Escribiendo la constitución del mundo
29/05/2003
- Opinión
El 14 de mayo pasado, Estados Unidos anunció que iniciaba una
demanda contra la Unión Europea, en el marco de la
Organización Mundial de Comercio (OMC), para forzarla a
aceptar la importación de productos transgénicos. La demanda
fue presentada en conjunto con Canadá, Argentina y Egipto
(juntos responden por 96 por ciento de la producción mundial
de transgénicos), con el apoyo de México, Chile, Colombia, El
Salvador, Honduras, Perú, Uruguay, Australia y Nueva Zelanda.
La Unión Europea declaró en octubre de 1998 una moratoria de
facto a la liberación de transgénicos al ambiente, debido a la
falta de regulación adecuada y de suficientes evidencias
científicas de inocuidad en el ambiente y la salud. Se
suspendieron las importaciones de cultivos de países que no
tuvieran políticas de segregación y etiquetado de
transgénicos, con pocas excepciones. La medida, que respondió
a las protestas masivas de organizaciones de consumidores y
otras de la sociedad civil, se guió por el principio de
precaución, y se aplicó igualmente al mercado interno, por lo
que no puede ser considerada como "discriminatoria" del
comercio, tal como plantea Estados Unidos.
El anuncio de la demanda, a cargo de la secretaria de
Agricultura de Estados Unidos, Ann Venneman, y el
representante de Comercio, Robert B. Zoellick, contó con la
presencia de invitados especiales, encabezados por el doctor
C.S. Prakash, conocido defensor de los transgénicos que se
presenta como científico, con amistades demasiado estrechas en
la industria biotecnológica. Junto con él, un selecto grupo
de personas afines a la política agrícola de Estados Unidos y
a esta peculiar forma de ciencia, entre los cuales estuvo
presente el doctor Ariel Alvarez-Morales del Cinvestav
Irapuato.
Como ayuda de memoria, Prakash fue quien encabezó la campaña
internacional negando que hubiera contaminación transgénica de
maíz campesino en México y contra Chapela y Quist, los
investigadores de la UC Berkeley que publicaron en Nature los
datos iniciales que así lo indicaban. El doctor Alvarez-
Morales fue comendado por la Sagarpa, a pedido a su vez de la
comisión de bioseguridad, Cibiogem, para tomar pruebas y
estudios sobre la contaminación del maíz en México. El
estudio, finalizado hace meses, no ha sido dado a conocer al
público mexicano, pese a reiterados pedidos de organizaciones
civiles. Si este estudio confirma otra vez la contaminación
denunciada, sería uno más de los muchos argumentos para parar
las importaciones de maíz transgénico. Sin embargo, de
espaldas al público y los campesinos mexicanos, Alvarez-
Morales no encontró mayor dificultad en acompañar amablemente
a las autoridades estadunidenses para apoyar la demanda de que
los ciudadanos europeos también deben dejarse contaminar.
Según datos de la Unión Europea, la baja de importaciones de
maíz estadunidense fue compensada en estos cinco años por
compras a... ¡Argentina!, que siguiendo el cínico estilo
político de sus gobiernos acompaña la demanda de todos modos.
Seguramente tienen demasiadas ventajas comparativas frente a
Estados Unidos y como no las necesitan, les dio pena.
¿Alguien podría explicar las causas por las que gobiernos de
países que son importadores netos como México, Honduras,
Salvador y otros, también la apoyan? En esta demanda, el mayor
beneficiario será la multinacional Monsanto, que vende 90 por
ciento de las semillas transgénicas comerciales en el mundo.
Venneman argumentó que la demanda es para "defender la
agricultura americana", pero George Naylor, presidente de la
coalición de agricultores familiares de Estados Unidos (NFCC),
declaró que "ella estará defendiendo la agenda corporativa de
los agronegocios, porque definitivamente no está luchando por
los intereses de los agricultores familiares". Venneman
agregó que permitirá "el pleno desarrollo de una tecnología
que tiene enormes beneficios potenciales para los consumidores
y productores del mundo entero (...) para combatir el hambre y
la desnutrición que afectan a cientos de millones de personas
en el mundo en desarrollo". Hambrientos que se podrán
alimentar con herbicidas, ya que más de 75 por ciento de los
transgénicos son producidos para tolerar agrotóxicos de la
misma empresa que vende la semilla. Ignoró convenientemente
que gobiernos de Africa no aceptaron dichos productos ni
siquiera como donación, ya que pensaron que serían una amenaza
a sus propias variedades campesinas y a su salud.
Las negociaciones agrícolas en la OMC ya estaban trabadas, en
una guerra de múltiples aristas, donde Estados Unidos quiere
conservar sus propios subsidios y eliminar los de la Unión
Europea y el resto del mundo. Como zanahoria frente a los
burros de los países del tercer mundo, presenta esta demanda
como democratizadora del acceso a mercados. Zanahoria
envenenada, porque la producción agrícola de los países del
sur siempre perderá en esa competencia, y la única alternativa
es proteger y aumentar la producción agrícola interna basada
en los principios de la soberanía alimentaria y en la
satisfacción de las necesidades de la propia población.
La demanda muestra además el carácter de imposición que se
quiere afirmar en la OMC, contra las elecciones de salud y
medioambiente de los ciudadanos -en este caso los europeos.
Esta demanda no va a cambiar la posición de los ciudadanos
frente a los transgénicos. Al contrario, a punto con la
resistencia global campesina y civil que se prepara frente a
la próxima reunión de la OMC en Cancún, esto unirá aún más a
los activistas ambientales y en temas comerciales con los
campesinos, los consumidores, y el movimiento global por la
paz y contra el despotismo del gobierno de Estados Unidos.
* Silvia Ribeiro es investigadora del Grupo ETC
https://www.alainet.org/es/articulo/107614
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