La guerra contra Iraq..., intersubjetividad y ética
28/02/2003
- Opinión
1
Hace unos días, el 13 de febrero de este año, en un programa de debates de
la Televisora Española (TVE), se planteó el tema de la posible guerra de
USA contra Irak. Dos de los invitados defendían la iniciativa de USA con
un argumento reiterado que es, más o menos, el siguiente: Saddam Hussein es
un dictador, es una amenaza a la paz mundial y, por tanto, debe ser atacado
militarmente. Este argumento tiene muchas implicaciones, tanto de tipo
ético como político, militar, etc.
Pero también se basa en importantes presuposiciones de orden
epistemológico, las cuales aparentemente no serían tan fuertes ante, por
ejemplo, la falacia implícita en la sustitución asociativa del concepto de
"pueblo de Irak" por el término de "Saddam Hussein" (que lleva a justificar
engañosamente la agresión a todo un pueblo y cuya estructura de fondo es
algo así como: Hussein es malo, matemos a los iraquíes). Más importante
que la cuestión epistemológica podría también ser el supuesto de que el fin
justifica los medios o de que las acusaciones no requieren pruebas. Esto
último, por cierto, es uno de los aspectos que vinculan las bases éticas,
jurídicas y sociopolíticas de ese argumento con sus implicaciones
epistemológicas. Veremos cómo todo está íntimamente relacionado.
Antes quiero hacer notar que la forma de este argumento está
mundialmente mucho más extendida de lo que parece. En efecto, es la misma
forma del argumento que se esgrimió a favor de la respuesta militar de USA
contra Afganistán a raíz del ataque a las Torres Gemelas: ante un ataque
'bélico' (?) de Bin Laden, que opera desde Afganistán, hay que atacar
bélicamente a Afganistán. De otro modo: Bin Laden es una amenaza, matemos a
los afganos, incluyendo ancianos, mujeres y niños. Y hay muchos otros
ejemplos de esta forma argumental, incluso en la actual crisis política
venezolana, como veremos.
Por eso, estas reflexiones no se refieren, en realidad, a la guerra
contra Irak ni contra Afganistán y ni siquiera a USA ni a la política
venezolana. Lo que sí me interesa es mostrar, tomando como pie esa forma
argumental, cómo algunas cuestiones epistemológicas y académicas se
identifican con otras cuestiones éticas y sociopolíticas. Esto nos
serviría, entre otras cosas, para discutir si algunas actitudes y conductas
ético-políticas, ardientemente defendidas por muchos académicos, son
coherentes con algunos puntos centrales que ellos mismos suelen divulgar y
admitir convencidamente en el mundo académico y de la investigación
científica.
2
Uno de los problemas centrales en Teoría de la Ciencia es el de la
validez que para los seres humanos y para la sociedad puedan tener las
construcciones científicas en el marco de las relaciones entre el
investigador y la realidad que él investiga. Por ejemplo, cuando un
individuo dice "esta pared es verde", ¿cómo sabemos si en realidad la pared
es verde o si, en cambio, es que él la ve verde? De hecho, los alucinados
suelen ver cosas que las demás personas no.
Entonces, si se trata de descripciones que sólo valen para un
observador, pero no para los demás en las mismas circunstancias, decimos
que son "subjetivas". Se habla así de "subjetividad", "subjetivismo"…, y
algunos filósofos acuñaron la palabra "solipsismo", para referirse a ideas
e informaciones que sólo valen para la persona que las elabora, pero no
para las demás (juntaron las palabras latinas 'solus'-'ipse', donde 'ipse'
significa 'él mismo', de modo que sería algo así como 'sólo para él
mismo').
Como contraparte, también se habla de "objetividad", "objetivismo"…,
para hacer referencia a aquella información que no es exclusiva de un
observador, sino que se corresponde fielmente con la realidad y con lo que
'efectivamente ocurre'. Muchos filósofos pensaron que la fidelidad de la
información con respecto a la realidad, es decir, la "objetividad", era un
modo adecuado de definir la "verdad". Y, como la ciencia busca verdades,
entonces la ciencia tenía que ser 'objetiva'. Así, se llegó a valorar la
subjetividad sólo en los poetas, los pintores y los artistas en general,
pero nunca en la ciencia. Al contrario, en la ciencia lo que se valora es,
decididamente, la objetividad. Pero ¿en qué sentido? ¿En el sentido de
correspondencia con la realidad?
Resulta que la noción de objetividad, en cuanto fidelidad a lo que
realmente ocurre, tiene un problema serio: ¿cómo saber que algo "realmente
ocurre" o que es "realmente" de un cierto modo y no de otro? Volvamos al
caso de quien dice "esta pared es verde": ¿cómo garantizamos que 'en
realidad' la pared es verde en sí misma, independientemente de quien la
observa? ¿Cómo podemos estar seguros de que el color verde de la pared es
lo que "realmente ocurre"?
