Mi padre
15/09/2002
- Opinión
Mi padre, Antonio Carlos Vieira Christo, en los últimos 40 años escribía
crónicas en los periódicos de Minas Gerais, evocando momentos y figuras
importantes de la historia, sobre todo política, adobando sus textos con
una adecuada dosis de humor e ironía.
Le gustaba la frase corta, sustantiva, extrayendo hechos de su portentosa
memoria con que ilustrar el contenido de los artículos. Apreciaba el
juego de espejos: en lugar de criticar directamente a un político,
prefería referirse a otro del pasado, y trataba una situación del
presente estableciendo un paralelo con algo semejante ocurrido antes.
Abogado y juez, durante 70 años mi padre ejerció el periodismo. En Río
trabajó en Diários Associados y Tribuna da Imprensa; en Minas colaboró
durante 30 años con el Estado de Minas y en los últimos años con el Hoje
em Dia. Pero nunca se atrevió a poner por escrito su testimonio de la
historia del Brasil, aunque tuviera mucho que contar, pues mi abuelo
desempeñó funciones en el gabinete civil de tres gobernadores de Minas y
de un presidente de la República, Arthur Bernardes.
A mi padre le faltaba paciencia para escribir textos largos. Sin embargo
reveló, en los artículos, en dosis homeopáticas, lo que vivió como uno de
los fundadores del Centro Académico Afonso Pena, de la facultad de
Derecho de la UFMG; concejal en Belo Horizonte a los 22 años; combatiente
contra la dictadura de Vargas (por quien fue encarcelado, en tanto que su
hermano partía al exilio); firmante del "Manifiesto de los Mineros"; y
uno de los fundadores de la UDN. Ingresado al servicio público en 1964,
se volvió un crítico implacable del régimen militar a través de sus
crónicas. Y mientras yo estuve en prisión (1969-1973) recibí de él todo
su apoyo.
Lector voraz, su placer era recorrer librerías; su consumo, los libros;
su ocupación, la lectura y la conversación con los amigos,
entreteniéndolos con sus "causos" de la política brasileña, él, que vio a
mi abuelo recibir al rey Alberto de Bélgica en visita a Minas; fue
secretario particular de Arthur Bernardes, luego que éste dejó la
presidencia de la República; y trabajó en los gobiernos de Milton Campos
y Magalhães Pinto.
El 10 de septiembre partió, a los 89 años, para ser acogido en el amor de
Dios. Dejó 8 hijos, 16 nietos y 3 bisnietos, y como herencia el ejemplo
de integridad, coherencia y virtudes morales, así como el amor a las
letras.
Traducción de José Luis Burguet
https://www.alainet.org/es/articulo/106536
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