Desbalance del poder disminuye protección
30/06/1997
- Opinión
Hablar del SIDA se ha hecho una práctica más o menos común. Sin embargo el
tema aún es percibido como algo marginal en distintos sectores de la
sociedad. Si bien algunas campañas educativas han aumentado el nivel de
percepción de la enfermedad, en la mayoría de los casos se desconoce la
gravedad y magnitud de sus efectos. Una conciencia de riesgo más o menos
clara, al respecto, no supone necesariamente cambios en la conducta de las
personas.
Un problema de salud pública
El SIDA es un problema de salud pública y, sin embargo, los presupuestos de
salud pública y educación han sido drásticamente afectados a consecuencia
de los programas de ajuste estructural, lo que acarrea un desplazamiento de
las responsabilidades estatales hacia las obligaciones personales de las
personas afectadas. En los países de América Latina, los costos anuales de
atención por paciente con SIDA son mínimos comparados con países del Norte.
En Japón, por ejemplo, asciende a 162.000 dólares por persona; en Estados
Unidos a 32.000; y en Alemania a 24.000; en tanto que en Brasil es de
8.100; México 3.300; Chile 1.600 y Honduras 680 (FHI - USA).
Las condiciones socioeconómicas, el incremento del desempleo, la falta de
oportunidades para la juventud y el impacto de la violencia política en
diversas ciudades obligan a muchos hombres y mujeres a convertirse en
migrantes, que luego ingresan al comercio sexual en busca de recursos. La
conexión entre migración y SIDA es bastante conocida.
En la actualidad el VIH-SIDA afecta mayoritariamente a jóvenes comprendidos
entre los 19 y 30 años. Aunque en algunos países los primeros afectados
fueron casi exclusivamente varones con prácticas homo y bisexuales, hoy la
enfermedad no hace excepción alguna, el número de casos crece y se acentúan
las consecuencias sociales, políticas y económicas que conlleva.
Conductas de riesgo
Aún no se comprenden de manera suficiente los factores que hacen a los
varones vulnerables a la infección. Un comportamiento sexual que refleja
normas sociales asociadas con la masculinidad, alienta conductas de riesgo.
El consumo de alcohol contribuye directa o indirectamente a incrementar el
riesgo de contraer el VIH. Mientras, la posibilidad de elegir conductas
protegidas está limitada por factores socioeconómicos y culturales.
Muchas mujeres no se sienten amenazadas porque consideran "saber con quién
se meten". La conciencia de la posibilidad de riesgo resulta, así, frenada
por los lazos afectivos con la pareja estable, llámese ésta enamorado,
esposo o conviviente. Criterio que, en muchos casos, también es utilizado
por las trabajadoras sexuales con sus clientes.
Los hombres con prácticas bisexuales son, particularmente, inconscientes de
los riesgos de transmisión del VIH cuando establecen relaciones sexuales
con mujeres. Existen mayores conductas preventivas en grupos homosexuales y
trabajadores sexuales, que entre la población en general.
VIH y subordinación
En América Latina y el Caribe, el patrón de transmisión del Virus de
Inmunodeficiencia Humana (VIH) es básicamente sexual. La situación de
subordinación económica y social de la mujer se refleja en sus relaciones
de pareja. El desbalance de poder disminuye sus posibilidades de protección
frente al VIH y como consecuencia de ello conduce al incremento del número
de mujeres portadoras, jóvenes y niñas viviendo con VIH - SIDA. Las
involucradas en el comercio sexual han sido las más afectadas, sin embargo
los casos de infección prenatal de mujeres que no se identifican como
trabajadoras sexuales también aumenta.
Superar el desbalance de poder entre hombres y mujeres supone enfrentar el
conservadurismo, la falta de información y el irrespeto a estilos de vida
diferentes. Exige priorizar la educación de la juventud, proponiendo
cambios en las normas sociales que afectan las relaciones igualitarias
entre hombres y mujeres.
Las personas viviendo con VIH-SIDA
Los estigmas asociados a la infección por VIH-SIDA afectan a hombres y
mujeres, aunque tienen implicaciones diferentes. La transmisión del virus
de madre a niño coloca a la mujer en riesgo de discriminaciones específicas
a su género. Entre los varones, los prejuicios que asocian la enfermedad
con debilidad pueden prevenirlos a admitir la infección, o a buscar el
tratamiento necesario para las Enfermedades de Transmisión Sexual, ETS, o
cualquier otro tipo de dolencia asociada con el VIH.
Hay que promover la creación de servicios para la atención de ETS
apropiados para los diversos grupos de personas, según género y edad;
incrementar los recursos orientados a los programas de salud y educación en
general, y a los de prevención del VIH/SIDA y atención a las personas con
SIDA, en particular.
En los casos de transmisión homosexual, algunas familias niegan la
naturaleza de la enfermedad o abandonan a los afectados por temor al
contagio. Hay casos de mujeres que han sido echadas de sus casas por sus
maridos, quienes muy bien podían haber sido el medio de su infección.
Promover la solidaridad y el apoyo a las personas viviendo con SIDA, a
través del desarrollo de programas comunitarios, resulta de fundamental
importancia.
La homosexualización del SIDA
La homosexualización del SIDA y el consecuente maltrato o discriminación a
toda persona que parezca homosexual, ha sido uno de los más vergonzosos y
letales resultados de la conmoción espiritual, ideológica y social que la
aparición del SIDA ha causado en el mundo. Se hace necesario promover
campañas antidiscriminatorias globales para los diversos grupos afectados a
través de la educación y la implementación de mecanismos de difusión de los
derechos humanos; así como también la elaboración de leyes y la definición
de políticas sociales en relación con los derechos sexuales y reproductivos
de las mujeres.
*Rebeca Sevilla: Ex-secretaria general de la Asociación Internacional de
Gays y Lesbianas -ILGA-
* Este documento es parte de
La cara Socio-económica del Sida Serie Aportes para el Debate No. 5.
https://www.alainet.org/es/articulo/104801?language=en
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