A la hora de los grandes conglomerados
El derecho a comunicarse
25/08/1998
- Opinión
Ginebra.- El ser humano, para ejercer su derecho a estar informado depende de los medios de comunicación,
pues más allá de su entorno inmediato, para conocer lo que ocurre en el mundo tiene que recurrir a
los proveedores de información, es decir a los medios de comunicación.
En la transmisión de la información a través de los medios de comunicación existen por lo menos
dos niveles de subjetividad: el primero consiste en la selección y jerarquización de la información (el
comunicador decide primero qué hechos son noticias y deben comunicarse y luego cuáles son
importantes y cuáles no, es decir, el lugar o el tiempo que se le atribuye a cada noticia en el medio
de comunicación). El segundo nivel de subjetividad es la interpretación de la noticia: el
comunicador impregna al hecho con su versión del mismo. De modo que el derecho a estar
informado está mediatizado por la subjetividad (o más concretamente por la ideología) del
comunicador. Pero también puede ocurrir que la información sea totalmente ocultada o
deformada, cuando la misma contraría los intereses de quienes tienen el control económico directo
o indirecto del medio de comunicación.
El ser humano puede teóricamente ejercer su derecho de opinión en diferentes niveles: en el
entorno inmediato, en la colectividad cercana y ante la sociedad en general. La base del derecho de
opinión es la libertad de expresión: cada uno debe poder expresar sus opiniones sin correr el riesgo
de sufrir una sanción. Pero además, el ejercicio del derecho de opinión ante la sociedad en general
requiere la posibilidad de acceder a los medios de comunicación de masa. Este acceso está limitado
por el poder de decisión de los propietarios de dichos medios de comunicación.
La propiedad de los medios de comunicación está sometida desde hace tiempo a un proceso de
concentración, que se ha acentuado en los últimos decenios.
Concentración monopólica
Con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, se han formado grandes conglomerados
transnacionales que abarcan la producción y utilización de los soportes materiales: editoriales,
periódicos, radiodifusoras, films, emisoras de televisión, vídeos, satélites, medios electrónicos, etc.,
que dominan también las redes de comercialización y difusión.
De la comunidad de intereses que se ha creado a través del capital financiero y de los presupuestos
publicitarios entre los grandes medios de comunicación de masa y el gran capital en general, se está
pasando a una comunidad concreta de intereses a través de la fusión de conglomerados industriales
de diversa naturaleza que incluyen medios de comunicación de masa.
Este proceso de concentración de los medios de comunicación ha entrado pues, en una nueva etapa
consistente en la fusión de las empresas de comunicación con empresas de ramas productivas
totalmente diferentes. Por ejemplo, en Estados Unidos, General Electric, que entre otras cosas
produce piezas para la industria bélica, es propietaria de la National Broadcasting Corporation
(NBC). Y se está concretando la alianza entre Microsoft y la NBC. El gigante tabacalero
Reynolds también controla medios de comunicación de masa. En Francia, Matra, de la industria
del armamento, está vinculada a Hachette, que controla entre otros, a Europa 1 y Canal 5 (1).
Ahora puede ocurrir que cuando un canal de televisión muestra la supuesta precisión "quirúrgica"
de un bombardeo aéreo, está haciendo publicidad a un producto bélico electrónico fabricado por el
mismo conglomerado de que forma parte la emisora televisiva.
Es cierto que, teóricamente, todo ciudadano o grupo de ciudadanos tiene derecho a crear un medio
de información. Pero en la práctica no sólo eso es imposible, sino que los medios de comunicación
existentes desaparecen o son absorbidos por los grandes consorcios. Quedan algunos medios
independientes aislados con una audiencia limitada, que de ninguna manera pueden competir con
los grandes consorcios transnacionales que llegan con sus productos (informativos y otros) a
centenares de millones de personas y que son los verdaderos formadores (más bien deformadores)
de la opinión pública. Un ejemplo clásico es el de la CNN durante la guerra del Golfo Pérsico. La
CNN tuvo el virtual monopolio de la información, controlada además por el Estado Mayor de la
coalición. El resultado fue que la opinión pública mundial se hizo una idea totalmente falsa de
dicha guerra, con bombardeos de una precisión quirúrgica y casi sin muertos. La verdad sólo se
supo después: más de 200.000 muertos civiles y la destrucción casi total de la infraestructura civil
de Irak.
