En el norte, el campo tampoco aguanta más
Agricultoras de Canadá y Estados Unidos cuentan su historia
08/12/2002
- Opinión
Infraestructura, tecnología de punta, productividad... en fin, ni
siguiendo todos los pasos del manual de cómo-ser-un-agricultor-
exitoso logran vivir del campo los pequeños granjeros de Canadá y
Estados Unidos. Se supone que "los productores agrícolas canadienses
somos exitosos, hemos triplicado nuestras exportaciones en los
pasados 15 años. Pero también perdimos a casi la mitad de las
familias granjeras, y el nivel de bancarrota, deuda y desesperación
entre los agricultores es increíble", dice la granjera Nettie Wiebe.
Y, dirigiéndose a los campesinos en los países en desarrollo, dice:
"Miren nuestra experiencia y pregúntense qué necesitarían para
realmente ser exitosos. Y la respuesta es: necesitarían convertirse
en presidentes de Cargill, ser grandes agroempresarios". Dos
agricultoras, la canadiense Nettie Wiebe y la estadunidense Dena
Hoff, cuentan a Masiosare cómo en el norte, el campo tampoco aguanta
más
LA AGRICULTORA CANADIENSE Nettie Wiebe es una dama elegante, delgada.
Una valoración apresurada podría llevar a concluir que Wiebe tiene
más apariencia de académica que de mujer de campo. Es, sin embargo,
las dos cosas, y lo es, no sólo por convicción, sino también por
necesidad. Su granja en la provincia de Saskatchewan no le da para
vivir, así que también da clases de ética en St. Andrew's College.
La estadunidense Dena Hoff, en cambio, se acerca mucho más a la
imagen típica de una campesina, con su vestido de mezclilla y su modo
pausado de platicar. Ella, como representante del Northern Plains
Resource Council (Consejo de Recursos de las Planicies del Norte) y
del National Family Farm Coalition (Coalición Nacional de Granjas
Familiares), recorre el mundo platicando sobre la situación del campo
en Estados Unidos. Mientras, su esposo se queda en casa, trabajando
como conductor ferroviario, empleo que hizo suyo hace 26 años, con la
ilusión de sólo permanecer en él tres años. Pero el campo, pues, no
daba para vivir.
Ambas mujeres, integrantes del movimiento campesino internacional Vía
Campesina, cuentan la situación de los pequeños agricultores en
Norteamérica, donde, a pesar de cumplir con todos los requisitos de
manual del agricultor competitivo, el campo nomás no les da para
vivir.
Un elefante se columpiaba
En Canadá, la agricultura siempre fue una cosa de familia. Pero a
partir de los cuarenta del siglo pasado -cuenta Wiebe, integrante de
la National Farmers Union (Unión Nacional de Granjeros), organización
integrante de Vía Campesina-, esta actividad se volvió más
industrializada y orientada hacia el comercio, especialmente a la
exportación. "Nos vendieron la idea de que el siguiente paso para ser
más competitivo a nivel global era acceder con mayor facilidad a más
mercados, sobre todo al estadunidense", sigue Wiebe.
Durante los ochenta, el gobierno canadiense estaba enfrascado en dos
pistas de negociación: a nivel mundial, en el GATT (antecesor de la
OMC); y con el gobierno estadunidense, para llegar a un acuerdo
comercial entre ambos países (se firmó en 1988). Algunos sectores de
la sociedad comenzaron a protestar, alegando que el proceso de
negociación no era democrático. Muchos ciudadanos, no sólo granjeros,
estaban preocupados por la soberanía -"Canadá dejaría de existir,
sólo quedaría el nombre", cuenta Wiebe que decían-. Además, todos los
avances en política industrial (por ejemplo, si una compañía
estadunidense comerciaba en el mercado canadiense, tenía que tener
una planta canadiense) se vendrían abajo. Y sí, eso fue lo que
ocurrió. Muchas plantas de empresas estadunidenses cerraron y se
fueron a otros países.
"Nuestra preocupación era que los productos estadunidenses inundarían
nuestro mercado", dice Wiebe. Y eso fue lo que sucedió. "Estamos
perdiendo el control de nuestros mercados en Canadá".
