Encuentro del Foro de Sao Paulo
11/11/1998
- Opinión
El Foro de Sao Paulo, que agrupa a movimientos y partidos políticos de izquierda de América
Latina, celebró en la ciudad de México, del 28 de octubre al 1 de noviembre, su octavo encuentro.
A la cita acudieron 167 delegados de 58 organizaciones miembros, quienes se repartieron en ocho
talleres temáticos sobre indígenas, mujeres, jóvenes, situación de empresarios, acción parlamentaria,
entre otros. Esta fue la declaración final adoptada por el evento.
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El VIII Encuentro del Foro de Sao Paulo, dedicado a la memoria del Comandante guatemalteco,
Rolando Morán, se realiza en medio de la crisis del modelo neoliberal y del creciente rechazo a los
gobiernos y partidos que lo han implementado y que una vez más buscan que sean los pueblos
quienes paguen sus consecuencias.
Desde 1990 el Foro de Sao Paulo (FSP) viene advirtiendo sobre las consecuencias de las políticas
que se han aplicado en la mayoría de nuestros países. Todas ellas funcionales a los propósitos de los
bloques de poder económico, de las transnacionales y de los organismos internacionales donde han
predominado los intereses del gran capital financiero.
Desde cada uno de los siete encuentros anteriormente realizados por el Foro -en Sao Paulo, Ciudad
de México, Managua, La Habana, Montevideo, San Salvador y Porto Alegre- así como del que
ahora efectuamos en la capital mexicana nuevamente, ha surgido, además de un mensaje de
esperanza para los pueblos, una voz de alerta dirigida a los gobiernos y a los responsables de las
concepciones antipopulares aplicadas en nuestra región y en el mundo.
Hemos encontrado eco entre los pueblos, quienes están dando un creciente apoyo a las opciones de
izquierda y progresistas. Como era de esperar, la derecha hizo oídos sordos a los reclamos
populares y se vanaglorió con las "conquistas" del neoliberalismo. Hemos escuchado los discursos
exultantes de presidentes y gobernantes, celebrando con tono triunfalista -tan irresponsable como
insensible a los reclamos sociales -la derrota de toda opción alternativa a los modelos
predominantes. ?Qué nos dirán ahora? ?A quién culparán para explicar lo que ellos mismos están
reconociendo como la crisis secular más importante del sistema, cuando empiezan a imponer
nuevos y severos planes de ajuste en todo el continente?
La crisis, que se inició en el sudeste asiático, llegó a nuestro continente y amenaza con agravar aún
más la situación de la mayoría de los latinoamericanos y caribeños. Los países desarrollados
desacelerarán su crecimiento y, dentro de ellos, muchos sectores sociales sufrirán las
consecuencias. Pero nuestra región -cuya participación en el PIB mundial es sólo de 6,1 por ciento
y tiene una situación de atraso estructural y dependencia, con una abultada deuda externa- pagará el
más alto costo social, lo que ensanchará todavía más la brecha entre ricos y pobres, así como
también profundizará aun más las desigualdades sociales por razón de género, etnia, raza y edad,
agravando las consecuencias en la población femenina e infantil. Nunca como desde ahora
quedarán al descubierto las atrocidades perpetradas por el neoliberalismo. Nunca como desde
ahora se justificará tanto un cambio radical en las orientaciones prevalecientes en la región.
Hasta ahora ha predominado una orientación según la cual impera en el mundo una lógica de
globalización neoliberal que lleva a propiciar desde los gobiernos las mejores condiciones para la
competitividad de las empresas transnacionales. Nosotros creemos en la lógica de una economía
humanizada, al servicio de la sociedad. Mientras el imperialismo pretende que el avance científico y
tecnológico conduce a eternizar el status quo, nosotros estamos convencidos de que ese avance
muestra la capacidad de la humanidad para resolver los problemas que amenazan su existencia
misma. Ratificamos plenamente lo expresado en la Declaración Final del VII Encuentro del FSP:
"El modelo neoliberal concibe al desarrollo como la condición en que las élites pueden acumular
más riqueza a expensas del crecimiento de la pobreza, la marginación y la exclusión de una
creciente franja de la población mundial. Afirmamos que el objetivo supremo del desarrollo debe
ser la satisfacción de las necesidades materiales y espirituales del ser humano, con justicia social y
armonía con la naturaleza".
