La naturaleza del escorpión
Pluralismo y democratización de la información
11/02/1998
- Opinión
El modelo de sociedad dual sigue su curso, a pesar de la tragedia y del espectáculo patentizado a través de los medios de comunicación y a orillas de éstos: donde miles de millones de seres humanos caen como moscas víctimas del hambre, el desempleo, la violencia y la marginación económica, política y social. Mientras, por otra cuerda, por otro andarivel, en los salones del debate sesudo, el "mundo" académico, político, sociológico, discurre mordiéndose la cola sobre gobernabilidad, ética, democracia, libertad de expresión, nuevas tecnologías, el papel de los medios de comunicación, el rol del periodismo, derecho a la información, salud, educación, corrupción, impunidad, revolución informática, terrorismo, narcotráfico, globalización, integración regional. Dando por consolidado un sistema en el que no está en cuestionamiento la tasa de rentabilidad de las denominadas "mega fusiones" transnacionales, ni la "naturaleza del escorpión". Es decir, la dinámica alcanzada por el capitalismo de fin de siglo en la guerra por la conquista de los mercados-países-regiones- continentes. Parecería absurdo, por lo tanto, adentrarse una vez más en la descripción del mundo globalizado apelando a la larga lista de índices que, por un lado relevan los "triunfos" macroeconómicos y, por el otro explican descarnadamente el escenario de una tragedia padecida por las grandes mayorías de hombres y mujeres en todo el planeta. El imperio del mercado y el dogma de la ganancia trituran con pasmosa facilidad, aquí y allá, leyes, rutinas parlamentarias, promesas de gobernantes y hasta el voluntarismo de una clase política puesta a enredarse en la búsqueda de una salida político-social respirable, sin proponerse el control efectivo de la dinámica generada por los dueños del dinero. En las actuales circunstancias históricas no resulta nada sencillo desmentir a quienes observan que la "naturaleza del escorpión" ha logrado establecer una interesante y criminal disociación entre lo económico -el mundo real, globalizado y financieramente interdependiente- y lo político -el mundo discursivo- y caso siempre funcional a las reglas de juego impuestas por la dictadura del mercado. Por lo que se torna cuanto menos confuso entender qué se pretende cuando se habla gobernabilidad y democracia y a la par se soslaya, o se aborda con extraordinarios rodeos, el problema del control sobre el desarrollo tecnológico, el circuito financiero internacional y la concentración de la economía por parte de un puñado de empresas multinacionales, entre las que se destacan las de telecomunicaciones, informática y colosales medios de comunicación de masas. ?Quién le pone el cascabel al gato? ?A qué refiere la gobernabilidad y la democracia? ?Se está hablando de democratizar la economía y de avanzar hacia la gobernabilidad del mercado para ponerlo al servicio de toda la sociedad o, apenas, se trata de conformar un armado político y jurídico institucional que actúe como amortiguador de la espectacular conflagración social que la "naturaleza del escorpión" alimentan irreversiblemente? Se ha institucionalizado, por ahora, un gran matete. Una especie de enredo fabuloso, incapaz de enfrentarse al tipo de civilización depredadora que el capitalismo, llamado salvaje, pretende imponer para siempre cabalgando en su consigna determinista del fin de la historia y de las ideologías, y en su momento -finales de los años setenta y toda la década de los ochenta- con su convocatoria a la innecesariedad de la política. Aunque hoy, producto de la "ingobernabilidad" se verifica, en cuanto a "la política", un sutil cambio de tendencias: volver a ella -una vez desprestigiada- para garantizar el armado del amortiguador, dado que el peligro de una explosión social generalizada amenaza la tranquilidad del sistema. Todo eso, sin poner en la mira la "naturaleza del escorpión". Podría decirse -evitándonos, de ser posible toda cuota de ingenuidad- que en los albores del siglo veintiuno asistimos a una tarea ciclópea por parte de "la política" en su intento por salvarse como herramienta sistémica y salvar a la vez al "escorpión". Cosa que estratégicamente parece improbable: la "naturaleza del escorpión" es incompatible con la ingenuidad de la "rana" que se propone ayudarlo a cruzar el río. La realidad manda Hoy, el 99.99 por ciento de la población mundial no tiene acceso al control de los medios de comunicación social ni al desarrollo y la comercialización industrial de las tecnologías. Esto por si solo -sin entrar a analizar la crisis terminal de la democracia representativa- coloca al "pluralismo informativo" en la categoría de vago enunciado. La democracia se ha transformado en un enunciado y como tal ha quedado impedida de discutir y gobernar el eje principal alrededor del cual gira el actual estado de cosas: la inequitativa distribución de la riqueza. Todas las miserias económico-sociales y los graves problemas derivados de la evidente y sórdida marginación a la que son sometidos los grandes sectores sociales serán solucionadas, según el debate de la hora, cuando se acabe con la corrupción en la administración del Estado. Parece poco comparado con los billones de dólares en danza en el circuito financiero, la industria cultural y otras. Y menos aún comparado con la tasa de rentabilidad de las "mega fusiones universales". La propiedad de las más grandes empresas de telecomunicación y medios de comunicación de masa en manos de selectos y poderosos grupos económicos transnacionales -invadiendo los espacios nacionales y condenando al capital a asociarse en un segundo plano o a la desaparición-, es moneda corriente. Y ellos ocurre transgrediendo cualquier legislación, desregulándola o reconvirtiéndola al extremo de favorecer la competencia sólo entre monopolios. El derecho al zaping No hay que engañarse, hoy se llama derecho a la información a aquello que nos es otra cosa que el derecho al zaping. Existe, sí, la democracia del zaping: todos podemos cambiar de canal cuantas veces queramos, dentro del marco ideológico normativo de un sistema cuyo mensaje, explícito e implícito, está en sintonía con el pensamiento único: globalización neoliberal, rendición de culto a la tasa de ganancia y subordinación estatal, gubernamental, parlamentaria y jurídica a la dictadura del mercado. ?A qué apunta ahora la redefinición político-institucional del sistema, frente a los agobios de la corrupción, el desborde del gasto público, el descrédito de la clase política, la impunidad de las mafias? ?Qué se hace mientras tanto con la dictadura financiera, con la impunidad de los dueños del dinero en su guerra por la conquista del mercado global y las integraciones regionales? ?Qué se hace con la irrefrenable tasa de rentabilidad en el mundo de las mega fusiones? Cómo puede ser que, aun cuando ya no hay máscara capaz de ocultar la "naturaleza del escorpión", haya quienes -inclusive entre nosotros- nos propongan dar tratamiento al tema de la democratización de la información por fuera de lo único que haría posible alcanzar tan loable propósito: la democratización de la economía. Si esto está vedado, porque los "dueños del dinero" no encajan en ninguna política de gobernabilidad y, a su vez, quienes hacen gimnasia política se revelan impotentes frente al poder real, cualquier "ingeniería-político social" que aspire al armado del "amortiguador" del conflicto social, no es otra cosa que poco pan para hoy y más hambre para mañana. Democracia en retirada La globalización neoliberal ya ha demostrado lo que es y la aplicación a rajatablas de un plan de "horror económico" va dejando su saldo patético en lo social. Inclusive desde sus entrañas se levantan ya voces preocupadas porque el "escorpión" se ha disparado de tal forma que se hace inasible, augurando un futuro más dramático. En lo que nos atañe, como materia de preocupación y análisis aparentemente excluyente: el universo de los medios de comunicación social, el periodismo, el derecho a la información, la libertad de expresión y prensa, conviene subrayar -otra vez- que: a) Las comunicaciones en general, no deben ser entendidas como soporte material e instrumento de realidades subjetivas, ni tampoco como elemento instrumental de la política. Sin, ni más ni menos, un factor principal en la construcción de la realidad y