Responsabilidad social de las empresas

14/05/2001
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Toda empresa es una comunidad de personas dedicadas a la producción, administración y/o servicios. Y ninguna de ellas es una isla. Para funcionar bien, depende de una telaraña de relaciones con otras empresas, bancos, sectores del poder público y medios de comunicación. Si los puntos de partida de una empresa son la creatividad y la inversión del empresario, el punto de llegada es el público. El equilibrio se da entre estos dos puntos. Para el empresario, su empresa puede ser tan solo una gallina de los huevos de oro, destinada a multiplicar el patrimonio de su familia. Para el público, la empresa es siempre vista como un servicio, sea de transporte, salud o turismo, sea de producción de naranja, calzado o material de escritorio. Una mirada egocéntrica sobre la propia empresa, considerada tan solo como la gallina de los huevos de oro, puede inducir al empresario o al grupo empresarial a perder de vista el contexto en que se sitúa la empresa. Esa ceguera de alguien que depende de relaciones múltiples, sin percibir la telaraña en la que se encuentra inserto, coloca a la empresa en una situación de riesgo. Sobre todo al ignorar los valores que se basan en la ética de las relaciones personales y sociales vigentes en la sociedad actual. Es el caso del empresario que tiene dos caras: la pública, maquillada por facturas fiscales y tributos al día, y la privada, enredada en la práctica de sobornos, propinas, encubrimientos y operaciones fraudulentas. Contenido y forma Una empresa es la calidad de su producto o servicio, sumada a la imagen que proyecta en la opinión pública. Esa imagen es tan importante al punto que moviliza miles de millones de dólares anuales, a través de agencias de publicidad y medios de comunicación. Una empresa que mantiene dos caras sabe que corre el serio riesgo de caer bajo y perder credibilidad. Es el caso de las empresas sorprendidas en delito flagrante por programas de TV. No hay imagen publicitaria que restaure la belleza de ese rostro manchado. Fue el caso de la farmacia de mayor prestigio en el Brasil, "El Venado de Oro", en Sao Paulo, sorprendida falsificando medicamentos. La reciente guerra comercial entre Canadá y Brasil mostró como una información negativa y falsa -la de que la carne brasileña podría estar contaminada con el mal de "las vacas locas"- es un arma poderosa capaz de cerrar las puertas del mercado a un producto. La telaraña de relaciones de la empresa tiene su punto mayor en el contacto con el público. En otras palabras, en el mercado. Y aquí se da una contradicción que, si no es bien comprendida, puede comprometer a la empresa. Ésta sabe que el juego competitivo del capitalismo es una batalla sin tregua. No hay solidaridad entre empresas, ni el competidor demuestra la mínima compasión frente al fracaso ajeno. Por otro lado, las relaciones con el poder público y los bancos no son nada fáciles. La burocracia traba los negocios, sin cabildeo no se avanza, los agentes fiscales no siempre actúan con transparencia. ?Feliz el empresario que tiene amigos poderosos, políticos y banqueros interesados en el buen éxito de sus negocios! El público, mientras tanto, no sabe nada de eso, excepto una minoría. Cuando bebe un refresco, conduce un auto o usa un perfume, está en busca de un producto de calidad que le ayude a su autoestima, sea en forma de salud, elegancia o rapidez en la movilización. Adquirir un producto es una necesidad, material o sicológica, aún cuando ésta parezca superflua a los ojos de terceros. Mantenerse fiel a la marca de un producto es señal de confianza en la empresa. ?Imaginen si los consumidores de enlatados descubrieran que su marca preferida trabaja con embalajes cuyo revestimiento interno contiene un estrógeno capaz de ocasionar alteraciones en la conformación sexual de las generaciones más jóvenes! ?O que ciertos productos agrícolas están contaminados por agrotóxicos que contienen DDT que, a su vez, provocan atrofia de los órganos sexuales de fetos machos y reducción de espermatozoides de los adolescentes! Una empresa es el producto más su imagen. Y esa imagen es mucho más confiable cuanto más respaldada