Este panorama mundial resulta agravado por la creciente hegemonía política de Estados Unidos y
una situación unipolar en lo militar que ha habilitado un creciente intervencionismo de esa potencia
en diversas partes del planeta, ya sea utilizando los organismos supranacionales o a través de su
acción militar directa.
Como ya lo ha expresado el FSP en anteriores encuentros, las críticas que hacemos al orden
internacional vigente no suponen aislarnos en este mundo contradictorio, conflictivo y en
globalización, sino aprovechar las oportunidades y ventajas que nuestra época ofrece para el
desarrollo, lo que sólo será posible con proyectos integrales alternativos al neoliberalismo, capaces
de generar el más amplio consenso y compromiso de todas y todos los actores sociales afectados,
en el marco de un proyecto de integración regional al servicio de los intereses de los pueblos.
Es resaltable que ahora se escuchen voces de "autocrítica" en el seno de los mismos organismos
internacionales que son responsables del modelo e insensibles a las aspiraciones de los pueblos a
una vida digna. Pero para nosotros es claro que no existe voluntad política de implementar
cambios sustanciales al modelo.
Nos corresponde a los pueblos luchar por cambios en el orden mundial, que modifiquen
drásticamente las condiciones internas en el seno de cada país. La justicia social y la plena vigencia
de los derechos humanos no serán realidad si no avanzamos hacia una sociedad que se proponga
eliminar la brecha cada vez más grande entre ricos y pobres, y superar las desigualdades de género,
raza, etnia y edad, utopía a la que unos llamamos socialista y otros sociedades postcapitalistas.
Los gobiernos neoliberales pretenden absorber el efecto de los ajustes anunciados tras la crisis
bursátil, con un asistencialismo puntual que sólo busca impedir la adopción de medidas
encaminadas a una justa producción y distribución de la riqueza material y espiritual, y a los
cambios estructurales que dicho objetivo requiere. No podemos aceptar que los responsables de la
pobreza nos hablen de la necesidad de erradicarla mientras ocultan la riqueza que se acumula en el
otro polo cada vez más reducido de la sociedad, que destruyen incluso a las capas medias y muchos
empresarios no vinculados al capital transnacional . Hay que marcar la responsabilidad de los
gobiernos de la región que, al no adoptar medidas para revertir dicha situación, estimulan en
nuestros países una mayor crisis social y política, amenazando de hecho las conquistas
democráticas.
Frente a esta realidad tenemos plena seguridad de que existen salidas alternativas ante la
explotación y la desigualdad social y de género, la depredación del planeta y la creciente
degradación de la condición humana. Estos desafíos exigen revalorizar, desde la izquierda, la
acción política y el papel de los partidos para tornarlos capaces de cumplir democráticamente la
función de mediación social y gobernar identificados con los intereses de sus naciones y sus
pueblos. No hay democracia sin política, sin partidos, sin sindicatos y sin movimientos sociales
organizados.
En las condiciones actuales de la globalización capitalista el poder de las transnacionales está
reduciendo el papel de los gobiernos para controlar los movimientos del capital (los que se han
acelerado vertiginosamente por la vía informática) y para conducir las políticas económicas y
sociales. No aceptamos un orden mundial que no es capaz de garantizar la propia supervivencia de
la humanidad en condiciones de dignidad. En medio de las complejidades y las incógnitas de
nuestra era, la izquierda latinoamericana y caribeña, reunida en el Foro de Sao Paulo ?espacio
antimperialista, antineoliberal, y plural de encuentro, acción solidaridad y formulación de
alternativas programáticas y de lucha- procura conocer cada vez más las nuevas condiciones
presentes en el mundo y en cada país, para construir, a partir de esas realidades internacionales y
nacionales, proyectos compatibles con sus principios, pero concebidos no como modelos cerrados
y definitivos, sino abiertos, sujetos a la experimentación y la rectificación e impulsados por el
componente fundamental de la participación social.