Se intentó hacer algo similar con la agresión israelí al sud de Líbano en abril de 1996, pero la
ausencia de monopolio de la información hizo fracasar el intento.
Cabe concluir entonces, que el ejercicio pleno de los derechos a estar informado verazmente y a
opinar requiere una pluralidad de fuentes, una pluralidad de medios de información y su gestión
democrática y transparente. El proceso de concentración monopólica u oligopólica de los medios
de comunicación que tiene lugar a través de empresas trasnacionales se opone a estos requisitos
básicos del ejercicio del derecho a la información y de la libertad de expresión.
Es preciso establecer normas internacionales y nacionales que garanticen el pluralismo de los
medios de información contra la concentración monopólica y desarrollar políticas en el mismo
sentido.
El artículo 13 de la Convención Americana de Derechos Humanos, cuyo inciso 3 dice: "No se
puede restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el abuso de
controles oficiales o particulares de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o de
enseres o aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros medios
encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas u opiniones", es un buen modelo
para dicha normatividad.
En cuanto a las políticas necesarias para garantizar dichos derechos, las reflexiones contenidas en el
informe de la Comisión Internacional de Estudios de los Problemas de la Comunicación
(Comisión MacBride) sometido a la Conferencia General de la UNESCO de 1980, constituyen una
ineludible referencia (2).
Las mensajerías electrónicas
Las mensajerías electrónicas despiertan expectativas acerca de la posibilidad de democratizar el
diálogo y la información, de crear una especie de democracia virtual.
Pero las estadísticas demuestran que hay una relación directa entre el PNB de cada país y el número
de utilizadores del correo electrónico. En 1992, el 96,74% de los utilizadores del correo
electrónico estaban en 14 países desarrollados, el 64,94% de ellos en los Estados Unidos. En los
países en desarrollo, solo una reducida élite utiliza el correo electrónico. Parece ser que la tasa de
crecimiento de la utilización del correo electrónico es más rápida en los últimos años en los países
del Tercer Mundo que en los países desarrollados, pero las medidas del tráfico mostrarían que la
brecha en el consumo de información en las redes tiende a aumentar y no a disminuir (3).
La información económica y científico-técnica.
En 1974, el Programa de Acción por un Nuevo Orden Económico Internacional, propuso
establecer instrumentos eficaces de cooperación en el campo de la industria, de la ciencia y de la
tecnología, de los transportes, de la navegación y de los medios de comunicación de masa. El
concepto de cooperación técnica entre los países en desarrollo (TCDC) se formuló en la
Conferencia de Buenos Aires de 1978, cuyo plan de acción fue adoptado por la Asamblea General
de la ONU y se encargó al PNUD su puesta en práctica.
El proyecto, elaborado en 1979, preveía un sistema de intercambio de información entre los países
del Tercer Mundo (Development Information Network-DEVNET). Se estableció un organismo de
ejecución: Comunicación para el Desarrollo (CODEV). Pero Estados Unidos se opuso al
Proyecto, amenazando con retirar su contribución al PNUD si éste lo llevaba adelante. Estados
Unidos adujo, entre otras cosas, que con el dinero de las Naciones Unidas se iba a poner en pie un
competidor de las agencias de prensa comerciales. El Proyecto tuvo que abandonarse, pero cierto
tiempo después se estableció un Sistema Piloto de Información Técnica (SPIT) mucho más
modesto que DEVNET (4).
