Salidas al final del túnel
11/07/2000
- Opinión
Entrevista con François Houtart:
Las salidas al final del túnel
Eduardo Tamayo G.
Ginebra
Uno de los argumentos que más han difundido los partidarios del
fundamentalismo neoliberal es que, luego del derrumbe del
socialismo real de Europa del Este, no hay alternativas posibles
frente a la economía y la sociedad de mercado. Estos últimos
son presentados como "el orden natural", que ha de regir las
relaciones humanas por los siglos de los siglos. Sin embargo,
sus efectos sociales y ecológicos son tan catastróficos que en
los últimos años hay una proliferación de críticas al modelo,
provenientes de distintas corrientes de pensamiento, que no
siempre están acompañadas con propuestas creíbles y
fundamentadas.
Precisamente, para suplir esta limitación trabaja el sociólogo
belga François Houtart, que, junto con el egipcio Samir Amín, el
mexicano Pablo González Casanova y otros intelectuales impulsa,
desde 1996, el Foro Mundial de las Alternativas.
François Houtart tiene una larga trayectoria como escritor y
conferencista. Últimamente ha coeditado el libro El otro Davos
(1999), una crítica -acompañada con proposiciones sociales
alternativas- al Foro de Davos, que concentra, a comienzos de
cada año, en la exclusiva estación invernal suiza de Davos, a
representantes de los poderes mundiales para analizar y definir
estrategias de la economía mundial.
P. Queremos que nos hable de las alternativas al
neoliberalismo, pero antes ¿Podría señalarnos en qué fase se
encuentra éste en el mundo?
R. Hay un poco de todo, está en una etapa de fuerza, porque
prácticamente esa es, sin duda, la orientación de los grandes
poderes económicos del mundo actual, en este sentido tienen una
fuerza real. Al mismo tiempo, tiene elementos de flojera,
elementos objetivos, económicos, en la perspectiva de que ellos
ven dos cosas: primero que hay un peligro real con la dominación
del capital financiero, y varios de ellos empiezan a pensar que
eso es peligroso para el sistema, para el capitalismo, no
solamente para la humanidad sino para el capitalismo, y que si
no se encuentran soluciones para evitar que la burbuja
financiera continúe creciendo, hay el peligro de que las crisis
financieras afecten realmente a todo el sistema.
Otro tema de preocupación es lo que el director de la
Organización Internacional del Trabajo, Juan Somavía, dice: que
Copenhague (Cumbre Social 1995) es un fracaso, es decir que la
lucha contra la pobreza, dentro del sistema, ha fracasado. En
este sentido, en el mundo neoliberal, existe cierta inquietud de
ver que la pobreza, que afecta a un gran número de personas, es
peligrosa, a largo plazo, para el sistema, porque podría ser el
origen de movimientos y de reacciones, y que, así como el Banco
Mundial lo ha hecho desde hace 15 años, se debe encontrar
programas de lucha contra la pobreza.
P. ¿ Esto de darle "rostro humano al neoliberalismo" propuesto
por el Banco Mundial y otros organismos es una alternativa
viable, creíble?
R. De ninguna manera, estuve en el Banco Mundial y en el Fondo
Monetario Internacional en Washington, he pasado 4 horas con
Michael Camdessus. Se ve, por una parte, que hay un cambio de
lenguaje, no digo que no haya cierta preocupación de algunas
personas, pero evidentemente se proponen programas de lucha
contra la pobreza al mismo tiempo que se continúan políticas que
construyen la pobreza. Es la contradicción fundamental, porque
en todo lo que hacen y proponen hay un dogma que no se puede
poner en peligro: es el dogma de la economía capitalista. El
problema es que se dan cuenta que hay un peligro social, pero no
quieren admitir que hay una vinculación entre este peligro
social y el tipo de políticas que hacen. Y así construyen un
doble lenguaje: por una parte un lenguaje extremadamente
dogmático en el plano económico y un lenguaje más o menos
humanista en el plano de cómo resolver los problemas de la
pobreza.
