Visiones milenarias y la visión selectiva
24/01/2000
- Opinión
Noam Chomsky, el prestigioso profesor del Instituto Tecnológico de
Massachusets (MIT) reconocido como uno de los disidentes políticos más
prominentes de los Estados Unidos, fue uno de los participantes del Foro
electrónico organizado por ZNet durante el mes de enero
(http://www.zmag.org/weluser.htm) en donde presentó sus reflexiones,
salpicadas con el tono irónico que le caracteriza, sobre el discurso
dominante en su país con ocasión del "cambio de milenio". El texto que
sigue es una traducción libre que ALAI realizó de esta exposición.
El nuevo año se inició con las habituales frases hechas, ampliadas por la
numerología: un coro de autoadulación, sombrías meditaciones sobre la
maldad incomprensible de nuestros enemigos y el recurso usual a la amnesia
selectiva para despejar el camino. Ante la autoadulación, que ha sido un
virtual maremoto este año, cabe recordar lo que dijo Mark Twain de uno de
los grandes héroes de la campaña de masacres en Filipinas que abrió el
siglo glorioso que acabamos de pasar: él es "la sátira encarnada"; ninguna
representación satírica puede "alcanzar la perfección" porque "él mismo
ocupa esa cumbre". La referencia nos recuerda otro aspecto de nuestra
grandeza, aparte de la eficiencia en la masacre y la destrucción y la
capacidad de auto-glorificación que desconcertaría a cualquier satírico:
nuestra voluntad de reconocer honestamente nuestros crímenes, un tributo al
florecimiento del libre mercado de ideas. Los ácidos ensayos
antimperialistas de uno de los mayores escritores de América no fueron
suprimidos, como ocurre en los estados totalitarios; están ampliamente
disponibles al gran público, con una demora de solo unos 90 años.
Para ser justo, hay que señalar que en medio de este coro de autoadulación
sonaron algunas notas discordantes. Se formularon interrogantes sobre la
consistencia de nuestro compromiso con los principios guías: la "nueva
doctrina" de que "los estándares universales de derechos humanos estaban
poniendo algunos límites a la soberanía", como fue ilustrado por Kosovo y
Timor Oriental -este último es un ejemplo interesante, ya que el asunto de
la soberanía sólo estaba presente entre quienes reconocían a Indonesia el
derecho de conquista autorizado por el guardián de la moralidad
internacional-.
Estos temas fueron incluidos en el principal artículo de reflexión del "New
York Times Week in Review", suscrito por Craig Whitney en la primera plana
del 12 de diciembre. Concluye que la "nueva doctrina" puede estar fallando
ante su "prueba más dura": el asalto ruso sobre Grozny. Aparentemente, a
Whitney no le convence la explicación ofrecida por el Presidente Clinton
cuatro días antes, en el sentido de que nuestras manos están atadas porque
"un régimen de sanciones debe estar impuesto por las Naciones Unidas",
donde aquel estaría bloqueado por el veto ruso. El dilema de Clinton fue
ilustrado poco antes, cuando, con una votación de 155 a 2 (EE.UU. e
Israel), la ONU llamó una vez más a poner fin a las sanciones de Washington
contra Cuba: las más duras en el mundo, en vigencia desde 1962, que se
vuelven aún más severas, con un costo humano brutal, justo cuando la
"conspiración monolítica y sin piedad" finalmente desvanece. En ese caso,
sin embargo, no se trata de un "régimen de sanciones". Simplemente es "un
asunto propio de políticas bilaterales de comercio y no un asunto que
alcance la competencia para ser puesto en consideración de la Asamblea
General de la ONU", según respondió el Departamento de Estado. Entonces no
habría contradicción. Es más, el voto en la ONU fue otro no-evento, al
menos para quienes reciben su información de la prensa nacional, que no lo
reportó.
La Operación Tormenta
Nuestro compromiso con los altos ideales proclamados en la "nueva doctrina"
precisa de pruebas más aleccionadoras que el asalto ruso en Chechenia, ya
que al límite no constituye una "prueba de fuego" para aquella ni para nada
-tal vez por eso se lo cita constantemente, en preferencia a pruebas más
serias-. Por flagrantes que sean los crímenes rusos, se da por entendido
que muy poco se puede hacer al respecto, así como muy poco se podía hacer
para detener las guerras terroristas estadounidenses en América Central en
los años 80, o su anterior destrucción de Vietnam, y luego de toda la
Indochina. Cuando una superpotencia militar se desboca, la interferencia
tiene costos tan altos como para contemplarla: la contención debe provenir
principalmente desde el interior. Tales esfuerzos tuvieron algún éxito en
el caso de Indochina y América Central, si bien muy mitigado como lo
demuestra la suerte de las víctimas.