Alguien podría responder que la pared es realmente verde si ponemos a
muchas otras personas frente a la pared y les pedimos que digan de qué
color es. Si todos ven el mismo color verde, entonces la pared será
'realmente' verde y se comprobará la objetividad de la descripción
original. En caso contrario, esa descripción original habrá sido subjetiva
(y hasta solipsista).
Pero, si lo pensamos bien, veremos que la estrategia no es muy buena.
Por más que millones de personas digan que la pared es verde, lo más que
podemos concluir de eso es que la pared fue descrita como verde por un
millón de personas, pero no hay razón lógica para concluir que, de hecho,
en sí misma, la pared es verde. Podría ser sólo una cuestión estadística
(y hasta meramente consultiva), ya que no sería nada raro que entre ese
millón de personas hubiera unas 10 o 20, quizás más, que dijeran que la
pared es azul, por ejemplo, o negra. ¿Diríamos que la pared es 99% o 98%
verde? Otra salida sería concluir que la pared es verde y que esas 10 o 20
personas son anormales, o sea, no se comportan como el promedio, con lo
cual volvemos a caer en una solución estadística. Con eso, nos quedamos
sin saber cuál es el color de la pared en sí misma, como sería el caso de
que desaparecieran todas las personas y que no existiera ningún observador.
Otra solución menos problemática, aunque pudiera parecer evasiva, es
abandonar el problema de cómo es la realidad en sí misma, independiente de
los observadores, y dejar de preocuparnos por el modo en que 'efectivamente
ocurren' los hechos. Un punto a favor de esta idea es que pudiera ocurrir
que aun el concepto de "color" fuera un concepto generado por la mente
humana a partir de nuestras particulares condiciones de percepción de la
realidad.
Uno de los filósofos de la ciencia concluyó que "toda observación
está cargada de teoría". O sea: aun nuestros propios procesos de
percepción y de observación del mundo y, por supuesto, también nuestros
propios procesos de razonamiento, están previa e inexorablemente
supeditados a ciertas estructuras y contenidos de pensamiento, a ciertas
configuraciones socio-culturales y a ciertas especificaciones biológicas.
Un dato a favor de esto es que, por ejemplo, los perros perciben las cosas
en blanco y negro y por tanto jamás se plantearían la pregunta de si esa
pared es verde o azul. Tampoco los murciélagos, si fueran investigadores,
se plantearían esa y muchas otras clases de preguntas que nos hacemos los
humanos. O al revés, probablemente: si los perros o los murciélagos fueran
investigadores, seguramente se plantearían muchas clases de preguntas que
los humanos ni siquiera imaginamos.
Si esto es así, entonces una solución razonable, no demasiado
ambiciosa, pero sí bastante práctica, consiste en definir primero ciertos
criterios, ciertos parámetros, ciertos cánones conceptuales y
procedimentales, en síntesis, ciertas REFERENCIAS, que nos permitan decidir
la verdad de una determinada información acerca de la realidad. Así, la
verdad y la objetividad no estarían sustentadas en la fidelidad de la
información con respecto al mundo, tal como éste es en sí mismo, sino más
bien en la fidelidad con respecto a un particular sistema de REFERENCIAS
previamente definido.
Para el caso de si la pared es verde o no, podríamos comenzar, por
ejemplo, definiendo el color como un cierto valor asociado a la frecuencia
o, a la inversa, a la longitud de onda de las radiaciones de la luz sobre
los objetos (referencia conceptual). Podríamos, además, idear un
instrumento asociado a una escala de valores, que fuera capaz de medir la
frecuencia de las radiaciones de la luz en los objetos (referencia
instrumental). También podríamos acordar un cierto protocolo para la
aplicación y uso del instrumento de medición en determinadas condiciones
(referencia procedimental), etc.
Para decidir, por ejemplo, la verdad de las afirmaciones según las
cuales Chávez es un dictador o si Venezuela se halla bajo una tiranía
castrocomunista, podríamos acordar referencias conceptuales en torno a qué
es un dictador o qué es una tiranía o qué es castrocomunismo, etc., pasando
luego a acordar referencias instrumentales y referencias procedimentales,
de modo que podamos decidir acerca de los grados de tiranía o de dictadura
con distintas situaciones y personajes (podría ocurrir que muchas de las
situaciones que nos parecen amables e inocentes resultaran marcadamente
tiránicas o dictatoriales, y viceversa).