P. ¿Frente a las políticas neoliberales, cuales son las
alternativas que surgen o están surgiendo en la sociedad civil
mundial?
R. No basta con decir que debemos suprimir el sistema y
destruir su lógica, porque evidentemente el argumento de los
otros es siempre listo: en el socialismo del Este europeo se ha
tratado de encontrar alternativas, ha sido un fracaso, en
conclusión, dicen, no hay alternativas a la economía de mercado.
Así, el problema para nosotros es encontrar alternativas y ver
cuáles son éstas. Y no es un trabajo fácil, porque transitar
del fracaso del socialismo real a otro modo de organizar la
economía es un proceso largo que no se puede realizar con solo
una revolución política, de un día a otro. El capitalismo ha
tomado más de 400 años para construir sus bases materiales (la
división del trabajo, la industrialización, etc.) que permiten
su reproducción; como lo ha dicho el autor francés Maurice
Godelier, el drama del socialismo es que ha debido caminar con
las piernas del capitalismo. Es un cambio tan fundamental,
económico, político, cultural, que no se lo puede hacer de un
día para el otro, así debemos saber que la lucha que estamos
haciendo es una lucha para varias generaciones.
P. Sin embargo, ¿por dónde comenzar?
R. El primer paso es deslegitimar el sistema. Y deslegitimarlo
no solo desde el punto de vista ético por los abusos y las
consecuencias sociales terribles del capitalismo mundial, porque
sino bastaría convertir los corazones de los capitalistas para
cambiar las cosas. Debemos deslegitimar al capitalismo por
razones económicas, porque el sistema es el peor, el más
ineficaz, económicamente hablando, que jamás la historia de la
humanidad ha tenido. Si la economía es ganar dinero,
evidentemente el sistema capitalista es, tal vez, el mejor, el
más eficaz, pero si la economía es la actividad humana destinada
a asegurar la base material, la vida física y cultural de todos
los seres humanos en todo el mundo, el sistema capitalista es el
más ineficaz que jamás hemos conocido, con la mitad de la
humanidad fuera del circuito de las finanzas, y con más de 1200
millones de personas que viven con menos de un dólar al día. En
este aspecto, se constata el fracaso de la Cumbre de Copenhague
de 1995, que había tratado de encontrar algunas medidas dentro
del sistema, para aliviar la pobreza, con la idea de que en el
año 2015 se podría reducir a la mitad la pobreza extrema, lo que
significa aceptar que 700 millones de personas van a continuar
viviendo en la extrema pobreza dentro 20 años. Cinco años
después, el número de pobres no ha disminuido en cifras
absolutas, y, según el Banco Mundial, en el año 2008 estaremos
iguales.
Deslegimitar al sistema es fundamental porque la ideología
dominante es compartida por mucha gente del pueblo, que a menudo
piensa que si el mercado es una cosa natural no podemos luchar
contra el mercado. Mostrar que las leyes del mercado no
permiten resolver los problemas de la humanidad es muy
importante para cambiar la opinión pública. Siempre me acuerdo
de la experiencia de Vietnam, en la que las iglesias, los
intelectuales y los sindicatos de Estados Unidos jugaron un
papel importante -aunque no el principal, porque lo fundamental
fue la lucha del pueblo vietnamita- para terminar con la guerra.
Ahora debemos construir el futuro, y por eso mismo debemos
pensar en tres niveles: a largo, mediano y corto plazo. El
primer nivel es el de la utopía: no en el sentido de la cosa
imposible, sino ubicando qué tipo de sociedad queremos, una
utopía necesaria, que puede ser el motor de la acción. La
utopía no viene del cielo, debe ser colectivamente construida,
no queremos una utopía hecha desde arriba, debemos traducir esta
utopía en términos concretos, lo que significa una sociedad
participativa, democrática, en el sentido fundamental de la
palabra, donde la economía provee a todos la posibilidad de
vivir como seres humanos, etc. Debemos trabajar juntos en la
definición de esta utopía que ya existe, por lo menos en
términos latentes, y que ya se expresa en varias formas, pero
que es necesario definirla.
