La guerra no es respuesta

27/09/2001
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Comunicado de la Conferencia de Religiosas y Religiosos de Guatemala Como personas consagradas al Dios de la vida y del amor: Queremos declarar públicamente en esta hora dramática nuestro horror y nuestra condena inequívoca por la fanática decisión de enviar aviones de pasajeros convertidos en misiles contra edificios llenos de gente, condenando a la misma, a los pasajeros, a los tripulantes y secuestradores suicidas a una muerte segura e injusta o a lesiones gravísimas y traumas de por vida. "¡No matarás!". Queremos manifestar nuestro propio dolor y también nuestras condolencias al pueblo de los Estados Unidos, y especialmente a los familiares de las víctimas de estos crímenes contra la humanidad. Inevitablemente, en tiempos de globalización, los crímenes en un país se vuelven crímenes también en la aldea global que es nuestro mundo. Además, si se cometen en un centro de operaciones económicas internacionales y en ciudades de tanta migración como Nueva York o Washington, no pueden dejar de contar entre las víctimas a ciudadanos de muchos países. Las listas de gente desaparecida lo atestiguan: 231 personas desaparecidas y 14 muertas de América Latina solamente, entre ellas 95 de El Salvador, 5 de Guatemala, y 4 de Honduras. En total víctimas de 66 países. Según cuenta provisional. Reiteramos que estos crímenes son inexcusables. Entendemos perfectamente que es un insulto a la conciencia ética de la humanidad intentar buscarles cualquier tipo de excusa, por ejemplo, en la actual política internacional de los Estados Unidos con Israel y Palestina, o en su rol de superpotencia, ejercido a veces en forma, a nuestro parecer, éticamente muy cuestionable, desde Hiroshima hasta Guatemala y Panamá, Ruanda y los Balcanes, pasando por Vietnam. Queremos expresar asimismo dos expectativas, que son base de una esperanza para el destino de la humanidad. Que no sea la guerra la respuesta y que los Estados Unidos y sus aliados más poderosos entren en un proceso de profunda reflexión. Esperamos con firmeza, como primera expectativa, que el Gobierno de los Estados Unidos, a pesar de sus primeras reacciones cargadas de amenazas, no responda a esta enorme provocación con estrategias y acciones que hundan al mundo en una guerra de alcance global. El día de oración y duelo, 14 de septiembre, en Nueva York, varias personas levantaban un cartel así: War is no answer: La guerra no es respuesta. Coincidimos con ellas. Si se desea de verdad defender lo mejor y más humano de la civilización occidental, no creemos que esto pueda hacerse por la vía de la venganza. Se corre así peligro de desencadenar una espiral de violencia que derrame la sangre de miles de civiles que no sólo no han participado en los crímenes que se quiere castigar, sino que se encuentran además hundidos en una extrema pobreza. Y además, el riesgo insostenible es que esto lleve a su vez un caudal de interminables represalias que se vuelvan como un bumerán contra muchos otros países del mundo. Exigimos que no se fabriquen con las armas de hoy, de enorme poder de destrucción, nuevos Guernicas, nuevos Londres, nuevos Dresden y Leipzig, nuevos campos vietnamitas y camboyanos, nuevas aldeas de Guatemala, nuevos Chorrillos de Panamá, nuevos Sarajevos, nuevos Bagdad y Basora, nuevos Grosznys, arrasados en formas crueles que desbordan toda imaginación. Y no sólo esperamos, sino que, con muchas otras personas de los mismos Estados Unidos, exigimos que no se usen de ninguna manera armas biológicas o químicas ni armas nucleares, cuyos efectos se extienden por generaciones y dañan irreparablemente el planeta. Creemos que aún es tiempo para pasar del lenguaje de la guerra (tradicionalmente reservado para agresiones entre Estados o para conflictos armados internos en un Estado) y devolver el lenguaje al campo del atentado terrorista, por muy nuevo, desmesurado y atroz que haya sido el que sufrieron las ciudades de Nueva York y Washington. Tememos que sea también desmesurado hablar de una operación "Justicia infinita". Por mucho que se asevere que "infinita" quiere decir sin límites de espacio y tiempo, es inevitable no escuchar también en la palabra una pretensión subliminal de justicia "divina", que convertiría cualquier clase de castigo humano justo en peligrosa arrogancia. Es en el diálogo político y la negociación diplomática, con