Para evaluar a las ONGs feministas
24/02/1999
- Opinión
El desafío de explicitar las diferencias
Si aceptamos que no hay observador neutro, que en cada mirada estamos detrás,
agazapadas, encubiertas con nuestra propia propuesta, con nuestras propias
opciones como válidas, podremos iniciar un dialogo necesario y hacer procesos
de evaluación que realmente nos sirvan para continuar haciendo feminismo.
Hoy día, quien más, quien menos, propone el diálogo y la negociación como
indispensables; sin embargo, muchas veces es sólo una formalidad que nos está
llevando a la hipocresía de entendernos sobre una superficie donde cada vez es
más difícil profundizar.
La interlocución es válida y productiva cuando logramos despejar realmente
desde dónde nos situamos, desde dónde miramos, desde dónde nos leemos
políticamente, descubriendo nuestros personajes agazapados en biografías
permeadas por una cultura del miedo y las culpas.
Quien sabe si, al despejar lo que cada una cree como válido para afectar una
cultura patriarcal, podremos realmente expresar las diferencias que tenemos y
colaborar entre nosotras. La negociación es posible en un equilibrio de
poderes e intereses claramente explicitados, ya que en el momento que se rompe
dicho equilibrio quien logra más poder hegemoniza la negociación, la
sobrevivencia de las minorías se hace imposible. Este punto es realmente
importante de entender si pretendemos una sociedad de colaboración donde las
diferencias no se transformen en desigualdades, donde la ilegitimidad de las
minorías desaparezca. No basta transitar por relaciones basadas en
sentimentalismos, la negociación y/o la tolerancia así es un no postergado.
Las evaluaciones signarán a la historia de una institución el peso de una
mirada supuestamente neutra, traspasada de un poder marcado como válido. En
el acto de evaluación hay dos actores implicados: las evaluadoras (desde el
poder) y el grupo humano a evaluar.
La evaluadora debe explicitar sus propuestas y estrategias. No basta con
compartir una perspectiva de género, pues la perspectiva de género tiene
diferentes y múltiples interpretaciones y prácticas. Por su parte, las
evaluadas actúan desde la implicancia, son parte de la historia, se la
vivieron y también la construyeron, por lo tanto también ellas tienen que
explicitar muy claramente sus estrategias transformadoras.
Hacer una evaluación desde la ambigüedad de las posiciones impide que la
evaluación cumpla su objetivo, que es establecer un diálogo en el que se
intervienen y enriquecen diferentes políticas y sus resultados.
Actualmente las evaluaciones están marcadas por las nuevas orientaciones
políticas de las agencias, que tienden a imponer sus propias estrategias y
objetivos. Estos cambios de estrategias que ha tenido la cooperación al
desarrollo han producido crisis en ONGs que han sido muy funcionales a esas
estrategias, sin que se asuma la responsabilidad por parte de quienes imponen
sus políticas cambiantes.
Con todo el peso histórico, la experiencia y la reflexión que contienen
nuestras propuestas, deberíamos tener la capacidad de legitimarlas en estos
procesos de evaluación, aunque ellas no se adscriban a las nuevas
orientaciones. Solamente así será posible establecer un diálogo fructífero
que contenga nuestra propia legitimidad y existencia. Sin esta dimensión no
hay diálogo, sólo hay imposición y una amenaza sobre la existencia: es un no
postergado.
Puntos clave para evaluar a las ONGs feministas
Actualmente, una de las características de las evaluaciones es la tendencia a
neutralizar lo rebelde de las ONGs feministas, por considerarlo un impedimento
a las nuevas estrategias que se implementan dentro de las políticas de los
consensos, de lo negociable y lo transable.
Los proyectos feministas tienen un horizonte más amplio que la derrota de las
situaciones contingentes: son proyectos rebeldes y subversivos, aparecen
marcados por los anti: anti-statu quo, anti-patriarcal, anti-neoliberal y
anti cualquier sistema político (sea éste democracia o dictadura) que
deslegitime a los diversos actores sociales que componen nuestras sociedades
latinoamericanas y en especial al feminismo.
Lo importante en las evaluaciones es descubrir los aportes y logros de las
instituciones feministas. Una evaluación hecha con cierta profundidad debe
entender los pro que contiene la historia de los proyectos que se van a
evaluar, ya que es aquí donde la "neutralidad" puede falsear los aportes de
esas instituciones. Las generalizaciones y comparaciones con otras ONGs (no
feministas) pueden llevarnos a equivocaciones, porque las ONGs feministas
tienen un horizonte muy diferente a la generalidad de las ONGs, que son parte
del sistema patriarcal al que aceptan y quieren mejorarlo, pero no cambiarlo.
