Hambre cero

07/05/2007
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El proyecto Hambre Cero, que implantará el gobierno de Lula, pretende reducir significativamente la exclusión social que hace del Brasil uno de los países más injustos del mundo. No tiene cabida centrar el debate en torno a la cartilla magnética, el cupón o el dinero. Es como discutir sobre la calidad del agua cuando la casa arde en llamas. Lo importante es garantizar alimento a quien vive condenado a la desnutrición, y hacerlo de tal modo que se evite el asistencialismo, el paternalismo y la dependencia del beneficiado respecto al poder público. Al debatir sobre los medios, y no sobre el fin, se corre el riesgo de perder de vista la meta del proyecto. Es la claridad respecto al objetivo lo que permitirá una elección acertada de los medios, incluso teniendo en cuenta las diferencias y peculiaridades regionales. Hambre Cero no pretende reinventar la rueda. Existen innumerables experiencias exitosas de combate al hambre en el país. De ellas debemos aprender. Por eso la coordinación del proyecto estableció un calendario para conocer quién hizo, qué hizo, cómo lo hizo, y qué errores y aciertos fueron cometidos. Han sido invitados cuatro estamentos de la sociedad para que presenten al proyecto, por separado, el trabajo que hacen: las confesiones religiosas, la iniciativa privada, las ONGs y los órganos gubernamentales. Hambre Cero valora la autonomía de todas las instituciones empeñadas en la seguridad alimentaria, con excepción de las que están vinculadas al gobierno federal. Éstas deberán pasar por una evaluación y renovación, puesto que el carácter del proyecto difiere cualitativamente de las iniciativas adoptadas en el gobierno de Cardoso. El nuevo proyecto permeará todos los ministerios y empresas públicas, tratando de movilizar al conjunto de la maquinaria federal, incluyendo las Fuerzas Armadas, en el combate contra el hambre. En cuanto a las demás instituciones, como las ONGs y los órganos públicos de las esferas estadual y municipal, el principio rector es el de evitar dos peligros: la cooptación por la estructura federal, que puede transformarlas en meras correas de transmisión, y la marginación de iniciativas que no coinciden con los principios de Hambre Cero. El desafío es promover una sinergia o conjunción, una suma de esfuerzos en aras de la misión común. Sólo quien no conoce el proyecto Hambre Cero puede juzgarlo como asistencialista. Además de combinar 25 diferentes proyectos de políticas públicas, desde la Bolsa-Escuela a la reforma agraria, tiene el propósito de promover la educación ciudadana, saciando así no sólo el hambre de pan sino también el de belleza. Los beneficiados deberán asegurar la presencia de sus hijos en la escuela y asistir a cursos profesionales, para convertirse en personas productivas, capaces de obtener un sueldo a partir de su propio esfuerzo. Pero es deber del gobierno el garantizarles los recursos, como un crédito agrícola, a fin de que puedan dar el paso decisivo de la exclusión a la inclusión social. Personas dispuestas a trabajar en el proyecto y a facilitar recursos tendrán señalados los caminos a recorrer tan pronto asuma el nuevo gobierno. Mientras tanto deben preparar su implantación y establecer vínculos con los socios institucionales. Para quien desea ansiosamente contribuir ya a aplacar el drama de tantos hambrientos, sugerimos que participe en la campaña Navidad-sin-Hambre. En el Año Nuevo la meta será "Un Brasil sin Hambre". (Traducción de José Luis Burguet)
https://www.alainet.org/es/articulo/106825?language=es
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