico. Como centro de ese imperio, sus acciones políticas siempre obedecieron a una misma regla: unicidad estratégica (garantizar para si y para sus agentes económicos y financieros la conducción central del sistema capitalista imperial), multiplicidad táctica (no descartar ningún escenario ni ninguna opción política útiles para la estrategia) y duplicidad discursiva (reconversión dialéctica y constante entre lo verdadero y lo falso). Por eso ocupó Cuba, a fines del siglo XIX, "contra" el colonialismo español; por eso ingresó tarde en la Segunda Guerra Mundial; por eso lanzó los bombardeos sobre Hiroshima en nombre de la libertad; por eso invade e instaura dictaduras en el Tercer Mundo, en nombre de la democracia; por eso exige a América Latina un tratado de libre comercio a la vez que dispone de miles de millones de dólares para subsidiar a sus propios productores. La lista de ejemplos podría continuar hasta el infinito. En el estadio actual del sistema capitalista imperial Estados Unidos dirige sus esfuerzos estratégicos para asegurarse el centro del poder frente a los desafíos sectoriales surgidos en los últimos años, a partir de la caída de la URSS: esos desafíos provienen de la Unión Europea (UE), de la cuenca Asiática y por último de la China emergente. En el epicentro de esa preocupación estratégica se ubica el principio de "guerra preventiva" y su paradigma discursivo justificador, "la lucha contra el terrorismo internacional". En el marco de la confrontación Estados Unidos - UE, que en términos económicos se expresa en la fórmula "dólar versus euro", los tableros son múltiples aunque para este trabajo sólo destacaremos tres. Iraq: Allí aparecen las diferencias entre Washington y el eje París - Berlín - Moscú en torno al reparto del negocio por la reconstrucción del país ocupado; la anulación de los megacontratos energéticos que el gobierno de Sadam Hussein había firmado con corporaciones francesas, alemanas y rusas; y el repudio de la deuda externa contraída por las autoridades de Bagdad antes de la invasión estadounidense, para lo cual Washington aplicó la doctrina de la Deuda Odiosa, utilizada por primera vez por Estados Unidos tras la ocupación de Cuba, a fines del siglo XIX, y según la cual la isla caribeña dejaba de deberle a los bancos de la metrópoli española porque "los gobiernos pueden desconocer aquellos pasivos soberanos que no hayan sido de utilidad para sus pueblos". En definitiva, estamos ante la disputa por el control económicos y financieros de una de las cuencas energéticas más importantes del planeta. Sudamérica: Durante la pasada década del ´90, la era del fundamentalismo neoliberal, fueron corporaciones de matriz europea las principales beneficiarias del proceso privatizador de los recursos nacionales. Fueron los bancos norteamericanos los que se deshicieron de los títulos de la gigantesca deuda externa sudamericana, colocando esos papeles devaluados al ciento por ciento de su valor entre los ahorristas privados europeos, los que ahora presionan a sus respectivos gobiernos para poder cobrar de la arcas sudamericanas. Ello explica las diferencias surgidas en el seno del G-7 respecto de las presiones y acuerdos que el Fondo Monetario Internacional (FMI) debe ejercer sobre Argentina, país que llegó al "default" más voluminoso de la historia del capitalismo. Alianza atlántica: La historia viene de lejos pero nos concentraremos en el presente. Dentro del complejo entramado en el que se desenvuelven las pujas intestinas del sistema capitalista imperial, la llegada de George W. Bush a la Casa Blanca determinó el fortalecimiento de la "alianza atlantista", como opción de la política estadounidense hacia Europa. Esta vez, a la pieza clave de esa opción, el Reino Unido, se le sumó la España de los neofranquistas de Aznar. Sería un error suponer que tal alianza fue tejida sólo a partir de simpatías ideológicas. En esencia, el eje atlantista fue definido sobre intereses corporativos compartidos, como ser la relación funcional que existe entre las empresas de telecomunicaciones españolas y británicas y la gran banca estadounidense, como así también la asociación entablada entre los grupos petroleros de los tres países, tanto en Iraq como en América Latina. Estados Unidos consiguió apoyatura política y diplomática en la UE, Gran Bretaña sigue utilizando el entramado bancario-financiero que tejió con los estadounidenses desde los mismísimos tiempos de la independencia norteamericana y España logro un espacio marginal al amparo del socio mayor del sistema. En ese marco, los sectores más recalcitrantes del corporativismo empresario y del gobierno estadounidense quieren forzar al máximo su estrategia de "seguridad contra el terrorismo" porque