Toda alternativa al neoliberalismo requerirá, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada país, una
apuesta efectiva a la justicia social, la igualdad de condiciones y oportunidades, la solidaridad y la
participación, en el marco de una democracia consolidada y altamente participativa que se vaya
profundizando. Tenemos principios pero no recetas para movernos en pos de esos objetivos -que
exigen emprender profundas transformaciones estructurales, auténticamente revolucionarias-, y
cada gobierno de izquierda y progresista, en cada país, en cada ámbito, deberá desplegar con
creatividad y perseverancia una política que asegure el derecho del pueblo a construir su propio
destino.
Nunca como ahora, y cada vez más, la izquierda esta llamada a dar una respuesta alternativa.
Hemos hecho valiosas experiencias de gobierno, hemos impulsado y protagonizado significativas
luchas, y hemos crecido en la consideración de nuestros pueblos, haciendo una contribución
sustancial para construir una nueva sociedad.
Sin pretender enumerar aquí todas las iniciativas que han de ser incluidas en un programa
alternativo ni hacer un desarrollo exhaustivo de ellas, es oportuno reseñar algunos de los elementos
esenciales a tener en cuenta para estructurar nuestras propuestas nacionales, populares,
democráticas y revolucionarias, cuya aplicación deberá ajustarse a las peculiaridades de cada
realidad nacional y a las correlaciones de fuerzas en cada lugar y momento, teniendo presente el
desarrollo integral de la persona.
Será imprescindible detener y revertir el proceso de destrucción productiva que tiene lugar en la
mayoría de los países de la región adoptando las medidas estructurales, de política financiera,
crediticia, comercial y laboral, que promuevan el desarrollo de la industria manufacturera, del agro -
dónde es frecuente una fuerte concentración de la propiedad y la tenencia de la tierra- y de las áreas
productivas en general. Parte esencial de esta tarea es la preservación del medio ambiente y los
recursos naturales, así como establecer legislaciones en materia de comercio exterior e inversión
extrajera, y políticas de desarrollo tecnológico regidas por un proyecto autónomo, nacional y
regional.
Será necesario combinar armónicamente la producción hacia los mercados interno y externo,
impulsar políticas responsables en materia fiscal, así como articular políticas de desarrollo industrial.
El éxito de esta política debe medirse por su papel en el restablecimiento de las cadenas
productivas nacionales y regionales, la generación de empleo, la satisfacción de las necesidades
sociales y la conformación de una economía balanceada.
Un requisito central ha de ser el control de los movimientos internacionales de capital especulativo.
Será imprescindible propender a la constitución y el fortalecimiento de bloques entre las economías
de la región, de acuerdo a los lineamientos que sobre integración el Foro de Sao Paulo ha venido
reafirmando como única forma de contrarrestar la acción de los megabloques que encabezan
Estados Unidos, Unión Europea y Japón. Será necesario revisar los condicionamientos que han
venido imponiendo las instituciones internacionales de crédito, dando la batalla en todos los
ámbitos, aprovechando incluso los reconocimientos que desde los organismos financieros
comienzan a escucharse al ver que "la aldea está en llamas".
En la mayoría de nuestros países deben impulsarse reformas sustanciales a los sistemas tributarios,
de tal manera que la política fiscal contribuya a desarrollar economías productivas y lograr una
mejor redistribución del ingreso
Asegurar procesos a través de los cuales se garantice la participación democrática en la toma de
decisiones por parte de todas y todos los actores sociales en el marco de relación igualitaria y del
respeto a la diversidad. Así como el desarrollo de estrategias políticas que articulen lo nacional con
lo regional y lo local, asegurando reales procesos de descentralización.
