Rebelión y comunicación
16/12/2003
- Opinión
Vivimos una ola de contestación política de alcance mundial.
Pasada la marejada reaccionaria marcada por la contraofensiva
capitalista comenzada en los últimos 70', y el declive y
posterior derrumbe de los llamados 'socialismos reales', de la
pretensión de enterrar definitivamente al marxismo y a la idea
misma del socialismo, el clima ha ido cambiando. Los efectos
deletéreos del contraataque del gran capital, la renovada
reflexión crítica impulsada en la tradición socialista, y la
movilización de amplios sectores contra los crecientes niveles
de desigualdad, la concentración de la riqueza y el poder, la
destrucción ambiental, han terminado por revertir el clima de
predominio indisputado de la derecha creado en los primeros
90'. A partir de Seattle (con el antecedente localizado pero
fundamental de los zapatistas), han aparecido luchas que se
mundializan instantaneamente, que no enfrentan al gobierno de
un determinado Estado, ni a un núcleo localizado de empresas,
sino al poder capitalista mundial. Parecen constituir el
signo de una nueva época. Una respuesta desde abajo a la
mundialización del capital es hoy posible, aunque no esté
sintetizada en una idea o proyecto general que convoque al
grueso de los descontentos, y corra el riesgo de diluirse en
el tiempo sino se delinean ciertas ideas articuladoras,
definidas por la positiva.
Se necesita más que nunca una perspectiva que, más que
internacionalista, podría llamarse 'mundialista', de
articulación de los explotados, alienados y asqueados de todo
el planeta y de todos los sectores, contra el poder del gran
capital. En la nueva era, las contradicciones antagónicas, la
lucha de clases, siguen existiendo, y su sentido último se
despliega sobre el plano mundial. Hay que partir de esa base
para tener posibilidades de triunfo. Las ilusiones de
desenvolverse en el plano 'micro', administrando
contradicciones conciliables o negociables, no llevan a más
que a callejones sin salida.
La mundialización de las luchas, implica la mundialización de
la lucha de ideas, y en particular, de la disputa por lograr
el acceso a amplios públicos, la batalla por la información.
La comunicación, juega un gran papel en esto: Los servicios
alternativos de noticias, las cadenas de mails, los sitios
interactivos de información. Internet es el medio de
comunicación más poderoso que ha aparecido, desde el
surgimiento de la televisión. Pero en su modo de uso (dentro
del hogar, la PC) parecería el más individualista de todos.
Sin embargo, puede volverse colectivo, solidario, articulado
mundialmente. Los contenidos pueden ofrecerse gratuitamente. Y
lo alternativo compite con lo comercial en el mismo plano, con
herramientas que pueden alcanzar la misma potencia. Y que
pueden además 'absorber' todos los otros medios: la radio, el
cine, la televisión, las bellas artes, y combinarlos en una
nueva creación. Por añadidura: los sitios de Internet que
responden a grandes corporaciones tienden a cobrar o
restringir el acceso, los contestatarios tienden a facilitarlo
y ampliarlo de todas las maneras posibles, sin reparar en la
propiedad intelectual y otras regulaciones mercantiles.
Pero lo local, lo reducido es muy importante, a condición de
no caer en el espejismo de considerarse 'lo' importante, y
desechar lo de màs envergadura (o a lo sumo aceptar incluirse
en 'redes). La batalla comunicacional, por hacerse un lugar en
disputa con las grandes multinacionales de la comunicación, es
un aspecto, y muy importante, de la lucha de clases, de la
confrontación por el poder a escala mundial. Pero que comienza
a menudo en lo más pequeño, en esas radios que llegan sólo a
unos pocos kilómetros a la redonda, en esos centros culturales
que se dirigen a la gente de su barrio, en los periódicos que
circulan de mano en mano. Pero lo maravilloso es que un sitio
web de un periódico del barrio de Villa Crespo en Buenos Aires
puede ser leído con facilidad en Australia u Holanda, y tomar
contacto instantáneo y barato entre gente que habita latitudes
opuestas del mundo. Allí hay un potencial transformador
enorme, si se lo despliega correctamente.