Veamos, entonces, pruebas más serias para la "nueva doctrina": la reacción
a las atrocidades que son fáciles de parar, no por la intervención, sino
simplemente cortando la participación, que sin duda es el caso más claro e
ilustrativo. Este fin de año proporcionó varias pruebas de los nobles
ideales. Una, que requiere tratamiento aparte, es el manejo para escalar
el terror respaldado por EE.UU. en Colombia, con perspectivas sombrías.
Pero hay otras que ilustran con mucha claridad el contenido práctico de la
"nueva doctrina". En diciembre, hubo muchos artículos sobre la muerte del
presidente croata Franjo Tudjman, un clon de Milosevic que gozó de
relaciones generalmente cordiales con Occidente, si bien su estilo
autoritario y la corrupción "provocaron una crítica acérrima de
funcionarios de Estados Unidos y Europa Occidental". Sin embargo, será
recordado como "el padre de la Croacia independiente", cuya "hazaña suprema
se produjo en las operaciones militares de mayo y agosto de 1995", cuando
su ejército logró retomar el territorio croata de los serbios, "provocando
un éxodo masivo de serbios croatas a Serbia" (Michael Jordan, Christian
Science Monitor, 13 diciembre). La "hazaña suprema" también fue mencionada
en un extenso artículo del NY Times (11 de diciembre) por David Binder,
quien ha reportado sobre la región con gran distinción durante muchos años:
Tudjman aceptó a regañadientes participar en las negociaciones de Dayton
orquestadas por EE.UU. a fines de 1995, después de que "había prácticamente
cumplido con su meta de expulsar a los serbios de lo que él consideraba
tierra exclusivamente croata" (Krajina).
La Operación Tormenta, la fase de agosto de la campaña militar, fue la
mayor operación de limpieza étnica de aquellos años. La ONU reporta que
"aproximadamente 200.000 serbios huyeron de sus hogares en Croacia durante
e inmediatamente después de los combates", mientras "los pocos que quedaron
fueron objeto de abusos violentos". Algunas semanas después, Richard
Holbrooke, quien dirigía la diplomacia de Clinton, "dijo a Tudjman que la
ofensiva croata aportaba mucho valor a las negociaciones" y él "alentó a
Tudjman" a extenderla -señala en sus memorias Para poner fin a una guerra-,
produciéndose la expulsión de otros 90.000 serbios. El Secretario de
Estado Warren Christopher explicó que "no pensábamos que ese tipo de ataque
podía hacer otra cosa que crear muchos refugiados y causar un problema
humanitario. Por otro lado, tenía la perspectiva de simplificar las
cosas", en preparación para Dayton. Clinton comentó que la operación de
limpieza étnica en Croacia podía ayudar a resolver el conflicto en los
Balcanes, aunque fuera problemática por el riesgo de una retaliación
serbia. Como se reportó en aquel momento, Clinton aprobó una "postura de
luz amarrilla" o de "amarillo con tinte verde", que Tudjman interpretó como
una aprobación tácita de la "hazaña suprema". La limpieza étnica masiva no
era problemática, fue simplemente "un problema humanitario", aparte del
riesgo de una reacción.
Revisando las operaciones croatas en una revista académica, Binder observa
que "lo que me impactó repetidamente... fue la casi total falta de interés
de la prensa y el Congreso estadounidenses" sobre el involucramiento de
EE.UU.: "Nadie, según parece, quería un recuento siquiera parcial" del
papel de los "mercenarios MPRI" (generales estadounidenses en retiro
enviados para entrenar y asesorar al ejército croata bajo contrato del
Departamento de Estado) ni sobre "la participación de los componentes
militares y de inteligencia estadounidenses" ("El papel de EE.UU. en el
asunto Krajina", Mediterranean Quarterly, 1997). La participación directa
incluyó: el bombardeo por aviones de la marina estadounidense de sitios
serbios de misiles tierra-aire en Krajina para eliminar cualquier amenaza a
los aviones y helicópteros de ataque croatas; la provisión de tecnología
sofisticada y de inteligencia estadounidense; un "rol clave" en el arreglo
de la transferencia a Croacia de 30% de las armas iraníes enviadas en
secreto a Bosnia; y aparentemente la planificación de toda la operación.
