ALCA: Fracaso de la vía dura
25/11/2003
- Opinión
Para no tener que llamarla oficialmente fracasada, la 8va Reunión Ministerial
del ALCA, que debía sesionar del 20 al 21 de noviembre pasados en Miami (Estados
Unidos), tuvo que concluir precipitadamente el día 20, de manera de no agudizar
las diferencias y mantener viva la denominación de ALCA. Con lo cual, es
difícil no visualizar que no se trata sólo de un tropezón sino de una caída.
El desplome de la reunión de Miami, ante la evidente dificultad de concretar
acuerdos, es un fracaso adicional para la corriente dura, liderada por los
Estados Unidos, que pretende imponer, por todas las vías, una liberalización del
comercio ajena a las realidades geo-económicas y sociales de los países
involucrados, colocando los réditos de las corporaciones por encima de los
derechos humanos, la soberanía e intereses de los pueblos.
Es también, por otro lado, una prueba de la importancia del ejercicio de la
autodeterminación. Pues el polo generado por la postura gubernamental brasileña
que, además de desmarcarse de la corriente dominante, generó una propuesta
alternativa, más sincronizada con los intereses nacionales y de la región, y se
constituyó en el elemento clave del giro que tomaron las negociaciones y sus
resultados.
La conclusión de la reunión ministerial, es asimismo una victoria de las
corrientes críticas, tales como la Campaña Continental contra el ALCA que, desde
hace varios años, vienen alertando tanto sobre el autoritarismo del proceso,
como de lo excluyente de su enfoque y contenidos, cuyas aplicaciones, lejos de
propiciar el desarrollo, han agudizado las desigualdades. Una muestra de ello
son los más de tres millones de empleos perdidos en el propio país impulsor de
la iniciativa, los Estados Unidos, donde desde la adopción del TLCAN se han
diluido, además, día a día los derechos laborales y sociales.
El ALCA light
En Miami, aislados del mundo por una indescriptible barrera policial - cuyo
costo asciende finalmente a cerca de 17 millones de dólares -, los ministros de
los 34 países del continente adoptaron, luego de un tenso día de encierro, la
Declaración de Miami o ALCA Light, que consiste en una suerte de borra y va de
nuevo del acuerdo, pero que, a la vez, no es una capitulación total.
Esta nueva versión aligerada del ALCA anterior, presenta la flexibilidad de que
cada uno de los países pueda definir distintos niveles de compromiso y apertura,
pero siempre en concomitancia con el mismo proceso de integración denominado
ALCA.
En ella se alude por primera vez a las disparidades entre los países, se
incluyen menciones a las cuestiones ambientales y laborales, y se reconoce la
posible coexistencia entre el ALCA y otros acuerdos subregionales y bilaterales.
No obstante, si ya no se habla en los mismos términos de la versión original,
concebida desde 1994, que planteaba una liberalización general y simultánea, los
matices introducidos siguen siendo parte del mismo planteamiento de libre
comercio, que persigue la creación de un área de expansión continental y de
definición neoliberal.
La negativa a la introducción de la mención a los derechos humanos, aportada
insistentemente por la delegación venezolana, cuyas implicaciones van más allá
de los matices y acarrearían una redefinición total, denota que los límites de
lo acordado están marcados por los esfuerzos para salvar el ALCA.
Así, el ALCA light es un acuerdo mínimo, menos rígido que el anterior.
Registra, por primera vez, la existencia de preocupaciones de otros actores
sociales, como los laborales y del campo, y no tan solo las del sector
empresarial, pero no pasa de eso y por tanto sigue siendo el ALCA. Los nuevos
cuatro puntos sobre la ?Visión del ALCA?, incorporados al documento, hablan de
apertura a las singularidades de los países y de su capacidad de decisión, pero
siempre en términos de un posible escalonamiento en su liberalización y no con
relación a su posible autodeterminación.
En suma, se trata siempre del ALCA, pero de un ALCA socavado por sus propias
contradicciones y anacronismos, con una agenda y futuro inciertos. Pues lo
resuelto en Miami apenas señala la meta de septiembre 2004 para concluir las
negociaciones sobre tarifas, sin mencionar las otras temáticas. Por ahora, lo
único claro es que los viceministros se reunirán en Brasil en febrero del 2004
para proponer recomendaciones para una reunión de ministros ulterior, que se
celebrará en el verano de 2004.
Algunas lecturas post-Miami
Más allá del documento, las lecciones de la ministerial de Miami tienen que ver
con la posibilidad remozada de cuestionar y ejercer derechos, pues hasta no hace
mucho el rumbo tomado por el proceso del ALCA era percibido como una
incontestable travesía hacia la globalización, cuyo alto precio a pagar era la
exclusión de las mayorías, que se registraba apenas como un efecto colateral.
La pretensión de que los países debían sumarse a la iniciativa, bajo el riesgo
de sentarse con Cuba en el banco de los ?no invitados?, pendía como amenaza
cohesionadora de una corriente que postula aún que la globalización equivale a
hacer acuerdos con los Estados Unidos y seguir sus lineamientos. Asimismo, las
posturas de oposición o rechazo ante tal lectura de la realidad eran tildadas de
utopías globalifóbicas, que debían matizarse de propuestas realistas y
negociables.