está por la transparencia en la calidad del producto. Por eso, una empresa que oculta información al consumidor, no toma en serio sus quejas, no reconoce ni corrige sus errores, va a la ruina, sobre todo en este momento histórico en que el consumidor pasa a ejercer un control activo de los productos y servicios que utiliza. Código de ética La red de relaciones en que se sitúa la empresa es, con todo, mucho más vasta que el arco que se extiende entre el empresario y el mercado. Una empresa no puede ignorar la coyuntura social e histórica en que se sitúa. Como una familia, ella debe poseer un código de ética. Tales principios deben valer tanto para la vida interna de la empresa, cuanto para su inserción en el contexto social en el que actúa. Una empresa no tiene el derecho de tratar a sus empleados como esclavos, exigiéndoles poner en riesgo su vida u horas extras excesivas y, a veces, sin remuneración adecuada. El empresario que vampirescamente chupa todas las energías físicas, síquicas e intelectuales de sus empleados, cava su propia tumba. Es probable que los empleados se venguen por otros medios al alcance de ellos, como perjudicar la calidad del producto y la atención al público, o retirando clandestinamente de la empresa ciertos objetos. ?A quién no le gusta ser bien atendido en un puesto de gasolina o en un supermercado? Sé de un gran restaurante en Sao Paulo cuyos meseros indignados por el intenso ritmo de trabajo, tiraban en la basura restos de carne envueltos en bolsas de plástico y, más tarde, lejos de la vista del patrón, retiraban las bolsas y llevaban para su casa suculentos pedazos de filete migñon. Y de nada sirve la nariz alzada de quien, al darse cuenta de estos hechos, juzga que las clases subalternas no son confiables. El empleado que engaña al patrón está apenas reproduciendo al patrón que engaña al fisco y a las leyes, y hasta al mismo consumidor, cuando introduce en sus productos substancias nocivas a la salud humana. Es como el muchacho que, después de recibir una paliza, golpea al perro, que maltrata al gato. Empresa-comunidad Una empresa convencida de su responsabilidad social no se limita a cumplir rigurosamente con las leyes laborales. Ella avanza en la dirección de constituirse en una comunidad. No se trata aquí de aquella concepción de reingeniería que, más allá de querer que el empleado vista la camiseta de la empresa, pretende también que se vista con la piel. Se trata de crear, dentro de la empresa, espacios y métodos de crítica y autocrítica, de modo que todos puedan tener libertad de opinar sin miedo de desagradar al patrón. En testimonio autobiográfico, Betinho, que era hemofílico, contaba que, clandestino bajo la dictadura, al trabajar como obrero en una fábrica de vidrio en Sao Paulo, inventó un proceso ingenioso para lidiar con vasos, evitando cortarse. Hasta que el patrón se enteró. Más tarde, adoptada la invención, la producción aumentó considerablemente. Cuando llegué a São Bernardo do Campo, en 1979, donde trabajo hasta hoy con la Pastoral Obrera, los obreros de la Volks-Wagen bromeaban: "Nunca compre un vehículo fabricado un lunes después de una derrota del Corínthians el domingo" Con eso revelan la influencia del factor humano en la calidad del producto. Un trabajador triste o enojado con seguridad no tendrá el mismo rendimiento de aquel que labora feliz en su trabajo. Eso vale para aquellos que traen de su casa problemas terribles, angustiosos, como la grave enfermedad de un hijo, y no encuentran a nadie del área de recursos humanos dispuesto a escucharlos y ayudarlos. ?Cómo esperar un buen desempeño de las mujeres que, en la fábrica de ropas íntimas femeninas De Millus de Río, eran revisadas a la salida del trabajo como ladronas potenciales? La crisis social Transformar la empresa en una comunidad no consiste únicamente en oponerse a utilizar mano de obra infantil y ofrecer a los empleados buena alimentación, baños limpios, transporte adecuado y trato digno. Ni un centro vacacional, canastas básicas y brindis en los natalicios. Es, sobre todo, insertar en el marco de la empresa el tendón de Aquiles de todo ser humano: la familia. Hay una ley en Brasil que obliga a toda empresa, con más de cincuenta empleados, a