La metástasis histórica que endilgamos a los palestinos

10/08/2014
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 "Un ejemplo de lo que es el imperialismo cultural y su funcionamiento como una máquina bien aceitada nos la proporciona el tema del Holocausto (con mayúsculas) que hace referencia al exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial por parte del nazismo. En el imaginario cotidiano de la gente en distintos lugares del mundo, la Segunda Guerra Mundial está quedando reducida sólo a este exterminio, sin considerar la persecución y el asesinato de gitanos, homosexuales, discapacitados y opositores políticos, comunistas y revolucionarios al régimen hitleriano, ni los millones de rusos y de habitantes de otros pueblos que murieron combatiendo la expansión de las hordas del nacionalsocialismo por Europa."

Renán Vega Cantor.
 
 
Estamos en deuda con el pueblo, la cultura y la nación de Palestina. La expansión histórica de la cultura del capitalismo a lomos de la modernidad europea, manifiesta, a estas alturas de su hegemonía en el imperialismo angloestadounidense, ha convertido nuestras mentes en un retorcido teatro de operaciones mediante la llamada guerra de cuarta generación; y nos lleva a un enfrentamiento mutuo, que discierne como normal la existencia de genocidios a favor de dicha expansión. 
 
Desde la “eternización” del sistema capitalista, sus medias del mainstream global nos proyectan un calidoscopio compuesto por paisajes fragmentados de un mundo humano posible. En su interior insertan las agresiones y genocidios contra las culturas y pueblos discernidos como políticamente prescindibles. A pesar de las masacres como las perpetradas por el imperialismo angloestadounidense en el sudeste asiático (teniendo a Viet Nam como centro colimado), entre los 60’s y los 70’s del siglo veinte, las de Granada y Panamá en el Caribe; y las recientes en Irak, Libia, Afganistán, el desmembramiento de la antigua Yugoslavia; y la provocada por EE.UU., la OTAN y la UE en Ucrania. A pesar de la guerra de acoso contra Cuba desde hace ya más de medio siglo y contra Venezuela Bolivariana desde 1998, no existe comparación alguna con el crimen contra el pueblo de Palestina que EEUU e Inglaterra mantienen a través del ilegal régimen sionista de Israel.
 
A partir de un persistente trabajo de deshistorización en el ejercicio de su poder, delectan trastornos de procesos históricos convenientes a la continuidad de la expansión del sistema imperialista. Los desajustes y errores en los proyectos de emancipación anticapitalista, ayudaron a gestar a la actual hegemonía global imperialista, más aparente que efectiva.
 
Si Obama se ve “obligado” a ordenar operaciones aéreas navales contra ese engendro, seudo-religioso, sunita que pretende un califato del siglo “Matusalem”, tras impugnar a la guerra que Bush “el rubio oligofrénico” inició contra Irak, y de dar por concluida esa invasión, retirando a las tropas yanquis, no cabe dudas de que ni está entre sus deseos meterse en otra “choricera” sangrienta, ni es tan inteligente y sagaz como promovieron durante la etapa de su primer ascenso a presidente. Un “afroamericano” no puede ser tan independiente en los EE.UU.  Sobre su testa, cuatro años después mucho más canosa, golpea duro la deshistorización del poder real conservador que fundó a esa nación como una como una empresa transnacional, y al unísono, como continuidad del carácter imperialista de la dimensión seudo-civilizatoria anglo. Dilucidando al sionismo como contratista permanente en función de esa expansión. Mucho antes de la existencia de la AIPAC el pueblo palestino está condenado a su extinción por el imperialismo anglo.
 
Hamas, que antes fuera tolerado por el régimen sionista de Israel, ahora es semantizado como grupo terrorista al asumir la resistencia contra el agresor, tras ser neutralizada la organización de Yasser Arafat en los susodichos acuerdos de Oslo, y luego de su extraña muerte secluído en la Mukata. La responsabilidad por las muertes de víctimas inocentes bajo el vendaval de bombardeos por parte del ejército israelí, debido a que, según los medios transnacionales y el propio régimen, esa organización utiliza a los civiles de Gaza como escudo. ¿Existe escudo posible contra ese vendaval? Que el genocidio continúe; porque el Consejo de Seguridad de la ONU moverá ni un dedo; más allá de las demandas blandas para que los palestinos se sometan a la expansión imperialista.
 
