La globalización: Antecedentes ideológicos
13/10/1998
- Opinión
con este trabajo inicio una serie de artículos acerca del tema de la globalización, trabajos que
intentan, en primera línea, delinear los contornos o límites del tema, a partir de una confrontación
polémica con interpretaciones que hacen del concepto globalización una totalidad determinante e
indeterminada y cuya función es construir un mito que por su sola existencia cumpliría,
objetivamente, la función de inhibir toda acción política. En el presente trabajo se intentará
demostrar que la idea de globalización no es demasiado nueva, y que por lo menos dentro de una
tradición ideológica, la marxista, dicha idea se encuentra contenida desde sus propios orígenes.
¿Qué es globalización?
En primer lugar es una palabra. Una palabra es un significante, no un significado. Pero las
palabras, como significantes, no sólo poseen un significado, del mismo modo que un significado, no
sólo posee un significante sino que muchos, y ellos, casi siempre, se expresan en palabras. De tal
modo que cuando pronunciamos una palabra, no podemos nunca estar seguros que todos los que la
escuchan están entendiendo lo mismo. Mucho más complicado se vuelve el problema si es que esa
palabra, como es el caso de globalización, no designa a una cosa, o a una substancia, sino que a un
proceso, a un desarrollo, esto es, se trata no sólo de una palabra sino de un concepto, y como tal,
condensa, por el sólo hecho de ser pronunciado o escrito, múltiples asociaciones, diferentes formas
de ver la realidad y, por cierto, muchas cosas y substancias a la vez.
Pero en las ciencias sociales no hay más alternativa que trabajar con palabras que a la vez son
conceptos. Por esa razón suele suceder que, en ocasiones, procedemos con los conceptos como si
ellos fueran cosas. La verdad es que en pocos lugares como en el mundo intelectual se está más
cerca de sucumbir frente a la tentación que surge del fetichismo de los conceptos. Ese fetichismo
opera cuando en lugar de actuar como significante el concepto se apropia del espacio del
significado y pasa el mismo a constituirse como significado. Porque es distinto decir que la
economía, o la política, o la técnica, están globalizadas, a afirmar que existe una globalización. En
ese caso, el adjetivo se ha substantivado. Y cuando el adjetivo se substantiviza, quiere decir que ya
no es sólo un significante sino que también un significado. La palabra, de pronto, adquiere vida
propia, y se presenta ante nuestros ojos como si ella fuera la materia y no su representación que es,
en buenas cuentas, lo que siempre tiene que ser una buena palabra. Por eso es que no está de más
preguntarse de pronto acerca de lo que se supone está muy definido. Por ejemplo; ?Qué es
globalización?
La "larga marcha" teórica de la globalización
Las respuestas a la pregunta ¿qué es globalización? como suele ocurrir, serán múltiples y
contradictorias. Pero, tiene que haber alguna razón por la cual tantos cientistas sociales se han
puesto de acuerdo para hablar de globalización, y casi al unísono; debe haber ocurrido algo, algo
muy nuevo, muy inesperado, para que haya sido necesario recurrir a un concepto tan unívoco, tan
absoluto, tan total, tan tanto.
¿O se trata de una simple palabra de moda?
La pregunta no es inoportuna. Suele ocurrir que a veces, alguien inventa por casualidad un
concepto, el que después alguien más "importante" lo asume, lo divulga y quizás escribe un libro
acerca de su posible contenido, y por razones que no son siempre explicables, el libro tiene éxito en
el mercado, de modo que el concepto ha logrado imponerse, y se harán cursos y seminarios acerca
de su significado, y de ahí quizás aparecerán proyectos y programas de investigación los que serán
incluso transportadas a los informes de algún instituto, o como es muy común hoy día, de una
ONG. Así ha ocurrido con conceptos como post-modernidad por ejemplo, el que surgió de un
discurso sobre arquitectura, y terminó inundándolo todo, tal como hoy ocurre con el concepto
globalización, que al parecer surgió, según me acaban de informar, de un artículo periodístico
acerca de la microlectrónica. Llevando al extremo dicho razonamiento, se podría decir que si
alguien no hubiera inventado una vez la palabra comunismo, no habrían existido partidos
comunistas, ni revoluciones comunistas, ni países comunistas, y nos habríamos ahorrado todo un
período histórico con sus funestas consecuencias. Sin duda lo dicho es una exageración. Pero, por
otra parte, es evidente que si la palabra globalización no existiera, no se realizarían seminarios sobre
globalización y yo estaría escribiendo sobre otro tema (*).
