¿Cuál globalización?
14/02/2002
- Opinión
Los pueblos de Porto
Alegre y los pueblos de Davos-Nueva York se baten por la
globalización. ¿Cuál globalización? Los poderosos, y por eso
son poderosos, se apropiaron de la palabra globalización y le
impusieron una significación que sirve a sus intereses. Es el
proceso mundial de homogenización del modo de producción
capitalista, de globalización de los mercados y de las
transacciones financieras, del entrelazamiento de las redes de
comunicación y del control mundial de las imágenes y de las
informaciones. La lógica que la preside es la competición de
todos contra todos. Aquí reside el drama bien formulado por el
genetista francés Albert Jaquard: "El propósito de una sociedad
es el intercambio. Una sociedad cuyo motor es la competición,
es una sociedad que me propone el suicidio. Si me pongo en
competición con el otro, no puedo intercambiar con él, debo
eliminarlo, destruirlo".
Pues es exactamente eso que está ocurriendo con la globalización
propuesta por el pueblo de Davos-Nueva York. O usted está en el
mercado competitivo, vence y existe. O usted es derrotado,
desiste e inexiste. Entre las víctimas de esta lógica se
encuentra casi la mitad de la humanidad, condenada a la impiedad
de la exclusión y de falta de cualquier sustentabilidad. ¿Puede
ser humano un proyecto global que elimina a los humanos o los
hace puro carbón, recordando al nostálgico Darcy Ribeiro, para
la máquina productivista?
Frente a esa crueldad, gana dignidad ética la alternativa
propuesta por el pueblo de Porto Alegre. Ella niega ese tipo
tiranosáurico de globalización. Propone otra globalización que
pasa por la solidaridad a partir de abajo, por la mundialización
de los derechos humanos, por la socialización de la democracia
como valor universal, por el control social de los capitales
especulativos, pasa, además, por la aplicación en todas las
economías de la tasa Tobin, por la creación de instancias de
gobernancia mundial, por la universalización del cuidado para
con la Tierra y los ecosistemas y por la valorización de la
dimensión espiritual del ser humano y del universo. Ese pueblo
de Porto Alegre se hace así el guardián de la humanidad mínima.
Afirma la posibilidad real de vivir juntos como humanos y nos
muestra cómo debemos pasar de una consciencia de nación y de
clase a una consciencia de especie y de planeta Tierra.
Solamente ese tipo de globalización construye la Tierra como
Casa Común de los humanos y de toda la comunidad de vida.
Esa propuesta de globalización se adecua a lo que hay de más
contemporáneo en el pensamiento que se orienta por el nuevo
paradigma científico. Pues, ve la globalización como una nueva
etapa de la Tierra y de la Humanidad. Los pueblos estaban en
diáspora por los continentes y enraizados en sus estados-
naciones. Ahora comienzan a moverse y a encontrarse en un único
lugar, la Tierra como Casa Común. Y no tenemos otra.
Ya en 1993 escribía proféticamente Teilhard de Chardin: "La edad
de las naciones ya pasó. Si no queremos morir, es la hora de
sacudir los viejos prejuicios y de construir la Tierra".
Queremos construir la Tierra prolongando el dinamismo que la
está forjando hace miles de millones de años. En efecto, somos
fruto de un proceso evolucionario de 15 mil millones de años,
proceso único, complejo, contradictorio (caótico y armónico) y
complementario que entrelaza todos los seres en tramas de
relaciones, fuera de las cuales nadie existe. La manecilla del
tiempo irreversible va mostrando una dirección: la emergencia de
órdenes cada vez más complejas, auto-organizadas, interiorizadas
y convergentes de vida y de creatividad. Tierra y Humanidad
forman una única entidad, exactamente como los astronautas
testimonian cuando ven la Tierra de fuera de la Tierra. El ser
humano es a la Tierra que en un momento de su evolución comenzó
a sentir, a pensar, a amar y a venerar. Por eso que hombre
viene de humus, tierra fecunda. Ahora estamos elaborando esa
consciencia terrenal y planetaria.
Esa comprensión nos suministra la base experimental y científica
para entender la actual globalización en curso. Ella es un
momento avanzado de un proceso anterior y mayor de convergencia
de energías, dinamismos e intencionalidades que están actuando
desde el comienzo de la cosmogénesis y de la biogénesis. La
globalización crea las condiciones para un salto cualitativo de
la antropogénesis: la irrupción de aquello que Teilhard de
Chardin llamó noosfera: la creación de una nueva armonía entre
los humanos en la cual técnica y poesía, producción y
espiritualidad, corazón y pensamiento encuentran una nueva
sintonía más alta y más sinfónica.
El mérito del pueblo de Davos-Nueva York fue el de haber creado
las condiciones materiales para ese salto. Pero él mismo no
saltó. El mérito del pueblo de Porto Alegre fue el de haber
mostrado sus posibilidades y ensayado los primeros movimientos
para ese salto. Y el salto, finalmente, vendrá porque él
representa lo que debe ser. Y lo que debe ser tiene fuerza.
* Leonardo Boff, teólogo y escritor, autor de "La nueva era: la
civilización planetaria".
https://www.alainet.org/es/articulo/105607
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