La incorporación de México al acuerdo de América del Norte fue lo de
menos para la economía canadiense, "el verdadero efecto es ese enorme
elefante sentado en medio: cada vez que hace el menor movimiento,
salimos volando", continúa la canadiense.
En aquel entonces, las organizaciones civiles canadienses creían que
era mejor resolver cuestiones comerciales en el marco del GATT, no a
través del acuerdo entre Canadá y Estados Unidos. "Pensábamos que un
escenario multilateral nos daría una mejor oportunidad para
protegernos. Pero Estados Unidos resultó ser un gigante tan grande,
que hasta en la arena multilateral es abrumadoramente dominante",
explica Wiebe.
Vivir en el bolsillo de EU
Cien años de ayuda terminaron. Canadá se tomó en serio aquello de
reducir los subsidios al campo. Mientras Estados Unidos y los países
europeos incrementaban cada vez más esta ayuda, el gobierno
canadiense "se aprovechó de la cláusula de la OMC que se supone
llevaría a la eliminación de los subsidios agrícolas", explica Wiebe,
y dejó de dar el subsidio al costo de transportación en tren de
carga, que durante 100 años había otorgado. Un subsidio que, en un
país de las dimensiones de Canadá, es vital para miles de familias
como la de Nettie Wiebe. De la noche a la mañana, los granjeros
tenían "un enorme costo extra que no se compensaba con los precios
internacionales que bajaban cada vez más", dice Wiebe.
La parte de la producción de granos, trigo, cebada, mostaza, lentejas
y chícharos que la familia Wiebe siempre había exportado, ya no podía
hacer el recorrido de mil 500 kilómetros en tren de carga al puerto
más cercano.
El resultado de la reducción de subsidios: "destruyó un alto
porcentaje de las granjas familiares en nuestra región".
Así, a pesar de que la granja de la familia Wiebe es altamente
productiva -"en un buen año producimos miles de bushels de granos de
alta calidad y de lentejas"-, gran parte de su ingreso ya no proviene
de su granja.
"Cultivamos 500 hectáreas y tenemos otras 500 para las vacas. Es una
región de temporal y sólo obtenemos una cosecha al año, pero nuestra
granja definitivamente es de buen tamaño. Si alguien debería ser
competitivo en el mundo granjero internacional, deberíamos ser
nosotros, ¡pero ni siquiera podemos vivir de la granja!", se lamenta
Wiebe. "Y eso que tenemos una posición bastante afortunada: tenemos
buena infraestructura y maquinaria, tecnología de punta, estamos
altamente industrializados... de la lista de consejos que dan los
expertos agrícolas a los campesinos en países en desarrollo, tenemos
buena marca en todos, ¡somos el éxito! Según los parámetros de los
tratados comerciales, Canadá es un éxito maravilloso: hemos
triplicado nuestras exportaciones de productos agrícolas en los
pasados 15 años. Sin embargo, también perdimos casi la mitad de las
familias granjeras, y la bancarrota, el endeudamiento y la
desesperación de la comunidad agrícola es increíble, ¡y esa es la
imagen del éxito!"
Canadá también triplicó sus importaciones. "Prácticamente todos
nuestros vegetales y fruta viene de Centro y Sudamérica", dice Wiebe.
"Cuando miras un plato en la mesa de una familia canadiense, verás
que muy poco es producido en ese país".
"Los negociadores de acuerdos comerciales creen que este enorme
incremento en el comercio es un éxito, cuando lo que significa para
los agricultores es que estamos compitiendo con el productor que
tenga los más bajos costos en cualquier lugar del mundo", explica
Wiebe.
"Y los acuerdos comerciales se tratan precisamente de eso: las
trasnacionales pueden comprar el producto al precio más barato en el
mundo y luego venderlo en cualquier otro mercado con la mayor
ganancia. Los acuerdos les abren el camino para hacer esto. Pueden
reorganizar la producción a nivel masivo y donde sea", dice Wiebe.
