Algunos conceptos feministas

31/08/1994
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El pluralismo Se fundamenta en la diversidad de actoras y de corrientes que coexisten, pues, el movimiento está compuesto por organizaciones y por mujeres de diversas procedencias sociales, políticas, económicas, etc. que se convocan con el objetivo común de combatir las desigualdades de género y las discriminaciones de toda índole. La versión pluralista del feminismo alude a la búsqueda de coexistencia sin jerarquías, sin filiaciones únicas, sin programa único. Significa la posibilidad de construir estrategias comunes aprovechando de las diversas fuentes que nutren al movimiento, confrontando las divergencias para encontrar puntos en común y ejes de lucha. La autonomía Piedra angular del movimiento feminista, la autonomía tiene que ver con una visión de lo político y de lo organizacional. Ella se refiere a la necesidad de dar contenidos y respuestas adecuadas al carácter específico de la opresión vivida por las mujeres. La autonomía organizacional es indisociable de la autodefinición política y de la necesidad de apropiarse de la formulación de estrategias. Implícitamente, el ser mujer constituye un criterio de inclusión político grupal, fundamentada en la existencia de una relación social de opresión y en la necesidad de subvertirla, sin subsumirla a otras causas (también válidas). La necesidad de revertir la situación social de las mujeres es el motivo organizativo, cuyo primer desafío ha sido crear nuevas formas de liderazgo y un poder socializado. La autonomía es también interpretada como la posibilidad de autodeterminación individual y social, como una necesidad de dignificación inherente a la ruptura con el estado de tutela en el que se ha mantenido a las mujeres en diversos campos. Algunas veces se ha asimilado, erróneamente, autonomía con autarquía femenina, con separatismo, con aislamiento y hasta con divisionismo; estos criterios presuponen que la problemática de género está desvinculada de las demás realidades sociales o que no involucran a todos los sectores. De hecho, las formas organizativas del movimiento feminista y de mujeres son abiertas y descentralizadas y, en ese sentido, pueden entrar en contradicción con cualquier forma de línea única, celosa de que el desarrollo de otros sectores disminuya su propio impacto. Reproducción y maternidad La posibilidad de engendrar y criar hijos/as es reconocida como cualidad pero también como trabajo moldeado en las relaciones patriarcales, entonces, también sujeto a cambios. La posibilidad de dar vida es vista como una opción; el derecho a la maternidad voluntaria constituye la más controvertida reivindicación del movimiento. Este derecho postula la posibilidad de humanizar la reproducción, escogiendo la maternidad o la no maternidad. Sexismo El sexismo es el fundamento ideológico que sirve a la difusión de la naturalidad de los roles atribuidos a hombres y a mujeres. El sexismo atraviesa todos los campos de la vida social: la cultura, la educación, las relaciones económicas, la afectividad, la sexualidad, el trabajo, etc.. Su identificación ha permitido concretar reivindicaciones personales, locales y globales, por ello, ha llegado a ser casi sinónimo de patriarcado o en todo caso, es el primer escalón de comprensión de ese complejo sistema social. Combatir el sexismo (en los manuales escolares, en los medios de comunicación, en la publicidad, en el mercado de trabajo) es el eje principal del movimiento feminista. Es alrededor de la lucha anti-sexista que se organizan acciones, grupos, colectivos y organizaciones. La horizontalidad La horizontalidad tiene que ver con el tipo de formas organizativas, con el liderazgo y la gestión del poder al interior del movimiento. El feminismo nació siendo eminentemente crítico de la jerarquía existente en la sociedad y en las diversas organizaciones y partidos. Desde un inicio, planteó la necesidad de inventar nuevas formas organizativas que permitieran la expresión (negada por siglos) de las mujeres y su diversidad, que legitimara todas las formas organizativas antijerárquicas, que estuviera alerta a todas las propuestas y que tuviera un funcionamiento abierto y consensual. Esta posición supone una nueva visión del liderazgo, que se lo concibe como temporal, muchas veces rotativo y dependiente del papel que tiene cada una en el grupo, más que de potencialidades personales innatas, se cree que el liderazgo es una posibilidad que todas pueden desarrollar, si se les permite la oportunidad. Sexualidad A pesar de que la práctica haya sobrepasado ampliamente a la teoría, los planteamientos sobre la sexualidad son aún frágiles y fragmentados. Mientras en la sociedad, la "libertad sexual" a la medida masculina es ampliamente admitida las mujeres se encuentran aún en la imposibilidad social de proponer colectivamente sus propios parámetros. Pero mencionaremos dos avances substanciales aportados por el feminismo en este campo, el primero, es la disociación entre reproducción y sexualidad, que ha roto con uno de los más inmutables estereotipos asignados a las mujeres y abre el terreno para nuevas conceptualizaciones de la sexualidad; y el segundo es el análisis del vínculo entre sexualidad y poder, que aborda la sexualidad insertándola en un conjunto de códigos sociales y políticos y por lo tanto sujeta a modificaciones y transformaciones contextuales, culturales e históricas. El feminismo ha develado igualmente la utilización de la sexualidad como una forma de represión, la instauración de la heterosexualidad obligatoria y del matrimonio coercitivo como única manera de realización personal para las mujeres, comienzan a ser rebatidas por las feministas (y por otros grupos sociales). Opresión y explotación Opresión y explotación son conceptos utilizados para explicar la posición social de los géneros en la estructura jerárquica patriarcal; el primero asociado a los aspectos sociales, ideológicos, culturales y políticos y el segundo a los aspectos económicos. Los dos interactúan y denotan el tipo de relación que une y separa a los géneros. Ciertas tendencias (las más conservadoras) utilizan términos como desigualdad o discriminación, que relativizan las necesidades de cambios estructurales. Para éstas, existe en la sociedad un "problema cultural" que genera la desigualdad entre hombres y mujeres, y que podría resolverse gracias a ciertos cambios educativos para todas/os y a través de la apertura de posibilidades de promoción -muchas veces elitista- para obtener la igualdad. Asimismo, diversas interpretaciones, exteriores al movimiento, han homologado el objetivo político que reivindica la igualdad de derechos con una hipótesis igualitarista entendida como una supesta búsqueda de mimetizar a los hombres. Pero las feministas no quieren ser iguales a los hombres en un sistema patriarcal, no creen en la posibilidad de liberarse siendo iguales al dominante, creen en un cambio global que transforme de fondo a mujeres y a hombres. De allí la necesidad de evidenciar las relaciones de opresión y explotación, no negarlas sino combatirlas.
https://www.alainet.org/es/articulo/104962
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