Impactos del ALCA en la agricultura
26/08/2002
- Opinión
De los nueve grupos de negociación que se reúnen periódicamente para
agilizar la implementación del Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), uno trata específicamente el tema de la agricultura. Según el
anodino texto de presentación de este grupo, su misión principal es
reducir y, con el tiempo, igualar todas las tasas arancelarias de los
países que integrarán este bloque económico. Las reglas a seguir
serían las del Acuerdo Agrícola (AA) negociadas en la Organización
Mundial del Comercio (OMC). El objetivo sería el de liberalizar
totalmente la circulación de productos en un continente que cuenta con
808 millones de habitantes.
En la opinión de la activista canadiense Maude Barlow, que sigue
atentamente las negociaciones del ALCA, este grupo busca incluso
limitar al máximo el ya precario apoyo de los gobiernos locales a los
pequeños y medianos propietarios agrícolas y a los trabajadores
rurales. Con eso, pretende fortalecer aún más el poder del agro-
business norteamericano y de la industria exportadora de los países
dependientes de la región. Según ella, el ALCA causará la quiebra de
millones de campesinos latinoamericanos, el aumento de la dependencia
de los productos agrícolas de Estados Unidos, y pondrá en grave
peligro la propia seguridad alimenticia de los pueblos del continente,
reduciendo las reservas de emergencia y eliminando otras medidas de
protección a la agricultura.
Pero no es solo el Grupo de Negociación de la Agricultura que amenaza
a quienes viven del trabajo en la tierra. Otra comisión, la que trata
sobre los "derechos de propiedad intelectual", también presenta varios
riesgos para el futuro. Entre otras medidas, pretende patentar todos
los seres vivos -inclusive las plantas utilizadas por las comunidades
locales-. Con esto, el grupo busca asegurar ganancias con la
industrialización de estas culturas. En realidad, todos los nueve
grupos de negociación del ALCA, que conspiran de manera frenética y
sigilosa, acabarán afectando, directa o indirectamente, a los
productores rurales y a la agricultura de los países de la región.
Falencia y desempleo
Un folleto editado por la Vía Campesina Brasil, que congrega a activos
movimientos rurales, como el MST y la Comisión Pastoral de la Tierra,
presenta de forma bastante didáctica las principales "consecuencias
del ALCA para la agricultura brasileña". Según explica, el país es un
importante exportador de productos agrícolas, como café en grano,
soja, jugo de naranja en toneles, tabaco en hoja, azúcar en bruto,
entre otros. Todos son producidos por la agroindustria nacional, que
reúne a los poderosos hacendados locales. Con el ALCA, esta élite
agraria espera contar con mayor apoyo del Estado para las
exportaciones. De esta forma, los recursos públicos serían todavía
más generosos para este sector opulento, que poco produce para el
pueblo brasileño.
En general, la producción para el consumo doméstico, indispensable
para la alimentación de los brasileños, depende básicamente de
pequeños y medianos propietarios rurales. Estos cuentan con limitados
recursos del Estado. No tienen precios mínimos para producir ni
subsidios para almacenamiento, transporte, etc. Generalmente, viven
endeudados y en la penuria. Con la vigencia del ALCA, este escenario
calamitoso tendería a agravarse. El ya precario apoyo al pequeño y
mediano productor rural sería reducido, puesto que el grueso de los
recursos públicos sería transferido todavía más a los sectores
exportadores. Además de la quiebra de millones de campesinos y del
desempleo de los trabajadores rurales, la tendencia sería a aumentar
la crisis de abastecimiento en el país.
Otra consecuencia natural será la del aumento de la concentración de
tierras en el país. Principalmente a partir del gobierno de Fernando
Henrique Cardoso (FHC), se invierte en la implantación del modelo
norteamericano de las agroindustrias. Cada vez más, ellas son
responsables de la industrialización y padronización de los productos,
por su almacenamiento y transporte a largas distancias. El pequeño y
mediano agricultor pasan a ser apenas los productores de materias
primas, que son transferidas a las agroindustrias antes de llegar a la
mesa del consumidor urbano. Este modelo genera innumerables
distorsiones. Entre otras, refuerza la monopolización en el campo;
agrava la desnacionalización de la agricultura (en la agroindustria de
los condimentos, por ejemplo, apenas tres multinacionales tienen el
control); restringe el acceso del pequeño agricultor a la tierra; y
altera y encarece el padrón tecnológico de producción.