sus expertos en análisis de opinión les han soplado al oído que es un tema con el cual podrían sacarle ventaja al nuevo JFK con que sueñan los productores de Hollywood, el demócrata John Kerry, quien quiere impedir la reelección de Bush en los comicios de noviembre próximo. La estrategia de recolonización global llevada adelante por Estados Unidos requiere -y lamentablemente seguirá requiriendo- de hechos justificantes de la "guerra preventiva". El "terrorsimo internacional" es un enemigo que Washington y sus aliados necesitan y si Bush y Aznar ya mintieron, sin importarles la cantidad de vidas humanas que costasen sus embustes, ¿por qué creerles ahora, cuando el escenario que los llevo a falsear la verdad es el mismo?. En ese sentido sería muy saludable que la investigación que haga la justicia española sobre la barbarie del 11 de marzo siguiese el camino de las pistas profundas y no se quedase en las simplezas discursivas que culminan con la identificación más o menos difusa de los autores materiales. Que no le vaya a suceder a los españoles lo mismo que les sucedió a los estadounidenses, que unos meses después del 11 de setiembre del 2001 se enteraron que el FBI y la CIA tenían información previa al respecto, o que apenas transcurridas unos pocos días desde la entrada de las tropas "aliadas" a Bagdad debieron conocer que la historia de los arsenales de Sadam Hussein fue una patraña para justificar la invasión. Para concluir este análisis sobre el escenario reabierto con los atentados de Madrid, y pensando desde Sudamérica, se hace imprescindible advertir que el bloque hegemónico ha decidido que allí también hace falta inventar excusas, cuesten lo que cuesten. A la administración Bush y a las otras facciones del sistema de dominación -porque en América Latina los europeos tienen muchas fichas que jugar y no quieren perder- no les importó la barbarie que sufre el pueblo de Haití, ni les interesa el costo que pueden llegar a pagar los venezolanos si prospera la conspiración golpista e intervencionista contra el gobierno constitucional de Hugo Chávez. Tampoco les importarán las vidas cubanas que pueden quedar en el camino si el pueblo de ese país efectivamente debe hacerle frente a las amenazas y a las conspiraciones que están en marcha contra él. El investigador mexicano Gian Carlo Delgado Ramos, coautor con John Saxe-Fernández del libro "Globalización del Terror, Amenaza bioterrorista" (Marinello, La Habana, 2002), sostiene que los servicios de inteligencia estadounidenses contemplan la posibilidad de asesinar al presidente cubano Fidel Castro y de promover algún tipo de intervención militar. Con tal objetivo, escribió hace poco Delgado Ramos, el presidente Bush conformó en octubre de 2003 la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre, presidida por el secretario de Estado Colin Powell. Según el gobierno de Washington , esa comisión "acoge con beneplácito ideas y sugerencias del público para ayudar a identificar y alentar medidas para desarrollar un plan de asistencia ágil y decisiva a una Cuba posterior a la dictadura. Se trata de un argumento respaldado por varias instituciones del "stablishment", incluyendo a la Agencia de Cooperación Internacional de Estados Unidos (Usaid). Las palabras de Andrew Natsios, administrador de ese organismo, son más que precisas: "debemos prepararnos con gran cuidado para la transición (final) de Cuba a la democracia". En ese contexto el Departamento de Estado, ha sostenido con insistencia que son de gran importancia "las horas, y los días después de la transición". Tal consternación parece sugerir que se está contemplando una transición forzada, rápida y probablemente violenta. Según una reciente nota del diario Nuevo Herald, de Miami, que discute sobre las "recetas" que se le sugieren a Bush ante escenarios poco alentadores para las próximas elecciones presidenciales, se afirma que "el presidente debe emprender decisivas acciones entre las que figura el súbito derrocamiento -sin anuncios previos y sin apelaciones al Consejo de Seguridad de la ONU- de un tirano local, digamos Fidel Castro, un par de meses antes de las elecciones, para propulsar notablemente la imagen de invencibilidad que ya Bush ha proyectado antes". La irresponsabilidad criminal de quienes se esconden detrás de los atentados merecen la misma repulsa que aquellos que jalan del gatillo, que se inmolan como héroes de dudosa catadura o siembran mochilas con explosivos en los andenes del ferrocarril madrileño. * Agencia Periodística del Mercosur (APM) del Centro de Graduados de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP)
https://www.alainet.org/es/articulo/109575
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