Un segundo nivel de alternativas a mediano plazo tiene que ver
con lo que políticamente podemos tener como objetivo de una
acción. Por ejemplo, el de construir una pluralidad económica.
Ahora hay un polo económico dominante, frente a ello se podría
desarrollar más el MERCUSUR, la Comunidad Europea, el Sur de
Africa, etc. Aunque, por el momento, todos actúan en una
perspectiva más o menos neoliberal, pueden desarrollarse como
polos frente a la unipolaridad, y pueden evolucionar hacia otro
tipo de globalización, colocando a las regiones del mundo en
otro tipo de globalización, y desarrollando pensamientos nuevos
para responder a las necesidades de la población de sus
regiones. Esto es totalmente contrario al Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (Estados Unidos, México y Canadá)
que es una absorción de la economía del Norte, o al ALCA, con
toda la estrategia norteamericana de discutir con cada país
individualmente pero no con los grupos.
A mediano plazo, igualmente, podemos pensar en alternativas no
solo en el tema económico sino en los campos ecológicos,
culturales, etc. y elaborar objetivos que pueden conducir a
alternativas.
P. ¿Cuál sería el nivel de corto plazo?
R. Tenemos muchas propuestas, como la tasa Tobin, que entra,
fundamentalmente, en una perspectiva de regulación. No podemos
pensar que vamos a cambiar el modelo de producción de un día a
otro, la idea de regulaciones no solo es aceptada por los que
quieren cambiar el sistema sino por los que quieren salvarlo,
esto es así de ambiguo.
Estos tres niveles pueden ser pensados en dos líneas
fundamentales: la primera en una línea neo-keynesiana, como se
recordará el Keynesianismo fue la doctrina del economista
británico John Keynes (1883-1946) que propugnaba dar al Estado
más iniciativa para evitar las crisis y a la clase trabajadora
mayor participación en los resultados de la economía, haciendo
del Estado el garante de los pactos sociales. Eso significaba
una política de regulación pero sin tocar el sistema
capitalista, una humanización del sistema que ha tenido
resultado positivos, seguramente, pero que también ha salvado al
sistema.
Y lo que vemos ahora en el plano internacional y en los planos
nacionales, y aún en el Foro de Davos, son propuestas de este
tipo, frente al fracaso social del neoliberalismo. Es la teoría
de una gran parte de la socialdemocracia europea, especialmente
la que está más a la derecha como la de Tony Blair, y de
Clinton, que propone algunas medidas de regulación que pueden
aliviar un poco la situación de ciertos grupos, los más
vulnerables, pero que no tocan lo esencial del sistema
capitalista.
Por otra parte hay una perspectiva que llamo, tal vez por
razones diplomáticas, post-capitalista que dice que es la lógica
misma de toda la organización económica del capitalismo la que
está en cuestión, porque esta lógica necesariamente crea las
desigualdades, crea la competitividad absoluta, crea las
injusticias sociales, como parte del sistema, dentro de su
sistema, y creo que debemos llegar a transformar toda esta
lógica de la economía para que no sea un economía del provecho
sino una economía de las necesidades.
Utilizo la palabra post-capitalista para mostrar que la
diferencia con el neo-keynesianismo es el objetivo de
transformar al sistema capitalista fundamentalmente. Ahora, en
la acción inmediata, los dos pueden actuar juntos, por ejemplo,
sobre alternativas a corto plazo, como la tasa Tobin, los dos
pueden pensar que es una cosa buena, pero dentro de una
filosofía totalmente distinta: Los unos para humanizar el
sistema, y los otros, como un primer paso, para cambiarlo.