presiones razonables y severas, en foros internacionales como la ONU, donde hay que conseguir la presentación de los terroristas ante la Corte Internacional de La Haya. Un enfoque así conseguiría la cooperación de muchos países para el castigo de los criminales sin poner a nadie de rodillas ni violar la dignidad de esos mismos países con consignas como "con nosotros o con los terroristas". Es con la humanidad, con la comunidad de países y pueblos con la que hay que alinearse hoy para buscar con solidaridad global el restablecimiento de la justicia. Hacemos un fuerte llamado, como segunda expectativa, a la reflexión. Esperamos que los Estados Unidos, por sí mismos y en el Grupo de los 8, la Unión Europea, el Japón, el FMI y el Banco Mundial miren críticamente al interior de un sistema económico que domina el mundo pero no es capaz de llevar la prosperidad o al menos el bienestar a la gran mayoría de la humanidad. Esperamos que reflexionen sobre las víctimas y las desesperaciones que crea el mercado cuando sus leyes son las únicas que gobiernan con inflexibilidad, y sin las correcciones éticas que sugirieron los mismos fundadores del liberalismo, el acceso a los bienes necesarios para la vida, por ejemplo los alimentos o las medicinas, la ropa y los materiales de construcción para la vivienda, y la educación de la gente. Es imposible no asombrarse de que una humanidad con la superproducción de alimentos que hoy día existe, esté aún sometida a la plaga del hambre, sin ir más lejos en Guatemala. Nos preguntamos si hay voluntad de humanizar el mundo entre los líderes de la globalización. También esperamos que haya una reflexión profunda sobre la política internacional de las potencias, sobre su producción de armas y la venta y contrabando de las mismas, sobre la apertura equitativa en el comercio mundial, sobre la moderna esclavitud que supone para las poblaciones de muchos países el yugo de la deuda externa. Esperamos que la necesidad de información a nivel global no vuelva a hacer que los Estados Unidos privilegien la consecución de esta por encima del respeto de los derechos humanos, y que no vuelvan a apoyar en los países de América latina y del Tercer Mundo a los aparatos militares de inteligencia responsables de tantas atrocidades y aun de terrorismo de Estado en el pasado, como el caso Pinochet lo ejemplifica, y el REMHI y la CEH lo han denunciado en nuestro país. Esperamos, por el contrario, que este hecho horrendo que ha sucedido en Nueva York y Washington ayude a equilibrar éticamente las consideraciones de la riqueza y de la fuerza y a medir con una misma medida de equidad a todos los pueblos de este mundo. También para estas personas contagiadas de fanatismo desesperado e inmisericorde, pero al fin y al cabo no "bestias", sino gente de la misma raza humana, esperamos que la contemplación del espantoso espectáculo, consecuencia de sus decisiones, los lleve a reflexionar sobre la catástrofe en la que pueden hundir a nuestro mundo, y especialmente a sus propios compatriotas o compañeros, y a cambiar sus actitudes básicas. Evidentemente que "Dios no es neutral entre la justicia y la crueldad", como dijo el Presidente Bush. Pero ninguna satanización de los terroristas ayudará a prevenir sus acciones con sagacidad y castigarlas con justicia. Como en su momento tampoco ayudó la satanización de los estadounidenses por los ayatolas en Irán. Casi todos los países del mundo han sufrido en el último siglo los estragos de la agresión externa en su propio territorio. A casi todos esta experiencia desgarradora los ha hecho más sabios y más respetuosos de la paz. Nosotras y nosotros, personas consagradas a Dios en la Iglesia Católica en Guatemala, nos unimos al llamado que el Papa Juan Pablo II hace a favor del diálogo, y esperamos que también al pueblo y al gobierno de los Estados Unidos este ataque brutal e inexcusable en su propio territorio contra personas indefensas de tantos países, los haga más sabios y más respetuosos de la paz. Esperamos que reaccionen a estos atentados con apego a la regla de oro inscrita en los códigos de tantas civilizaciones en la historia de la humanidad -incluidos los Evangelios-: "No hagan a las otras personas lo que no desearían que les hagan a ustedes". Guatemala de la Asunción, 28 de septiembre del 2001.
https://www.alainet.org/es/articulo/105342?language=en

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