Nada casualmente, fueron los últimos años 90', y quizás con
más fuerza a partir de los hechos de Seattle, los que marcaron
la aparición de grandes redes contra-informativas dentro de la
red. Muchas de ellas basadas exclusivamente en trabajo
voluntario, en el tiempo libre de trabajadores movidos por el
fervor militante. Sus pocos años de vida las han llevado tanto
a una multiplicación de su capacidad para generar y difundir
información, como a una expansión geométrica de quienes se
informan por ese medio, y a su vez participan en él. Se han
convertido en demostraciones del poder de la acción colectiva
militante, de la fuerza del internacionalismo volcado a
acciones concretas, de la posibilidad de allanar fronteras
geográficas, idiomáticas, e ideológicas. En ese sentido
insinúan, muestran un camino, que debería recorrerse mas allá
de lo comunicacional. El movimiento social y político
revolucionario del siglo veintiuno será mundial o no será de
ninguna manera. Aprenderá a confiar en la fuerza de la
militancia colectiva, sin complejas estructuras ni
infranqueables jerarquías, o terminará fracasando.
Los sitios web alternativos son construidos, alimentados, por
cientos, miles de personas, con distinto grado de
participación: Los que escriben, los que comentan, los que
opinan, traducen, protestan. O hacen de todo un poco según el
momento, o casi al mismo tiempo. Todo ello, además de acentuar
su carácter colectivo y disolver la idea de autoría
individual, desdibuja las fronteras entre productor y
consumidor, entre emisor y receptor. La 'interactividad',
fetiche propagandístico de las grandes corporaciones, se
manifiesta con un contenido y una forma completamente
diferentes. Y todo en un espacio que tiende a la
desmercantilización, donde predomina lo voluntario y gratuito,
y el poder de decisión no depende de legitimidades previamente
constituidas y difíciles de cuestionar.
La presencia del movimiento social real debería definir al
medio crítico o alternativo. El protagonismo de esas luchas
que el poder ignora, minimiza, distorsiona en su sentido, o
demoniza, según las oportunidades y conveniencias respectivas,
pero que nunca refleja en toda su magnitud, riqueza y
potencial transformador. Leer Indymedia o Rebelión(1) en los
días culminantes de la rebelión argentina o la boliviana (para
poner sólo dos entre muchos ejemplos posibles) era, dentro del
estilo de cada uno (el centrado en las últimas noticias y con
mayor despliegue multimediático de Indymedia, el
'editorialista' de Rebelión), asomarse a un mapa social y
político fascinante, reflejado por múltiples espejos, muchas
veces divergentes, pero teniendo en común el talante
inconformista, la búsqueda de revelar lo oculto, de
reflexionar sin seguir la trilla de las opiniones comunes. Y
la disposición intelectual y emocional a solidarizarse con la
rebeldía de los de abajo.
Vinculado con lo anterior, la comunicación crítica necesita
imperiosamente manejar las tensiones entre forma y contenido,
para que el conjunto sea innovador, crítico, provocativo en el
buen sentido. Un 'mensaje' desafiante en su intención, pero en
un envoltorio solemne o linguísticamente chato, o impregnado
de un pedagogismo paternalista, desmiente su intencionalidad y
priva en gran medida de eficacia a su contenido. El vino
nuevo echado en odres viejos se echa a perder, y esto ocurre
con frecuencia. Lo que sólo transmite certezas y nunca dudas,
lo que propende a la grandilocuencia y a la emoción fácil,
aquél cuya disposición a hablar supera largamente la de
escuchar, el que cree ocupar el invariable lugar del 'saber';
todos reproducen de modo inconsciente las prácticas de los
funcionarios de la ideología dominante. Se necesita además
renovar el lenguaje, buscar el modo de llegar no a los
previamente convencidos sino a los muchos más que aún le creen
a la palabra oficial o a los medios 'prestigiosos'.
