Ahora los "biopiratas" son los campesinos?
02/06/2003
- Opinión
Después de un juicio de más de nueve años, Monsanto logró
quedarse con una patente (la europea 301 749) sobre todas las
variedades de soya transgénica que existen -y las que podrían
existir- mientras sea válida. Es la primera resolución de
este tipo que otorga derechos monopólicos exclusivos no sobre
una variedad, sino sobre una especie alimentaria.
Originalmente fue otorgada en 1994 a Agracetus, entonces
subsidiaria de la gigante química WR Grace.
Organizaciones de la sociedad civil, como RAFI (ahora Grupo
ETC) y Greenpeace, alertaron sobre la inmoralidad de reclamar
derechos monopólicos sobre una especie, y junto con otras
iniciaron en 1994 una demanda para lograr su revocación.
Empresas biotecnológicas, como Sandoz, Ciba-Geigy, Monsanto,
Dekalb y Pioneer Hi-Bred, también alegaron que se detendría la
investigación y que una patente de este tipo no podía ser
legal. En 1994 Monsanto apeló contra esta patente ante la
Oficina Europea respectiva. A lo largo de 292 páginas
argumentó que la patente debía ser "revocada en su totalidad"
porque no cumplía con los requisitos mínimos: no era una
"novedad", no tenía "paso inventivo" y el requisito de
divulgación de la información, necesario para obtener
cualquier patente, era "altamente deficitario". En 1996, Ciba
Geigy y Sandoz se unieron para formar Novartis, mientras
Monsanto compró Dekalb y Agracetus. A partir de entonces,
Monsanto retiró la demanda y dijo que iba a defender su
patente. Novartis -que luego se fusionó con AstraZeneca y se
transformó en Syngenta- continuó su apelación contra la
resolución junto a Pioner Hi-Bred (ahora subsidiaria de
DuPont).
Pese a la variedad y amplitud de argumentos presentados, la
Oficina Europea de Patentes ignoró todos los aspectos éticos,
de seguridad y soberanía alimentaria y, en un acto aberrante,
falló el 6 de mayo en favor de Monsanto, cambiando un solo
punto, por el cual se intentaba controlar también otras
plantas modificadas usando la misma metodología. Según datos
de 2002, Monsanto vendió el total de las semillas de soya
transgénica en el mundo, plantadas en 36.5 millones de
hectáreas, que es más de la mitad de toda la cultivada a
escala global. Monsanto va hacia el monopolio exclusivo de
uno de los cultivos alimentarios más importantes del planeta -
utilizado como forraje, aceite e insumo de más de 60 por
ciento de los alimentos procesados de los supermercados- con
un valor de 22 mil millones de dólares en 2001.
Los mayores exportadores de soya en el mundo son Estados
Unidos, Brasil, Argentina y China. De éstos, solamente Brasil
no ha permitido el cultivo de transgénicos. Monsanto ha
presionado fuertemente por introducir la soya modificada a ese
mercado, el segundo exportador a escala mundial. No lo ha
logrado debido a la protesta y a demandas legales de
organizaciones ambientalistas, de consumidores y campesinos
que desde hace cuatro años han frenado la autorización de
transgénicos. En el mismo periodo, los grandes hacendados
anunciaron que iban a contrabandear soya transgénica para
presionar su aprobación. Muchos piensan que esto fue una
política apoyada o incluso impulsada por Monsanto.
Paradójicamente, el gobierno de Lula, en lugar de sancionar a
los contrabandistas, permitió la comercialización de la
cosecha de soya genéticamente modificada que había sido
plantada ilegalmente.
El mismo día que fue refrendada su patente monopólica,
Monsanto anunció que iba a iniciar los trámites para cobrar
las regalías de su patente por la oleaginosa plantada
ilegalmente en Brasil. La asociación de cultivadores de soya
estadunidense comenzó una campaña de presión alegando que los
agricultores brasileños son "biopiratas" por no pagar regalías
a Monsanto, publicando una foto de un labriego vestido de
pirata cargando una bolsa de soya transgénica hacia un barco
bucanero. Interesante imagen para los hacendados brasileños
que decían defender su derecho a plantar lo que quisieran.
Verdaderamente preocupante es ver cómo el derecho ancestral de
los agricultores a guardar y replantar sus propias semillas es
vaciado de contenido por los sistemas de patentes, y que las
mismas empresas biocorsarias que desde hace décadas vienen
robando las innovaciones y conocimientos campesinos e
indígenas, ahora dicen que los biopiratas son éstos, con la
legalidad de su parte. Es lo que espera a todos los que
cultiven transgénicos en cualquier parte del mundo. Ante
esto, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de
Brasil (MST), junto con organizaciones participantes en el
seminario Jornadas de Agroecología en Paraná, ocuparon la
semana siguiente una hacienda de Monsanto en Ponta Grossa,
quemando los cultivos transgénicos que allí se encontraban.
El MST la volvió a tomar unos días después y anunció que iban
a repetir la acción en toda hacienda que plantara organismos
genéticamente modificado.
Los casos de Brasil con los transgénicos y Monsanto nos
muestran lo que podemos esperar por permitir sistemas de
patentes y liberar transgénicos. Lo legal, sin duda, no es
necesariamente lo legítimo.
* Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC.
https://www.alainet.org/es/articulo/107627
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