EL problema, Sr. Powell, es el robo del petróleo y el robo no hay ética en el mundo que lo justifique
07/02/2003
- Opinión
En política parece que la virtud por excelencia es la diplomacia,
que consiste en conseguir que la mentira aparezca como verdad. Y no
voy a citar ningún personaje que, como se acostumbra ahora, me
confirme en lo que digo. Era sobresalado Cervantes cuando, en el
Quijote, escribe: "Naturalmente soy poltrón y perezoso, de andarme
buscando autores que digan, lo que yo me sé sin ellos".
Pues sí, hay que andar con diplomacia para que las intenciones
verdaderas queden escondidas. Y, si tú , periodista, científico, cura,
político o ciudadano normal, ves que la disimulación es clara, no lo
digas, ampara al disimulante con un manto de duda o de escepticismo.
Queda mejor.
Hay un clamor popular universal contra la guerra de Irak. Todo el
mundo sabe que la razón real de la guerra es el robo del petróleo.
Pero, eso, así, tan claro, es tan feo, tan repugnante que hay que
hacer todo lo posible para que no aparezca. El crimen y la mentira
por parte del Estado y, en este caso, del más poderoso Estado del
mundo, no es de recibo, pues los Estados tienen como fin el bien
común, basado en la justicia y la verdad. La mentira, se supone, no
es de oficio. Pero, tan estridente es en este caso la contraposición
entre lo que oficialmente se dice y lo que oficialmente se oculta,
que la hipocresía resulta escandalosa.
Todo el mundo sabe que la razón es el robo del petróleo. Pero, no
importa. Quieren que sigamos prestando oído a los decires oficiales.
Irak es uno de los más grandes yacimientos de petróleo. Y poseer
el petróleo es decisivo para imponer el dominio económico. Lo sabemos,
pero a nosotros nos quieren hacer creer que se trata de liberar al
pueblo de Irak, que está sufriendo lo indecible bajo la bota de un
tirano execrable. En otros momentos, ese tirano fue amigo de Estados
Unidos, apoyado y armado por él, pero entonces eso convenía a los
intereses del imperio.
En otras partes, otros tiranos tuvieron sometidos a sus pueblos
en la miseria, en el miedo y en el horror de la muerte y perduraron
en el poder porque los gobiernos de EE. UU. los apoyaron, los armaron
y los legitimaron. "El presidente del planeta anuncia su próximo
crimen en nombre de Dios y de la democracia. Así calumnia a Dios . Y
calumnia, también, a la democracia, que a duras penas ha sobrevivido
en el mundo a pesar de las dictaduras que los Estados Unidos vienen
sembrando en todas partes desde hace más de un siglo" (Eduardo
Galeano). A pesar de eso, el Sr. Powel pregona y recalca ante la
vieja Europa, que la política estadounidense no tiene nada de qué
avergonzarse de lo hecho en estos 100 últimos años. ¡Vamos, que ni la
Santa Madre Iglesia Católica!
Pero, ¿no es el petróleo un bien natural del pueblo de Irak,
que él y sus gobernantes tienen que administrar? El Sr. Bush y su
gobierno lo saben, pero ellos quieren para sí ese petróleo, para
mantener su hegemonía económica y política y, por sí y ante sí,
deciden apropiárselo manu militari. Ahora, no piensen que esto lo
hacen por móviles de robo y dominación, no, lo hacen para repeler una
amenaza terrorista terrible, para detener a un loco que posee armas de
destrucción masiva, para defender la vida y seguridad de Occidente y
delvolver al pueblo irakí la libertad y democracia. Todo el mundo sabe
de este doble juego.
Pero, los representantes del Pentágono, una y otra vez, vuelven
a explicarnos lo mismo: que su política no quiere sino castigar a
este peligroso asesino, que no ha cumplido con la obligación de
desarmarse y que ha burlado reiteradamente las resoluciones de las
Naciones Unidas.
El Sr. Bush, y plantilla, saben que mienten, pero decir en este
caso que ellos van a robar, es feo, muy feo, y tan impúdico, que
todavía necesitan esconderlo, para no sublevar la conciencia de la
población mundial.
