Ética en las empresas

22/07/2002
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Si los puntos de partida de una empresa son la creatividad y la inversión del empresario, el punto de llegada es el consumidor. Debe darse un equilibrio entre ambos puntos. Para el empresario puede que su empresa sólo sea una gallina de los huevos de oro, destinada a multiplicar el patrimonio de su familia. Para el público la empresa debe ser siempre un servicio, sea de transporte, de salud o de turismo, sea de producción de frutas, calzado o material de oficina. Una empresa es la calidad de su producto o servicio, sumada a la imagen que proyecta en la opinión pública. Esa imagen es tan importante que moviliza miles de millones de dólares anuales, a través de agencias de publicidad y otros medios. Una empresa que mantiene dos caras sabe que corre el serio peligro de desmoronarse bajo la pérdida de credibilidad. Es el caso de empresas acusadas por delitos en programas de televisión. No hay imagen publicitaria que restaure la belleza de ese rostro manchado. El consumidor, cuando bebe un refresco, maneja un auto o usa un perfume, está en búsqueda de un producto de calidad que favorezca su autoestima, sea en forma de salud, elegancia o rapidez en la movilidad. Una empresa es su producto más su imagen. Y esa imagen es tanto más confiable cuanto más respaldada esté por la transparencia en la calidad del producto. Por eso, una empresa que oculta informaciones al consumidor, no toma en serio sus quejas, ni reconoce sus errores, camina hacia la ruina, especialmente en este momento histórico en que el consumidor pasa a ser controlador activo de los productos y servicios que utiliza. Tratar honestamente al consumidor es un deber de la empresa. Reclamar la calidad de un producto es un derecho del consumidor.
https://www.alainet.org/es/articulo/108153
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