"Después de los tempestuosos debates sobre el Nuevo Orden Mundial de la Información y la
Comunicación en la UNESCO, vinculados a la voluntad de los Estados Unidos (y de Gran
Bretaña) de mantener el control sobre la transferencia de tecnologías... los Estados Unidos cambian
de estrategia: en lugar de afrontar las organizaciones internacionales, las transforman en verdaderos
vectores de expansión del libre cambio generalizado". "Las experiencias de puesta en práctica y de
utilización de las tecnologías de la información y de la comunicación en los países del Sud... no
inclinan al optimismo en la medida en que parecen realizarse a un precio económico y sociopolítico
elevado: pérdida relativa de la soberanía del Estado, presiones convergentes de las empresas
transnacionales y, lo que es nuevo, de la mayor parte de los organismos internacionales, hacia el
modelo del libre cambio generalizado y amenazas de represalias, en caso de éxito parcial, de parte
de los países de la OCDE, en particular de los Estados Unidos"...
..."El Estado (en los países en desarrollo), cuya función se ha desdibujado, ya no puede
desempeñar, incluso muy parcialmente, su papel de árbitro y con frecuencia se contenta con aceptar
la política del Banco Mundial consistente en reservar esos servicios (sistemas desarrollados de
telecomunicaciones) precisamente a las elites y a la clientela empresaria y descuida a las capas
populares, consideradas insolventes"(5).
A modo de colofón
Existe actualmente en el mundo un proceso en estado avanzado de privatización de los servicios
públicos de comunicaciones, que pueden ser sumamente rentables y han despertado el apetito
insaciable de grandes empresas transnacionales. El caso más reciente es el de Telebras, en Brasil,
vendida en julio de 1998.
Un periodista y sindicalista belga, Gérard de Selys, cuenta cómo en Europa, mediante el trabajo en
equipo de la Comisión Europea (un grupo de funcionarios sin representatividad democrática) y de
la Mesa Redonda de los Industriales Europeos -ERT (las transnacionales Volvo, Olivetti, Siemens,
Unilever y otras) ayudados por el Tribunal Europeo de Luxemburgo, que interpreta a su modo el
párrafo 3 del artículo 90 del Tratado de Roma, organizaron el despojo al patrimonio público de los
países europeos de las telecomunicaciones y las comunicaciones electrónicas (6).
France Telecom, que ha sido semiprivatizada para ajustarse a las directivas de la Comisión
Europea, acaba de anunciar (agosto de 1998) que suprimirá las cabinas públicas telefónicas que no
son rentables. Esto significa que desaparecerán cabinas telefónicas en los barrios pobres y en
lugares poco poblados, que es donde más se necesitan.
Esta decisión de France Telecom muestra cómo la privatización de servicios esenciales y la
primacía del criterio de rentabilidad está haciendo desaparecer la noción de servicio público y, en
este caso de los teléfonos, en nombre del beneficio se vulnera un derecho fundamental del ser
humano: el derecho a comunicarse. Y los principales afectados son los malos "clientes" es decir los
pobres.
(1) Martin Lee, Le complexe militaro-médiatique en: Medias, mensonges et démocratie. Le Monde
Diplomatique. Manière de voir 14, febrero 1992.
(2) Versión abreviada del Informe: Voix multiples, un seul monde, UNESCO, 1986.
(3) Thomas L. Jacobson, Les messageries électroniques et les services dans les pays du tiers
monde, en: Revue Tiers Monde, Institut d'Etude du Développement Economique et Social.
Université de Paris I. Tome XXXV, N? 138, avril-juin 1994.
(4) Anthony Giffard, Un pont a travers le Sud: le Système Pilote d'Information Technique (SPIT),
en Revue Tiers Monde, Institut d'Etude du Développement Economique et Social. Université de
Paris I. Tome XXXV, N?138, avril-juin 1994.
(5) Yvonne Mignot-Lefebvre, Technologies de communication et d'information, une nouvelle
donne internationale?, en: Revue Tiers Monde, loc. cit.
(6) Gérard de Selys, Privé de public. A qui profitent les privatisations? Ediciones EPO, Bruselas,
1995.
Alejandro Teitelbaum, Abogado
Representante permanente en Ginebra de la Asociación Americana de Juristas
https://www.alainet.org/es/articulo/104326
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