Como alerta el documento, "todos esos problemas se agravarán con la
implementación del ALCA, pues las grandes empresas norteamericanas que
aún no actúan en el mercado brasileño, con la reducción de los
impedimentos y de las barreras, se trasladarán a Brasil. Por
consiguiente, aumentará la concentración y desnacionalización de las
industrias. Y, más grave aún, ellas van a transferir a Brasil los
sectores que son muy contaminantes, como los frigoríficos, la
porcinocultura, así como la industria del papel y la celulosa". Un
indicio de lo que puede suceder en el futuro es la reciente
instalación de la multinacional estadounidense Carols, que implantó en
el país un proceso industrial que va de la crianza al faenaje de
cerdos y cuenta con cerca de 30 mil criaderos. Esa inversión
millonaria contó con financiamiento público del BNDES.
Otro factor que deberá fortalecer la agroindustria y,
consecuentemente, la concentración de tierras en el país es el nuevo
padrón tecnológico en expansión en el mundo capitalista. El modelo
anterior, llamado "revolución verde", que se basó en el uso de
fertilizantes, agrotóxicos y mecanización, da señales de agotamiento.
Llegó a su techo y no consigue elevar más la productividad agrícola.
Por tal motivo, está en curso la implementación de un nuevo padrón de
producción, basado en la biotecnología, en la manipulación genética,
como mecanismo para elevar la productividad de los vegetales y
animales y, de esta forma, aumentar la ganancia de las agroindustrias.
Sucede que este modelo, bajo el control del capital, también produce
graves deformaciones en el campo. Por un lado, refuerza el monopolio
del conocimiento. Tan solo diez grandes corporaciones empresariales,
la mayoría de Estados Unidos, controlan el sector de la biotecnología
en el planeta. Por otro, la manipulación genética, al servicio del
lucro, desarrolla experimentos peligrosos para la humanidad. Los
transgénicos -la combinación de genes de diferentes orígenes vegetales
o animales- aún no tiene comprobación segura sobre sus efectos en el
ambiente y en el organismo humano. Aún así, las multinacionales
insisten en comercializarlos.
"Con el proceso del ALCA, las empresas están exigiendo libertad total
para la difusión y desarrollo de las semillas transgénicas,
manteniéndose en todos los países latinoamericanos el derecho de
propiedad privada de estos nuevos seres vivos", denuncia el documento
de la Vía Campesina. Esto explica el empeño del gobierno de Estados
Unidos y de las corporaciones norteamericanas, como la Monsanto, por
ampliar la ley de patentes en el continente. En Brasil, esta ley fue
aprobada en 1997 y actualmente existen 2094 pedidos de registro de
patentes de seres vivos, la mayoría solicitada por empresas
estadounidenses. Ahora, las multinacionales consiguieron del servil
FHC el envío de un proyecto de ley que libera totalmente el cultivo,
el comercio y el consumo de semillas y productos transgénicos. ¡Hay
indicios de que el proyecto fue redactado por la Monsanto!
Establecido el ALCA, apenas la agroindustria nacional y extranjera
tendrían acceso a las semillas patentadas. Los pequeños y medianos
productores rurales no tendrían cómo comprarlas, ya que su costo se
acrecentaría por inaccesibles royalties de las corporaciones. Esto
agravaría sobre manera un proceso que ya está en curso. Hasta 1997,
por ejemplo, la gigante norteamericana de la biotecnología, Monsanto,
casi no había participado en el mercado brasileño de semillas de maíz.
En poco tiempo, después de la entrada en rigor de la ley de patentes,
compró varias firmas nacionales y hoy controla el 60% del mercado.
