Religiosidad popular y fiestas de junio

10/06/2003
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A las fiestas de junio se las podría llamar fiestas juaneas o joánicas, pues conmemoran el día 24 la celebración litúrgica de San Juan Bautista. Dice la tradición que en esa fecha habría nacido el primo y precursor de Jesús, fruto del matrimonio entre Isabel, pariente de María, y Zacarías, sacerdote judío del templo de Jerusalén. Juan era, de hecho, seis meses mayor que Jesús, según cuenta el evangelio al narrar que María, embarazada, fue a la casa de Zacarías para ayudar en el parto de Isabel. Poco se sabe a ciencia cierta sobre la vida de Juan, a quien la religiosidad popular llamó Bautista por haber bautizado a Jesús. Sin embargo todo parece indicar que Juan recibió una profunda formación religiosa, lo que no es de extrañar considerando que su padre era sacerdote y que él probablemente pidió ingresar en la comunidad de monjes esenios, situada junto al mar Muerto, donde desemboca el río Jordán. Juan quizás no se adaptó a los rigores del monasterio, cuya pureza ritual trataba de apresurar la venida del Mesías, y, decepcionado, abandonó el claustro para convertirse en predicador ambulante por las orillas del Jordán. En su predicación el primo de Jesús rompió con la lógica esenia de lo puro/impuro y se adhirió a la lógica de los profetas del Antiguo Testamento, que destaca la contradicción entre justicia e injusticia. Lucas, en su relato evangélico, describe en detalle la predicación de Juan. Ante la pregunta de sus catecúmenos (Lucas 3,10): "¿Qué debemos hacer?", no recomendaba, como los fariseos, que lavasen muchas veces las manos o pronunciasen el nombre de Dios para no cometer el pecado de impureza de la lengua. Juan exigía justicia: "Quien tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; quien tenga comida, que haga lo mismo" (Lucas 3,11). A los inspectores de impuestos les aconsejaba que no cobrasen "nada fuera de lo establecido" (Lucas 3,13) y a los soldados les amonestaba: "No torturen a nadie, no hagan falsas acusaciones y permanezcan tranquilos con el salario que ganan" (Lucas 3,14). ¿Por qué entonces se hacen hogueras por las fiestas de san Juan? Porque la devoción popular supo por medio de otro Juan, el evangelista, que el primo de Jesús vino "para dar testimonio de la luz" (Juan 1,7-8). Jesús es la verdadera luz, pero Juan Bautista, como la luz de la hoguera, permitió que viésemos al Salvador. No es al fuego al que se dirige nuestra mirada. El fuego ilumina y permite que veamos lo que está alrededor. Por su ejemplo y su palabra, el Bautista nos hace reconocer, en la figura de su joven primo, la presencia humana de Dios. Los adornos de la fiesta de san Juan llegaron al Brasil traídos por otras culturas. De Macao, en China, los portugueses, nuestros colonizadores, trajeron las banderitas de papel recortado. De los esclavos recibimos la costumbre africana de saltar sobre la hoguera y andar sobre las brasas (¡hace falta valor!), así como las exquisiteces típicas de la fiesta: batata y ñame asado al fuego y maíz convertido en palomitas. De los franceses heredamos el baile al son del acordeón. Jesús fue discípulo de Juan. Se dejó bautizar por él en la orilla del Jordán, yendo en contra de la religión oficial de su tiempo y lugar. En cuanto profeta, Juan denunció la corrupción de Herodes Antipas, gobernador de Galilea. Por lo cual fue encarcelado y después, durante una fiesta en el palacio de Tiberíades, se le cortó la cabeza, que fue llevada ante los invitados en una bandeja. Como toda sangre de mártir, la de Juan cayó en la tierra e inmediatamente dio frutos. Jesús comenzó a partir de ese momento su misión y formó la primera comunidad apostólica con los discípulos de Juan. La fiesta de san Juan es una invitación a que cada cristiano se haga, como el Bautista, luz que abra los ojos de otros a la presencia de Jesús entre nosotros. * Traducción de José Luis Burguet.
https://www.alainet.org/es/articulo/107676
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