La propuesta de economía solidaria frente a la economía neoliberal
12/03/2002
- Opinión
El fin de la hegemonía neoliberal
Durante tres décadas las teorías económicas neoliberales, al servicio del
conservadurismo y de los monopolios, han pretendido validar el principio del
mercado total, sosteniendo que todas las actividades humanas pueden
realizarse mejor si se organizan como mercados libres donde cada individuo
procure egoístamente lo mejor para sí, compitiendo sin límites con todos los
demás. Han afirmado que la economía es una esfera independiente, cuya
lógica objetiva pretendidamente universal debe cumplirse como ley de la
naturaleza, so pena de generar el caos, y que la política, la resistencia
social y cultural, los valores más profundos de lo humano y el mismo sentido
común deben ser desplazados por el economicismo como sentido final. Han
dispuesto que el mercado debe indicar quién tiene capacidades y quién no,
quién merece ser sujeto de derechos humanos y quién no.
Esta ideología, vendida -más bien untada- como pomada mágica a los gobiernos
tecnocráticos, dice que lo importante no es la calidad de los procesos, sino
los resultados. Apliquémosle entonces su propia regla de oro: los
resultados de esta ideología vienen siendo el empobrecimiento, la
concentración de la riqueza en aquellas sociedades que siguen su dictado y
en el mundo en su conjunto, la exclusión, la crisis del modelo mismo (como
demuestra dramáticamente la Argentina), la desesperanza y la guerra. Entre
cero y diez ¿qué calificación merecen los gurús de la economía, por el
experimento irresponsable, disfrazado de ciencia, al que han sometido a la
humanidad? ¡¡¡Cero!!!
Por su parte, el sistema interestatal y sus organizaciones multilaterales -
Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, Organización Mundial del
Comercio - han mostrado su incapacidad para gobernar al mundo con justicia y
objetividad, y para promover el respeto mutuo de los pueblos. Ha quedado al
desnudo que representan e imponen los intereses del capital financiero y de
ciertos gobiernos. La revolución del conocimiento puesta al servicio del
lucro ha desatado un ritmo acelerado de innovaciones, muchas de las cuales
avasallan los derechos del trabajo y resultan destructivas de las sociedades
y de los equilibrios ecológicos. Las tendencias empíricas indican con total
certidumbre que no podemos esperar a que el dinamismo del propio capital nos
vuelva a integrar: bajo su predominio no volverá a haber pleno empleo, ni
volverá a plantearse siquiera la promesa del liberalismo de que - aunque con
desigualdad creciente - todos podríamos experimentar una mejoría en nuestra
calidad de vida, a lo largo de nuestras vidas e intergeneracionalmente.
Esto erosiona la legitimidad del sistema y explica por qué la hegemonía pasa
a convertirse en dominación abierta, crecientemente con un componente
militar.
Un sentido alternativo para la economía
Tenemos que plantear alternativas a las políticas macroeconómicas que
propugnan el FMI, el BM o el Tesoro Norteamericano, a las reglas asimétricas
del comercio internacional que viene generando la OMC, todo ello celebrado o
diseñado en el Foro Económico de Davos. Debemos oponer, a la prioridad del
derecho a la propiedad privada de unos miles de capitalistas, el derecho a
la vida de miles de millones de seres humanos y hasta de continentes
enteros. Pero no es suficiente tratar de modificar las políticas que vienen
desde arriba. En todo caso, hacerlo requeriría democratizar los estados y
los sistemas políticos nacionales, lo que no puede lograrse sin un poder
social construido de abajo hacia arriba, con firmes bases materiales que le
den autonomía para disputar palmo a palmo el terreno a los grupos económicos
concentrados y a sus élites gobernantes asociadas, mucho más allá de
reivindicar simplemente un trato menos salvaje.
Esas bases materiales puede proveerlas otra economía, centrada en la
reproducción del trabajo y no en la acumulación de capital. Esto implica
otros arreglos sociales para promover la valoración y el desarrollo pleno de
las capacidades humanas, organizando de manera cada vez más adecuada y justa
el uso de los recursos materiales y la aplicación de conocimientos y
sabidurías para satisfacer las necesidades de todos de acuerdo a modos de
consumo racionales en armonía con la naturaleza.