En ese sentido, el surgimiento de un polo alternativo, impulsado por Brasil,
permitió colocar sobre el tapete no solo la fuerza de una posible articulación
del Sur, sino también aquella del pronunciamiento ciudadano que, en el caso de
este país, se expresó a través de más de 10 millones de votantes contra el ALCA,
que se pronunciaron en el plebiscito popular del 2002.
Por el contrario, la postura adoptada por los países andinos -excepto Venezuela-
y otros pequeños, que pactaron, en el marco de la reunión de Miami, acuerdos
bilaterales con los Estados Unidos, además de fragilizar el poder regional, puso
en evidencia la desconexión entre las élites y el pueblo. Asunto claramente
visible en el caso de Bolivia, cuyo pueblo se levantó hace apenas menos de un
mes en mucho bajo la bandera de la lucha contra el ALCA, y de Ecuador, que en la
Ministerial pasada (Quito, octubre 2002), conjuntamente con toda la región,
movilizó por miles en oposición al acuerdo.
La sumisión y falta de estrategia clara de estos pequeños, redundó en un mayor
empoderamiento de Estados Unidos que, enflaquecido por los resultados de la OMC
en Cancún, los reveses de las reuniones recientes del ALCA, y atado de manos por
su período electoral, hubieran podido hacer más concesiones. Pero por el
contrario, el exabrupto de estos países dio pie a la sobrevaloración de la
estrategia multi-escenarios -que contempla acuerdos bilaterales, sectoriales y
multilaterales- estadounidense, que más allá de su interés en el mercado de los
93 millones de habitantes andinos, tenía el claro propósito de fortalecer, con
los bilaterales, su posición ante la iniciativa liderada por Brasil, que
abogaba por procurar un cierto balance en la relación.
La razón de los movimientos
Mientras los ministros se afanaban en rescatar el nombre del ALCA, unas 20.000
personas concurrieron a la Marcha por la Justicia Global, que se realizó el 20
de noviembre en las calles de la ciudad sitiada por cerca de 4.000 policías y
militares, para enfatizar su oposición ante un acuerdo que, a pesar de sus
evidentes contradicciones, se viene postulando, desde hace un decenio, como la
única vía para garantizar el crecimiento y el desarrollo, pero que en los hechos
sólo produce más problemas en la vida de la gente.
En sus alocuciones, numerosas delegaciones sindicales insistieron en la pérdida
de empleos que resulta de la deslocalización; el ablandamiento de los derechos
laborales que proviene, entre otros, de la competencia entre países por la
generación de empleo; la paralización del mercado local, y otros.
Fueron asimismo parte de los temas señalados como críticos: la falta de
interacción entre los términos del acuerdo y los derechos humanos integrales, el
acceso a los servicios, la propiedad intelectual y, más aún, la soberanía de los
pueblos. Todos estos asuntos, fueron enfocados en decenas de actividades, tales
como los paneles sobre las ?Caras de la Economía Global?, el Tribunal de los
Pueblos, la Audiencia Pública sobre el impacto del ALCA, la Conferencia sobre
Globalización y el Mundo Africano, y otras iniciativas.
Asimismo, grupos de migrantes, trabajadores/as del campo, personas pobres y
desempleadas, jóvenes, y otros afectados por el acuerdo, marcharon desde
distintos puntos del Estado de la Florida hacia Miami, para hacer patente su
resistencia al ALCA.
Hasta en la cumbre de empresarios, que se celebró como una prolongación de la
Reunión de Ministros, no faltaron los señalamientos sobre el carácter inviable
del texto del ALCA. Pues, contrario a lo que parece, también allí existen
disparidades, principalmente entre los intereses de las corporaciones
transnacionales y la pequeña industria y producción, y otros.
Ciudades militarizadas para reuniones estériles
En Miami, como en todas las ciudades donde se realizan las reuniones sobre libre
comercio, el despliegue de las fuerzas policíacas y militares estuvo al orden
del día. De hecho, varios días antes de la reunión ministerial, el centro de la
ciudad lucía más como una ciudad fantasma que como una urbe comercial.
Con el afán de mostrar y demostrar sus cualidades para ser la futura sede del
eventual ALCA, que de crearse proyectaba la generación de unos sesenta mil
empleos, se suspendió toda actividad cultural, social, económica o educativa.
Solo los patrulleros y los cuerpos uniformados, más algunos disfrazados de
civiles, rondaban en la ciudad.
Como medida "preventiva", se impidió el paso de cualquier persona que no fuera
parte de las 3.500 personas acreditadas para la reunión, no sólo al centro de
convenciones y hoteles sede sino al centro mismo. La inversión en armas,
uniformes, y dotación de esta fuerza asciende a unos 17 millones de dólares y se
evalúa que hubo la presencia de más de un uniformado por cada participante en la
reunión.
La marcha pacífica, mayoritariamente sindical, se desplegó en las calles
cercanas al lugar de reunión y no se reportó ningún incidente. Sin embargo, con
la magnificación de los riesgos para la seguridad, se militarizó la ciudad y más
aún las mentes de sus habitantes. Con tal despliegue de fuerza lo que queda en
evidencia es que, ante el disentimiento ciudadano, los acuerdos solo se
impondrán por la fuerza, incluida la de las armas que, de reunión en reunión, es
cada vez más musculosa.
https://www.alainet.org/es/articulo/109278?language=en
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