Así, si durante el frío invierno de Canadá hay consumidores
dispuestos a pagar mucho por un rico brócoli, alguna trasnacional se
asegurará de que México provea de "mucho buen brócoli cosechado con
mano de obra barata" a las mesas canadienses.
"Una de nuestras principales contribuciones (a los productores
agrícolas en otros países) es nuestra experiencia de vivir en el
bolsillo de Estados Unidos. Hasta para los agricultores que se ven
competitivos, hasta para los que parece que tienen todo para hacerla
en el escenario global, hasta para nosotros todo está acabado. Esa es
nuestra contribución", afirma la canadiense. Y es que, sigue, "hay
agricultores en los países en desarrollo que tienen la esperanza de
que si tan sólo tuvieran más cultivos comerciales, si tan sólo
tuvieran más financiamiento, si tan sólo tuvieran más maquinaria, si
tan sólo tuvieran mejores químicos, si tan sólo fueran más
eficientes, podrían ser competititivos en el contexto global. Y yo
les digo: observen nuestra experiencia y pregúntense cuánto de todo
eso necesitarían tener para triunfar, hasta dónde tendrían que llegar
para realmente triunfar. Y la respuesta es: tienes que convertirte en
presidente de Cargill, ahí es donde realmente triunfas, tienes que
volverte un gran agroempresario". Nettie Wiebe ha repetido una y otra
vez estas palabras a sus compañeros de Vía Campesina que viven en
países en desarrollo.
El devorador
Hace muchos años, Canadá tenía grandes y prósperas agroempresas, como
la industria de molinos y la de la horticultura en Ontario. Pero
durante los ochenta comenzó la comedera. Las grandes empresas
estadunidenses, como Cargill, Archers Daniels Midland (ADM) -estas
dos controlan más de la mitad del comercio mundial de granos- y
Monsanto, comenzaron a comprar y a fusionar las compañías
canadienses. "Teníamos una gran compañía, que antes era una
cooperativa agrícola; estaba tratando de competir en el mercado
global con los gigantes y sus directivos pensaron que tenían que
volverse más grandes y se juntaron con otra cooperativa. Después, ADM
compró gran parte de la empresa y tomó el control de ella", cuenta
Wiebe. Ahora muchas compañías agrícolas canadienses son subsidiarias
o están fusionadas con las agrotrasnacionales. Y los acuerdos
comerciales, agrega Wiebe, facilitaron este proceso.
Los valientes
"Los agricultores que salieron a la calle esta semana en México son
muy valientes, esperemos que sirva para que en el mundo se den cuenta
de que no se debe ampliar el TLCAN al hemisferio americano", suelta
Dena Hoff vía telefónica desde su granja en el este de Montana, en
Estados Unidos. Se refiere a las Jornadas Nacionales de Movilización
y Lucha, convocadas por 14 organizaciones campesinas para demandar
mayor presupuesto al agro y protestar contra la liberación comercial,
y que iniciaron el pasado martes 3. Hoff anuncia que la National
Family Farm Coalition -que reúne a grupos granjeros en 35 estados-
está apoyando, desde Estados Unidos, a los agricultores mexicanos a
través de diversas acciones, como campañas informativas en la prensa
para "explicar la situación en el campo mexicano".
El TLCAN, sin embargo, no sólo ha causado daño en el agro mexicano -y
canadiense-. También a los pequeños agricultores estadunidenses
perjudicó. "Todos los días hay agricultores que se ven obligados a
dejar sus tierras debido a los bajos precios; y, claro, cada día hay
menos jóvenes dispuestos a tomar las riendas de las granjas de sus
padres", cuenta Hoff. "Las comunidades rurales se desintegran" y,
¿quién compra la tierra? Los banqueros, los inversionistas
interesados en tener tierras, no necesariamente para sembrarlas.
Volver, volver, volver
Cuando era niña, Dena Hoff soñaba con vivir en una granja. Sus padres
habían optado por ya no seguir el oficio de los abuelos agricultores.
Su mejor amiga, en cambio, sí vivía en una granja. Y a Hoff le
encantaba pasar los días ahí, viendo las vacas, haciendo labores del
campo con el padre de su amiga.
