Ni guerra, ni libre comercio
15/05/2003
- Opinión
A tono con los bombardeos y amenazas contra los países que
se empecinan en mantener políticas propias o distintas de
las que quieren imponer al mundo los Estados Unidos y sus
aliados, avanzan también, por otro lado, las negociaciones
para poner en aplicación las estipulaciones de la
Organización Mundial de Comercio(1) -OMC- y el Acuerdo de
Libre Comercio de las Américas(2) -ALCA-, ambos encaminados
a garantizar la viabilidad de los intereses mercantiles aún
por encima de los derechos humanos y la soberanía de los
pueblos.
La guerra militar y la económica son parte de un proyecto
común, orientado a legitimar el control político, económico
y cultural, del mundo por parte de unos cuantos países y
corporaciones, alejados de los principios democráticos y
apegados a la rentabilidad económica, al poder, y a las
desigualdades que son su sustento.
Así como la guerra es presentada como un mal necesario para
garantizar, por la fuerza de las armas, una democracia de
definición estadounidense, los acuerdos de libre comercio
son planteados como un avance en la promoción del
crecimiento económico, propiciado por la libertad de acción
mercantil, y más aún como la única y exclusiva vía para
asegurar el desarrollo mundial.
Pero, guerra y libre comercio se fundamentan en la
imposición del más fuerte, encierran, en los hechos, la
legitimación de las relaciones desiguales entre las personas
y los pueblos, la vulneración de la soberanía de los países,
y tienen que ver con un proyecto de sociedad que no se
limita al control de recursos y la libertad comercial, sino
que atañen al conjunto de relaciones humanas.
Así como la llamada guerra permite el control económico y
político de los pueblos invadidos, los contenidos
liberalizadores del ALCA y la OMC están orientados a
garantizar a las corporaciones el acceso irrestricto a los
recursos naturales y al trabajo de las personas, dejando de
lado cualquier consideración ecológica o de derecho, que
limite su campo de acción y sus ganancias reales o
potenciales.
Ambas, guerra militar y económica, apuntan a desvalijar a
los pueblos de su autodeterminación y visiones de
desarrollo; un ejemplo de ello es la privatización de la
tierra y el agua, que no sólo los despoja de estos recursos
esenciales para la vida, sino que los sustrae de las
posibilidades de soberanía alimentaria y desarrollo
autónomo, poniendo en riesgo hasta modos de vida históricos,
como es el caso de las comunidades campesinas.
En países donde la mayoría de las personas viven de la
agricultura y la pesca, la propuesta de la OMC y el ALCA de
dejar que las fuerzas del mercado regulen la política
agraria y, por ende, alimentaria, además de poner en riesgo
la agricultura nacional y de autosustento, ha incrementado
el hambre, tanto por el encarecimiento de este tipo de
producción como por la invasión de productos industriales de
costo y calidad menor.
De igual forma, la anulación de las legislaciones de
protección del medio ambiente, consideradas como una barrera
para el libre comercio, expone la naturaleza a la avidez de
las corporaciones. La tala de bosques, la depredación de
los recursos naturales, la contaminación de la tierra, el
agua y el aire, entre otros, están eliminando la armonía de
los ecosistemas y ponen en riesgo la biodiversidad, con el
correlativo impacto negativo en la salud de las personas.
Más aún, al ritmo que van las cosas, hasta la propia vida
del planeta tiene fecha de vencimiento.
El control del mundo inherente a la guerra militar y
económica también se extiende al patrimonio cultural y de
conocimientos de los pueblos. Con la imposición de los
derechos de propiedad intelectual (TRIPs), estipulados por
la OMC, que tienen que ver con las patentes, derechos de
autoría, y marcas registradas, está en marcha la apropiación
de conocimientos tradicionales -como los de los pueblos
indígenas-, principios de vida, materiales genéticos, y
otros, cuya monopolización por parte de las corporaciones o
de individuos solo legitimará el saqueo y la apropiación
privada del futuro del mundo, por las buenas o por las
malas.
Los riesgos inherentes a la aplicación de los acuerdos de
libre comercio no son hipotéticos, pues en los treinta
últimos años de su expansión intensiva, se han ensanchado
las desigualdades dentro y entre los países. Presionados
por los poderes o convencidos por sí mismos de los
beneficios del libre mercado, los países pobres han
descuidado más que nunca la procura de producción autóctona
y creación de fuentes de trabajo, para centrarse en
optimizar las condiciones de atracción a la inversión
extranjera que, sin excepción, aprecia la mano de obra
barata y la ausencia de derechos laborales y sociales.
Achicados, desmantelados de sus potestades y autonomía, y
fieles a lo propuesto en los acuerdos de liberalización
comercial, los Estados, que en principio tienen la
responsabilidad de velar por el bienestar de sus
poblaciones, se afanan en privatizar los servicios públicos,
tales como la educación y la salud, colocando a las personas
ante el imperativo de comprarlo todo, en un mercado muy
preocupado por el lucro y lejano de las consideraciones
humanas y el bienestar colectivo.