Pero para que la idea se convierta en palabra es necesaria una idea, la que a su vez existe -no tienen
otra forma de existir- en otras palabras. Por lo mismo, cada concepto tiene una historia de ideas y
palabras, de acuerdo a la cual, las ideas abandonan antiguas palabras y se encajan, por así decirlo en
otras, reformulándose a sí mismas en nuevos signos y sonidos. Por esa razón, las que creemos a
veces que son nuevas ideas, no son sino nuevas palabras que representan a ideas pretéritas que
quizás ya existían encajadas en otras palabras. Con esto quiero decir que la idea de la globalización
existía antes de que encontrara esa, su actual palabra. A partir de ese juego de ideas y palabras se
explica una discusión que tuvo lugar en un periódico entre dos académicos. Uno sostenía que la
globalización, tal como es entendida por muchos economistas -esto es, como globalización
puramente económica- comenzó con Cristóbal Colón. El otro afirmaba, en cambio, que la
globalización comenzó con Marco Polo. El concepto, por tanto, no parecía, para ambos, ser
demasiado reciente.
Aquello que se encontraba presente en esa curiosa discusión era la idea de que el capitalismo, como
sistema, siempre había tendido a la globalidad. El colonialismo europeo no sólo habría sido una
causa del desarrollo del capitalismo, en eso estaban de acuerdo ambos académicos, sino que
también su resultado, de modo que la tendencia hacia la globalización sería propia al desarrollo
capitalista. Siguiendo el hilo de esa argumentación, globalización tendría dos significados: uno
tendencial, inscrito en la propia "lógica del capital"; otro descriptivo, que da cuenta del actual
"estadio" del desarrollo capitalista. La tendencia inscrita en la lógica del capital se habría
desarrollado hoy, en nuestros días, hasta alcanzar su último momento: el de la globalización. La
historia del capitalismo habría culminado, pues ese capitalismo no puede seguir avanzando
habiendo cubierto toda la esfera de su realización: el globo. El capitalismo sólo puede seguir
avanzando hacia Marte o Júpiter; aquí, en esta tierra, ya no puede hacerlo más; está globalizado.
Quizás debe ser señalado que los dos académicos que discutían son economistas, por una parte, y
que provienen de una tradición marxista, por otra. Dichas connotaciones no son casuales. Si hay
una teoría que se haya ocupado minuciosamente en el análisis del capitalismo, como sistema
"económico", esa es sin duda, el marxismo. Y es obvio; si no hubiera existido el capitalismo no
habría existido el marxismo ya que en esencia, el marxismo, por lo menos en la forma como fue
históricamente construido, es un análisis del capitalismo, en función, por cierto, de su superación.
Pero, por esa misma razón, si el objeto del marxismo ha sido el capitalismo, también se puede
sostener a la inversa que, la construcción teórica del capitalismo es, en gran medida, una
producción del marxismo.