El carácter alternativo debería ser un medio, no un fin
excluyente. De lo contrario se corre el riesgo del snobismo,
del 'objeto de culto', del producto sólo para iniciados, de la
desconfianza ilevantable hacia todo lo masivo. Si se puede
navegar sin ser absorbido por la 'corriente principal', si se
puede ocupar un espacio más amplio o más central, sin que esto
exija concesiones que desnaturalicen o coopten, hay que
hacerlo. Un ejemplo de Argentina: Hoy los libros de Osvaldo
Bayer se reeditan en Planeta, quizás la más poderosa de las
editoriales en Argentina. Son los mismos libros que publicaban
pequeñas casas editoras en los 70', el autor no ha modificado
una línea por exigencias de marketing o de censuras de
cualquier tipo, ese es un gran triunfo. Lo alternativo, lo
marginal, lo de culto sirve muchísmo, pero cuando se abre paso
a circuitos más grandes sin perder sus características, allí
hay un éxito trascendente: El costo de 'ningunear' se ha
vuelto demasiado alto, y la tarea de cooptar se reveló
imposible. Se lo incorpora, pero sin 'colonizarlo'.
Pero lo mejor es cuando el espacio inicialmente marginal, por
fuera del formato empresario y sin deberle nada absolutamente
a los circuitos más o menos oficiales, alcanza un lugar
central. En los 60' libros de editoriales de izquierda,
marxistas o libertarias, se vendían por millares. Tenemos que
volver a eso, en ese o en otros formatos. ¿Cuántas personas
abren por día Rebelión o Indymedia? Pensamos que muchísimos
miles. Son medios invalorables, por ahí hay que ir.
A propósito de los años 60', éstos fueron de rebeldía, de
indisciplina generalizada. En todos los campos, tanto los de
cercanía más evidente con la política como los aparentemente
más alejados: Desde la sexualidad a la educación, desde la
vestimenta a las instituciones parlamentarias, todo fue
cuestionado, ridiculizado, trastornado. El predominio de los
comportamientos tradicionales y las nociones preconcebidas se
tambaleó seriamente. El establishment intervino asimilando,
neutralizando, dividiendo, pero sólo pudo a duras penas
conjurar la amenaza, varios años después, a veces a costa de
represiones sangrientas.
En el presente hay elementos para comenzar a desencadenar una
ola cuestionadora de parecida magnitud. El poder imperial
norteamericano está empezando a sufrir un 'empantanamiento'
muy distinto al de Vietnam, pero que ya ha desatado una amplia
ola de repudio. Los organismos internacionales se
desprestigian, la confianza en la 'economía de mercado' decae.
Nadie piensa como hace tres décadas que la revolución está a
la vuelta de la esquina, pero hay una valiosa predisposición a
sostener una lucha prolongada y en múltiples campos, algo así
como una 'guerra de posiciones', en el lenguaje de Gramsci.
Empezamos a estar de vuelta del 'fin de la historia' predicado
a escala global, de la libertad de mercado como valor supremo,
y de las respectivas derrotas y 'lavados de cerebros'
colectivo de muchas sociedades nacionales. Necesitaríamos
estar más firmes en no emprender el camino de regreso a
nacionalismos poco críticos o particularismos estrechos, pero
hay avances también en esa dirección.
De todas formas, porciones enormes de la sociedad siguen
atrapadas en las compensaciones individualistas, la búsqueda
de la satisfacción consumista, el conformismo político, la
vida afectiva convencional. Los medios de comunicación
sistémicos juegan allí un papel importante, que incluye mucho
más que la prédica directamente conservadora. Siguen
desarrollando su habilidad para 'masticar' lo activa o
potencialmente cuestionador, y devolverlo convertido en
rebeldía inocua, en consenso apenas disfrazado. Hay que
colarse por las hendijas, golpear en los puntos vulnerables,
divulgar lo silenciado. Por todos los medios, desde las radios
locales a Internet. Aprender a hacer atractivos los propios
mensajes, a saber darles la fuerza de la verdad que contienen,
a comprender que la adaptabilidad y velocidad de respuesta,
la audacia que no teme a patrones poderosos, la creatividad de
la inteligencia libre y autónoma están de nuestro lado. Del
otro, por cierto, millones de dólares, las tecnologías más
sofisticadas, los profesionales mejor pagos, los hábitos
arraigados de ser 'espectador' y de reflexionar escasamente y
sin cuestionar. La historia nos enseña sobre que este último
lado puede salir derrotado. Es nuestro deber apostar...
Buenos Aires, 8/12/03
(1) La repetida mención a estos dos sitios no significa darle menor valor que a otros emprendimientos
similares. Ambos son de consulta más que diaria para el autor de estas líneas desde hace un par de años, y por
eso los toma como referencia.
https://www.alainet.org/es/articulo/108980
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