Pasaron los años. Tuvo un novio que sí había crecido en una granja,
pero ésta pasó a manos del primogénito, así que, cuando se casaron,
decidieron comprar una.
Corría el año de 1981 cuando al fin obtuvieron una. Conseguir
financiamiento fue más difícil: les tomó un año y llegó con una tasa
de interés del 15.5%. Así, los frutos de la granja se fueron a pagar
intereses. Y así pasaron los años, y su esposo nunca pudo hacer
realidad el sueño que tenía de dejar su trabajo como conductor
ferroviario para sólo dedicarse al campo -este año cumplió 26 años en
las vías-. Y no es el único: 80% de los agricultores en Estados
Unidos tienen al menos un empleo adicional, dice Hoff. "Ahora, la
mayor parte del ingreso granjero en Estados Unidos proviene de una
combinación de trabajos fuera de la granja y de pagos gubernamentales
porque nomás no podemos obtener un buen precio para lo que
producimos".
Hoff tuvo un empleo de medio tiempo que consistía en organizar y dar
asistencia técnica a cooperativas que compran alimentos, pero ahora
no le alcanza el tiempo porque, como representante de la National
Family Farm Coalition y de Vía Campesina, viaja mucho.
Sus cuatro hijos viven en otros estados porque no hay dinero que
ganar en la granja. "Parte de mi meta con todo este trabajo (en la
coalición) es lograr que los niños regresen a los lugares donde
crecieron y que tomen las riendas de la granja familiar. Quiero que
mis hijos vuelvan a casa; quiero que los hijos de mis vecinos vuelvan
a casa; quiero que los hijos de los granjeros en todo el mundo
puedan, no sólo volver al lugar donde crecieron, sino además poder
ganarse bien la vida en el campo".
Y sus hijos son del mismo parecer:
-No puedes vender ni una pulgada de esta granja, mamá, ni una pulgada
-le dijeron a Hoff la última vez que estuvieron de visita.
-Pues tu padre y yo nos estamos matando por aferrarnos a esta granja;
pero si tú no vas a regresar, ¿para qué estamos trabajando tan duro?
-le preguntó a su hijo de 24 años.
El guardó silencio, la miró con mucha seriedad y respondió:
-Mamá, por supuesto que voy a regresar, cuando sea redituable.
Pero eso, quién sabe cuándo vaya a suceder. Al igual que en Canadá,
el problema no es de productividad sino de precios bajos y falta de
subsidios para los pequeños agricultores. La granja de la familia
Hoff tiene 101.2 hectáreas de riego y 129.5 de temporal, donde
siembra frijoles, maíz, alfalfa, granos, y pasta ovejas y ganado
vacuno. "Cultivamos toda nuestra comida y proveemos de alimentos a
nuestra gran familia extendida".
Pero en los pasados 10 años, los precios han bajado y la mayor parte
de los subsidios está destinada al cultivo de granos. "La mitad de
los pequeños agricultores no reciben ni un quinto". Los Hoff
recibieron el año pasado apenas mil 900 dólares de subsidio. "El
promedio global es de 20 mil dólares por productor, pero hay quienes
reciben sólo 400 dólares y otros que obtienen 500 mil al año",
explica Peter Rosset, de Food First.
Consecuencia lógica de los bajos precios: "cada vez se siembran más
cultivos comerciales, como la remolacha azucarera. Antes, los
cultivos eran más diversificados, ahora se van a lo seguro, pero uno
de los problemas es que hay menos rotación" y la tierra se desgasta,
explica Hoff.
Pavos locales
Además de alimentar a "la familia extendida", la familia Hoff vende
sus productos localmente y a las grandes empresas. "Como vivimos en
una región aislada, no tenemos otra opción que venderle a las grandes
compañías", dice Hoff. Pasa, pues, lo mismo que en Canadá: el alto
costo de transportación obliga a los pequeños granjeros a vender sus
cosechas a las trasnacionales.
