Nunca más racismo, xenofobia ni intolerancia
22/05/2000
- Opinión
El racismo no es un problema que tienen los negros, ni un trauma innato de
los indígenas; la xenofobia no es una desadaptación de los y las inmigrantes
en sus nuevos contextos; como la intolerancia no es aquella de los grupos
"minorizados", que se atreven a tener sus propias creencias, modos de vida y
culturas, sino la de quienes, por lo general bajo criterios autoritarios, no
admiten la existencia de un mundo diverso, con derechos iguales para todos y
todas.
Así, tratando de subsanar las consecuencias que resultaron, principalmente,
de las "gestas" colonizadoras del pasado milenio, que se cristalizaron en
decimaciones, relegamientos, desplazamientos masivos y, más que nada, en la
creación de un mundo estructurado sobre criterios discriminatorios, la
Comunidad de Naciones ha tratado de establecer un marco de propuestas, que
incentiven la erradicación de estas incoherencias, en todas partes.
Pero, luego de tres decenios especiales (1993-2003, proclamados por la ONU
en 1993, para enfrentar las nuevas formas de racismo); de la formulación de
la "Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación
racial" (1969) y otros documentos de compromiso: para la abolición del
apartheid; del antisemitismo; de la discriminación contra los pueblos
indígenas, la ONU ha constatado que el racismo, la xenofobia y la
intolerancia continúan azotando, con más masividad que nunca, a la humanidad
y que, por lo tanto, se hacen necesarios mayores compromisos y acciones
concretas, que apunten hacia la eliminación real de estos males.
Con esas intenciones, está convocando a la "Conferencia Mundial contra el
racismo, la xenofobia y otras formas relativas de intolerancia", que se
celebrará el 2001 en Sudáfrica, cuya Reunión Preparatoria -PREPCOM- se
realizó, sin euforia ni pronunciamientos mayores, en Ginebra (Suiza) del 1
al 5 de mayo pasados.
Por un lado, fue explícito que se trata de una Conferencia de "bajo perfil",
con escasos recursos e incipientes voluntades y, por otro, la retórica
diplomática de las plenarias gubernamentales dio la impresión de que pocos
países tienen una agenda concreta, que no sea la defensiva.
Una clara demostración de esto es la falta de gobierno anfitrión para la
Reunión Preparatoria de las Américas, que fue desertada por el gobierno de
Brasil, a pocos meses de su celebración (noviembre 2000), de cuyas
consecuencias nadie se disputa la herencia, dejando presumir que, a lo
interno, todos -como lo demostró el caso de Brasil- tienen cuentas por
rendir y poca voluntad política de buscar salidas concretas.
Vivamente la sociedad civil
En ese contexto, todos están apelando al comprometimiento de la "sociedad
civil", como si históricamente ésta no hubiera sido la principal gestora de
los cambios que se han realizado en estos temas, la que luchó por la
abolición de la esclavitud, del apartheid, del relegamiento de los pueblos
indígenas y negros, y que es la misma que ahora levanta su voz para que el
racismo y la xenofobia no duelan nunca más.
Pero, ésta también tuvo dificultades al articularse en ese entorno.
Convocada a una reunión especial por la Comisión de Organismos no
Gubernamentales de la ONU -CONGO-, sin la participación de representantes de
los movimientos de afectados/as por el racismo, sucumbió a la improvisación.
Sin embargo, resultó novedoso el espacio de organizaciones de las Américas,
de polo a polo, que permitió el intercambio entre discriminados/as del Norte
y del Sur y la identificación de algunos puntos de agenda común: los
derechos de los pueblos indígenas y afro-americanos; la descolonización; los
derechos de la diáspora; como también algunos criterios para iniciar el
proceso de organización de las Américas: el enfoque de género y diversidad;
la participación de los movimientos, toda vez que, por múltiples razones, la
mayoría de ellos no fueron a Ginebra y que corresponde desarrollar procesos
locales, subregionales y continentales, in situ.
Esto último, sentó un precedente que, de alguna manera, rompe con el
prejuicio de que el racismo, la xenofobia y la intolerancia son un asunto
que sólo atañe a indígenas, afro-americanos/as e inmigrantes, para transitar
hacia una visión de compromisos que apunten a afirmar que la humanidad somos
todos y todas y que, por lo tanto, la construcción de nuevas mentalidades y
enfoques de vida comprometen al conjunto.
Una cuestión de derechos humanos
Con el afán de ubicar las problemáticas relativas a la Conferencia en el
marco de la universalidad y la interdependencia de los derechos humanos, se
ha confiado el liderazgo de la Conferencia a la Alta Comisionada de Derechos
Humanos, Mary Robinson, quien ha hecho un llamado para que gobiernos,
Organismos No Gubernamentales, especialmente el movimiento de derechos
humanos, y diversas instituciones, se avoquen a promover los temas de la
Conferencia y suscitar iniciativas en todos los contextos.
También las Comisiones Especializadas, han emitido algunos informes, sobre
derechos económicos, sociales y culturales; el racismo contemporáneo; la
inmigración, y otros, que señalan la importancia de priorizar estas
problemáticas en la agenda global actual, como requisito para garantizar la
paz, pues de estos documentos se desprende que la violencia relativa a estos
problemas no sólo es uno de los problemas de mayor masividad, sino que es el
pretexto para enfrentamientos locales y hasta bélicos.
Pero, una vez más, las aserciones, y hasta los apuntes radicales a veces, de
informes y discursos, así como la propia convocatoria de la Conferencia,
chocan con una realidad de casi indiferencia de la mayoría de gobiernos,
quienes a un año de la Conferencia poco o nada han hecho para visibilizar
propuestas, planes de acción locales y priorizar recursos para enfrentar el
racismo estructural, que más bien tiene índices ascendentes en el mundo
entero.
Lo mismo ocurre con la xenofobia, pues los mismos gobiernos que en marzo
pasado, en el marco de la Comisión de Derechos Humanos, también en Ginebra,
adoptaron una resolución para revisar y modificar las políticas migratorias
incompatibles con los derechos humanos y eliminar las prácticas
discriminatorias contra los/as inmigrantes, no sólo que continúan
reafirmándose en legislaciones discriminatorias sino que omiten el
desarrollo de medidas concretas para sancionar los crímenes xenofóbicos,
cometidos por funcionarios estatales, asociaciones civiles o individuos,
cuya ejecución, a estas alturas, no son un secreto para nadie.
No es de sorprenderse así, si uno de los puntos de mayor debate en el marco
de la Reunión Preparatoria, celebrada en Ginebra, fue aquel de la eventual
indemnización a las víctimas de racismo, que de hacerse efectiva obligaría a
todos a priorizar recursos para paliar a los innumerables daños,
individuales y colectivos, que el racismo, la intolerancia y la xenofobia,
causaron y siguen causando, para cuyas consecuencias, estructurales y
morales, no alcanzaría todo el oro del mundo.
Pero merecería cobrar, pues en un mundo donde sólo lo que cuesta vale,
visibilizar esta deuda posibilitaría modificaciones en ciertas relaciones de
poder. Mientras tanto, hay cosas que no cuestan nada o casi nada, y que son
exigibles, apuntan las ONGs, tales como la adopción de medidas internas para
la aplicación de los criterios de igualdad, establecidos en la Declaración
Universal de Derechos Humanos, y que casi todos los países contemplan en sus
Constituciones; el establecimiento de sanciones al discrimen racial y
étnico; y otros, que contribuirían a acelerar el desarrollo de culturas de
diversidad y paz, donde, al decir de las ONGs, la humanidad seamos todos y
todas.
https://www.alainet.org/es/articulo/104733
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