Marxismo y globalización
Creo no equivocarme si afirmo que la idea de la globalización ya estaba contenida en el propio
Manifiesto Comunista. En el sinfónico estilo que utilizó Marx para componer su melodía, nos es
relatada una odisea del capital que transformado en capitalismo, avanza sin cesar a lo largo del
planeta, apoderándose de todas sus riquezas y recursos, revolucionando modos de vida,
destruyendo arcaicas tradiciones y culturas y, sobre todo, portando consigo la promesa de su
superación a partir de esa creatura del Capital que es el Proletariado. En un momento determinado,
el capitalismo, totalmente globalizado, se estrellará consigo mismo, como consecuencia del
conflicto interno que conlleva entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales
de producción; de ese conflicto surgirá el socialismo o comunismo, que es a su vez, para Marx, el
comienzo de la historia, siendo el capitalismo, el fin de su prehistoria (Marx-Engels 1956, tomo 4,
p.482). La expansión capitalista, en la concepción estrictamente darwinista de Marx es, por tanto,
históricamente necesaria y por lo tanto, cumple una función revolucionaria. ?Qué importan los
desastres y catástrofes que se producen en su avance globalizador?; lo que importa es su tarea
histórica, la que evidentemente, fascinaba a Marx, hasta el punto que, en un arranque de
entusiasmo, disculpó, en nombre de la historia, los crímenes que cometían los ingleses en la India y
en China (Marx-Engels 1956, Tomo 9, pp.127-128), disculpando de paso, y sin saberlo, los
crímenes que en nombre del propio Marx, cometería años después Stalin, al intentar desarrollar las
fuerzas productivas en Rusia, para "alcanzar" al capitalismo.
Sólo desde la perspectiva de un capitalismo que por sobre intereses nacionales tiende a la
globalización cobra coherencia la consigna que en su Manifiesto propuso Marx: "Proletarios del
mundo, uníos". Esa consigna, pese a todo su ofensivo esplendor, tiene un carácter más bien
defensivo. El internacionalismo del proletariado era, para Marx, antes que nada, una respuesta
política al internacionalismo económico del capital. El capital, para Marx, era cosmopolita y en
ningún caso nacionalista; la "clase obrera", aunque deba actuar en naciones, debe organizarse
también de modo internacional. La globalización económica debe ser neutralizada con la
globalización política.
La idea de la globalización del capital, contenida de un modo explícito en el marxismo originario,
continuó siendo obsesión para los sucesores de Marx. Particularmente intensiva fue la tematización
del problema entre los analistas del imperialismo. En ese sentido, uno de los más brillantes
sostenedores de la teoría de la globalización fue el médico austriaco Rudolfh Hilferding, cuyas tesis
Lenin retomaría tiempo después, y casi al pie de la letra, para presentar su "propia" teoría del
imperialismo. Como escribía Hilferding en 1910: "El capital financiero, en su consumación se
autonomiza del suelo de donde es originario. La circulación del dinero será innecesaria; el
incesante devenir del dinero ha alcanzado su objetivo: la sociedad regulada, y el Perpetuum mobile
de la circulación, encuentra, al fin, su paz" (Hilferding 1974, p. 126).
Ya fuera a través de la internacionalización del capital, por medio de la hegemonía del capital
financiero, ya fuera por medio de la cartelización, el motivo que apuntaba en Hilferding o Lenin -y
podríamos agregar también en Rosa Luxemburgo- era tratar de demostrar que el socialismo, como
alternativa al capitalismo, surgiría de condiciones determinadas por la expansión del capital a escala
mundial. En términos actuales, la globalización de la economía era, para ellos, condición para la
emergencia del socialismo. Según Lenin, la cadena imperialista debía romperse en sus eslabones
más débiles, como Rusia, pero Rusia sólo podría alcanzar la fase socialista, en el marco de una
revolución mundial (global).
A partir de esos análisis se explican las interminables discusiones bio-históricas que impregnaron la
vida de los marxistas de todo el mundo, relativas a si el desarrollo de las fuerzas productivas estaba
lo suficientemente avanzado (globalizado) para intentar o postergar el "salto histórico" hacia aquel
sistema genealógicamente "superior" que se suponía era, y debía ser, el socialismo. En ese punto
no habían muchas diferencias entre las principales fracciones de las primeras organizaciones
socialistas.
Como es sabido, dentro de las socialdemocracias europeas se impuso la tesis de Hilferding, relativa
a que el capitalismo, en su propio desarrollo, lleva hacia "un capitalismo sin capitalistas", que
mediante la hegemonía del "capital financiero" será socializado y centralizado, creándose así
condiciones "objetivas" para el advenimiento del socialismo, tesis que asumieron los mencheviques
rusos para quienes la principal tarea histórica era esperar que el capitalismo estuviese lo
suficientemente desarrollado para intentar una revolución.