Claves de la economía solidaria
Una clave de la propuesta de la economía solidaria es institucionalizar -
mediante la práctica y mediante normas expresas- reglas morales que
sobreconformen el funcionamiento de toda la economía. Para ello plantea
consolidar, desarrollar o construir un fuerte subsistema de la economía -de
alcance global pero con ramificaciones en todas las regiones y localidades
del mundo- que sea conscientemente regido por esas normas, estableciendo
alianzas entre diversas formas de organización de la producción, la
distribución y el consumo, que aseguren la reproducción ampliada de la vida
de todos, avanzando sobre la economía orientada por el lucro sin límites.
No se trata de una propuesta anti-mercado, porque la escala de los
intercambios que se requieren para hacerla sostenible sólo puede alcanzarse
mediante mercados regulados y liberados del monopolio. Tampoco se trata de
buscar refugio en comunidades aisladas, sino de vincular respetuosa y
dinámicamente la fuerza de las iniciativas locales con el amplio espacio de
solidaridad global al que hoy es posible acceder con las nuevas tecnologías,
si éstas son adecuadamente controladas por las sociedades.
No se trata de una propuesta anti-Estado. Requiere que la economía pública
sea imbuida de los valores de la economía moral, cambiando de signo sus
procesos de reforma, fortaleciéndose al democratizarse junto con los
sistemas de representación política y social, y poniéndose al servicio de
las mayorías a las que pretende representar. Mientras el sistema
capitalista recorre su transición terminal -que presumiblemente no será
corta, como advierte I. Wallerstein- debemos confrontarlo limitando su
voracidad de acumulación, mediante el poder político democrático basado en
los nuevos movimientos y poderes sociales, así como compitiendo por las
voluntades y los recursos desde esta nueva economía orientada por principios
morales basados en la solidaridad.
Aunque es ambiciosa, esta propuesta debe tener la modestia necesaria para
abrirse, enriquecerse y rectificarse en los procesos de aprendizaje y
diálogo continuo, mientras participamos activamente en la transformación de
la realidad, mientras atendemos las gravísimas emergencias en que nos ha
sumido el neoliberalismo, superando la mera acción reactiva y fragmentaria
para pasar a actuar dentro un marco estratégico que oriente las decisiones
colectivas. Para contribuir a ello, sin perder la autonomía del pensamiento
crítico y propositivo, los intelectuales deben fortalecer su vinculación y
compromiso con las decisiones y luchas de las y los trabajadores en cada
cultura.
Ya estamos en marcha
No estamos hablando de ideas utópicas, sino de OTRO MUNDO POSIBLE, basado en
la consolidación, promoción, potenciamiento y enriquecimiento humano de
realidades ya existentes:
- Miles de redes nacionales y globales de productores y consumidores
vinculados por relaciones económicas más justas.
- Miles de sindicatos que mantienen su lucha por un salario justo y
condiciones humanas de trabajo.
- Miles de nuevos movimientos sociales que luchan contra la discriminación,
la explotación y en defensa de los derechos humanos que continuamente viola
el sistema capitalista globalizado.
- Decenas de miles de iniciativas colectivas, gestionando desde la sociedad
recursos privados y públicos, formas asociativas, comunitarias, de
producción conjunta, de banca ética, de resolución de necesidades, que el
mercado capitalista no considera porque no son fuente de ganancias.
- Centenas de miles de organizaciones de crédito solidario, de ayuda mutua,
de servicios públicos autogestionados, de trabajo voluntario, producción que
sostiene identidades étnicas, que produce relaciones sociales más
igualitarias, que elimina la explotación entre mujeres y hombres, que ataca
el patriarcalismo y el clientelismo, que valoriza a los jóvenes y a la
tercera edad, que valora los equilibrios ecológicos de los que depende la
vida en el planeta.
- Miles de millones de iniciativas de reproducción y trabajo autónomo en
unidades domésticas del campo y la ciudad y sus microemprendimientos
asumidos principalmente por mujeres.