al mismo tiempo lo más dinámico del proceso de acumulación económica, determinación política e incidencia social y cultural. b) El periodismo, en tanto compromete en su labor diaria a miles de hombres y mujeres en una actividad profesional que afecta la vida política, social y cultural de miles de millones de hombres y mujeres, no puede ni debe ser entendido como una labor ideológica y políticamente aséptica. Tampoco sus patrones éticos pueden quedar a expensas de los factores de poder, ni sometidos a los intereses de los dueños del dinero. El periodista, en su lucha individual y colectiva, por la defensa de sus intereses económicos, gremiales y profesionales, está involucrado, quiera o no, en el conflicto político, económico, social y cultural al igual que el resto de los actores sociales. Su ética profesional disociada a su ética social no existe, por más que la niegue. Y el reto al que se enfrenta es tan extraordinario como complejo, prisionero -le guste o no- de una disyuntiva insoslayable: sirve a la consolidación de un sistema que comporta en sí mismo la consumación sistemática de un crimen global o se enfrenta a él. No hay neutralidad, ni aún proponiéndosela o soñando con ella. Si por imposibilidad o negación de dar batallas contra las reglas del juego imperantes quedara sujeto a ser instrumento del poder real, esa será su ética. Esta, la ética, tampoco es un cuerpo y un cerebro aséptico, sin ideología, colocado por fuera de la actividad profesional o por fuera del conjunto de la dinámica social. Tampoco, se asuma o no, por fuera de la lucha ideológica y política. e) El derecho a la información, según lo planteado en párrafos precedentes, no existe en las actuales circunstancias. Partiendo del concepto de que el mismo es tal, cuando todo ciudadano tiene acceso no sólo a ser informado, sino a informar. Es harto evidente que a mayor concentración de poder económico, mayor poder comunicacional, menos democracia política e informativa. ?Es que acaso todo depende del poder económico? ?Es que acaso, no? Aquí, sobre esta cuestión, no se necesita abrumarnos con demostraciones estadísticas, que las hay y en abundancia. Sin embargo, nadie escapa lo que viene ocurriendo, por ejemplo, con millares de medios alternativos o comunitarios o con las empresas de comunicación de mediano o pequeño porte, barridos del planeta Tierra por el poder del capital monopólico con capacidad de expansión territorial, sin más límite que el que impone un monopolio superior. Esa es la llamada libre competencia. Esa es hoy la única democracia. Cada desembarco monopólico u oligopólico en cualquier rincón geográfico deja fuera de combate a una radio, diario, agencia o canal de televisión cuyo soporte técnico-económico esté por debajo del ostentado por el "invasor". A partir de ese momento lo conseguido en material de pluralidad y democracia informativa -poco o mucho- pasa a otro estadio, desde ya menos plural y democrático. ?Dónde ha quedado aquello del "gobierno de los muchos en las ciudades-Estados democráticas o republicanas", dentro del presente esquema de poder monopólico transnacional, verificable cada día más, también en el campo de la comunicación y la información? Si agregáramos, como parece correcto hacerlo, a las terroríficas desigualdades económicas la desigual posibilidad de acceder al conocimiento y a conocimientos especiales por parte de todos los miembros de una sociedad, una pregunta se reitera: ?de qué democracia estamos hablando y de qué democracia informativa estamos hablando, cuando ambas están sometidas a una monarquía, o aristocracia, u oligarquía o, lisa y llanamente, a una tiranía económico-financiera global? Se dice lo que el mercado quiere que se diga y se hace lo que el mercado admite que se haga. Y en "otro mundo" -el de la retórica- la política subordinada a la dictadura del mercado desempolva y aggiorna viejas y nuevas forma de impotencia, o complicidades, sin incursionar en las arenas movedizas donde mora el escorpión. Juan Carlos Camaño es secretario general de la Federación Latinoamericana de Periodistas, FELAP.
https://www.alainet.org/es/articulo/104352?language=en
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