El Norte envenenado por el dardo de la xenofobia
30/06/1995
- Opinión
La masividad sin precedentes de la migración de poblaciones del Sur hacia el
Norte, pone en perspectiva un conjunto de problemáticas globales que incumben al
Norte y al Sur, pues existe un estrecho vínculo entre la "mundialización" de la
economía, la polarización de las desigualdades y el avance de los fenómenos de
exclusión social, principales generadores de la masividad del proceso
migratorio, en muchos casos encabezados por mujeres.
Así, mientras las cúpulas de las transnacionales absorben el 25% del producto
interno bruto mundial, apenas dan trabajo a menos del 1% de la población
económicamente activa en los países del Sur. No obstante, los gobiernos del Sur
cegados por la creencia de que sólo el mercado conducirá a la humanidad hacia un
mundo de bonanza, hacen desaparecer día a día las legislaciones laborales y
sociales para dar paso a las condiciones impuestas por las transnacionales y las
elites locales.
Pero, los beneficios de la "modernización" neoliberal tardan en llegar o no
llegarán nunca al Sur, un índice de ello es la previa desigualdad existente
entre los roles económicos que asigna el mercado a cada región, país y grupo
social; y más que nada la desigualdad histórica de oportunidades constitutiva de
la lógica mercantil.
Con la deslocalización industrial, por ejemplo, en muchos casos restringida
apenas a la maquila y a las zonas francas, las mujeres del Sur se ven
involucradas en engranajes laborales donde se manifiestan índices de explotación
similares a los vigentes durante la esclavitud, sin respeto del tiempo límite de
trabajo ni estabilidad laboral, sin ventajas sociales ni condiciones espaciales
salubres, sin salarios adecuados, entre otros.
La mundialización de las desigualdades, y su neta polarización, es el principal
efecto perverso del dominio del mercado a escala planetaria. Más aún, si las
contradicciones son palpables en todos los campos, es en la restricción a la
libre circulación de la mano de obra, mientras hay libertad de circulación para
mercancías y capitales, que se expresa, de manera tangible, que según la lógica
mercantil la humanidad está al servicio de la producción de bienes y del lucro,
y no el contrario.
Según la misma lógica, en América Latina y el Caribe, en flagrante contradicción
con el pretendido modernismo consumista liberal, la mayoría de personas son
afectadas por la disminución cotidiana de su poder adquisitivo, el incremento
del desempleo, el empobrecimiento, la atomización social, las crisis urbanas y
rurales, y el agotamiento de las estrategias de supervivencia en sus propios
contextos, por lo que se ven obligadas a emprender las famosas migraciones
masivas, llamadas salvajes, de trabajadoras/es hacia el Norte, pero también
entre y al interior de los países del Sur.
Para las mujeres, principales presas de la pauperización, la emigración aparece
como una posibilidad de mejorar su suerte, la de sus familias y de sus
comunidades, o de liberarse de contextos opresivos, pero, paradójicamente la
discriminación de género constituye, cada vez más, una desventaja suplementaria
para enfrentar la inmigración.
La inmigración una nueva forma de apartheid
Las cúpulas mundiales concentradas en los países del Norte, y sus respectivos
poderes nacionales, ven la inmigración como una especie de fatalidad a la que
hay que poner fin, privilegiando las medidas excluyentes.
En todos los países, sin excepción, la cuestión de la inmigración ha pasado a
generar los más vehementes debates y polarizaciones, que oscilan entre la
vulgaridad xenofóbica y racista de la extrema derecha, la complicidad
condescendiente -y a veces más que eso- de sectores del centro y de la izquierda
ligados al poder, hasta las posturas de quienes defienden incondicionalmente la
igualdad de derechos y dignidad humana.
La inmigración, principalmente la clandestina, se ha convertido en el chivo
expiatorio de todos los males que aquejan a esos países y en un anzuelo
infalible para pescar votos. Así, con el pretexto de "controlar los flujos
migratorios", se están adoptando una avalancha de medidas técnicas y proyectos
de ley xenofóbicos.