mantener una guardería infantil. ?Quién cumple? En uno de los colegios particulares en que estudié había un jardinero analfabeto. ?No es una absurda contradicción? Si la empresa ofrece a la familia oportunidades de educación y recreación, de servicios salud y calificación profesional, posiblemente ella estará en camino a transformarse en comunidad. Un mayor clima de confianza tendrá su reflejo en el buen desempeño de la empresa. Sucede que la empresa brasileña o extranjera que opera en nuestro país está cercada por un volcán de problemas sociales prestos a reactivarse. Somos 170 millones de habitantes, de los cuales 64 millones son trabajadores y, de estos, el 8% se encuentra desempleado. Hoy, solo el 61.3% tiene puesto asignado. El índice de 1992 era del 64%. Mientras en Europa la distancia entre los más ricos y los más pobres es de 1 a 9, en Brasil es de 1 a 30. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas, IBGE (Pnad v99), la participación del 10% más rico en la renta nacional es de 45.7%. Del 10% más pobre, 1%. Nuestro salario mínimo es uno de los menores de América Latina, inferior al de Argentina, Paraguay, Uruguay y Chile. En Brasil, el 19.9% de la población tiene una renta familiar mensual per cápita de, al máximo, 1/2 salario mínimo; el 21.9%, hasta 1 salario mínimo; y apenas el 9.8% gana más de 5 salarios mínimos. La pobreza que afecta a 52 millones de brasileños, sumada a la miseria de más de 35 millones, no es culpa de la indolencia de nuestro pueblo, ni del clima tropical del país o de nuestra poca inteligencia o cultura. Es culpa de una historia que insiste en mantener a Brasil como una nación periférica, dependiente e, internamente, excluyente. Nuestros gobiernos jamás promovieron la reforma agraria, aunque el territorio tenga dimensiones continentales, con 600 millones de hectáreas cultivables. Incluso considerando que, hoy, la zona rural abriga apenas al 20% de la población brasileña, es la agricultura la que más emplea mano de obra, cerca del 23%, muy por encima de la industria de transformación, que cayó del 28% al 12%, y un poco por encima de los servicios, con 20% de la población económicamente activa. Basta decir que el 1% de los propietarios rurales es dueño del 44% de las tierras del país. Y según la Tv Globo, los alimentos desperdiciados entre el punto final de la cosecha y el mercado de consumo darían para abastecer a los 35 millones de brasileños más pobres. El gobierno federal no tiene una política agrícola satisfactoria y promueve, a mi modo de ver, una política equivocada de privatizaciones, como fue el caso de las telecomunicaciones que, al igual que la compañía aérea Vasp, se deterioraron mucho. Brasil se mantiene como un rehén de las imposiciones monetarias del FMI, orientadas únicamente a satisfacer a los acreedores externos. Basta decir que el presupuesto federal del 2001, con el monto de R$ 1 billón de reales, ?reservó tan solo R$ 18 mil millones para inversión y R$ 607 mil millones para pagar el servicio de la deuda pública! No defiendo el impago, pero concuerdo con Tancredo Neves que la deuda externa no puede ser pagada con la sangre del pueblo. Si al menos 1/3 de esa fortuna reservada a los acreedores fuera incrementado al rubro de las inversiones, con seguridad acabaríamos con la miseria en el país y, por tanto, reduciríamos la violencia urbana. La globalización - que prefiero calificar de "globocolonización" - exige mayor estrechamiento de relaciones comerciales entre países. Según una investigación de la periodista Vivian Osuald, publicada en O Globo (9/7/00), si un empresario brasileño importa insulina, vital para la sobrevivencia de muchos pacientes, el impuesto será del 17%, si importa perlas o diamantes, apenas 13%. Quien importa sillas de ruedas paga 15% de impuesto; quien importa alimentos para perros y gatos, 11%. Lentes de contacto y armazones de anteojos tienen un tributo de 21%; caviar, 19%. Remedios para seres humanos, 43%; para animales, 25%. La carga tributaria del Brasil equivale a 33% del PIB, una de las más altas del mundo, sobre todo considerando la baja calidad de los servicios que el gobierno ofrece. Vida y salud, inaccesible para quien no dispone de un plan privado. Según el Ministerio de