El sindicalismo en el Nuevo Orden Mundial
24/03/1997
- Opinión
Todo sindicalista, todo político, debe tener muy claro que la
globalización es el gran cambio en la economía del fin de siglo.
El tercer milenio comenzará con una situación económica
determinada no por los Estados, sino por las grandes
corporaciones. Esta nueva realidad exige del movimiento sindical
una actitud política más agresiva, caracterizada por la capacidad
de presentar propuestas alternativas.
Cuando la Volskwagen, por ejemplo, decidió crear en Resende
(Brasil) no una fábrica, sino lo que ha dado en llamar un
condominio industrial, totalmente terciarizado, para producir
camiones, no discutió ni con el movimiento sindical, ni con el
gobierno alemán, ni con los sindicatos brasileños. Ante un hecho
como este, al movimiento sindical brasileño le corresponde
establecer un canal de discusión con el movimiento sindical
alemán. Solo con la presión política realizada en Brasil y en
Alemania se podrán crear condiciones para llamar a esa empresa
a la mesa de negociaciones y discutir la implantación de una
fábrica, no únicamente pensando en sus ganancias, sino en la
generación de empleos.
Nueva postura de los sindicatos
El movimiento sindical tiene que evolucionar en el discurso y en
la práctica, para que pueda adecuarse a lo que acontece en el
mundo. En tal sentido, precisa transformarse en un sindicato de
ciudadanos, menos corporativo y más abierto; precisa, en fin,
tener una plataforma de reivindicaciones ante la empresa, el
gobierno local y el gobierno nacional.
La presión política es un arma fundamental que los trabajadores
deben valorar, tanto de aquellos que disponen de un empleo, para
mejorar sus condiciones de trabajo, como de los desempleados,
para conseguir trabajo. Esto es, las acciones tienen que ser de
carácter político y sindical, una cosa no anula la otra.
En las condiciones de desempleo generalizado, como sucede
actualmente, el movimiento sindical necesita inventar otro tipo
de presión; no puede tener la huelga como único instrumento de
negociación, y ese nuevo instrumento es la presión política. El
desempleo solo se va a resolver cuando se transforme en un
problema político; por lo tanto, cuando ese problema social
comience a suscitar dificultades a los gobernantes, a los
empresarios.
Otro factor a tener en cuenta es que se ha establecido una nueva
dinámica en el sector productivo de la economía a escala mundial,
lo cual facilita la unificación del movimiento sindical. En
junio de 1996, cuando participe en un congreso en Gotemburgo, al
que asistieron representantes metalúrgicos de 76 países, quedé
impresionado con la similitud de los problemas de los
trabajadores en el mundo entero -lo que es inédito. Hace diez
años, los problemas de América Latina eran tratados por los
sindicalistas europeos, japoneses y estadounidenses como un
asunto muy distinto. Hoy no.
La Ford tiene fábricas en varios países del mundo. Entonces, es
posible hacer acuerdos colectivos internacionales que establezcan
reglas comunes para todos los trabajadores de esa empresa en el
mundo entero, respetando la legislación de cada país. El
movimiento sindical europeo no puede arrinconarse en sus
conquistas sociales y olvidarse del resto del mundo, porque hoy
la empresa, cuando quiere ganar dinero, se instala en cualquier
lugar. En este cuadro, constituye un hecho muy significativo la
solidaridad del movimiento sindical americano con la huelga
general, convocada por la CUT (Central Unica de Trabajadores),
que se realizó en Brasil el pasado mes de junio.
La apertura económica
El movimiento sindical precisa, igualmente, descubrir que existe
la Organización Mundial del Comercio (OMC), que tiene una fuerza
descomunal en el orden económico vigente. Personalmente soy
favorable a la apertura económica, pero con reglas claras. Cuando
uno llega a Nueva York, por ejemplo, encuentra zapatos brasileños
a 70 dólares y los chinos a 17, algo anda mal. En ese sentido,
es necesario que existan reglas para que los países puedan
competir en igualdad de condiciones. Además, hay que crear
políticas compensatorias para los sectores que todavía no
consiguen competir, otorgándoles un plazo para que puedan
modernizarse.
Se torna imperativo, entonces, contar con un patrón mínimo para
que haya un intercambio más o menos justo entre los países. La
OMC será un instrumento importante si regula correctamente tales
problemas. Por ejemplo, los Estados Unidos no pueden seguir
imponiendo gravámenes adicionales al acero del Brasil, mientras
este país le abre completamente su mercado.
Política industrial
Los Estados nacionales perdieron importancia en la economía
mundial porque los gobernantes se han convertido en meros
subalternos de lo que deciden las grandes corporaciones. Cuando
el gobierno redujo la alícuota del automóvil del 80% al 20%,
estuve en contra; cuando aumentó del 20% al 70%, de la misma
manera estuve en contra, porque siempre defendí el régimen de
cuotas. Considero que en los próximos diez años, Alemania y
Francia, países que tienen la mayor responsabilidad en la Unión
Europea, crearán mecanismos de protección para el Estado alemán
y el Estado francés si las cosas continúan como están. El Estado
tiene que pensar en crear empleos. El pueblo alemán no va
aceptar más lo que aconteció en el pasado, cuando fue exportado
al mundo entero.
Nuestros países necesitan dotarse de una política industrial. En
el caso del Brasil, el proyecto de política de seguridad
alimentaria que entregamos al entonces presidente Itamar Franco
preveía la industrialización del campo, reforma agraria, apoyo
a la pequeña y mediana propiedad. ¿Qué aprovecho Itamar de
aquello? La Comunidad Solidaria, solamente.
Inacio Lula da Silva, ex dirigente metalúrgico, es líder y
fundador del Partido de los Trabajadores (PT) del Brasil.
https://www.alainet.org/es/articulo/104454
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