Saramago: Les decimos "NO"
15/03/2003
- Opinión
Texto íntegro del manifiesto contra la guerra leído por José
Saramago el 15 de marzo de 2003, en Madrid
Ellos creían que nos habíamos cansado de protestas y que les habíamos
dejado libres para seguir en su alucinada carrera hacia la guerra.
Se equivocaron. Nosotros, los que hoy nos estamos manifestando, aquí
y en todo el mundo, somos como aquella pequeña mosca que
obstinadamente vuelve una y otra vez a clavar su aguijón en las
partes sensibles de la bestia. Somos, en palabras populares, claras
y rotundas para que mejor se entiendan, la mosca cojonera del poder.
Ellos quieren la guerra, pero nosotros no les vamos a dejar en paz.
A nuestro compromiso, ponderado en las conciencias y proclamado en
las calles, no le harán perder vigencia y autoridad (también nosotros
tenemos autoridad) ni la primera bomba ni la última que vengan a caer
sobre Irak.
No digan los señores y las señoras del poder que nos manifestamos
para salvar la vida y el régimen de Sadam Husein. Mienten con todos
los dientes que tienen en la boca. Nos manifestamos, eso sí, por el
derecho y por la justicia. Nos manifestamos contra la ley de la
selva que Estados Unidos y sus acólitos antiguos y modernos quieren
imponer al mundo.
Nos manifestamos por la voluntad de paz de la gente honesta y contra
los caprichos belicistas de políticos a quienes les sobra en ambición
lo que les va faltando en inteligencia y sensibilidad. Nos
manifestamos en contra del concubinato de los Estados con los super-
poderes económicos de todo tipo que gobiernan el mundo. La tierra
pertenece a los pueblos que la habitan, no a aquellos que, con el
pretexto de una representación democrática descaradamente pervertida,
al final les explotan, manipulan y engañan. Nos manifestamos para
salvar la democracia en peligro.
Hasta ahora la humanidad ha sido siempre educada para la guerra,
nunca para la paz. Constantemente nos aturden las orejas con la
afirmación de que si queremos la paz mañana no tendremos más remedio
que hacer la guerra hoy. No somos tan ingenuos para creer en una paz
eterna y universal, pero si los seres humanos hemos sido capaces de
crear, a lo largo de la historia, bellezas y maravillas que a todos
nos dignifican y engrandecen, entonces es tiempo de meter mano a la
más maravillosa y hermosa de todas las tareas: la incesante
construcción de la paz. Pero que esa paz sea la paz de la dignidad y
del respeto humano, no la paz de una sumisión y de una humillación
que demasiadas veces vienen disfrazadas bajo la mascarilla de una
falsa amistad protectora.
Ya es hora de que las razones de la fuerza dejen de prevalecer sobre
la fuerza de la razón. Ya es hora de que el espíritu positivo de la
humanidad que somos se dedique, de una vez, a sanar las innúmeras
miserias del mundo. Esa es su vocación y su promesa, no la de pactar
con supuestos o auténticos "ejes del mal".
Amenamente estaban Bush, Blair y Aznar charlando sobre lo divino y
sobre lo deshumano, seguros y tranquilos en su papel de poderosos
hechiceros, expertos en trucos de trilero y conocedores de eméritos
de todas las trampas de la propaganda engañosa y de la falsedad
sistemática, cuando en el despacho oval donde se encontraban reunidos
irrumpió la terrible noticia de que los Estados Unidos de América del
Norte habían dejado de ser la única gran potencia mundial. Antes de
que Bush pudiera asestar el primer puñetazo en la mesa, vuestro
presidente José María Aznar se dio prisa en declarar que esa nueva
gran potencia no era España. "Te lo juro, George", dijo. "Mi Reino
Unido tampoco", añadió rápidamente Blair para cortar la naciente
suspicacia de Bush. "Si no eres tú y tú no eres, ¿quién es
entonces?", preguntó Bush. Fue Colin Powell, mal creyendo él mismo
en lo que estaba pronunciando su propia boca, quien dijo "La opinión
pública, señor presidente".
Ya habéis comprendido que esta historieta es un simple invento mío.
Os pido por tanto que no le deis importancia. Pero sí la tiene que
lo que ya es una evidencia para todos, la más exaltadora y feliz
evidencia de estos conturbados tiempos: los hechizeros de Bush, Blair
y Aznar, sin quererlo, sin proponérselo, nada más que por sus malas
artes y peores intenciones, han hecho surgir, espontáneo e
incontenible, un gigantesco, un inmenso movimiento de opinión
pública. Un nuevo grito de "No pasarán", con las palabras "No a la
guerra", recorre el mundo.
No hay ninguna exageración en decir que la opinión pública mundial
contra la guerra se ha convertido en una potencia con la cual el
poder tiene que contar. Nos enfrentamos deliberadamente a los que
quieren la guerra, les decimos "NO", y si aún así siguen empecinados
en su demencial afán y desencadenan una vez más los caballos del
apocalipsis, entonces les avisamos desde aquí que esta manifestación
no es la última, que continuaremos las protestas durante todo el
tiempo que dure la guerra, e incluso más allá, porque a partir de hoy
ya no se tratará simplemente de decir "No a la guerra", se tratará de
luchar todos los días y en todas las instancias para que la paz sea
una realidad, para que la paz deje de ser manipulada como un elemento
de chantaje emocional y sentimental con que se pretende justificar
guerras.
Sin paz, sin una paz auténtica, justa y respetuosa, no habrá derechos
humanos. Y sin derechos humanos -todos ellos, uno por uno- la
democracia nunca será más que un sarcasmo, una ofensa a la razón, una
tomadura de pelo. Los que estamos aquí somos una parte de la nueva
potencia mundial. Asumimos nuestras responsabilidades. Vamos a
luchar con el corazón y el cerebro, con la voluntad y la ilusión.
Sabemos que los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor.
Ellos (no necesito ahora decir sus nombres) han elegido lo peor.
Nosotros hemos elegido lo mejor.
https://www.alainet.org/es/articulo/107108?language=es
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