El Panel de Crímenes de Guerra Internacionales investigó la tan admirada
ofensiva, y produjo un informe de 150 páginas con una sección titulada: "La
acusación: Operación Tormenta, un caso prima facie" (Ray Bonner, NY Times,
21 de marzo 1999). El tribunal concluyó que "el ejército croata cometió
ejecuciones sumarias, bombardeos indiscriminados a la población civil y
'limpieza étnica'", pero la investigación fue obstaculizada por el hecho de
que Washington "se negó a entregar evidencias críticas requeridas por el
tribunal", y parece haberse estancado. La "casi total falta de interés"
por la limpieza étnica y otras atrocidades cometidas por manos amigas se
mantiene, lo cual se ilustró de nuevo con ocasión de la muerte de Tudjman,
cuando el Times Week in Review colocó la problemática de nuestra
consistencia para sostener la "nueva doctrina", a propósito del dilema ante
Chechenia.
Las atrocidades de Turquía
Una prueba "aún más severa" de la doctrina fue la reacción a la aceptación
de la candidatura de Turquía para ser miembro de la Unión Europea, en
diciembre. La amplia cobertura logró esquivar el asunto evidente: las
enormes operaciones de terror, incluyendo la limpieza étnica masiva,
llevadas a cabo con una decisiva ayuda y capacitación estadounidense, que
se incrementó bajo el gobierno Clinton cuando las atrocidades llegaban a un
nivel mucho mayor que los crímenes que supuestamente provocaron el
bombardeo de la OTAN en Serbia.
Es cierto que se plantearon algunas preguntas: un titular del New York
Times decía: "La Primera pregunta para Europa: ¿es Turquía realmente
europea?" (Stephen Kinzer, 9 de diciembre). Las atrocidades respaldadas
por EE.UU. merecieron una frase: "la guerra" de Turquía "contra los
rebeldes kurdos ha disminuido", como pudo haber "disminuido" la guerra, de
mucho menor escala, de Serbia "contra los rebeldes albaneses", en el caso
que EE.UU. hubiese dotado a Belgrado de grandes cantidades de armas de alta
tecnología y de soporte diplomático, mientras la prensa miraba para otro
lado. Poco antes, Kinzer había descrito como "El encanto de Clinton se
desplegó en Turquía" (titular) cuando visitaba a las víctimas del
terremoto, con una mirada conmovedora a los ojos de un niño,
conmovedoramente, mientras le sostenía con ternura, y demostrando también
por otros medios su "habilidad legendaria de conectar con la gente"
-revelada de manera muy gráfica en las extensas operaciones de terror que
siguen suscitando "una falta de interés casi total", mientras nos admiramos
por una dedicación a los derechos humanos única en la historia-. Un pie de
página explicativo se añadió silenciosamente a mediados de diciembre, en un
reporte de la AP, cuando las fuerzas navales turcas e israelíes,
acompañadas de un navío de guerra estadouniense, emprendieron maniobras en
el Mediterráneo Oriental, un aviso no muy sutil para "empujar a Siria a
negociar con Israel" bajo auspicios de EE.UU.; o si no...
El ejemplo de primera línea
Otra prueba de la doctrina se ofreció a mediados de noviembre, décimo
aniversario del asesinato de seis intelectuales líderes de América Latina,
entre muchos otros, incluyendo al Rector de la principal universidad
salvadoreña, en el curso de otra ofensiva de un batallón de élite de las
fuerzas terroristas conducidas por EE.UU. (llamadas "ejército
salvadoreño"), recién llegado de otro curso de entrenamiento dictado por
los Boinas Verdes, con lo cual coronaba un decenio de atrocidades
horrendas. Los nombres de los intelectuales jesuitas asesinados no
aparecieron en la prensa estadounidense. Pocos recordarán sus nombres, ni
habrán leído una palabra de lo que escribieron.