La guerra militar y económica son dos caras de la misma
medalla, las dos son violentas, matan y subsumen las
necesidades de los pueblos a aquellas de los poderes sean
estos políticos, económicos o ambos.
La resistencia mundial
Saber que lo que está en juego es nada menos que la
supervivencia humana y del planeta, conjuntamente con los
principios éticos y de derechos que se crearon para
mantenerlos, es un motor para cientos de iniciativas que
están en marcha en todas partes.
Por eso, de la misma manera como la oposición a la guerra ha
levantado voces por millones, las resistencias a los
tratados de la Organización Mundial de Comercio y el Acuerdo
de Libre Comercio de las Américas -ALCA-, que más que de
comercio tratan de la apropiación del mundo, sus recursos y
hasta de las personas, son cada vez más contundentes.
Así, al tiempo que se realizará la Conferencia Ministerial
de la OMC, del 10 al 14 de septiembre próximo, en Cancún -
México-, para procurar el afianzamiento de la agenda llamada
de "temas nuevos", que incluye: inversiones, políticas de
competencia, compras estatales, y facilitación del comercio,
cuyas consecuencias previsibles afectarán principalmente al
empleo y la soberanía, los movimientos se congregarán en el
"Foro de los Pueblos por una Alternativa a la OMC", que se
desarrollará entre el 9 y el 14 del mismo mes y en esa misma
ciudad, con diversas actividades culturales, de análisis,
debate y afianzamiento de propuestas alternativas al
mencionado libre comercio.
Paralelamente, se desplegarán movilizaciones y acciones
globales, simultáneas, en los distintos países del mundo,
cuyas expresiones más visibles se producirán: el 11 de
septiembre, con la celebración de un día de luto por todas
las víctimas de las guerras militares y económicas
impulsadas por las potencias mundiales, y el 13 y 14 de
septiembre con marchas masivas que, en Cancún y en el mundo
entero, levantarán voces alternativas para enfatizar que
"otro mundo es posible".
Estas iniciativas enmarcadas en la Semana de Acción Global
contra las políticas del libre mercado, despuntarán el 7 de
septiembre en Brasil, con el Grito de los Excluidos/as, y se
extenderán hasta el 14 del mismo mes con múltiples
movilizaciones esparcidas en los distintos países del mundo.
Con esto se espera sensibilizar a la ciudadanía sobre el
carácter antidemocrático y de desigualdad entre los países,
que opera en los procedimientos de la OMC y el ALCA, donde
los Estados Unidos y otras potencias no solo definen la
agenda y las prioridades, sino que las imponen a los más
pequeños con distintos tipos de presiones.
Y como los efectos negativos de la guerra y el libre
comercio se extienden a todas las esferas de la vida, esta
convocatoria espera llegar a movilizar a todos y todas las
afectadas por el modelo: mujeres, jóvenes, pueblos
discriminados, excluidos y excluidas, en fin la mayoría de
la población.
Con iguales propósitos y para resistir a la imposición del
Acuerdo de libre comercio de las Américas, por convocatoria
de la Campaña Continental contra el ALCA, se vienen
realizando en los países del hemisferio distintas
iniciativas de sensibilización y acción, tales como
consultas populares, campañas nacionales, convenciones, y
otras.
Con ocasión de la próxima reunión Ministerial del ALCA, que
se celebrará en Miami (Estados Unidos) en noviembre del
presente año, se harán públicos los resultados de sendas
consultas emprendidas en distintos países, para visibilizar
la oposición ciudadana a dichos acuerdos. Esta acción
estará, igualmente, acompañada de movilizaciones, que desde
todos los países del hemisferio permitirán aunar voces para
insistir en el anhelo de paz y justicia: Ni guerra, ni libre
comercio.
Notas:
(1) Creada en 1995, la Organización Mundial de Comercio -
OMC- incluye a 145 países de todo el mundo, su propósito es
impulsar el fortalecimiento del libre mercado, a través de
un conjunto de políticas en materia de comercio,
desregulación, inversiones, y otros. Esta organización
administra y ejecuta cerca de veinte acuerdos comerciales
distintos, entre ellos el Acuerdo General sobre el Comercio
de Servicios -GATS-, el Acuerdo sobre Agricultura, y el
Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad
Intelectual -TRIPs-.
(2) El Acuerdo de Libre Comercio de las Américas -ALCA-
involucra a 34 países del hemisferio. Su desarrollo está
repartido en nueve grupos: servicios, agricultura,
inversiones, compras del Estado, derechos de propiedad
intelectual, solución de controversias, políticas de
competencia, acceso a los mercados, subsidios, anti-dumping,
y derechos compensatorios. Contempla, entre otras, medidas
que habilitan a las empresas a demandar a los gobiernos por
la aplicación de políticas nacionales o reglamentos que
puedan afectar sus ganancias reales o potenciales, y exigir
indemnizaciones por ello.
https://www.alainet.org/es/articulo/107547
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