De la "lucha" contra la inmigración clandestina se está pasando al intento de
erradicación de la inmigración en general; la idea de que toda/o inmigrante es
clandestina/o y culpable hasta que haya probado lo contrario, está generando
comportamientos civiles de persecución, espionaje y delación, que llegan a poner
en peligro no sólo la seguridad de las/os inmigrantes sino la vigencia de la
democracia en esos países.
"Si el enemigo es el inmigrante clandestino y si éste pone en peligro nuestras
sociedades, por qué no recurrir al ejército para defender a la patria"(1),
sugirió en 1980 el número dos del partido socialista italiano y vice-presidente
del Consejo Claudio Martelli; desde entonces, aunque indudablemente ese no fue
propósito, las Ligas fascistas, de fundamento racista y xenofóbico, han ganado
expansión en Italia, principalmente en el norte. Luego, bajo el gobierno de
Berlusconi, se dio carta blanca a los servicios de inmigración para evitar el
ingreso a "los perezosos del sur", según palabras del jefe de las ligas en
Lombardía Umberto Bassi.
Con matices parecidos, el popular diputado belga Philipe Dewinter (VB) enfatiza
que la única solución al problema de su país es consolidar la identidad nacional
y, según él, para lograrlo "hay que tomar medidas enérgicas para arreglar la
situación de los extranjeros... Suspender el flujo, cerrando herméticamente las
fronteras, y preveer el regreso de todos los inmigrantes, sin excepción, hacia
sus países de origen". Mientras tanto, su formación política propone además: la
expulsión inmediata de todo inmigrante que cometa algún delito, la privación de
medidas sociales y, hasta, la implantación de ghettos para obtener un mayor
control(2).
En Francia, el partido socialista archivó en 1991 el proyecto de ley que
pretendía conceder el derecho al voto a las/os residentes extranjeras/os y, en
1992, en neta contradicción con la Constitución francesa, autorizó el secuestro
de extranjeras/os en la zona internacional durante veinte días sin ningún
control judicial.
En 1993 el Presidente socialista François Mitterand luego de afirmar que "el
nivel de tolerancia se había colmado desde los años 70" adoptó un conjunto de
medidas que implican la presunción de culpa a todos los extranjeros, al tiempo
que anunció "una mayor firmeza" frente a la inmigración clandestina, pues como
añadió su Primer ministro, también socialista, "Francia no puede recibir toda la
miseria del mundo"; bajo esos criterios, las modificaciones del código de la
nacionalidad limitan el principio de la unificación familiar y subordinan el
permiso de estadía a la regularidad de la entrada; así la maternidad, paternidad
o matrimonio dejan de ser criterios de admisibilidad para la residencia.
Para evitar el "cohecho", en 1992 el gobierno francés implantó sanciones para
las compañías transportadoras que lleven hacia ese país viajeras/os sin
pasaporte o sin visa, grupo constituido en general por solicitantes de asilo o
refugio, y en diciembre de 1994 puso en vigencia una ley que amenaza con 5 años
de cárcel a toda persona que hubiera ayudado directa o indirectamente a
facilitar o intentar facilitar la entrada, circulación o estadía irregular de
extranjeras/os a ese país.
A nivel de la Comunidad Europea, la Convención de Schengen, firmada por
Alemania, Bélgica, España, Francia, Italia, Luxemburgo, Holanda y Portugal, en
vigencia desde marzo 1995, que establece reglas conjuntas de entrada para "no
comunitarios", así como condiciones de su circulación al interior del "gran
espacio europeo", cimienta sus acciones comunes en la elaboración de un banco de
datos policial de "indeseables". Bajo esta convención quienes han sido objeto
de rechazo por uno de esos países lo son automáticamente por los otros,
principio que vulnera el derecho a circular libremente, parte de los derechos y
garantías fundamentales del ser humano.
La Unión Europea, sobre una población global de 343 millones de habitantes,
abriga a 6.4 millones de extranjeras/os, apenas el 2.74% de la población, sin
embargo, bajo el argumento de una sobrepoblación de extranjeras/os se está
justificando la creación de los campos para inmigrantes ilegales, sobre todo en
la Europa mediterránea, rubro en el que se incluye también a solicitantes de
refugio. Mencionamos a título de ejemplo la precaridad de los campos de
Vintimille y Lyon en Francia, casos que han salido a la luz pública.