La variación leninista al plan menchevique fue la de usurpar el poder político por medio del
"partido del proletariado" cuya misión sería administrar un capitalismo de Estado en espera de que
el capitalismo estuviese lo suficientemente avanzado (o "globalizado"). La variación introducida
por Trotzky fue que, dado que el capitalismo se desarrollaba siempre de "un modo desigual y
combinado", nunca el instante de su mundialización iba a ser total, de modo que las condiciones
objetivas, a su juicio, estaban siempre dadas para una "revolución mundial permanente" de la cual la
rusa sería sólo su primer capítulo. La variación de Bujarin a su vez, fue que, dado el atraso de la
economía rusa, el proletariado no estaba en condiciones de obtener la conducción sobre el proceso,
de modo que éste debería realizarse, en sus primeras fases, y en espera de que las fuerzas
productivas estuviesen lo "suficientemente desarrolladas", mediante una alianza entre el "Partido
del Proletariado" y las masas campesinas, para construir el socialismo, según su expresión, "a paso
de tortuga". Dichas tesis fueron tomadas después, casi al pie de la letra, por Mao Tse Tung, y sin
citar a Bujarín, quien ya había sido asesinado por quien entonces era aliado de Mao, Stalin. El gran
"aporte teórico" de Stalin fue estar de acuerdo, cada cierto tiempo, con cada una de las variaciones
señaladas, asesinando metódicamente a los que estaban en desacuerdo, para terminar al fin casi
solo, o lo que es igual, rodeado de la camarilla que formaba la "joven guardia" (la vieja estaba en el
cementerio) formulando aquella aberración, en la cual hoy sólo cree Fidel Castro, relativa a la
construcción del "socialismo en un sólo país".
Pero independientemente a sus diferencias, todas las variaciones mencionadas tenían algo en
común, a saber: que el acontecer histórico estaba determinado por el llamado desarrollo de las
fuerzas productivas las que internacionalizadas deberían alcanzar alguna vez aquel estado de
mundialización o, como se dice hoy, de globalización, que haría factible el advenimiento de una
sociedad "históricamente superior".
Globalización y Juicio Final
Como el límite de la globalización del capital es el globo, consumada dicha globalización, debe
tener lugar sino el fin de la historia, de acuerdo a la dialéctica hegeliana-marxista, por lo menos el
de la historia del capital y del capitalismo, que para teóricos como Hilferding, Lenin, Trotzky, etc.,
ya estaba alcanzando su última fase, la más parasitaria y corrupta, la del imperialismo. Con
arrogante gesto, toda la historia hasta entonces vivida por la humanidad, antes de la llegada de ese
comunismo que nunca llegó, la relegó Marx, y de un sólo plumazo, al basurero de la prehistoria,
repitiendo la no menos arrogante actitud de su maestro Hegel, quien entusiasmado con la
revolución francesa, decretó, en el siglo diecinueve, el fin de la historia, a la que como se sabe, hace
muy poco tiempo, ese hegeliano tardío que es Fukujama, entusiasmado con las revoluciones
anticomunistas de 1989-90 volvió a ponerle fin.
La idea de la globalización se encuentra, en efecto, muy ligada al tema del fin de la historia. Y eso
es así no sólo porque al haber cubierto supuestamente a la totalidad del globo el proceso histórico
ha alcanzado sus límites de acción territorial, sino que también, y quizás sobre todo, porque se trata
de una idea esencialmente finalista. Y el finalismo ha sido una de las características principales de
las ideologías racionalistas. De acuerdo con Albrow: "Las representaciones sociológicas de la
globalización no son tan problemáticas porque recurren a la historia, sino porque proceden de
modo historicista, transformando a la Historia en un Gran Relato y a la globalización en la
culminación de la modernidad" (Albrow 1998, p.161).