En fin, nos olvidamos del problema de la "realidad efectiva" y nos
concentramos más bien en las posibilidades de progreso y adelanto en la
resolución de problemas y en la acumulación de conocimientos que nos
permitan controlar el mundo en el que nos movemos, aun cuando no sepamos
muy bien cómo es, en sí mismo, ese mundo.
De ese modo, el concepto de "objetividad" se traslada hacia el mundo
de las referencias y de los acuerdos o convenciones. Y la validez de
nuestros pensamientos e información sobre la realidad pasa a basarse en su
correspondencia con esas referencias y convenciones. En ese marco, tenemos
además la posibilidad de evaluar, criticar, entendernos, negociar, etc.
Como se ve, este concepto de "objetividad" se transforma en el
concepto de "INTERSUBJETIVIDAD", ya que la validez descansa ahora sobre las
Referencias y las Convenciones, todo lo cual supone un entendimiento y un
lenguaje entre los "sujetos". Cuando los sujetos se entienden entre sí y
constituyen bases estables de acuerdo y de decisión, entonces se reducen
los peligros tanto de la "subjetividad" (centrados en las oscuras
conciencias de cada quien) como los de la "objetividad" tradicional
(centrados en los espejismos del mundo).
Razonar y argumentar se convierten así en los recursos más
importantes de la Intersubjetividad. Y, por supuesto, de todo esto quedan
excluidos la irracionalidad, los sentimientos destructivos, la
visceralidad, las conductas automáticas y, por encima de todo, quedaría
excluida la Ley de la Selva o la Ley del más Fuerte. Sin embargo, no todo
es color de rosa, como veremos.
Esta Intersubjetividad que rige para el mundo de la ciencia, de la
academia y de la investigación y que muchos académicos investigadores
pregonan, se halla en fuerte contradicción con muchas conductas y actitudes
en el plano ético y sociopolítico, aun cuando en realidad no se trata sólo
de la ciencia y la academia, sino también de estos otros planos humanos.
En efecto, la intersubjetividad no sólo es la solución para decidir sobre
la verdad o falsedad, sino también para decidir sobre la maldad y la bondad
o sobre el delito y la virtud.
Las leyes locales, nacionales e internacionales, así como los
sistemas judiciales, tribunalicios, policiales y fiscales constituyen la
referencia conceptual, instrumental y procedimental para decidir la validez
de las conductas éticas y sociopolíticas.
En conclusión, las nociones de subjetividad, objetividad e
intersubjetividad no son exclusivas de la ciencia, la investigación y la
academia, sino que también se extienden a otras esferas. De hecho, la
civilización no es otra cosa que intersubjetividad. Cosas como el
fascismo, la Ley del más Fuerte, las oligocracias y aristocracias, los
monopolios, las pretensiones de "Policía del Mundo", las trampas
electorales y golpistas, etc., son vicios de subjetividad, es decir, puro
"solipsismo" ético y sociopolítico.
3
Volvamos ahora al argumento de los invitados españoles citado al principio.
Como dije, no voy a referirme a la falacia de sustitución asociativa, según
la cual se homologan dos términos no iguales: Saddan Hussein (=término 1)
es una amenaza, por tanto ataquemos a Irak (=término 2). La eliminación de
la segunda premisa menor es lo que genera la sustitución del término 1 por
el término 2. En efecto, el silogismo completo sería el siguiente, donde
se ve claramente que la conclusión no se deduce de las premisas. Pero si
eliminamos la segunda premisa, entonces se genera la falacia sustitutiva:
PREMISA 1: Saddam Hussein es una amenaza
PREMISA 2: Saddam Hussein es el jefe de Irak
CONCLUSIÓN: Hay que atacar a Irak (atacando a Irak, desaparece la
amenaza).
La invalidez de este razonamiento se evidenció empíricamente en el
caso de Afganistán (Bin Laden es una amenaza - Bin Laden opera desde
Afganistán - Atacando a Afganistán desaparece la amenaza). Invadieron a
Afganistán, murieron muchos inocentes y Bin Laden sigue vivo y activo,
según se dice (?).
Más que esa falacia, llama la atención la pretensión de validez de
una proposición como "Fulano es una amenaza para la Paz". ¿Cómo decidir el
valor de verdad de esa proposición? Si lo pensamos bien, no encontraremos
ningún fundamento lógico para una decisión así, tal como están planteadas
las cosas. A pesar de eso, muchos admiten su validez y aun su veracidad.
Alguien muy conocido sostenía que una mentira repetida mil veces se
convierte en verdad, de donde se deduce que la base del criterio de
intersubjetividad estaría en la repetición constante de una misma
proposición. ¿Y qué mejor mecanismo de repetición que la TV y los medios
masivos en general? Conclusión falsa: cualquier proposición se transforma
en verdadera si se repite insistentemente por los medios masivos. Allí
está uno de los actuales criterios de intersubjetividad: lo que digan la TV
y demás medios, es decir, lo que digan sus dueños. En otras palabras: si
Ud. tiene suficiente dinero como para montar y expandir un canal de TV
exitoso, entonces todo lo que Ud. diga llegará a ser válido y verdadero,
especialmente si Ud. logra que los demás dueños de medios se unan a su
campaña de repeticiones.
