En lugar del ALCA, ¿por qué no un ALPA?
17/06/2001
- Opinión
No es un juego de palabras. Es una propuesta de cambiar la perspectiva y el
contenido. En lugar de la anunciada Area de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), la propuesta es ponerse como meta la creación del AREA LIBRE DE
POBREZA DE LAS AMERICAS, es decir un ALPA. Eso sí tendría sentido.
Y podría poner en movimiento la imaginación, las energías y los recursos de
los 840 millones de seres humanos que habitan en el llamado Hemisferio
Occidental. Sería plantearse un objetivo preciado y precioso: convertir a
América en la primera zona libre de pobreza del planeta.
Un tal objetivo ético y humano hasta le daría sentido al libre comercio que se
pretende instaurar en el continente a través del ALCA, como instrumento
movilizador de la actividad económica. Estoy convencido de que a esta altura
de nuestra historia, el liberalismo TAMBIEN es uno de los patrimonios de esa
Humanidad. Pero no lo convirtamos en el “patrón oro” de la vida humana.
Desde un punto de visto filosófico, sabemos que la conciencia que se ha
generado en este nuestro planeta es tensionada y dialéctica. Está hecha, a la
vez, de libertad y de sentido. Libertad, porque al ser capaz de captar la
naturaleza permite superar sus determinismos. Sentido, porque puede fijarle
valores e ideales a la libertad.
Cuando la libertad se absolutiza, pierde sentido. Porque equivale -
proyectando la imagen al mundo físico- a intentar moverse al mismo tiempo en
todas las direcciones hacia el horizonte de los 360 grados. Lo que es la
mejor manera de quedarse indefinidamente quieto en el mismo lugar, dando
vueltas sobre sí mismo.
Desde el punto de vista económico, sabemos también por una ya larga
experiencia de siglos que la libertad absoluta termina en la concentración y
el monopolio, que son su negación. Basta echar una mirada a la situación de
los 6.000 millones de personas que hoy habitan el planeta para certificarlo.
Los promotores del Area de Libre Comercio utilizan muchos argumentos. Por
ejemplo, la diputada nacional Ana María Mosso señalaba -en un reciente
artículo de opinión- que "no es menor el hecho de que la invitación (al ALCA)
sea motorizada por la economía más grande del planeta, la de los Estados
Unidos". Ante esa afirmación, lo primero que me saltó a la mente fue la
imagen de Lacoonte, el único líder troyano que se resistió a aceptar el famoso
Caballo que los griegos dejaron en las playas de Troya después de la aparente
retirada de sus soldados y barcos. "Timeo Danaos et dona ferentes (Desconfío
de los Griegos aunque vengan con regalos", dijo Lacoonte, según la
reconstrucción hecha por Virgilio en el primer libro de su célebre poema La
Eneida. Lacoonte no fue escuchado. Y ya sabemos cómo terminó la guerra de
Troya.
En la misma nota, la diputada afirma que "Argentina no sólo tiene que
acompañar esta tendencias, preferentemente junto con los países del MERCOSUR,
sino que no puede darse el lujo de ponerle freno alguno". Sobre la relación
Argentina-Mercosur-Alca, he escuchado declaraciones radiales de la diputada en
las que afirmaba que lo mejor sería que nuestro país encare la negociación del
Area de Libre Comercio en conjunto con el bloque del Cono Sur. Pero apuntaba
que el tamaño de uno de los socios, es decir Brasil, provoca problemas al
funcionamiento conjunto del bloque.
Esta aprensión, sin embargo, no la siente respecto de Estados Unidos. Porque,
si Brasil es un problema porque tiene cinco veces la población y casi tres
veces el PBI de la Argentina, ¿qué pasará con Estados Unidos, cuya población
es diez veces mayor y tiene un PBI equivalente a por lo menos 15 veces el de
nuestro país?
¿Qué pasará, por otra parte, con la "libertad" de comercio cuando los sagrados
intereses de Estados Unidos se vean afectados por cuestiones no comerciales –
por caso, un incidente como el ocurrido en estos días en los cielos de China-
y Washington decida aplicar sanciones comerciales al eventual contendiente? La
historia nos muestra que en aras de esos intereses el país del Norte aplica el
principio de la extraterritorialidad e impone sus decisiones (desde las
sanciones a Irak hasta las incursiones de la CIA que van revelando las
periódicas “desclasificaciones” de documentos secretos) tanto a los mejores
aliados como a los peores enemigos.
Por último, queda la cuestión de la ideología. "Sería muy peligroso -dice
Mosso- hacer de esto (el ALCA) una cuestión ideológica y distraerse en
defender dogmas obsoletos". Si el ALCA no es un proyecto ideológico, uno no
puede menos que preguntarse, entonces, por qué Cuba es el único país excluido
del proyecto.
Y si de obsolescencia se trata, hasta la exclusión de Cuba parece ya obsoleta.
Porque, hace muy pocos días, nada menos que David Rockefeller -un hombre que
sabe mucho de libre comercio-, acompañado por 18 empresarios de primera línea,
se fue a enredar en las mismísimas barbas de Fidel Castro, con quien mantuvo
una larguísima entrevista sobre negocios e inversiones, al término de varios
días de visita a la isla "maldita".
Parece un despropósito, en conclusión, poner como gran meta para los casi 900
millones de americanos el que puedan comprar y vender libremente. Primero,
porque esa predicada libertad es una falacia. Y segundo -y lo más importante-
, porque los seres humanos no hemos venido a este mundo para ser mercaderes.
Proponerse, en cambio, como objetivo convertir en un plazo determinado a
América en la primera zona libre de pobreza del planeta -el ALPA-, constituye
una política estratégica a escala humana, como paso previo para un nuevo
estadio en el desarrollo del homo sapiens. Incluso, capaz de darle sentido,
ponerle valor y marcarle los límites al libre comercio como instrumento
movilizador de la actividad económica. En una palabra: el comercio al
servicio de la economía, y ésta al servicio del hombre.
Miguel Longo, Buenos Aires
https://www.alainet.org/es/articulo/105506
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