Estos son puntos clave para evaluar las políticas feministas y el análisis de
las posibles estrategias que podamos tener. Sin esclarecer y explicitar
cuándo estamos validando esta cultura y tratando de funcionar dentro de ella y
cuándo estamos en la proposición del cambio y por tanto construyendo otra
cultura, no podemos ver la diferencia entre rebeldía y resentimiento.
Rebeldía es compromiso, significa propuestas de cambio; otra cosa muy distinta
es el resentimiento, éste es arribista, quiere ser lo que es otro, acceder a
los espacios negados, legitimándolos en su quehacer.
El modelo familia aparece siempre que se analiza un grupo de mujeres que
tienen que formar confianza entre ellas para constituirse en un referente
político frente a una sociedad antagónica. Referirse a la familia respecto a
las instituciones u organizaciones de mujeres (más que analizar la necesidad
de construcción de seguridad, saberes y capacidades) es lo más simple y
recurrente; sobre todo si para quien analiza la familia constituye un lugar de
seguridad y el lugar "natural" de las mujeres. Cabe preguntarse: ¿Por qué a
un grupo de mujeres que se organiza se le ve como familia, se lo analiza como
familia?.
Asumirnos en la historia es tener proyecto futuro
La libertad de borrar lo hecho no es libertad, es hacer siempre lo mismo. La
libertad es acumular lo aprendido, modificando nuestro presente desde el
conocimiento de lo aprendido. Lo contrario es la adolescencia, nunca la
madurez. Empezar de nuevo no recoge la experiencia y podemos seguir
repitiendo al infinito nuestros propios errores.
Nosotras las mujeres, con nuestra historia inscrita de represiones, tenemos
muchos miedos de nuestros conocimientos y saberes, miedo del poder que esto
significa. Pero más miedo de este conocimiento tiene el colectivo varón.
Asumir que tenemos fuerza y poder de nuestros conocimientos y declararnos en
la horizontalidad con otros conocimientos muchas veces significa confrontación
y otros retiros temporales, estratégicos. Una relación igualitaria sólo es
posible en el mutuo reconocimiento de capacidades.
Nuestras energías no son infinitas, por lo que debemos saber cuando y con
quien nos relacionamos. Mantener relaciones porfiadas que nos consumen
demasiadas energías significa estar "enganchada" en relaciones de maltrato y
por supuesto no productivas para nosotras, pero muy productivas para quienes
no quieren que avancemos. Debemos permitirnos la libertad de soltar este tipo
de relaciones y buscar alianzas donde realmente la interacción se produzca sin
transgredir ese límite de lo intransable.
Al constituirse, las ONGs feministas le han dado residencia física al
feminismo y han abierto espacios de crecimiento - tanto de conocimientos,
saberes y gestión, como una propuesta de política activa. Este gesto de
existencia ha contenido diferentes miradas o fantasías que podemos reconocer
en tendencias: una que asume este espacio como un proceso de
profesionalización, otra que busca un espacio de activismo y una tercera que
busca un espacio de desarrollo personal afectivo de mujeres. Podríamos decir
que entre estas dinámicas, no carentes de tensiones, se construye la
institución, pero el gesto es uno solo.
En uno u otro momento estas tensiones pueden expresarse en conflictos que
terminan con separaciones de personas o equipos. Sin embargo los avances de
las ONGs feministas han sido constantes, no han sido proyectos estáticos y
menos aún autorreferidos. Ellas han constituido referentes para muchas
organizaciones, tanto del Estado como de la sociedad civil.
Una evaluación deberá descubrir estas relaciones desde la óptica fina, que
considere el tiempo, las modificaciones del orden simbólico/valórico, más que
evaluar con conceptos de eficiencia objetiva, de resultados inmediatistas.
Los proyectos feministas proponen conectar a las mujeres con sus capacidades,
en ningún caso son grupos para contener y potenciar incapacidades, y miedos
que impiden el crecimiento y la profesionalización. Es muy importante que las
evaluaciones detecten tanto a los grupos y personas que han hecho rupturas,
como a los proyectos que esos grupos y personas han gestionado posteriormente.
Podrá afirmar que en general las personas separadas de instituciones, que son
funcionales a la demanda de contención de incapacidades y miedos, logran
continuar con sus propios proyectos.
https://www.alainet.org/es/articulo/104671?language=en
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