El colmo de la desfachatez ética ha sido la manipulación del denominado Holocausto judío de la época del nazismo hitleriano como excusa para expulsar y/o exterminar a los palestinos en su propia tierra. Cuando la “post-colonialidad” académica protagoniza un travestismo político lóbrego, el imperialismo semantiza como normal convertir al agresor en víctima; y a las víctimas en maldecidos por las escrituras “antiguas” redactadas por locos homicidas “modernos” que sirven a sus intereses expansionistas.  
 
Nunca fue la intención del sionismo garantizarle «al pueblo judío una patria» sino asumir su rol de contratista histórico al servicio del imperialismo anglosajón sindicando los judíos a ese objetivo. Y, ¡sorpresa! el sionismo no es resultado de la cultura judía. La mayoría de los sionistas nunca fueron judíos, mientras que la mayoría de los judíos sionistas no son israelitas.[1] Esas narraciones bíblicas, difundidas en la perorata oficial israelí, sólo promueven la ideología del sector creyente del país –haciendo equivaler, en el colmo del disparate, religión y nación-, y su función no es otra que convencer a la población común estadounidense de que la política sionista es la legítima protectora del legado de las víctimas del Holocausto judío perpetrado por los nazis, por una parte; y de que los palestinos están ocupando una geoespacio político y cultural que pertenece “ancestralmente”, solo, al pueblo judío encabezado por esa ideología del sionismo.
 
Meyssan nos recuerda que:
 
“La decisión de crear un Estado judío en Palestina fue tomada conjuntamente por los gobiernos de Gran Bretaña y Estados Unidos. La negoció el primer juez judío de la Corte Suprema estadounidense, Louis Brandela, bajo los auspicios del reverendo Blackstone, y fue aprobada tanto por el presidente estadounidense Woodrow Wilson como por el primer ministro británico David Lloyd George después de los acuerdos franco-británicos Sykes-Picot, en los que Francia y Gran Bretaña se repartían el «Medio Oriente». Este acuerdo sólo se hizo público de forma paulatina. [...] Al futuro secretario de Estado británico para las Colonias Leo Amery se le confió la tarea de instruir a los veteranos del «Cuerpo de Muleros de Sión» para crear, con los agentes británicos Ze’ev Jabotinsky y Chaim Weizmann, la «Legión Judía» en el seno del ejército británico.” [2]
 
La creación del Estado de Israel, en realidad, históricamente no interactúa con el genocidio contra los judíos perpetrado veinte años después en Europa por el régimen nazi alemán, durante la Segunda Guerra Mundial.
 
Habría que re-semantizar la afirmación iraní oficial de que "no existió holocausto judío alguno".  Los aliados se unieron contra Hitler porque ese orate del extremismo de derechas, estuvo desbaratando el proyecto -consensuado por los sionistas, EE.UU. y Reino Unido casi medio siglo antes-, para la expansión del imperialismo británico, que el Führer quiso dilucidar como alemán ario.
 
En 1979, expone Meyssan:
 
“el ayatola Ruholla Khomeini explicaba a sus seguidores iraníes que Israel no era más que una marioneta en manos de los imperialistas y que el único verdadero enemigo era la alianza entre Estados Unidos y el Reino Unido. Por el sólo hecho de haber expresado esa simple verdad, Khomeini fue caricaturizado en Occidente y los chiitas fueron presentados como herejes en Oriente. Hoy en día, Irán es el único Estado del mundo que envía armas y consejeros a la Resistencia palestina mientras que los regímenes sionistas árabes debaten amablemente con el presidente israelí por videoconferencia en medio de las reuniones del Consejo de Seguridad del Golfo.” [3]
 
En la actualidad y ante la masacre intolerable que el ejército sionista perpetra contra el pueblo de Palestina desde, en específico, el territorio de Gaza, curiosamente la opinión mundial, con sus excepciones que reafirman a esa tendencia, protesta generalmente contra esa masacre como si los dispositivos militares utilizados al efecto proviniesen de Júpiter o de Saturno.
 