Esas formas de producción y reproducción de la vida ya existen, ya encaran
de otra manera sus contradicciones internas -como la doble explotación de
las mujeres a la que se refirió Rosa Guillén- y pugnan por afianzarse en un
mundo hasta ahora dominado por el patriarcalismo, por el mercado capitalista
y por gobiernos asistencialistas que están más preocupados por la
gobernabilidad, por ser aceptados por las cúpulas de poder financiero, por
dar prioridad a su "responsabilidad" de reducir la carga fiscal al capital,
por ser buenos pagadores de deudas ilegítimas y por seguir la recetas del
neoliberalismo, antes que por su responsabilidad como representantes de la
sociedad
El desafío de articular y globalizar
¿Qué proponemos? Proponemos superar la fragmentación mediante la
articulación, el aislamiento mediante la asociación y el encuentro
dialógico, la acción reactiva y defensiva mediante una acción programática
que dé inmediata respuesta a la emergencia en que nos sume el programa
neoliberal pero vinculándola con la creación de las condiciones para
acelerar la transición final del sistema actual hacia otro sistema-mundo más
igualitario, sostenible social, política, ecológica y económicamente, en el
que los valores de la convivencia humana gobiernen por sobre los valores del
lucro.
Estamos proponiendo a este Foro Social Mundial, y a las organizaciones
sociales, políticas y culturales participantes, que adopten una estrategia
que unifique esas iniciativas, que admita la diversidad de sus orígenes -
laicos o de diversas religiones, de Oriente y de Occidente, del Norte o del
Sur-, de sus culturas, de sus intereses particulares, y ponga en marcha la
tan mentada sinergia, tan difícil de lograr cuando el mismo campo popular
está atravesado por conflictos y competencias por la sobrevivencia.
Proponemos construir conscientemente un Sistema Global de Economía
Solidaria, una economía que no represente la autojustificación del
enriquecimiento a costa de los demás sino que represente la moral de las
clases trabajadoras en un amplio espectro, donde sociedad, política y
cultura se revitalicen, encarnándose en formas económicas centradas en el
trabajo y en la lógica de la reproducción en condiciones siempre mejores de
la vida humana de todas las personas, comunidades y sociedades, cada una en
sus propios términos. Implica articular las nuevas formas socioeconómicas y
políticas con las reivindicaciones históricas dentro de cada sistema
cultural y en particular dentro del sistema capitalista: salario digno,
seguridad social, condiciones del trabajo asalariado de mujeres y hombres,
igualdad política, etc.
Las raíces morales e históricas de la propuesta
La moral de l@s trabajador@s representa una racionalidad substantiva de
orden societal: todos los seres humanos deben tener sus necesidades vitales
cubiertas a lo largo de su vida, tod@s l@s trabajador@s deben tener trabajo
y éste permitirles una vida acorde con las posibilidades de la tecnología y
la naturaleza. En ningún caso la búsqueda del bienestar individual,
comunitario o nacional, puede amenazar las bases mismas de la vida en el
planeta.
Como nos recordó Jean Louis Laville, el movimiento obrero impulsó a
principios del siglo XIX formas solidarias en Europa y hoy vuelve a
impulsarlas como nos lo muestra la iniciativa de la CUT brasileña, en
estrecha vinculación con los nuevos movimientos sociales, en su empeño por
impulsar cooperativas del trabajo asumiendo la representación del conjunto
de l@s trabajador@as. Y este arco de dos siglos se inscribe en el más
amplio arco histórico de las culturas milenarias que el colonialismo
pretendió subordinar y que hoy renacen y se extienden en varios continentes
con sus formas de reciprocidad, respeto a la naturaleza y preocupación por
el orden cósmico.
Los desafíos
Esta propuesta significa que ya no vamos a esperar que la inversión del gran
capital -productiva o especulativa- nos reintegre como asalariados y
consumidores a su antojo, barriendo con las culturas en su afán de
mercantilizar y homogeneizar para controlar, y que vamos a dedicarnos a
organizar directamente la producción y el intercambio, a canalizar nuestros
propios ahorros, a gestionar las mejores formas de resolver nuestras
necesidades, respetanto y aprovechando la riqueza de nuestra diversidad
cultural, étnica y geográfica, integrando las acciones productivas desde lo
local en ámbitos regionales, nacionales y globales.