Ella y otras corporaciones ya tienen el comercio de semillas híbirdas
de papaya, sandía, hortalizas, etc. Esta brutal monopolización, más
allá de llevar a la quiebra a los pequeños y medianos productores, es
un atentado a la soberanía alimenticia de Brasil.
Banquete neocolonialista
Pero el principal beneficiado del ALCA, como reconoce el folleto, no
sería la agroindustria exportadora de Brasil. Esta se quedaría apenas
con las migajas de este banquete neocolonialista. En esencia, este
acuerdo busca fortalecer la economía de Estados Unidos, favoreciendo
la circulación de sus bienes y servicios. Los productos agrícolas
norteamericanos, por ejemplo, son altamente subsidiados, cuentan con
una poderosa infraestructura (transporte, almacenamiento, etc.) y
grandes ventajas tecnológicas. Con el fin de las barreras
arancelarias, estos invadirán los mercados de los países del
continente, arruinando las agriculturas locales. Brasil, con su
elevado potencial productivo, sería una de las o la principal víctima
de este "libre comercio" en la región.
Prueba de esto es que después que la OMC aprobó acuerdos liberalizando
el comercio agrícola, en apenas tres años -de 1994 a 1996-- Estados
Unidos aumentó sus exportaciones en 12 mil millones de dólares. La
disputa entre estas dos economías se tornó más desigual. Brasil
exporta por año cerca de 15 mil millones en productos agrícolas;
mientras que Estados Unidos vende cerca de 55 mil millones de dólares.
En el mismo período en el que la agricultura norteamericana expandió
sus exportaciones, devastando los mercados de la periferia, la
política servil del gobierno FHC fue responsable del aumento de las
importaciones y de la desestructuración de vastos sectores de nuestra
agricultura. Cerca de un millón de establecimientos agropecuarios
quebraron en el país entre 1985 y 1996, fruto de la "apertura
comercial" de FHC. ¡El ALCA pretende consolidar tal servilismo!
Este también dificultaría aún más la presencia brasileña en el mercado
mundial. Actualmente, en función de los precios, del volumen y de la
calidad, Brasil exporta sus productos a varios continentes -60%
destinados a Europa, 24% a Estados Unidos y 16% a Asia y Oriente
Medio-. El país siempre contó con un amplio potencial en este campo -
territorio de dimensión continental, vastos recursos naturales, clima
propicio para la agricultura y un trabajador laborioso-. El ALCA
pretende exactamente eliminar esa ventaja competitiva de la economía
nacional. Busca subyugar a nuestra agricultura, inhibiendo su
democratización y expansión. Al igualar los precios agrícolas,
beneficiará a los productos de Estados Unidos en los mercados de otros
continentes.
A pesar de toda la propaganda a favor del tal "libre comercio", que
empaqueta hoy al falaz ALCA, Brasil nada ganó con las medidas
liberalizadoras aplicadas por los gobiernos neoliberales de turno. En
1975, por ejemplo, los productos agrícolas brasileños representaban
7.27% del comercio mundial; pero después de los reinados de Collor y
FHC, decayeron a tan solo 3.61% del comercio mundial de productos
agrícolas. Aunque el PIB agrícola brasileño sea de aproximadamente 86
mil millones, incluyendo el sector de la agroindustria, nuestras
exportaciones actualmente alcanzan la mediocre cifra de 15 mil
millones de dólares al año.
Ante estos hechos incontestables, incluso sectores de la agroindustria
nacional ya dudan de los beneficios del ALCA. Durante algún tiempo,
en las encuestas realizadas por institutos empresariales, este grupo
era uno de los pocos en afirmar que el "libre comercio" traería
ventajas, ampliando sus exportaciones. Pero esta ilusión duró hasta
que el presidente George W. Bush aprobara, en mayo pasado, la nueva
Ley Agrícola de Estados Unidos -la Farm Bill-. Esta aumentó todavía
más los subsidios a la agricultura norteamericana, concediéndole casi
180 mil millones de dólares durante los próximos diez años. Los
efectos de esta medida proteccionista son devastadores, con la caída
de los precios mundiales de las commodities agrícolas y el aumento de
la capacidad competitiva de Estados Unidos.