Pero, la expresión racista y xenofóbica en Europa no es una novedad, en la
historia contemporánea ella estuvo al origen del triunfo del nacional socialismo
alemán (1938-42). De la misma manera, la creencia de la supremacía de la etnia
blanca sirvió de justificativo para el mayor genocidio conocido por la
humanidad: el de las "gestas coloniales" europeas en América (despuntadas en
1492) y, más recientemente del apartheid sudafricano. Las lógicas de exclusión,
principalmente contra la inmigración del Sur, han vuelto a inflamar en Europa la
antorcha de la extrema derecha ¿hasta donde irán sus consecuencias?.
Ofensiva unilateral
Contrariamente a la voluntad expansionista que motivó las "migraciones"
colonizadoras cometidas por Europa en el Sur, las migraciones de sureñas/os
hacia el Norte se realizan individualmente y en situaciones de desventaja de
poder. Pero en Europa la palabra "invasión" se ha puesto de moda y con ello la
figura del inmigrante=invasor=agresor, que sirve de trama para defender las
políticas de exclusión, las expulsiones masivas y hasta los asesinatos.
Cientos de maghrebinas/os han sido víctimas de crímenes racistas en Francia, de
turcas/os en Alemania, de latinoamericanas/os en España, entre otras/os, pero la
impunidad que caracteriza a esos crímenes no sólo permite que algunos poderes
locales se atribuyan mandatos que corresponden a las autoridades migratorias
sino que ciertos sectores políticos o la población en general se otorguen el
poder de perseguir y sancionar a las/os inmigrantes, ilegales o no.
El activismo xenofóbico ha vuelto y con él la visión que convierte a toda/o
inmigrante en sospechosa/o. No obstante, como lo señala el analista Samir Naïr,
en el caso de la inmigración, "la víctima no representa una amenaza real y el
agresor lo sabe. Ella está vencida de antemano porque no dispone ni de la
posibilidad de regresar a su país de origen ni la posibilidad de defenderse
apoyándose en el derecho"(3), y cada vez menos si se contempla la ofensiva de
medidas técnicas y modificaciones legales vigentes en todos los países.
Así, las lógicas que fundamentan la ofensiva contra la inmigración son parte del
remozamiento de las viejas formas de segregación, existentes desde la época
colonial, que delinean un mundo a la imagen de una pirámide, en cuya cúspide se
encuentra la minúscula elite transnacional, el poder tecnológico, industrial y,
sobre todo, financiero y en la base inferior una masa conformada por la mayoría
de la población mundial, principalmente del Sur, lo que, como lo visualiza la
economista Susan Georges(4), configura las estructuras de un apartheid
planetario.
Según esa estructura, mientras las elites mercantiles lo computan todo a escala
mundial, los principios de una ciudadanía planetaria están muy lejos de ser
aplicados, más bien para las poblaciones pobres, ya discriminadas en sus países,
se ha abierto un mundo en el que se multiplican los actores y los factores de
relegamiento.
Una inmigración con "clase"
El sesgo segregacionista de la lucha contra la inmigración se expresa también en
las políticas de selectividad, pues cuando de
inversiones se trata no sólo las fronteras permanecen abiertas sino que según
sus necesidades los países del Norte incentivan la llegada de inmigrantes del
Sur con capitales o formación profesional en las áreas requeridas por ellos. En
los Estados Unidos, por ejemplo, en 1991, al mismo tiempo que se vedaba el
ingreso terrestre a través de sus fronteras con México, el Senado propuso la
atribución anual de 150.000 visas de inmigración suplementarias a extranjeros
que, sin tener familias en ese país, estarían dotados de sólidos diplomas o
cuentas bancarias.
Otro proyecto depositado en la Cámara de Representantes, incrementó a 630.000
las visas anuales para los extranjeros instruidos, inversionistas del Sur y sus
familias. Por su parte los gobiernos del Sur, a pesar de que la fuga de
cerebros y de capitales afectan directamente sus propios intereses internos,
permanecen demasiando vulnerables a las presiones políticas del Norte y de las
transnacionales para actuar como Estados de derecho y reclamar una mejor suerte
para ellos mismos, menos aún para sus emigrantes; en consecuencia se han
mantenido tan distantes de la defensa de sus emigrantes que tener la calidad de
inmigrante, sobretodo ilegal, suena casi a adquirir la calidad de apátrida.