Poco hace falta decir de los dos ejemplos ofrecidos como una demostración
concluyente de nuestro compromiso a los altos principios: Timor Oriental y
Kosovo. En cuanto a Timor Oriental, no hubo "intervención", sino el envío
de una fuerza de la ONU liderada por Australia, después de que Washington
por fin aceptó señalar a los generales indonesios que el partido se había
terminado, luego de haberlos sostenido durante 24 años de matanzas y
represión, que continuaron tras las grandes masacres registradas a
principios de 1999 y que, según fuentes veraces de la Iglesia, el número de
muertos en pocos meses había llegado de 3 a 5 mil, casi el doble del nivel
en Kosovo antes de los bombardeos de la OTAN. Luego de que finalmente
retiró su apoyo a las atrocidades de Indonesia, bajo presiones domésticas e
internacionales (principalmente de Australia), Clinton permaneció a un
lado. No hubo vuelos para lanzar comida a los cientos de miles de
refugiados que se morían de hambre en las montañas, aunque a lo sumo
reprimendas ocasionales a los militares indonesios que mantenían cautivos a
cientos de miles en territorio de Indonesia, donde muchos permanecen aún.
Clinton tampoco acepta entregar una ayuda significativa, mucho menos las
enormes indemnizaciones que corresponderían si se tomara en serio los
principales principios. Esta actuación ahora se presenta como uno de los
grandes momentos de Clinton y un ejemplo de primera línea de la conmovedora
"nueva doctrina" de intervención en defensa de los derechos humanos, por
encima de la soberanía (que no existía). En este caso la amnesia no es
precisamente selectiva: "total" sería más exacta.
Sobre Kosovo, la versión actual es que "Serbia asaltó a Kosovo para
aplastar un movimiento de guerrilla albanés separatista, pero mató a 10.000
ciudadanos y forzó a 700.000 personas a buscar refugio en Macedonia y
Albania. La OTAN atacó Serbia desde el aire a nombre de proteger a los
albaneses de la limpieza étnica [pero] mató a centenares de civiles serbios
y provocó un éxodo de decenas de miles desde las cuidades al campo" (Daniel
Williams, Washington Post). Bueno, no es exactamente eso: el "timing" ha
sido crucialmente invertido de una manera que ahora se ha vuelto rutina.
En un balance detallado de fin de año, el artículo de primera plana del
Wall Street Journal (31 de diciembre) rechaza las historias sobre "campos
de matanza" que habrían sido inventadas para impedir que "los cansados
reporteros de prensa se hagan eco de las historias del lado opuesto sobre
civiles muertos por bombas de la OTAN", tal es el caso del vocero de la
OTAN Jamie Shea, quien ofreció reportes de atrocidades basados en las
transmisiones radiales de la KLA, según reporta el Journal. No obstante el
informe concluye que las expulsiones y demás atrocidades que sí ocurrieron
"bien podrían ser suficiente como para justificar los bombardeos" de la
OTAN que las precipitó, como se había anticipado.
Este razonamiento es ahora la norma: EE.UU. y sus aliados debían abandonar
las opciones diplomáticas que aún estaban disponibles (y que luego fueron
seguidas) para bombardear, con la expectativa, rápidamente cumplida, de que
el resultado sería una gran catástrofe humanitaria, que retrospectivamente
justifica el bombardeo. Otra justificación es que, si la OTAN no hubiese
bombardeado, algo parecido hubiese ocurrido de todas maneras. Es esa la
"nueva doctrina" en su forma más pura, y a lo mejor representa la
justificación más exótica de la violencia de Estado que se haya registrado
-aun poniendo de lado otras consecuencias-, incluyendo los efectos de los
bombardeos sobre blancos civiles en Serbia y la "limpieza" de Kosovo bajo
los ojos de las fuerzas de ocupación de la OTAN, que en el futuro puede ser
peor.
El registro parece revelar una consistencia notable, como se podía esperar.
¿Por qué debemos esperar la inconsistencia cuando los factores
institucionales que sustentan la política permanecen intactos y sin
cambiar, para plantear la pregunta prohibida? Hablar de un "doble
estandard" es simplemente evasión, de hecho una evasión cobarde cuando
consideramos qué es lo que se omite bajo el principio de la amnesia
selectiva, y qué es lo que se ofrece como evidencia de los altos estándares
proclamados que al menos a veces operan.
https://www.alainet.org/es/articulo/104592?language=en
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