Relato colectivo para la Paz
24/08/2014
- Opinión
Crear un relato colectivo sobre el conflicto armado en Colombia sugiere una decisión comprometida de los académicos que asumen el encargo de ir más allá de lo evidente y poner en riesgo lo que parecía irrefutable. Les corresponde elaborar una cartografía completa de crueldades, infamias y acontecimientos de dolor sin tregua, padecidos por cientos de miles de hombres y mujeres a quienes se les arrebató la vida, bienes y libertades y se les impidió vivir con dignidad por efecto de la guerra, que unas veces es causa y otras consecuencia. La tarea es elaborar un relato común que afiance las perspectivas de Paz. Inevitablemente tendrá que ser revelada la doble dimensión de lo político tratado como proyecto de eliminación del enemigo y de la política de terror agenciada por el estado para garantizar el despojo y sostener la dominación.
La comisión histórica creada para apoyar el proceso de conversaciones conducentes a un acuerdo de Paz entre el estado y la insurgencia de las FARC, tendrá el objetivo de formular un referente de nación, de país, de verdad sobre lo ocurrido, un insumo para construir la verdad histórica sobre la que hayan de juzgarse los crímenes, los abusos y la tragedia de la guerra. Este será un relato colectivo, una narración descriptiva sobre lo ocurrido en medio siglo de una guerra, todavía vigente en medio de las conversaciones, lo que puede producir alteraciones cuando las situaciones del presente impacten las valoraciones sobre el pasado.
Participar en dicha comisión implica para sus 12 integrantes y 2 relatores, asumir el reto intelectual en nombre de la academia, mediante la exposición de análisis socio históricos, políticos y sociales. Esta representación exige posturas éticas, responsables con el tiempo, el espacio y la condición de un pueblo que ha luchado en cada momento según contextos cambiantes y particulares formas de resistencia y que ha aprendido a sobreponerse a los más impensables métodos de sometimiento y crueldad. De cada momento han dependido los métodos de lucha que serán un factor de análisis importante, unas veces la resistencia ha sido civil otras armada, otras en silencio, es una telaraña de muerte difícil de abordar. El común denominador más claro de lucha social o armada ha sido una concepción de dignidad, que es quizá el eje articulador entre la agenda social y la armada y que el estado nunca ha dado muestras de querer reconocer en su plena complejidad.
Alcanzar un relato colectivo del conflicto armado, implica pensar en la posibilidad de sentar las bases para reconstruir en serio un nuevo país, por lo que resulta incomprensible que el gobierno no apueste por dejar completo el relato, al dilatar la posibilidad de iniciar conversaciones con las insurgencias del ELN y del EPL. Lo que quede afuera o deje margen a vacíos por la ausencia de las voces directas de los otros actores armados y sus explicaciones para configurar el relato después no podrá ser sumado, así no funcionan las teorías ni adquieren totalidad los fenómenos, máxime cuando en la guerra se interconectan actores y modos de acción.
Para la comisión histórica será indispensable estar dispuestos a aceptar la condena de sectores de derechas, ultraderechas y disidencias desde el seno del estado, las instituciones y el capital, que harán lo que sea para descalificar y sabotear este propósito, que de completarse los hará responsables ante la otra verdad, distinta a la que han sostenido desde el poder gracias al relato incompleto de la guerra gestionado con narraciones a favor del triunfo del capital sin límites, de la democracia sin reglas y de las victorias militares.
Salirse del camino trazado con las reglas institucionales y jerarquizadas del poder para reescribir lo que parecía estar ya escrito, llevará por empedrados y difíciles lugares y zonas grises en las que no caben simples justificaciones. Tendrán a su favor los anhelos de justicia de la otra Colombia, negada, invisibilizada, de la que se conocen las cifras de sus muertos y sus víctimas pero no de los verdaderos responsables de la barbarie, ni de los intereses que motivan su política de guerra. El relato colectivo integrará saberes y practicas cuestionando de paso la rigidez formal de ciertas disciplinas. El campo de construcción será tan complejo como el de la negociación misma, será un escenario de confrontación y debate de ideas, posturas, lecturas y modos de decir las cosas. Habrá que controvertir incluso tesis expuestas por los mismos intelectuales convocados. Este camino genera peligro para la estabilidad del establecimiento pero acrecienta esperanza para la nación entera que quiere sellar sus diferencias con justicia. El relato está llamado a revelar lo que ha permanecido debajo de la política, de las estructuras sociales y del ejercicio del poder usado para dominar y oprimir.
Configurar un relato colectivo implica poner en duda muchas verdades impuestas y afianzar apuestas teóricas y prácticas para descifrar lo que ha ocurrido con la vida misma y con la condición de humanidad de al menos tres generaciones. En contravía a una sola idea de mundo institucionalizado y hegemónico, presentado sin clases, sin controversias, sin antagonismos, aparecerán las causas y consecuencias de la colonización para proponer la descolonización, de la opresión para proponer la emancipación, de la exclusión para proponer la inclusión. El relato colectivo será un instrumento fundamental para entender las realidades y los contextos de la guerra vivida y vigente y para convocar a volver la mirada sobre seres humanos concretos, que viven y padecen el rigor de las desigualdades y las humillaciones impuestas por el capital y fortalecer las capacidades y riquezas humanas para afrontar los grandes retos del siglo XXI ojala como una nación en Paz, ajena a la guerra.
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