Mientras tanto, la defensa asumida por las organizaciones de las/os propias/os
interesadas/os, las/os inmigrantes, son recientes y en muchos casos aún
frágiles, su carácter es en general humanitario o social, de ayuda a
compatriotas o coterráneas/os, de carácter deportivo o cívico; en general, las
acciones públicas o políticas han sido defensivas y los espacios de definición
de una participación directa a la formulación de políticas son aún aislados o
embrionarios.
Tanto tienes, tanto vales...
Siguiendo la lógica mercantil dominante se han creado compañías, redes
comerciales y corporaciones, muchas veces legales, de importación de inmigrantes
clandestinas/os. El negocio es prometedor ya que sólo en Estados Unidos el 50%
de inmigrantes ilegales (1,5 millones) lo han hecho gracias a una "asistencia
remunerada", cuyos costos individuales varían entre los 100 y 40.000 dólares,
según la solvencia económica, la distancia y el origen del/la solicitante.
Se estima que las mujeres son las principales usuarias de estos servicios, pues
además de quienes buscan directamente asistencia para emigrar están aquellas que
son solicitadas por los promotores de estos servicios y, en algunos casos,
enroladas en sendos mecanismos de tráfico y comercio con mujeres.
En estas redes de "inmigración", siguiendo "pautas de segregación étnica y
socio-económica, las mujeres pasan a ser comercializadas al igual que cualquier
producto, se seleccionan, se exportan, se alquilan, se venden mujeres y niñas
según criterios definidos en el juego de la oferta y la demanda. Este mercado
tiene principalmente dos vertientes:
"-La exportación y venta de mujeres y niñas para el trabajo doméstico privado y
sus derivados -que por lo general incluye también servicios sexuales-.
"- El trabajo sexual propiamente dicho, que incluye la exportación, tráfico,
venta, alquiler de mujeres y niñas para efectuar trabajos sexuales de diversa
índole.
"Además, en muchos casos las funciones domésticas y sexuales son indisociables,
tal es el caso de la venta de novias por catálogo, donde se venden mujeres
caribeñas y latinoamericanas para casarse con hombres -particularmente
agricultores- europeos y asumir las responsabilidades productivas y sexuales
consideradas como inherentes a dicha función... El costo aproximativo de la
venta de novias es de $5.000 dólares, de los cuales, las mujeres reciben
raramente un porcentaje mínimo que sirve para reembolsar los gastos del viaje.
Ellas terminan frecuentemente secuestradas y abusadas en tierra extranjera,
muchas veces sin entender el idioma y creyéndose culpables de su suerte"(5).
Pero, además del carácter ignominioso de esos tráficos, una cuestión se plantea:
los atributos laborales de las mujeres del Sur se circuscriben cada vez más a
sus atributos físicos. En Japón, por ejemplo, el 80% de las mujeres inmigrantes
trabajan en los bares y clubes privados, independientemente de su calificación
profesional o aptitud para ejercer otras profesiones.
Asimismo, los índices japoneses muestran una significativa modificación de la
relación laboral de hombres y mujeres clandestinos/as, pues si hasta 1.987 los
sectores laborales marginales estaban copados por mujeres, ahora son los hombres
inmigrantes quienes trabajan en las áreas desertadas por los/as nacionales. Y,
aunque no existe un registro oficial de la movilidad laboral de género en el
mercado informal, sobre todo en el mercado del sexo y el entretenimiento, se
estima que esos índices son también aplicables para Europa.
Sin duda, hay mujeres para quienes la emigración ha significado una posibilidad
real de sacar adelante, sobre todo materialmente, a sus familias y/o adquirir
los bienes soñados en sus países de origen, también hay algunas que
excepcionalmente han logrado alguna promoción profesional, pero la mayoría no.
Casi todas las mujeres inmigrantes en el Norte viven para trabajar y no el
contrario y se gastan los días añorando un retorno que casi nunca llega.