Las salidas al final del túnel
Eduardo Tamayo G.
Ginebra
Uno de los argumentos que más han difundido los partidarios del
fundamentalismo neoliberal es que, luego del derrumbe del
socialismo real de Europa del Este, no hay alternativas posibles
frente a la economía y la sociedad de mercado. Estos últimos
son presentados como "el orden natural", que ha de regir las
relaciones humanas por los siglos de los siglos. Sin embargo,
sus efectos sociales y ecológicos son tan catastróficos que en
los últimos años hay una proliferación de críticas al modelo,
provenientes de distintas corrientes de pensamiento, que no
siempre están acompañadas con propuestas creíbles y
fundamentadas.
Precisamente, para suplir esta limitación trabaja el sociólogo
belga François Houtart, que, junto con el egipcio Samir Amín, el
mexicano Pablo González Casanova y otros intelectuales impulsa,
desde 1996, el Foro Mundial de las Alternativas.
François Houtart tiene una larga trayectoria como escritor y
conferencista. Últimamente ha coeditado el libro El otro Davos
(1999), una crítica -acompañada con proposiciones sociales
alternativas- al Foro de Davos, que concentra, a comienzos de
cada año, en la exclusiva estación invernal suiza de Davos, a
representantes de los poderes mundiales para analizar y definir
estrategias de la economía mundial.
P. Queremos que nos hable de las alternativas al
neoliberalismo, pero antes ¿Podría señalarnos en qué fase se
encuentra éste en el mundo?
R. Hay un poco de todo, está en una etapa de fuerza, porque
prácticamente esa es, sin duda, la orientación de los grandes
poderes económicos del mundo actual, en este sentido tienen una
fuerza real. Al mismo tiempo, tiene elementos de flojera,
elementos objetivos, económicos, en la perspectiva de que ellos
ven dos cosas: primero que hay un peligro real con la dominación
del capital financiero, y varios de ellos empiezan a pensar que
eso es peligroso para el sistema, para el capitalismo, no
solamente para la humanidad sino para el capitalismo, y que si
no se encuentran soluciones para evitar que la burbuja
financiera continúe creciendo, hay el peligro de que las crisis
financieras afecten realmente a todo el sistema.
Otro tema de preocupación es lo que el director de la
Organización Internacional del Trabajo, Juan Somavía, dice: que
Copenhague (Cumbre Social 1995) es un fracaso, es decir que la
lucha contra la pobreza, dentro del sistema, ha fracasado. En
este sentido, en el mundo neoliberal, existe cierta inquietud de
ver que la pobreza, que afecta a un gran número de personas, es
peligrosa, a largo plazo, para el sistema, porque podría ser el
origen de movimientos y de reacciones, y que, así como el Banco
Mundial lo ha hecho desde hace 15 años, se debe encontrar
programas de lucha contra la pobreza.
P. ¿ Esto de darle "rostro humano al neoliberalismo" propuesto
por el Banco Mundial y otros organismos es una alternativa
viable, creíble?
R. De ninguna manera, estuve en el Banco Mundial y en el Fondo
Monetario Internacional en Washington, he pasado 4 horas con
Michael Camdessus. Se ve, por una parte, que hay un cambio de
lenguaje, no digo que no haya cierta preocupación de algunas
personas, pero evidentemente se proponen programas de lucha
contra la pobreza al mismo tiempo que se continúan políticas que
construyen la pobreza. Es la contradicción fundamental, porque
en todo lo que hacen y proponen hay un dogma que no se puede
poner en peligro: es el dogma de la economía capitalista. El
problema es que se dan cuenta que hay un peligro social, pero no
quieren admitir que hay una vinculación entre este peligro
social y el tipo de políticas que hacen. Y así construyen un
doble lenguaje: por una parte un lenguaje extremadamente
dogmático en el plano económico y un lenguaje más o menos
humanista en el plano de cómo resolver los problemas de la
pobreza.
