Fiasco estadounidense en Monterrey
14/01/2004
- Opinión
Una hora después de clausurada la Cumbre Extraordinaria
de las Américas, está claro que el objetivo central por
el cual el gobierno de Estados Unidos adelantó el
encuentro, estuvo lejos de lo buscado. Con las
excepciones habituales en los últimos tiempos, Suramérica
no se alineó tras de Washington, el comienzo del ALCA no
fue ratificado, resultaron infructuosas las múltiples
presiones para mantener callado al presidente venezolano
Hugo Chávez y, para colmo, en su discurso de clausura el
presidente argentino Néstor Kirchner hizo una cruda
denuncia apuntada a los propios funcionarios de Bush que
lo atacaron en la última semana y al FMI, cuyo titular
figuró, incomprensiblemente, entre los oradores que
inauguraron la cumbre. Eludiendo sutilezas, Kirchner hizo
público desde este foro internacional que: (los gobiernos
del área) "sufrimos presiones sin comprensión,
indefiniciones y demoras de organismos internacionales
que parecen no entender la necesidad de crecer para
resolver el problema de la deuda en forma eficaz".
Aunque en su intervención Kirchner pidió a George W. Bush
"un Plan Marshall para América Latina", su denuncia
contra los organismos internacionales, la ratificación
del compromiso argentino para que Bolivia obtenga una
salida al mar, así como la afirmación de que mantiene un
diálogo permanente con Chávez y con el presidente
brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, implica un acto de
clausura de la Cumbre exactamente inverso al buscado por
el Departamento de Estado estadounidense con la aparatosa
reunión fuera de agenda de los 34 presidentes (todos los
del hemisferio, excepto Fidel Castro).
Maestros de la manipulación mediática, los estrategas del
Departamento de Estado no previeron que al poner el foco
sobre una reunión de tal magnitud ineludiblemente las
miradas del mundo se posarían en las dos posiciones
polares: el monótono discurso amenazante de Bush y la
neta alternativa delineada por Chávez, estrella del
encuentro ante la ostensible desesperación de los máximos
funcionarios estadounidenses.
Nada ahorró ayer Bush en su intervención de apertura:
insistió en la necesidad de derrocar al gobierno cubano,
machacó sobre el ALCA (Area de Libre Comercio de las
Américas), comparó la situación política venezolana con
las de Bolivia y Haití y al salir de su encuentro con el
anfitrión, Vicente Fox, colocó en una situación imposible
al gobierno mexicano: "el presidente Fox y yo (...) vamos
a trabajar con la Organización de Estados Americanos
(OEA) para asegurar la integridad del proceso de
referéndum presidencial que se está llevando a cabo en
Venezuela", dijo ante el gesto estupefacto de Fox.
La mayoría de las comitivas diplomáticas de los 34 países
reunidos manifestó en reuniones privadas el profundo
desagrado causado por la prepotencia sin mesura de un
presidente que sólo brilla por el cargo que inviste. Otro
tanto ocurrió con la casi totalidad de los centenares de
periodistas acreditados. Pero el disgusto mayor se
percibe en los medios mexicanos: utilizar este país -
históricamente identificado con la defensa de la
soberanía- para intervenir en la problemática interna de
Venezuela, es una decisión cuyas consecuencias en la
política mexicana no tardará en comprobarse.
Mientras tanto, Hugo Chávez apareció con toda nitidez
como la figura representativa de un creciente malestar en
todo el hemisferio. Mediante múltiples presiones, se
intentó que el presidente venezolano morigerara su tono
respecto de los temas más conflictivos en la región. El
objetivo, se dijo desde algunas cancillerías, es evitar
que el gobierno estadounidense continúe sufriendo reveses
sonoros, como los de la conferencia de la OMC
(Organización Mundial del Comercio) en Cancún, en
septiembre pasado, y en la reunión de cancilleres del
ALCA en Miami, apenas una semana después. "No hay que
azuzar al león", se escuchó en algunos corrillos; "para
avanzar es necesario evitar a cualquier precio la ira del
Departamento de Estado".
No fue el criterio de Chávez. Desde que descendió de su
avión ayer lunes a las 9 de la mañana, comenzó a trazar
una posición alternativa que como punto de partida tomó
la oposición al ALCA, subrayando que ese proyecto está
muerto: "están usando al ALCA como al Cid Campeador"
dijo, aludiendo al hecho de utilizar un cadáver para
librar una batalla. Inmediatamente, en improvisada
conferencia de prensa, reiteró antes de su reunión con
Kirchner su deseo de "bañarse en el mar de Bolivia". Y en
la primera sesión de trabajo, luego del discurso de
apertura en el que Bush atacó a Cuba y manifestó su
intención de intervenir en Venezuela, Chávez hizo una
defensa de la ayuda cubana a Venezuela y los avances que
esto permitió en su país en materia social, sanitaria y
educativa: "este es el país cuyo gobierno se pretende
derrocar", dijo.
En la segunda sesión de trabajo instó a que los
presidentes presentes "reconozcamos la gravedad social de
nuestros pueblos, por lo que debemos declarar una
emergencia social en el continente". Insistió en que así
como se acordó una carta política, deber aprobarse una
"carta social". Repitió también su propuesta de crear un
Fondo Humanitario Internacional", tomando dinero de una
reducción de los gastos militares, imposiciones sobre las
transacciones financieras, reducción de pagos de la deuda
externa, etc. En cada oportunidad insistió en que la
pregunta "¿cómo revertir los mecanismos de la
desigualdad? sólo puede responderse con un cambio del
modelo neoliberal".
Trascendió también que Chávez y sus pares de Brasil,
Argentina y Paraguay avanzaron efectivamente en la
incorporación de Venezuela al Mercosur, perspectiva a la
cual se opone frontalmente Estados Unidos, porque ve en
ella mucho más que el fracaso del ALCA. Por dificultoso
que sea el período hasta la próxima reunión Cumbre, en
Buenos Aires el año próximo, está claro que con este
encuentro extraordinario el Departamento de Estado no
logró retomar efectivamente la iniciativa política a
escala suramericana ni imponer, como lo hacía hasta muy
poco tiempo atrás, el alineamiento automático de los
países de la región. Bush vino a la carga a Monterrey. Y
sale chamuscado.
Monterrey, 13 de Enero de 2004
* Luis Bilbao es director de América XXI.
https://www.alainet.org/es/articulo/109090
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