Las incertidumbres del refugio y el asilo
Las restricciones impuestas a la inmigración han conducido directamente a la
disminución de admisiones por asilo o refugio, pues los servicios de frontera,
según las nuevas medidas técnicas adoptadas por los países, tienen el mandato de
hacer extensiva la sospecha de ilegalidad a esta categoría de personas y de
reducir la demanda de inmigración reduciendo las admisiones de asilo.
Según la Convención de Ginebra (1961) el asilo esta restringido a la persecución
personal o riesgo para la vida suscitado por la violencia de Estado -las
situaciones de guerra no justifican por si solas un pedido de asilo-, siempre y
cuando se pueda sustentarlas con pruebas "validas", las mismas que en la mayoría
de los casos son imposibles de obtener pues ¿cómo conseguir un certificado de
arresto arbitrario o de tortura?.
Y, aún con pruebas de persecución, en casos de represión comprobados por la
comunidad internacional, los trámites para la obtención de refugio duran en
promedio por lo menos 1 año.
Pero, independientemente del tiempo que tome el trámite, las/os solicitantes
tienen que, además de entregar las pruebas requeridas, expresarse rápido, claro,
por escrito y oralmente, lo que en el caso de las mujeres, muchas veces
iletradas, dificulta hasta el examen de los casos, pues la mayoría de ellas
vienen huyendo de situaciones traumáticas de violencia armada o de represión,
donde la violación es invariablemente un componente, cuyas secuelas no son
consideradas como argumentos validos para extender el tiempo de la dotación de
pruebas y menos aún para la atribución de refugio.
En Francia, por ejemplo, apenas 25% de solicitantes de asilo logran obtener una
cita para explicar su caso ante un funcionario y más o menos el 90% de casos
obtienen respuesta negativa. En 1994 de 2.385 argelinas/os que solicitaron
asilo político sólo lo obtuvieron 18. En términos generales 8 de cada 10 casos
son rechazados.
En la mayoría de países las personas refugiadas reciben un subsidio
insignificante y la prohibición de trabajar, y aunque en algunos casos, mientras
se realizan los trámites, tienen permisos provisionales de trabajo, la
suspensión de dicho permiso y hasta la deportación puede llegar en cualquier
momento.
El derecho de asilo fue concebido en los años cincuenta, con ocasión de la
guerra fría, a la atención de los/as disidentes del este europeo, en 1961 su
aplicación se amplió según la Convención de Ginebra, pero no contempló, y aún no
contempla, las diversas circunstancias provocadas por la multiplicación de
conflictos armados o por las consecuencias de la guerra de baja intensidad que
han provocado el desplazamiento de millones de personas e incrementado las
demandas de refugio y asilo.
Tampoco contempló la posibilidad de que las víctimas de los desequilibrios
Norte/Sur, que huyen de la pobreza podrían reclamar el refugio, pero "los pobres
se han autorizado el derecho de acudir al derecho de asilo, porque sufren de la
miseria y no pueden, salvo excepción, pretender al reconocimiento de esta forma
de persecución"(6), pero el momento es desfavorable para ellas/os y el recurso
al refugio ya ni siquiera alcanza para las víctimas de persecución política o de
represión.
(1) Avenimenti, Roma, 18 de abril 1980.
(2) Frederic Larsen, "En Belgique l'extrême droite s'installe dans les
coulisses du pouvoir" Le Monde Diplomatique, Paris, fev. 92.
(3) Samir Naïr, Le regard des vainqueurs: essai sur l'usage de l'immigration
en temps de crise, Grasset, Paris, 1992.
(4) Susan George, L'effet boomerang, La Découverte, Paris, 1992.
(5) Irene León, "Comercialización y venta de mujeres, SE Mujeres ALAI No. 2,
Quito, Septiembre 1994.
(6) Jean Pierre Alaux, "Plus d'asile pour ceux qui fuient guerres et miséres"
Le Monde diplomatique, Paris, agosto 91.
* Este documento es parte de "Latinoamericanas en Europa: desilución en la tierra prometida", serie Aportes para el Debate
No. 3.
https://www.alainet.org/es/articulo/104948
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