P. ¿Frente a las políticas neoliberales, cuales son las
alternativas que surgen o están surgiendo en la sociedad civil
mundial?
R. No basta con decir que debemos suprimir el sistema y
destruir su lógica, porque evidentemente el argumento de los
otros es siempre listo: en el socialismo del Este europeo se ha
tratado de encontrar alternativas, ha sido un fracaso, en
conclusión, dicen, no hay alternativas a la economía de mercado.
Así, el problema para nosotros es encontrar alternativas y ver
cuáles son éstas. Y no es un trabajo fácil, porque transitar
del fracaso del socialismo real a otro modo de organizar la
economía es un proceso largo que no se puede realizar con solo
una revolución política, de un día a otro. El capitalismo ha
tomado más de 400 años para construir sus bases materiales (la
división del trabajo, la industrialización, etc.) que permiten
su reproducción; como lo ha dicho el autor francés Maurice
Godelier, el drama del socialismo es que ha debido caminar con
las piernas del capitalismo. Es un cambio tan fundamental,
económico, político, cultural, que no se lo puede hacer de un
día para el otro, así debemos saber que la lucha que estamos
haciendo es una lucha para varias generaciones.
P. Sin embargo, ¿por dónde comenzar?
R. El primer paso es deslegitimar el sistema. Y deslegitimarlo
no solo desde el punto de vista ético por los abusos y las
consecuencias sociales terribles del capitalismo mundial, porque
sino bastaría convertir los corazones de los capitalistas para
cambiar las cosas. Debemos deslegitimar al capitalismo por
razones económicas, porque el sistema es el peor, el más
ineficaz, económicamente hablando, que jamás la historia de la
humanidad ha tenido. Si la economía es ganar dinero,
evidentemente el sistema capitalista es, tal vez, el mejor, el
más eficaz, pero si la economía es la actividad humana destinada
a asegurar la base material, la vida física y cultural de todos
los seres humanos en todo el mundo, el sistema capitalista es el
más ineficaz que jamás hemos conocido, con la mitad de la
humanidad fuera del circuito de las finanzas, y con más de 1200
millones de personas que viven con menos de un dólar al día. En
este aspecto, se constata el fracaso de la Cumbre de Copenhague
de 1995, que había tratado de encontrar algunas medidas dentro
del sistema, para aliviar la pobreza, con la idea de que en el
año 2015 se podría reducir a la mitad la pobreza extrema, lo que
significa aceptar que 700 millones de personas van a continuar
viviendo en la extrema pobreza dentro 20 años. Cinco años
después, el número de pobres no ha disminuido en cifras
absolutas, y, según el Banco Mundial, en el año 2008 estaremos
iguales.
Deslegimitar al sistema es fundamental porque la ideología
dominante es compartida por mucha gente del pueblo, que a menudo
piensa que si el mercado es una cosa natural no podemos luchar
contra el mercado. Mostrar que las leyes del mercado no
permiten resolver los problemas de la humanidad es muy
importante para cambiar la opinión pública. Siempre me acuerdo
de la experiencia de Vietnam, en la que las iglesias, los
intelectuales y los sindicatos de Estados Unidos jugaron un
papel importante -aunque no el principal, porque lo fundamental
fue la lucha del pueblo vietnamita- para terminar con la guerra.
Ahora debemos construir el futuro, y por eso mismo debemos
pensar en tres niveles: a largo, mediano y corto plazo. El
primer nivel es el de la utopía: no en el sentido de la cosa
imposible, sino ubicando qué tipo de sociedad queremos, una
utopía necesaria, que puede ser el motor de la acción. La
utopía no viene del cielo, debe ser colectivamente construida,
no queremos una utopía hecha desde arriba, debemos traducir esta
utopía en términos concretos, lo que significa una sociedad
participativa, democrática, en el sentido fundamental de la
palabra, donde la economía provee a todos la posibilidad de
vivir como seres humanos, etc. Debemos trabajar juntos en la
definición de esta utopía que ya existe, por lo menos en
términos latentes, y que ya se expresa en varias formas, pero
que es necesario definirla.