Pero las grandes comercializadoras no sólo están comprando la
producción de los pequeños agricultores, también están entrando a
cubrir cada vez más la demanda de alimentos en las tiendas de
abarrotes y en las instituciones públicas, como cárceles, hospitales,
escuelas. "En los cincuenta, 86% de lo que se consumía en Montana era
sembrado y procesado en el mismo estado. Hoy, ese monto se redujo a
sólo 36%", dice Hoff.
Y este es uno de los temas en los que trabaja con mayor ahínco el
Northern Plains Resource Council -agrupación de la cual Hoff fue
presidenta y a la cual representa en la National Family Farm
Coalition-.
Había un pequeño productor de pavos, cuenta Dena Hoff, que llevaba 35
años trabajando para instituciones gubernamentales. Pero llegó
Sodexho-Marriott, un proveedor de servicios de alimentos, y el
pequeño productor perdió el contrato. El año pasado, algunos
representantes del Northern Plains Resource Council fueron con la
directiva de un hospital y les preguntaron: "¿Ustedes sabían que ya
no están comprando productos de pavo locales?" No lo sabían. El grupo
logró que reinstalaran al pequeño vendedor. Para celebrar,
"organizamos una enorme comida pública con alimentos locales en la
cafetería del hospital, llegaron muchos reporteros y le dimos al
hospital un premio por apoyar a la agricultura local, ¡ahora
difícilmente se puede echar para atrás!"
La organización continuará por este carril: "Ahora estamos trabajando
con otro hospital, luego van a seguir las escuelas, las prisiones y
los asilos, hasta que los alimentos locales vuelvan a las
instituciones locales. Después de todo, son nuestros impuestos",
dice, orgullosa, Dena Hoff.
Y al parecer, la población apoya la iniciativa. La organización
Communicating for Agriculture (Comunicando para la Agricultura) hizo
una encuesta nacional hace un año y 70% de los encuestados dijeron
que estaban dispuestos a pagar más por productos locales.
Además, el grupo trabaja con las tiendas de abarrotes locales para
ayudarles a saber de dónde vienen los alimentos que están vendiendo y
promoviendo el etiquetado voluntario (para identificar de dónde viene
la comida).
Por otro lado, hace un mes, el grupo lanzó una campaña para intentar
mantener al trigo genéticamente modificado fuera del estado hasta que
el Departamento de Agricultura considere que ha cumplido con una
serie de condiciones.
uuu
Dena Hoff expone otra cara de la situación en el campo: "Las
comunidades locales han sufrido porque las personas trabajan cada vez
más y ya no tienen el tiempo ni la energía para participar en eventos
comunitarios o en organizaciones comunitarias que beneficien a toda
la comunidad. Luego se deprimen, y, al ya no tener ni un atisbo de
esperanza, ya no buscan soluciones. Así que el tejido social se está
desintegrando porque las personas ya no tienen ninguna esperanza".
Por si fuera poco, los agricultores estadunidenses representan menos
del 1% de la población y "no tenemos mucha voz política ni poder
económico", dice Hoff. Por eso, la National Family Farm Coalition, la
más importante coalición campesina estadunidense, ha optado por unir
fuerzas con otros sectores: los sindicalistas, los ecologistas y los
consumidores.
De avión en avión
Dena Hoff no para de viajar. Ha asistido a innumerables reuniones,
protestas, pláticas, conferencias. Para no ir tan lejos, el pasado 16
y 17 de noviembre estuvo en México durante una reunión sobre la OMC.
También estuvo en el mítico Seattle de diciembre de 1999, en el Foro
Social Mundial en Porto Alegre. Y probablemente estará de nuevo en
Porto Alegre el próximo enero, y "de una u otra manera", estará en
Cancún en septiembre de 2003, cuando se lleve a cabo la reunión
ministerial de la OMC: "Quiero que mis hijos, cuando regresen a la
granja, puedan vivir en un mundo donde tomen las decisiones que les
afectan, donde ningún tribunal internacional -como el de la OMC- les
diga lo que tiene que suceder en sus comunidades locales y en sus
vidas".
https://www.alainet.org/es/articulo/106720
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