El trasquilado de Monterrey
14/01/2004
- Opinión
La Cumbre de las Américas -sin Cuba-, celebrada en Monterrey, trae
la pregunta: ¿Por qué y para qué, ahora, un reunión fuera de agenda
de los mandatarios de ambos lados del río Bravo? ¿Qué es lo
extraordinario que exigía esta convocatoria?
La respuesta no se encuentra en los palacios de gobierno, ni en las
bolsas de valores, ni en las elites empresariales y tampoco en los
parlamentos, por más que en algunos países los gobernantes y los
legisladores muestren en los últimos tiempos mayor sensibilidad
hacia los sufrimientos y las demandas de sus pueblos y mantengan
conductas de defensa de la soberanía nacional. La respuesta está en
los prestigiosos e influyentes movimientos populares opuestos a las
políticas neoliberales, surgidos en los últimos años en América
Latina y el Caribe. Ellos han mostrado una eficacia creciente para
cuestionar el status quo, traducida con frecuencia en el derribo de
gobernantes serviles a Washington y su sustitución por otros, casi
siempre más a tono con los intereses de sus pueblos. Este fenómeno
estaba apenas en embrión cuando se celebró en 1994 la primera Cumbre
de las Américas y en todo caso no era tomado en cuenta.
Entonces, con la honrosa excepción de Cuba, una mayoría de gobiernos
latinoamericanos se rendía obsequiosamente ante el pensamiento único
y sus engañosas y farisaicas banderas de libre comercio,
enflaquecimiento del Estado y privatización de todo, instrumentos
mágicos que producirían una "derrama" de la riqueza. Los hechos
muestran que a donde han llevado es a la multiplicación de la
pobreza, la exclusión y la rebeldía social. Por eso, son los
movimientos populares y los gobiernos surgidos de sus luchas los que
quitan el sueño y llenan de temor a los nuevos nazis usurpadores de
la Casa Blanca. Saben que enfrentan el renacimiento en tierras
americanas de la lucha histórica contra la dominación extranjera y
oligárquica, encarnada principalmente, desde fines del siglo XIX,
por el imperialismo de Estados Unidos y sus sirvientes locales.
En Monterrey, Bush pretendió meter en cintura a los presidentes de
Venezuela, Argentina y Brasil, que se han destacado en la defensa de
los intereses y la dignidad de América Latina, y crear un consenso
favorable a la criminalización de la protesta social. Pero no lo
consiguió. Quien haya estado atento a las posturas de Chávez, Lula y
Kirchner se da cuenta que el emperador vino por lana y salió
trasquilado. No es casual que ni él ni ninguno de los más lacayos
entre los mandatarios presentes mencionaran siquiera el ALCA en sus
discursos, un proyecto tan caro a la nueva estrategia recolonizadora
de Estados Unidos, cuestionado por los tres líderes mencionados.
Tuvieron que conformarse con una mera reiteración en la Declaración
Final del aguado acuerdo al respecto alcanzado en Miami el año
pasado.
No es menos importante la palabrería hueca sobre "desarrollo con
equidad", "reducción de la pobreza", "igualdad de oportunidades",
"acceso universal a la educación" y otras engañifas por el estilo
presentes en el propio documento y en los discursos de los
neoliberales fundamentalistas, como el "socialista" Lagos. Estos
giros lingüísticos tienen detrás el repudio en ascenso en nuestra
región contra las políticas de Washington. Ello lo ha obligado a
disfrazar sus objetivos de explotación inicua y anexión de las
naciones latinoamericanas, que continúan inalterables, como lo
demuestra también la declaración aprobada.
Bush no pudo impedir que el justo reclamo boliviano por una salida
al mar pasara a un primer plano y ganara el apoyo de varios países
pese al pataleo de su mezquino y gris secuaz chileno. Tampoco
encontró eco expreso entre uno sólo de los mandatarios presentes su
diatriba anticubana y antivenezolana. Los que se desvivían por
hacerlo se contuvieron, sabiendo el precio político que les
acarrearía semejante actitud. Aunque esto no significa que
Washington cejará en sus planes para acabar cuanto antes con la
revolución cubana y con el gobierno de Chávez, evidencia la
oposición con que toparán.
Hay que esperar una escalada de la Casa Blanca con ese fin. Para
ello apelará a la manipulación desfachatada de lo que decida el
árbitro electoral venezolano sobre el referendo revocatorio. En el
caso de Cuba centrará sus baterías en lograr una nueva condena en
la llamada Comisión de Derechos Humanos de la ONU, paso previo a un
nuevo intento de ataque militar.
https://www.alainet.org/es/articulo/109086
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