Irak y el futuro del mundo

20/03/2003
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  • Opinión
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El estilo capitalista de organización social y la medida que han adquirido los procesos de reproducción, así como la imposibilidad de encontrar alternativas energéticas capaces de sustituir eficientemente al petróleo en la escala planetaria que ahora alcanzan los sistemas productivos, acrecienta la importancia del Medio Oriente como punto estratégico dentro de la disputa hegemónica mundial y como soporte del proceso de dominación capitalista en un sentido más amplio.

Irak, con sus 15 mil millones de toneladas de petróleo (112.5 millones de barriles) ocupa el segundo lugar mundial en reservas (después de Arabia Saudita) y es, geográficamente, el centro de la región que contiene el 65% de las reservas del planeta. De ahí, y de su ubicación como una de las posibles rutas de salida para el petróleo del mar Caspio, proviene la urgencia de Estados Unidos de ocupar el país y reforzar desde ahí el control de la región.

La guerra contra Irak ya ha causado muchos muertos. Algunos en la guerra de 1991 en que Estados Unidos logró una ocupación total de Kuwait; otros más como producto del bloqueo que desde entonces se cierne sobre el pueblo iraquí dejándolos sin medicinas indispensables, entre otras cosas. Es decir que la guerra abierta se combina, en todos los escenarios, con una guerra de estrangulamiento semioculta que busca minar o derrotar moral y anímicamente a la población, además de restarle capacidad autonómica en la mayor medida posible. Doce años después de iniciado el bloqueo, Irak no ha sido derrotado y es necesario lanzar una nueva ofensiva bélica.

En realidad Irak es un punto esencial dentro de la estrategia de ocupación territorial y de apropiación de los recursos de la zona medioriental, como puede observarse en el mapa, pero su ocupación no es una iniciativa aislada que pueda explicarse por sí misma. Esta estrategia ha ido poco a poco jugando piezas y tomando posiciones y sólo podrá completarse con el control del territorio correspondiente a Irak e Irán (dos de los tres componentes del llamado Eje del Mal) y con la derrota de Palestina.

Claramente podemos identificar algunas de las piezas más relevantes de este juego en:

  1. La guerra del Golfo y la correspondiente ocupación de Kuwait en 1991 que permitió la instalación de bases militares a lo largo del flanco occidental del mar Caspio;

  2. La campaña antimusulmana exacerbada a partir del 11 de septiembre, el reforzamiento del control mediático desde entonces y el inicio de una estrategia de silenciamiento de cualquier tipo de disidencia encubierta bajo la doctrina de la inteligencia militar preventiva.

  3. La guerra contra Afganistán que aseguró la ocupación militar del flanco oriental del área petrolera, el establecimiento de convenios y bases militares en algunas de las nuevas repúblicas desprendidas de la Unión Soviética, un cercamiento de China desde el occidente y una posición privilegiada en el vértice cultural de Asia Central, donde, además, hay ricos yacimientos de gas, uranio, oro, wolframio y otros minerales esenciales para el proceso de reproducción y la competencia internacional;

  4. La guerra contra Palestina y particularmente la reciente embestida genocida encabezada por Sharon con la total complacencia de Estados Unidos.

Desde 1998 los documentos oficiales del Departamento de Defensa norteamericano señalaban con preocupación la ausencia de posiciones en Asia Central y la gran dificultad de controlar las relaciones entre las recién (re)constituidas repúblicas independizadas de la Unión Soviética, los países árabes y China. Bin Laden les dio la oportunidad de meter una cuña con ocho bases militares justo en el vértice –una al lado de la frontera con China-, interrumpiendo el contacto entre ellas y poniendo diques de control a la salida de recursos valiosos.

Si sólo consideramos los movimientos realizados desde la Guerra del Golfo es suficiente para trazar las líneas de un proyecto regional de gran envergadura que se viene persiguiendo ya durante más de una década. Los estilos presidenciales cambian pero las piezas van encajando con suavidad en el mayor rompecabezas de reposicionamiento hegemónico que se haya conocido en el mundo hasta hoy, porque no abarca sólo al Medio Oriente sino al mundo entero.

El Eje del Mal fue pensado para garantizar el control casi total del área petrolera desde el mar Caspio hasta el Golfo Pérsico (ver el círculo en el mapa) pero para rodear simultáneamente a China. De otro modo no se entiende por qué los dos países con mayores yacimientos del área y los que constituyen el paso del Caspio hacia el mar (y de ahí a las industrias norteamericanas) son equiparados a Corea, sin petróleo, lejos del Golfo Pérsico, pero en una posición que desde el otro lado, permite bordear China. Irán, evidentemente, debería ser el siguiente paso en la ofensiva. La justificación se ha empezado a preparar mediante la “sospecha” de que Irak pueda estar sacando sus armas prohibidas a través de su país vecino.

Estados Unidos no parece estar dispuesto a esperar que China o la Unión Europea puedan empezar a cobrar presencia en esta región –cuestión que Francia y Alemania parecen tener muy clara- y, respondiendo a los criterios de la prevención que parecen estar contaminando toda su política, prefiere sacrificar legitimidad en el corto plazo lanzándose a una acción unilateral repudiada por casi todo el mundo para asegurar su posición de “superpotencia”, “única e indiscutida”, como ellos mismos se definen.

Guerra en Irak, arrasamiento impune en Palestina, ocupación en Afganistán y reforzamiento del Plan Colombia y del control de toda el área tropical latinoamericana donde se encuentran la mayor cantidad de recursos estratégicos del Continente americano, incluyendo, por supuesto, el petróleo que permitirá a Estados Unidos mantener la guerra en el frente medioriental. Estos son los escenarios principales de la nueva aventura “civilizatoria” para acabar con todas las civilizaciones, habidas y posibles, diferentes a la del “american way of life”.

El Plan Colombia y el Plan Puebla Panamá, así como el Área de Libre Comercio de las Américas, son otras importantes piezas en este juego de reterritorialización del poder hegemónico estadounidense. Después del Medio Oriente, es en América donde se encuentran las mayores concentraciones de petróleo y no hay duda de que el control de estas dos regiones convertiría a Estados Unidos en el más grande hegemón que se haya conocido.

Es el juego del poder pero es un juego peligroso. Cada vez más la lucha por la hegemonía, en el interior del sistema, se torna una lucha civilizatoria. Mientras más poder, riqueza y capacidades concentra el hegemón más parece perfilarse la larga declinación de un sistema que niega la libertad porque es ya incapaz de propiciar la vida. Los valores “universales” pregonados por el capitalismo son abandonados paulatina pero crecientemente por la población damnificada por este sistema.

Ocupar Irak es enfrentarse abiertamente al mundo musulmán -que a lo largo de la historia ha resistido el arrasamiento-, incluso si en un primer momento se presenta dividido. El paso por el Medio Oriente ha sido desde antiguo uno de los diques a la cultura occidental. Hoy puede ser el inicio del fin no de la hegemonía de Estados Unidos sino de la hegemonía del capital, del pensamiento único y de la civilización pretendidamente universal. Los persas, los kurdos, los chinos, los árabes, los indígenas en América y tantos otros dentro de Occidente se han levantado para decir “ya no más”.

La lucha de Estados Unidos por la hegemonía absoluta todavía puede hacer mucho daño, sin embargo, corre el riesgo de convertirse en la construcción de su propio cadalso.

https://www.alainet.org/es/articulo/107135?language=es
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