La tarea propuesta no es fácil. Exige de nosotros combinar la predicción de
otro mundo posible -acompañada de un programa de acción para planificar y
regular los nuevos mercados- con el pragmatismo acuciado por las penurias
acumuladas en estas décadas, que han traído hambrunas en un mundo capaz de
alimentar a varias humanidades. Esto plantea a los movimientos una lucha
cultural, una lucha por desarrollar la capacidad de comprensión y de acción
racional de los ciudadanos, pues el sentido común ha sido penetrado por los
valores neoliberales y del consumismo inmediatista, y debe ser liberado de
esas cadenas que impiden pensar las posibilidades que encierra este momento
de transición epocal. En esto es fundamental advertir que el poder de los
grandes monopolios y gobiernos puede ser contrarrestado por la acción
coordinada de masas, hoy manipulada por la ideología individualista. Así,
el poder de compra de consumidores y usuarios puede ser una fuerza
extraordinaria, orientado por otra conciencia acerca de los efectos del
consumo individualista sobre los equilibrios fundamentales del planeta y sus
regiones.
La economía solidaria es un concepto que abarca un amplio espectro de
propuestas y expectativas, y debe permanecer plural, permitiendo la
experimentación responsable en la búsqueda de nuevas formas de organización
de la producción y la reproducción. Esas propuestas deben poder manifestar
sus pretensiones de legitimidad y tendrán variadas respuestas en diversas
culturas y situaciones históricas. El conflicto estará inevitablemente
presente en esas búsquedas, pero eso no es malo ni es un obstáculo, si
logramos regular esos conflictos y volverlos motor del desarrollo de formas
siempre mejores de gestión del sistema de necesidades, de modo que todos los
seres humanos puedan desarrollar sus capacidades.
Sabemos que las necesidades, entendidas como tensiones por la carencia de
determinados bienes o servicios, son una construcción social, en la que ha
predominado el interés del capital, gestando demandas que realimentan su
circuito de acumulación sin fin. Parte fundamental del proyecto de la
economía solidaria es tomar conciencia de las opciones que tenemos en cuanto
al modo de consumo y sus interrelaciones con los modos de desarrollo de la
producción. El Desarrollo Humano Sustentable es una propuesta cuyas
pretensiones paradigmáticas deben ser consideradas por la economía solidaria
en su búsqueda de una economía no capitalista, no patriarcal, culturalmente
plural y no colonizadora.
Elementos para un programa de trabajo
Para lograr toda la fuerza de este movimiento no serán suficientes palabras
y propuestas de futuro. (Hoy, incluso el Banco Mundial dice que quiere para
nosotros una vida mejor, aunque sus acciones parecen indicar mas bien que de
lo que se trata es de que el 40% de la población pase a mejor vida!).
Es preciso mostrar empíricamente, con prácticas exitosas, que la economía
solidaria es una alternativa superior a la lucha darwiniana por la
sobrevivencia.
Hay que mostrar prácticamente, como lo han hecho Porto Alegre y tantas otras
sociedades locales en el mundo, que es posible la democracia participativa,
y que además es eficiente, pues no sólo permite el control de los
funcionarios sino que provee una racionalidad superior que resulta de
combinar el conocimiento técnico-científico con el conocimiento práctico de
los ciudadanos y usuarios.
Hay que confirmar que las pretensiones de legitimidad de los intereses
particulares pueden dirimirse mejor en un espacio democrático abierto que
mediante lobbies e influencias ejercidas detrás de las cortinas del poder
administrador y las cuales siempre benefician a los más poderosos o a las
redes de poder mafioso y corrupto.
Esta estrategia sólo puede consolidarse mediante la reforma profunda de las
instituciones (como los sistemas jurítico-normativos, que condenan "ilegal"
a la mitad del legítimo trabajo de reproducción), la creación de otras
nuevas y la acción cotidiana de centenas de miles de promotores que difundan
el conocimiento y la información, que interconecten los emprendimientos
solidarios locales, que medien entre los centros de formación y de
investigación científica y tecnológica y los productores y consumidores,
poniendo a su disposición el conocimiento más avanzado, asegurando la
capacidad de innovación, de eficiencia social y de calidad de los procesos y
los resultados.
Vamos a continuar identificando las múltiples experiencias de la economía
solidaria, sistematizando y aprendiendo de sus experimentaciones, de su rica
variedad, afirmando valores humanos y tejiendo redes de intercambio que les
permitan potenciar sus capacidades de satisfacer las necesidades de todos.
Ya comienzan a multiplicarse los programas de investigación científica y de
formación superior en economías alternativas. Debemos penetrar en las
estructuras curriculares de los sistemas escolares, comenzando desde los
niveles iniciales, para que se abran a la sociedad y faciliten el desarrollo
de las capacidades emprendedoras, de comprensión, de comunicación, de
creación, de participación y cooperación que requiere una economía de
solidaridad.