No parece necesario pensar demasiado para darse cuenta de que la
repetición insistente no puede fundamentar un criterio de
intersubjetividad. En primer lugar, la intersubjetividad no puede
relegarse a unos pocos promotores de campañas, por más extendidas y
eficientes que éstas lleguen a ser. Segundo, tampoco puede delegarse en la
cantidad de público que llegue a ser persuadida, o sea, en la potencia de
persuasión, ya que, como vimos antes, las soluciones estadísticas y
consultivas no garantizan la veracidad de ninguna proposición (así como
"esta pared es verde" no es verdadero sólo porque un millón de personas
"vea" la pared "verde"), menos aun cuando se trata de un efecto de
persuasión y no de observación.
Lo que quiero decir es que proposiciones como "Hussein es una
amenaza para la paz" sólo podrían ser válidas como hipótesis, pero jamás
como verdades. Mientras no sean sometidas a ciertas referencias
intersubjetivas, no pasan de ser solipsismos. En fin, nadie puede
justificar una guerra contra ningún país sobre la base de proposiciones
solipsistas.
¿Y cuáles podrían ser esas referencias intersubjetivas? En general,
para el tipo de proposiciones que implican culpabilidad y calificaciones
éticas están los sistemas judiciales y de arbitraje, nacionales e
internacionales. Nadie está autorizado para solicitar, digamos,
represalias contra Ud. bajo la acusación de que Ud. es asesino o ladrón,
si ningún tribunal lo ha condenado como tal. Mientras esto último no
ocurra, tal acusación será puro subjetivismo y no podrá ser tomada como
verdad. Sólo si acordamos referencias previas, como podría ser el caso de
los sistemas judiciales, entre otros, tendremos algún fundamento
intersubjetivo para decidir la verdad de nuestros juicios y para apoyar
sanciones éticas y políticas o acciones de respuesta. De ese modo, nadie
puede justificar un golpe de estado ni el derrocamiento de un gobierno bajo
la premisa de que el gobierno es una dictadura, una tiranía o una amenaza,
si previamente no se ha establecido la verdad intersubjetiva de esa
afirmación. Es así como la gran mayoría de las pretensiones de guerra
contra un país o de derrocamiento de un gobierno, entre muchas otras cosas,
tienen una fuerte base subjetiva y solipsista. Aquello de que "la historia
la escriben los vencedores" implicaría que las percepciones que tenemos (y
que nos enseñan los medios) de la realidad política mundial están cargadas
de subjetividad y solipsismo.
4
Dos conclusiones provisionales se derivan de todo esto: la primera es
que, tanto en el mundo de la investigación académica como en el mundo de la
acción sociopolítica, estamos obligados a fortalecer los sistemas
referenciales intersubjetivos de validez y verdad. La Ciencia y la
Academia no pueden progresar sin la Crítica, es decir, sin mecanismos de
referencia intersubjetiva cada vez más potentes. Una de las áreas de
trabajo más delicadas dentro de la investigación científica consiste en la
conformación y en el consolidamiento de los sistemas de referencia
intersubjetiva, tanto de tipo conceptual como de tipo instrumental y
procedimental. En la medida en que estos sistemas sean débiles, en esa
medida serán poco creíbles los resultados de la investigación. Pero esto
también se aplica a la política y a la ética, al mundo de las acciones
socializadas y sistemáticas: si los sistemas de referencia intersubjetiva
son débiles o si son delegados en cosas como unos medios masivos
irresponsables e incontrolados, serán también débiles los cimientos de
cualquier civilización.
La segunda conclusión puede tener forma de pregunta: ¿podemos ser
investigadores académicos plenamente coherentes si, mientras por un lado
predicamos la intersubjetivad en el plano científico, por otro lado
apoyamos el solipsismo en el plano ético y sociopolítico?
Termino advirtiendo que todo esto es aplicable tanto si se tienen
posiciones "tercermundistas" como si se tienen posiciones "imperialistas" o
intermedias. Es decir, por estos mismos argumentos nadie puede defender
ataques contra USA, por ejemplo, ni contra los opositores de los gobiernos
de izquierda..., ni contra nadie en general. Si estos razonamientos son
correctos, entonces toda acción agresora subjetivamente fundada es en
realidad una agresión a la civilización, independientemente de las
posiciones o ideales.
https://www.alainet.org/es/articulo/107056
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