Habrá que buscar nuevas articulaciones entre los sectores público y privado, lo que exigirá
transformaciones en el Estado, que debe ser un participante activo en la orientación de las
actividades económicas, y un actor central en el impulso y la articulación -junto a la sociedad civil-
de las políticas sociales. Se requiere la modernización del Estado, eliminando la corrupción, el
clientelismo, y defendiendo nuestros patrimonios nacionales de las políticas de privatización, y una
nueva relación de éste con el mercado que garantice el bienestar de la población.
La reestructuración económica orientada al desarrollo sostenible, al incremento del nivel de vida de
la población y a la redistribución de la riqueza, exige que se revierta la tendencia a la reducción del
mercado interno, políticas para el control nacional de los excedentes, el estímulo a la asfixiada
pequeña y mediana empresa, la creación de empleos productivos que rescaten a la población
económicamente activa de las filas del desempleo y del sector informal, así como la solución de los
problemas sociales básicos.
Habrá que encarar imprescindibles reformas sociales, incluyendo programas de emergencia. La
educación, herramienta imprescindible para construir una sociedad donde exista la igualdad de
oportunidades, la salud, la vivienda y la seguridad social en sus diversos aspectos constituyen otras
áreas en donde se requerirán iniciativas audaces, imaginativas, de largo plazo y de hondo contenido
solidario. También en el abordaje de graves problemas, como la discriminación de la mujer -que
exige ser encarada y combatida con un claro enfoque de género-, la situación de la niñez, el
racismo, la delincuencia y la inseguridad ciudadana, el narcotráfico, el rol de las fuerzas armadas en
una sociedad democrática.
En relación a la multietnicidad, pluriculturalidad y multilingüismo que caracteriza a las sociedades
latinoamericanas, resulta fundamental el reconocimiento social, político y jurídico de esta
diversidad, el respeto a sus identidades, así como a los derechos que de las mismas se derivan, en
un marco de unidad nacional y regional.
Ninguno de estos objetivos se logrará sin una activa participación social, lo que demandará el
desarrollo de políticas públicas, y la promoción de conductas colectivas a todos los niveles.
Nuestra meta es la revolución, es decir, una profunda transformación de la sociedad, la que habrá
de realizarse reafirmando la democracia, aspecto esencial de todo proyecto alternativo. Cada día se
hace más notoria la necesidad de ampliar y profundizar la democracia en América Latina y el
Caribe, lo que pasa, esencialmente, por abrir más y mejores canales de participación de todos los
segmentos de la población, sobre todo de quienes continúan marginados del proceso de decisiones.
El avance de la democracia pasa por lograr mayor poder político para el pueblo y por restituirle a
las instituciones del estado-nación la capacidad decisoria que le permita cumplir sus funciones de
mediación social. La vigencia y consolidación de un sistema político-institucional democrático, son
sustanciales para el proyecto alternativo. En él deben confluir simultáneamente la libertad, la
justicia y la participación efectiva de la población.
La política exterior debe estar al servicio de los intereses de cada país y de la búsqueda y
promoción de mercados para su producción, en el marco de los siguientes principios: afirmación de
la independencia irrestricta en las decisiones que tome cada nación; solidaridad con los pueblos del
mundo; reafirmación del principio de no intervención y autodeterminación; mantenimiento de
relaciones con todos los países; democratización de los organismos internacionales; promoción de
la constitución de un frente de deudores para encarar el problema de la deuda externa y del
intercambio desigual y apoyo a las iniciativas que a este respecto se establecieron en el encuentro
de Caracas; defensa de los derechos humanos; impulso a los foros internacionales a favor del
combate al "dumping social" y por el mejoramiento de las condiciones de vida; defensa del medio
ambiente; respaldo al desarme y activo compromiso en favor de la paz mundial, lucha por un orden
internacional justo.
Una línea fundamental debe ser la no aceptación de tratados impuestos unilateralmente violando
nuestra soberanía, en ese contexto el rechazo al Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) y a
toda forma unilateral de condicionamientos comerciales y de inversión.
