Las transversalidades del FSM

20/01/2003
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Coherente con los nuevos parámetros que el mismo ha sentado, al reavivar la idea de que "Otro Mundo es posible", el Foro Social Mundial ha adoptado los ejes transversales de género y diversidad en su proceso, abriendo así todo un universo para el desarrollo de estrategias, propuestas, análisis políticos y prácticas de largo alcance. Las implicaciones de este compromiso revisten en si mismas una revolución, pues están relacionadas con una refundamentación de todas las perspectivas sociopolíticas, culturales, económicas, para visualizarlas desde un enfoque inclusivo, contrario al paradigma dominante que ha tendido a ubicar al centro de prácticas y teorías el referente masculino y blanco, universalizándolo. Al colocar estos ejes transversales, el Foro Social Mundial, plantea el doble reto de, por un lado, romper con las visiones y prácticas andro y etnocentristas, para transitar hacia éticas inclusivas en todos los sentidos, y por otro, llamar a los movimientos dichos específicos a ampliar su campo de acción y propuesta, para incluir el conjunto de problemáticas sociales en sus enfoques. Asunto que, tratándose del principal espacio de articulación de los movimientos sociales y de desarrollo de alternativas a la globalización neoliberal, se transcribe en un impulso para que el conjunto de movimientos sociales, evolucionen hacia el desarrollo de estas visiones en el tratamiento de sus problemáticas particulares, y de todos los temas inherentes al desarrollo de alternativas a la globalización neoliberal. El concepto género, acuñado por las feministas el pasado siglo, está relacionado con la puesta en evidencia de relaciones de poder y desigualdad estructural entre los sexos, cuyas manifestaciones alcanzan todas las esferas de la vida social y privada, a tal punto que su erradicación es parte de los compromisos éticos impostergables de las sociedades y, más aún, de los movimientos comprometidos con el desarrollo de alternativas. Por su parte, la propuesta de diversidad y pluralidad ha sido planteada por múltiples sectores involucrados en la lucha por la erradicación de todas las formas de discriminación, entre ellos el movimiento indígena, como una alternativa y ética para un convivir humano de paz. Hasta aquí, por diversas circunstancias inherentes a las realidades discriminatorias, el enfoque de género ha sido percibido como algo de mujeres y el de diversidad como un asunto de los grupos calificados de minoritarios y, aunque los movimientos dedicados a estas causas han producido análisis y propuestas de orden integral, pocas veces estos asuntos han llegado a ser parte nodal de los procesos amplios. Mientras tanto, las organizaciones de discriminados/as, en la mayoría de los casos, han escogido sus propios caminos y estrategias de lucha, muchas veces en condiciones de aislamiento con relación a otros movimientos y actores. Indígenas, afrodescendientes, mujeres, personas discriminadas por su orientación sexual, y otras, han construido sus movimientos haciendo de cada causa singular su universo de acción, en casos, con poca interacción entre ellos mismos. A la vez, quienes se reivindican de causas dichas generales han hecho poco caso a estos procesos. Por eso, la aplicación de estos ejes transversales en un espacio de la magnitud del FSM, abre un espacio no solo para el dialogo y la interacción, sino para la construcción de un nuevo colectivo social, que de hacer concretos estos propósitos, conducirá al desarrollo de alternativas reales al mundo excluyente y discriminatorio actual. Pues la transversalidad implica desde la participación abierta y plural a los procesos y toma de decisiones, hasta la puesta en marcha de una visión que incluya las cosmovisiones y perspectivas de los/as discriminados/as. El significado de este proceso en un contexto de incremento de la exclusión social, que resulta del afianzamiento de la globalización neoliberal, es uno de coherencia y corresponsabilidad para quienes reivindican el cambio social, pues, a estas alturas, el entendimiento de las causas y efectos de las múltiples formas de discriminación, es ineludible incluso para la comprensión de la geopolítica global, la macroeconomía, la rearticulación de lo social, y los cambios culturales. ¿Cómo enfocar, por ejemplo, problemáticas tales como las migraciones o la pobreza, sin poner en perspectiva su configuración étnica y de género? ¿Cómo plantear la vigencia de los derechos humanos y de la ciudadanía plena, si en las propias dinámicas sociales subsisten rezagos de racismo, homofóbia, o sexismo? ¿Cómo plantear un mundo diferente si este no se visualiza como inclusivo? Por eso el reto planteado al conjunto por el Foro Social Mundial es uno de avances colectivos, que permitirá el surgimiento de nuevas dinámicas sociales y de nuevos planteamientos políticos, que coloquen como sujeto de los cambios y de construcción de la igualdad a todas y todos, y que al hacerlo genere discursos y prácticas incluyentes, al fin portadoras de valores forjadores de humanidad. Con estas motivaciones, importantes redes y articulaciones de mujeres, como lo son la Marcha Mundial de Mujeres, REMTE, la Articulación de Mujeres de la CLOC/Vía Campesina, el Dialogo Sur/Sur GLBT, y otras, están desplegando importantes iniciativas para levantar estos temas en el Foro de Porto Alegre (enero 2003), entre las cuales figura el Seminario: "Género, diversidad y pluralismo: Estrategias frente a la globalización", que se propone justamente a formular estrategias concretas para afianzar el enfoque de género y diversidad en el proceso del Foro.
https://www.alainet.org/es/articulo/106842?language=es
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