Lo económicamente correcto

14/02/2000
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Lo económicamente correcto

Emir Sader
Rio de Janeiro

El discurso más mistificador de la actualidad es el discurso económico. En
primer lugar, porque se volvió economicista, esto es totalitario,
pretendiendo explicar todo desde la economía, que establecería lo que es
cierto, lo que es posible, lo que es justo. En segundo lugar, porque redujo
lo económico, por un lado, a un conjunto de normas que se pretenden
inexorables y, por otro, porque redujo lo económico a lo financiero y, más
restringido todavía, a la coyuntura financiera, de manera que nuestro destino
se jugaría en torno de algunos índices monetarios cotidianos.

No se habla de historia, lo social se convirtió en residuo, lo cultural en un
epifenómeno, la política en un instrumento dócil de la economía. Hablar de
economía sería hablar de ciencia -de la única ciencia-, el resto es el resto,
aquello que lo económico permita, serían expresiones de deseos, utopías,
emociones. (En Brasil, cuando se votaban rápidamente las reformas
constitucionales y, de repente, irrumpe la marcha de los sin tierra en
Brasilia, uno de los ideólogos del pensamiento único propuso que se suspenda
momentáneamente el debate en el Congreso, porque la vida nacional había sido
afectada por una onda de irracionalismo, que luego pasaría, y la racionalidad
económica, no es preciso decirlo, volvería a imponerse.)

Las élites en el poder tienen en los economistas, con sus variantes
tecnócratas, su alma, aquellos que manejan las palancas fundamentales del
gobierno y un séquito de personas que se inclina ante ellos o es triturado
por su lógica implacable. El buen gobernante no sería tampoco el que
entiende de economía -para eso existen los economistas- mas el que se rinde a
su lógica, el que reconoce sus leyes de hierro, siendo su papel el de
preparar las condiciones políticas para que esas leyes se impongan de la
forma más directa y brutal posible. (Fernando Henrique Cardoso prometió, en
su primera campaña, que su gobierno tendría en los ministerios de salud, de
educación y de agricultura, su eje, que en la realidad está en los
ministerios económicos). Se debe hablar del resto, incluso para crear las
condiciones de legitimidad de la economía -hablar de educación, de salud, de
agricultura, etc.- con tal de que no se tome en serio lo que se está
hablando, que se respeten los límites impuestos por los ministros económicos.
La lógica es siempre la de que se estarían creando, en la economía, las
condiciones para que los otros planes del gobierno puedan realizarse. (Pero
como la política económica genera cada vez mayor fragilidad ante los
capitales especulativos y multiplicó la deuda pública por seis desde el
comienzo del Plan Real, se está cada vez más lejos de esas condiciones y así
la mano dura de la economía se hace cada vez más -y no menos- necesaria. A
cada tumbo, a cada obstáculo, una respuesta rápida: es necesario radicalizar
las reformas del Estado, esto es, eludir más las políticas sociales.

Así, un discurso económicamente correcto busca dar cuenta de todo, explicar
todo, sin explicar nada: trabajo mucho, gano poco y todavía pierdo el empleo?
Culpa de la tecnología y de mi poca calificación como trabajador que,
atrevido, ingresé muy temprano al mercado de trabajo y no estoy a la altura
del desarrollo tecnológico.

La economía está funcionando, de repente a las bolsas de la Conchinchina caen
fuertemente, la taza de intereses sube, el desempleo aumenta, las deudas se
multiplican, viene la recesión? Fluctuaciones incontrolables de los
capitales volátiles, se atasca el económicamente correcto, que trajo un
jabalí para cuidar la casa y de repente reclama que el animal no se comporta
bien.

¿Desempleo? ¡No: reingeniería! ¿Intereses exorbitantes? Nada de eso: señales
para atraer capitales externos que vendrán a estabilizar nuestra moneda.
¿Cortes de derechos de ciudadanía? No vengan con eso: ¡equilibrio fiscal!
¿Descalabro de la salud y de la educación? Entre en la onda de la
pos-modernidad económica: ¡un Estado barato! Endeudamiento a costa del capital
productivo? No: depuración de las empresas deficitarias. Los profesores
abandonan la enseñanza pública y las escuelas cierran? Señal de que no
pasaran por la prueba fundamental del costo/beneficio, ley del Estado
malthusiano contemporáneo.

El discurso económicamente correcto, pronunciado por las autoridades
económicas internacionales y repetido ventrílocuamente por los ministros
económicos de planta y por la gran mayoría de los columnistas económicos, se
constituye así en el discurso hegemónico de nuestra época. Ya no tenemos
Estado, sino gerente de las condiciones de reproducción del gran capital.
Quien se sube en ese barco, se salva, para los otros, la exclusión social.
La ciudadanía queda reducida a los consumidores, esto es, los habitantes del
mercado. La nación se disuelve en el mercado internacional conducido por las
grandes potencias capitalistas. La política externa se reduce a un
subdepartamento de comercio exterior. El presidente, a un vendedor ambulante
que trata de vender afuera lo barato que vale el patrimonio público y las
condiciones degradantes a las que consiguió someter a los trabajadores.

Otros economicismos ya fueron hegemónicos en este siglo, tanto aquellas
distintas versiones de la teoría de la modernización, cuanto el marxismo de
la social-democracia y el marxismo soviético. Todos tienen en común el
abandono de la historia, que se amoldaría dócilmente a un cronograma
preestablecido, que iba del atraso a la modernidad en el primer caso, del
comunismo primitivo al socialismo o a la sociedad sin clases, pasando
respectivamente por todos los modos de producción que los manuales
prescribían.

Todos tienen en común el fin de la historia, de las contradicciones sociales,
de la dialéctica, de la ideología, de la subjetividad, de la política. Y,
claro, de la propia teoría, bastardamente reducida a las visiones
descriptivas de los indicadores financieros de un futuro ya decidido. Cabria
únicamente consultar el oráculo contemporáneo, revelando apenas al FMI, al
Banco Mundial y a las empresas de asesoría de los especuladores, para saber
nuestro destino. Y seguirlo dócilmente.

Esa es la lógica económicamente correcta del pensamiento único, orientado por
la modalidad contemporánea, liberal, del determinismo economisista.
https://www.alainet.org/es/articulo/104553?language=es
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