El poder transformador de las fuerzas democráticas en América Latina dependerá, más que nunca
en esta época, de su capacidad para interpretar y ganar el apoyo activo de las grandes mayorías, así
como del impulso de auténticas y flexibles políticas de alianzas que posibiliten amplios consensos
sociales. El objetivo no es meramente llegar al gobierno, sino llegar para transformar la sociedad.
Y como ello no es tarea de unos pocos años, sino un proceso complejo y largo, será imprescindible
consolidar y ampliar los respaldos sociales para mantenerse en el gobierno. Un triunfo electoral, y
en general el ascenso de la izquierda al gobierno, no debe transformarse en una frustración. Ante
los reiterados fracasos de los partidos de derecha, son crecientes las expectativas de que la
izquierda solucione los problemas de la gente, lo que puede generar impaciencias y hasta fricciones
con un gobierno popular. Por eso hay que hablar antes de alcanzar el gobierno con mucha claridad,
sin demagogia, sin generar falsas expectativas, acerca de las posibilidades pero también de las
limitaciones y condicionamientos que deberemos enfrentar para llevar adelante nuestro proyecto.
Debe quedar claro que no podrán revertirse de un día para otro todos los efectos de décadas de
políticas antipopulares. Estas tareas históricas son responsabilidad y corresponde resolverlas a las
fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas en su propio país y de acuerdo a las
condiciones concretas nacionales.
Finalmente, somos conscientes de que el proyecto alternativo en cada país solamente podrá abrirse
camino si el conjunto de los pueblos y las organizaciones de izquierda conjugamos ese valor
superior que es la solidaridad.
Solidaridad con quienes luchan por el pan, por la democracia, por la paz y por la justicia; con
quienes se enfrentan a la reacción y al imperialismo; solidaridad con Cuba -objeto desde hace
décadas de un inadmisible e inhumano bloqueo-; solidaridad con los gobiernos populares locales
que ya son realidad en varias ciudades y regiones del continente; solidaridad con los frentes y
partidos progresistas y de izquierda que en los próximos años seguramente van a ir asumiendo los
gobiernos nacionales en distintos países. La solidaridad y la unidad de los pueblos y las
organizaciones políticas comprometidas con las transformaciones democráticas y revolucionarias
serán otro de los grandes requisitos para abrirnos camino en el difícil escenario internacional.
AL tiempo de reconocer la necesidad de la búsqueda y de admitir que no pretendemos respuestas
definitivas para todos los problemas, afirmamos que la izquierda ha recorrido un largo camino no
sólo en la elaboración teórica y en la lucha junto al pueblo, sino que posee ya diversas y exitosas
experiencias de gobierno. Ellas demuestran que existen otras maneras de hacer las cosas. El
creciente respaldo popular a las opciones progresistas van tornando cada día menos creíbles las
predicciones de la derecha (y de varios jefes de Estado) con relación a la presunta incapacidad de la
izquierda para gobernar, para atraer inversión extranjera e impedir la fuga de capitales, y para
garantizar los equilibrios y la seguridad. Son ellos quienes han fracasado. No somos nosotros sino
ellos los que han desencadenado o facilitado crisis como la actual, los que han despejado el espacio
para el vuelo de los capitales golondrina, los que han generado la inestabilidad y la incertidumbre,
los que han ocasionado los conflictos sociales y las situaciones de enfrentamiento y guerra.
También es en el marco del modelo neoliberal que se ha engendrado la corrupción, otro de los
elementos que jaquean a la política y acorralan a la ética.
Con confianza pero con humildad, con firmeza pero con flexibilidad, seguros de nuestros principios
y conquistas, pero conscientes de la necesidad de profundizar nuestras búsquedas y luchas, las
organizaciones integrantes del Foro de Sao Paulo llamamos a los pueblos de América Latina y el
Caribe, a todas las fuerzas democráticas, a todos los sectores dispuestos al diálogo, a redoblar los
esfuerzos para alcanzar un mundo más justo y seguro para todos.
México, D.F., 1 de noviembre de 1998
https://www.alainet.org/es/articulo/104386
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