A Sadan Husein "se le acaba el tiempo de desarmarse", le conmina
el Sr. Bush. Las investigaciones de los inspectores no valen, pero
los portavoces del Pentágono no cejan de aparecer en nuestros
periódicos, radios y pantallas queriéndonos convencer de que Irak no
ha cumplido, de que oculta armas de destrucción masiva y no merece
más oportunidades. Y tienen poder para, nos guste o no, verlos, oirlos
y sermonearnos sin cuento. Y seguirán por si, finalmente, pueden
conseguir lavar su mala conciencia con el jabón de una legalidad
inexistente.
Es su estribillo: el tirano no se desarma. Y lo dice quien, más
que nadie, está superarmado, con armas tecnológicas de efectos
increíbles y que ha hecho uso de ellas como nadie y que debiera, según
los acuerdos de no proliferación nuclear, desarmarse. Y tenemos que
soportar que el Sr. Bush, como si fuera voz y conciencia nuestra, -
la del eje del Bien- , exija que otros países se desarmen y que él
pueda seguir ensayando e incrementado su inmenso arsenal bélico.
Si la realpolitik del imperio, y colaterales, se movieran por un
mínimo de ética y humanidad, podrían calcular hasta qué extremos de
desarrollo, de cooperación y de promoción de los países empobrecidos,
podrían llegar si la locura de su dominadora carrera armamentística
revertiera por el camino de la igualdad, del respeto y del derecho
internacional. Me sobrecogen las cifras en gastos de esta desvariada
política y me da miedo pensar en un monstruo agitado por intereses de
una política ciegamente racista e imperialista, capaz de desoir la
desesperación, las lágrimas y quebrantos de todo un pueblo, abocado
inmisericordemente al matadero.
A mí me produce vergüenza y pena extraña tener que contemplar
la arrogancia con que el gobierno más poderoso del mundo exhibe sus
armas y flamantes ejércitos para ir a luchar contra un pueblo
empobrecido y humillado, estigmatizado, asediado y bombardeado, que
es como si se defendiera con tirachinas. ¿Sr. Bush ha abierto Vd. su
conciencia ante el abismo del genocidio que van a perpetrar y han
abierto la de sus soldados y agentes para que, espantados, les dejen a
Vds. solos ante el crimen?
No resisto a ofrecerle, a Vd., hombre de escasa cultura según
confesión propia, las palabras de Mons. Romero, arzobispo de El
Salvador, asesinado pocas horas después de decir lo que ahora le digo:
"Hermanos soldados, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos
hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe
prevalecer la ley de Dios que dice: No matar. Ningún soldado está
obligado a obedecer una orden contra la misma ley de Dios. Una ley
inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su
conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del
pecado. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos
lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico,
les ruego, le ordeno: ¡Cese la represión!".
La trampa es muy sencilla: la maquinaria mediática de Estados
Unidos es paralela a su maquinaria militar, quieren imponer el
pensamiento único, lo que ellos dicen que es verdad todos tenemos que
decir que lo es, aunque sea mentira.
Sólo su prepotencia mundial les lleva a pensar que pueden
comparecer en donde quieran para remachar "sus" razones y hacernos
creer que la razón de esta guerra no es el robo del petróleo. Pero,
ahí, somos más fuertes que ellos: en razón, en pruebas, en sabiduría y
en humanidad.
"Cada nación tiene una igualdad soberana", es el principio sobre
el que reposa la organización de las Naciones Unidas. Una nación puede
ser más o menos pequeña: territorial, económica o militarmente, pero
posee una igualdad esencial que le equipara, en derechos y
obligaciones, con todas.
Me felicito que, finalmente, políticos y sindicalistas, que en
recientes actos, marchas y manifestaciones contra la guerra, han
brillado por su ausencia, se sumen ahora a esta ola de solidaridad
universal contra la muerte.
Pese a todo, nos queda una dignidad natural, que nadie puede
borrar. Porque el problema, Sr. Powell, es el robo del petróleo. Y el
robo no hay ética alguna en el mundo que lo justifique.
Benjamín Forcano, Teólogo
https://www.alainet.org/es/articulo/106914?language=es
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