El régimen israelí –soportado financieramente por EE.UU.-, a través de sus agencias de inteligencia está diseminado por todo el mundo. Sus agentes pueden ser localizados como organizadores de las revueltas en Venezuela bolivariana durante los intentos de la ultraderecha por materializar un golpe de estado cruento contra Maduro Moros. El gobierno de Santos en Colombia los asume como asesores; Cuba mantiene preso al señor Allan Gross, un viejecito judío contratado por la USAID para sobrecalentar las condiciones para el derrumbe del gobierno revolucionario. Los productos de origen israelí, producidos en los asentamientos ilegales arrebatados al pueblo palestino, son comercializados por el mundo, mientras le niegan el agua, los alimentos la paz y la libertad, confinándolos en su propia tierra que el sionismo ha convertido en la cárcel más grande del mundo. ¿Cuál entuerto histórico podría justificar esa atrocidad invocando al Holocausto antes enunciado? Todo lo que de una manera u otra hace el imperialismo está contenido en la agenda “secular” que discierne al régimen sionista israelí como la avanzada de su expansión con el propósito de adueñarse del Medio Oriente y su petróleo; mientras de paso, acosa a China y Rusia. Tratar de imponernos esa fórmula históricamente oligofrénica de una religión equivalente a nación, o la materialización de un “decreto divino” solo puede convencer a los fanáticos de las narconovelas colombianas, o las telenovelas brasileras.
 
Lamentablemente la despolitización burguesa que coopta a cada vez más a no pocas personas, potencia a la insensibilidad supina que nubla a las mentes en medio de esa guerra de cuarta generación que la plutocracia global acrecienta en plena crisis sistémica capitalista.  Los estupidizados por ella observan a la tragedia palestina como algo que cada vez más solo puede ubicarse del otro lado de la luna.
 
He observado aquí mismo en La Habana que ciertos religiosos populares invocan a sus dioses pidiendo por una paz mundial desde la despolitización imperialista vigente. Algunos observan los testimonios gráficos provenientes de Gaza imaginando una tonta invulnerabilidad “celestial” contra la agresividad imperialista. Gente que va y regresa del reino consumista -en EE.UU., Europa o la misma América Latina y el Caribe-, concentrada en la pacotilla deslumbrante que la producción deslocalizada capitalista despliega para invisibilizar a sus atrocidades.
 
Durante cada segundo en que los palestinos resisten al acoso y la matanza sionista nos garantizan, sin interés alguno en los índices de las bolsas de valores, en las finanzas mundiales, una semana de paz ensangrentada. Las “izquierdas” tienen que asumir su responsabilidad desde sus escasos o modulados pronunciamientos.
 
No existirá justicia posible en el mundo sin posicionamiento político radical contra la barbarie sionista; que es el Holocausto de nuestra época.
 
Desde el litoral oeste de La Habana revolucionaria, marxista, martiana y bolivariana.
11/08/2014
 


[1] Meyssan advierte que, "es importante recordar en este punto que el término «israelita» designa fundamentalmente a los hebreos seguidores de la ley de Moisés mientras que el término «israelí» es simplemente el gentilicio utilizado para designar a los ciudadanos de Israel [...] Blackstone y Herzl fabricaron artificialmente la idea según la cual todos los judíos del mundo serían descendientes de los antiguos judíos de Palestina. A partir de ese momento el término «judío» comienza a aplicarse no sólo a la religión israelita sino que pasa a designar también una etnia. Basándose en una lectura literal de la Biblia, todos los judíos pasan así a ser beneficiarios de una promesa divina sobre la tierra palestina. Ver: Thierry Meyssan. ¿Quién es el enemigo? Red Voltaire. 4 de agosto de 2014.  http://www.voltairenet.org/article184972.html   Pág. 5
[2] Ibidem.
[3] Ibidem. 
https://www.alainet.org/es/articulo/102358?language=es
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