La Confederación Nacional de la Agricultura (CNA), que reúne a la
élite de la agroindustria brasileña, sintió el desastre de inmediato.
Una encuesta encomendada por la entidad, que sondeó a 1884
productores, reveló que el 97% de los entrevistados estaba temeroso de
los efectos negativos de la medida. "El cambio de la Ley Agrícola
norteamericana traerá expresivos impactos en el mercado agrícola
mundial, afectando la rentabilidad de las exportaciones brasileñas",
afirmó el boletín oficial de la CNA. El golpe fue tan violento que
hasta el dócil gobierno FHC se vio obligado a protestar. "Las
negociaciones del ALCA seguirán muy difíciles", señaló el ministro de
Agricultura, Pratini de Moraes. Según cálculos de este ministerio,
incluso antes de la Farm Bill, Brasil ya dejó de exportar 1,2 mil
millones de dólares en soja debido a las medidas proteccionistas de
Estados Unidos.
Devastación en México
Para quien duda de los efectos desastrosos del ALCA y todavía tiene
ilusiones con la falacia del "libre comercio", vale la pena conocer un
poco de la experiencia del TLCAN, el acuerdo que reúne a Estados
Unidos, Canadá y México, y que rige desde 1994. Para la agricultura
mexicana, la más frágil de este bloque económico regional, los
impactos fueron altamente destructivos y regresivos. Las propias
estadísticas oficiales confirman que hubo un aumento de la
concentración de tierras, quiebra de pequeños y medianos productores
rurales, explosión del desempleo de trabajadores rurales, violento
éxodo hacia los centros urbanos y migración al exterior. Hoy, la
agricultura del país está totalmente sometida a la dictadura del agro-
business de Estados Unidos.
En 1982, México importaba 790 millones de dólares en alimentos. Ya en
1999, después de cinco años de vigencia del TLCAN, ¡pasó a importar 8
mil millones!. De país exportador de varios productos agrícolas, se
transformó en un campo devastado. Hoy está obligado a importar de
Estados Unidos cerca del 50% de todo lo que consume. La "libre
competencia" con la agricultura norteamericana, que goza de altos
subsidios y cuenta con una base tecnológica más avanzada, fue fatal
para México. Era un fuerte productor de arroz, pero hoy depende de la
importación de este producto desde Estados Unidos para alimentar a su
población. También era exportador de papas, solo que fueron
bloqueadas en el mercado estadounidense a través de cuestionables
barreras fitosanitarias. El país también fue un tradicional
exportador de algodón, pero hoy depende del producto made in USA.
Bajo el imperio del TLCAN, la superficie agrícola cultivada fue
drásticamente reducida y, en corto plazo, ¡cerca de 6 millones de
campesinos mexicanos perdieron sus tierras y sus empleos! Hoy, muchos
residen en la periferia de la capital y de los demás conglomerados
urbanos. Otros trabajan en las maquiladoras de la frontera,
recibiendo míseros salarios en estos nuevos "campos de concentración".
Millones también intentaron atravesar el Muro de la Vergüenza, que
separa el tercer del primer mundo, para realizar trabajos precarios en
Estados Unidos. De estos, muchos murieron en la frontera. Y otros,
como los indígenas y campesinos de Chiapas, resisten al imperio
norteamericano y demuestran al mundo los maleficios del tal "libre
comercio". (Traducido del portugués por ALAI)
* Altamiro Borges es periodista, miembro del Comité Central del PcdoB,
editor de la revista Debate Sindical y organizador del libro Para
entender e combater a Alca (Editora Anita Garibaldi, 2002).
* Joao Pedro Stedile, es dirigente del MST y miembro de la Vía
Campesina Brasil.
https://www.alainet.org/es/articulo/106299
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