Un segundo nivel de alternativas a mediano plazo tiene que ver
con lo que políticamente podemos tener como objetivo de una
acción. Por ejemplo, el de construir una pluralidad económica.
Ahora hay un polo económico dominante, frente a ello se podría
desarrollar más el MERCUSUR, la Comunidad Europea, el Sur de
Africa, etc. Aunque, por el momento, todos actúan en una
perspectiva más o menos neoliberal, pueden desarrollarse como
polos frente a la unipolaridad, y pueden evolucionar hacia otro
tipo de globalización, colocando a las regiones del mundo en
otro tipo de globalización, y desarrollando pensamientos nuevos
para responder a las necesidades de la población de sus
regiones. Esto es totalmente contrario al Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (Estados Unidos, México y Canadá)
que es una absorción de la economía del Norte, o al ALCA, con
toda la estrategia norteamericana de discutir con cada país
individualmente pero no con los grupos.
A mediano plazo, igualmente, podemos pensar en alternativas no
solo en el tema económico sino en los campos ecológicos,
culturales, etc. y elaborar objetivos que pueden conducir a
alternativas.
P. ¿Cuál sería el nivel de corto plazo?
R. Tenemos muchas propuestas, como la tasa Tobin, que entra,
fundamentalmente, en una perspectiva de regulación. No podemos
pensar que vamos a cambiar el modelo de producción de un día a
otro, la idea de regulaciones no solo es aceptada por los que
quieren cambiar el sistema sino por los que quieren salvarlo,
esto es así de ambiguo.
Estos tres niveles pueden ser pensados en dos líneas
fundamentales: la primera en una línea neo-keynesiana, como se
recordará el Keynesianismo fue la doctrina del economista
británico John Keynes (1883-1946) que propugnaba dar al Estado
más iniciativa para evitar las crisis y a la clase trabajadora
mayor participación en los resultados de la economía, haciendo
del Estado el garante de los pactos sociales. Eso significaba
una política de regulación pero sin tocar el sistema
capitalista, una humanización del sistema que ha tenido
resultado positivos, seguramente, pero que también ha salvado al
sistema.
Y lo que vemos ahora en el plano internacional y en los planos
nacionales, y aún en el Foro de Davos, son propuestas de este
tipo, frente al fracaso social del neoliberalismo. Es la teoría
de una gran parte de la socialdemocracia europea, especialmente
la que está más a la derecha como la de Tony Blair, y de
Clinton, que propone algunas medidas de regulación que pueden
aliviar un poco la situación de ciertos grupos, los más
vulnerables, pero que no tocan lo esencial del sistema
capitalista.
Por otra parte hay una perspectiva que llamo, tal vez por
razones diplomáticas, post-capitalista que dice que es la lógica
misma de toda la organización económica del capitalismo la que
está en cuestión, porque esta lógica necesariamente crea las
desigualdades, crea la competitividad absoluta, crea las
injusticias sociales, como parte del sistema, dentro de su
sistema, y creo que debemos llegar a transformar toda esta
lógica de la economía para que no sea un economía del provecho
sino una economía de las necesidades.
Utilizo la palabra post-capitalista para mostrar que la
diferencia con el neo-keynesianismo es el objetivo de
transformar al sistema capitalista fundamentalmente. Ahora, en
la acción inmediata, los dos pueden actuar juntos, por ejemplo,
sobre alternativas a corto plazo, como la tasa Tobin, los dos
pueden pensar que es una cosa buena, pero dentro de una
filosofía totalmente distinta: Los unos para humanizar el
sistema, y los otros, como un primer paso, para cambiarlo.
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