Quizás huelga decir que dicho finalismo no es sino una transcripción de la lógica de la razón
teológica al interior del llamado pensamiento científico, lo que a su vez es signo de una
secularización a medias, que se ha realizado sólo formalmente en contra de las iglesias, pero no en
contra de la lógica sacral. En nombre de la razón han sido y son llevadas, al pensamiento científico,
finalidades preasignadas que son propias al pensamiento religioso.
El finalismo es consustancial a los paradigmas post-religiosos de la modernidad. La creencia de
que tanto en los organismos vivos como en los procesos históricos existe una dialéctica que en su
recorrido, al resolver sus contradicciones se va depurando a sí misma, avanzando desde lo
complejo a lo simple, hasta anular toda contradicción, y llegar a un punto de resolución final, es
esencialmente religiosa aunque aparezca, muchas veces, en atuendo científico. No asombra
entonces que muchos de los autores que han puesto el tema de la globalización en el centro de sus
discursos, provengan de una orientación estrictamente racionalista.
Para la mayoría de los análisis relativos al tema de la globalización, la dialéctica histórica habría
agotado todas sus posibilidades. Según ese tipo de análisis, el capitalismo que tenemos hoy día, no
sólo es global, sino que además no encierra más contradicciones fundamentales en su seno; se trata
de un capitalismo "puro", sin negación, en donde no dominan más que las fuerzas (divinas o
satánicas) del mercado. Después de esa globalización no nos aguarda ninguna sociedad superior,
no es posible ningún "salto histórico" hacia el futuro. El tren del capitalismo ha recorrido todas las
estaciones; ha sido mercantilista, industrial, colonialista, imperialista, hasta alcanzar hoy ese terminal
que se denomina globalización. Más allá, o después de la globalización, hay sólo un vacío negro
que arrastra hacia sus interiores a materias, teorías, ideologías e ilusiones. La globalización surgiría
así, como la fase neomilenaria de la historia. Frente a ese profundo precipicio, sólo cabe el gesto
heroico, o la melancolía, o la depresión, o todo eso a la vez.
El capitalismo, para sus críticos del pasado, encerraba al menos una promesa histórica: una
sociedad "superior". La globalización, para los analistas contemporáneos del capitalismo es, en
cambio, un capitalismo sin promesas (en ese punto, como en muchos otros, neoliberales y
post-marxistas se encuentran perfectamente de acuerdo). En ese sentido, el tema de la
globalización, como muchos temas que logran imponerse en medios académicos, podría ser el
equivalente a una suerte de proyección colectiva de sectores intelectuales que confunden el colapso
de sus teorías, o de sus identidades (para muchos intelectuales es lo mismo), con el de la realidad
exterior.
Pero, se preguntarán muchos: ¿no está dominado acaso el mundo actual por una suerte de
globalización económica que apenas deja espacios a las decisiones políticas? Aunque no es
frecuente ni recomendable hacerlo, a esa pregunta es posible responder con otra pregunta: Si es
que existiera la globalización ?se trata de un fenómeno pura, o principalmente económico?
Precisamente esa pregunta se tratará de responder en un próximo artículo.
Literatura
Albrow, Martin Abschied von Nationalstaat, Suhrkamp, Frankfurt 1998. Original: The Global
Age. State and Society Beyond Modernität Hilferding, Rudolf Das Finanzkapital, Euro.Verl.
Anstl., Frankfurt 1974
Marx Engels Werke, tomo 4, Dietz, Berlin-Este 1956
Marx-Engels Werke, Tomo 9, Dietz, Berlin-Este 1956
(*) Recuerdo en este momento una caricatura que apareció en una revista poco después de la caída
del muro de Berlín en la que se ve a Karl Marx quien con una tímida sonrisa explica: "bueno, era
sólo una idea". Y las ideas, no hay otra posibilidad, se expresan en palabras. "Primero fue la
palabra"- si lo dice hasta la Biblia, por alguna razón será.
https://www.alainet.org/es/articulo/104220
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