Las propuestas no pueden resultar de individuos, grupos u organizaciones
iluminados. Para encarnarse en las prácticas de los millones de
trabajadores del mundo deben resultar de procesos colectivos de aprendizaje,
ser comunicables a los diversos códigos y matrices culturales, conectarse
con el mundo de las necesidades percibidas por las personas y ser creíbles,
mostrando su viabilidad o la posibilidad de construir las condiciones para
su efectivización. Esto requiere superar las declaraciones de tono
filosófico general, elaborando participativamente programas de acción
concretos, demostrando la legitimidad de las propuestas mediante sus
resultados experimentados y valorados positivamente por la gente.
Política democrática y economía solidaria
No tenemos verdades absolutas, pero tenemos una base empírica innegable de
experimentación socioeconómica y la disposición para aprender de nuestras
prácticas y de las de otros. Por supuesto, no se trata sólo de saberes
"correctos". Esta propuesta implica confrontar intereses poderosos,
ideologías conservadoras y la fuerza del dinero y del poder político
alienador de la ciudadanía. Pero ya hemos demostrado a través de las redes
de trueque que tenemos el poder de crear nuestra propia moneda social, que
podemos resolver necesidades mediante el trabajo comunitario y que también
podemos competir en los mercados globales gracias a la voluntad de los
consumidores dispuestos a comprar productos en redes de comercio justo y
solidario, que buscan la calidad material, social y ecológica de aquellos
bienes y servicios que pueden asegurar una producción y un comercio
responsables. No se trata entonces de buscar "nichos" de mercado para la
producción popular, sino de construir nuevos mercados globales, nuevas
relaciones, nuevas relaciones socioeconómicas a escala, proponiendo otra
vinculación entre lo local y lo global, entre el interés particular y el
interés general intercultural.
Esta propuesta es concreta y compleja. Llevará tiempo conformar ese sistema
global, consolidar y constituir nuevos sujetos socioeconómicos, imbuir de
los valores de la economía solidaria a las administraciones públicas,
limitar la furia de acumulación del capital e incluso superar el sentido
común legitimador de una economía excluyente que ha pretendido naturalizarse
a través de la acción ideológica y del miedo a la exclusión y la represión.
Como indicaron Sandra Quintela y Carola Reintjies, estamos ante un desafío
histórico: ser parte de la construcción de otra economía centrada en el
trabajo, luego de haber experimentado el fracaso de la economía construida
por el capital; volver a asumir la responsabilidad social y política por el
futuro de la humanidad desde la misma base socioeconómica, revirtiendo las
relaciones de poder político y de apropiación de los bienes y recursos del
planeta. Como movimiento global vamos a tener que explorar y valorizar
nuestras heterogéneas raíces culturales, en el Norte y en el Sur, en
Occidente y en Oriente, superando la dependencia Norte-Sur y el
eurocentrismo, abriéndonos realmente al descubrimiento y al aprendizaje
conjunto de nuestras capacidades de organización del trabajo, de un trabajo
de calidad humana que, por sí mismo, sea un camino para la realización de
todas las personas.
No basta ya con aguantar, con sobrevivir o meramente resistir o golpear
cacerolas. Se trata de crear otra economía, una economía solidaria, y
confrontar en su propio terreno al capital -que pretendió, pero que ya no
puede seguir pretendiendo, ser la única forma legítima de organizar la
producción, la distribución y el consumo- y a sus aliados estatales.
Este es pues un proyecto profundamente político: No puede haber otra
economía sin democracia y no puede haber democracia sin otra economía.
Cada uno de nosotros, cada idea, cada iniciativa, cada interpelación y cada
diálogo cuentan. Que esta conferencia y este seminario de economía
solidaria brinden nuevo impulso al movimiento hacia otra economía, hacia
otra globalización.
* José Luis Coraggio, economista argentino, es Rector de la Universidad
Nacional De General Sarmiento, Argentina. Exposición realizada en la
Conferencia sobre Economía Solidaria dentro del Eje I: La producción de
riquezas y la reproducción social, del Foro Social Mundial, Porto Alegre, 31
enero-5 febrero 2002.
https://www.alainet.org/es/articulo/105705?language=en
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