Salud, solo el 35,5% de los trabajadores tiene un plan de salud. Del 10% más rico, el 74.2% goza de este privilegio. Del 40% más pobre, solo el 5.2% posee un plan de salud. El papel de la empresa Dentro de esa coyuntura, ?qué significa responsabilidad social de la empresa? En primer lugar, comprometerse con proyectos que apunten a reducir las contradicciones sociales, como propone el Instituto Ethos y hacen la Fundación Abriq, la Fundación Roberto Marinho y tantas otras instituciones y empresas. Hay buenos ejemplos de empresas con responsabilidad social. Hace tiempos, fui invitado a hablar en DHL, empresa de servicios postales. Todos los empleados fueron facultados para asistir en el horario de trabajo y el vicepresidente, que me recibió, enfatizó en público la preocupación de elevar el nivel de conciencia ciudadana, mostrándose indignado con la falta de reacción de los habitantes de Sao Paulo frente a un alcalde acusado de corrupción. Como la DHL, crece el número de empresas que invierten en la ciudadanía de sus cuadros, ampliando el nivel de cultura y de consecuencia cívica. Una de ellas es el Laboratorio Aché, en el cual estuve hace poco para hablar sobre la "Crisis de la modernidad y la espiritualidad". Todos los empleados de la unidad de Guarulhos fueron invitados y el evento fue inaugurado por el empresario Victor Siaulys, que hizo una crítica contundente a las empresas, como Nike, que se expanden a costa de procedimientos que están lejos de servir de ejemplo para quien se rige por la ética. Al final del año pasado, la Ford de Brasil creó la Gerencia de Responsabilidad Social, integrada por un gerente y tres asesores. Más allá de donaciones a proyectos sociales, la empresa pasó a invertir en educación y medio ambiente. En términos concretos, la Ford apoya el programa gubernamental de la Alfabetización Solidaria (considerado aún ineficaz por entendidos); el proyecto MOVA - Movimiento de Alfabetización de Jóvenes y Adultos, monitoreado por el Sindicato de los Metalúrgicos de la ABC; el proyecto Mi Niño (Meu Guri), patrocinado por Fuerza Sindical y por el Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Paulo, y que apunta a retirar a los niños de las calles. En el área ambiental, desde 1997 existe el Premio Ford de Conservación Ambiental y, ahora, la empresa invierte en estudios de desarrollo sustentable en áreas como Mata Atlántica, Pantanal, Cerrado y el Bosque Amazónico. Por razones éticas, la Xerox de Brasil se retiró de Espírito Santo, en febrero de este año. En carta al gobernador del estado, denunció que fue buscada por personas que ofrecían una "intermediación onerosa" para liberar financiamientos retenidos por un valor de R$20 millones de reales y suspender pagos de impuestos que, por lo demás, la empresa ya había pagado. Lamentablemente la Shell Brasil no tuvo igual procedimiento al comprobarse que contaminó el agua y el suelo del barrio Recanto dos Pássaros, en Paulínia. Demoró en asumir los exámenes de laboratorio y el tratamiento médico de los habitantes del barrio, sin que aún esté claro como serán las indemnizaciones de las víctimas de la contaminación ambiental. Ejemplos positivos en el exterior son los llamados "fondos éticos" que, en Francia, mueven en el mercado financiero cerca de US$ 285 millones de dólares por año. Son seleccionadas empresas que potencialmente traerán beneficios de alcance social, sin perjudicar personas o instituciones. Para obtener recursos de ese fondo se exige alta rentabilidad e impecables políticas laborales y ambientales. Brasil tal vez sea el país del mundo con mayor número de movimientos sociales. Todos ellos, desde los que actúan junto a los sin tierra o sin techo, a los que se empeñan en temas ecológicos, necesitan de acuerdos con empresas. Eso traería beneficios para ambos lados. Pero, para que se haga realidad, se hace necesario romper tabúes y prejuicios y dar un paso en la dirección del otro. Una cosa es cierta: el Proyecto Brasil, de una nación justa, libre, solidaria y feliz, aún es una utopía. Y lo que vemos a nuestro rededor exige urgentemente que nos arremanguemos para transformar el sueño en realidad.
https://www.alainet.org/es/articulo/105146
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