Menem apuesta a su re-reelección
28/04/1998
- Opinión
Buenos Aires.- La fiebre reeleccionista del presidente Carlos Menem no se calmó en 1995, cuando
asumió el poder por segunda vez para cumplir con un mandato de cuatro años, que sumados a los
seis ya cumplidos, le daban 10 años al frente del Poder Ejecutivo en Argentina. Ya cerca del plazo
final, Menem y su séquito de activos seguidores, conocidos como los "ultramenemistas", están
afilando su perspicacia, sus argumentaciones y sus presiones políticas para que el actual presidente
pueda presentarse nuevamente como candidato en 1999.
La reforma constitucional de 1994, que Menem impulsó con el objetivo primordial de incluir la
reelección presidencial que era imposible según la Carta Magna anterior que databa desde 1853, se
logró gracias a lo que se conoció como el "Pacto de Olivos". Este acuerdo entre el partido
gobernante y la oposición, representada en ese momento por el ex-presidente Raúl Alfonsín, definió
las líneas principales que se discutirían en la convención constituyente que reformaría la ya
centenaria constitución argentina.
A partir de la vigencia de la nueva constitución, el mandato presidencial veía reducido su período
de seis a cuatro años, pero contaba con la posibilidad de reelección por un nuevo período de cuatro
años. En aquella oportunidad se acordó incluir una cláusula transitoria en el texto constitucional
que permitía al gobernante de entonces postularse a un nuevo período por única vez, luego de lo
cual no podría volver a hacerlo de manera inmediata. La vieja constitución permitía al gobernante
postularse nuevamente habiendo pasado un período de seis años y el nuevo texto también
contempló esta suerte de "descanso". O sea que si Menem dejara la presidencia en 1999, podría
volver a postularse en el 2003.
Pero las ambiciones presidencialistas de Menem no pueden darse este "descanso" y por eso, tras el
rotundo triunfo de la oposición en las elecciones legislativas de octubre de 1997, los
"ultramenemistas" comenzaron a trabajar con fuerza en favor de la re-reelección de su jefe, quien
no quiere dejar el centro de la arena política argentina, ni aún cuando su popularidad apenas araña
el 20%.
La derrota del gobernador justicialista Eduardo Duhalde en las elecciones legislativas allanaron el
camino para que Menem reflotara sus ansias de continuidad en el poder. Duhalde era la figura
dentro del peronismo que se perfilaba como el "candidato natural" para suceder a Menem en el
poder. Pero la esposa del gobernador, Hilda "Chiche" Duhalde, no pudo ganarle las elecciones a
diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires a la prestigiosa senadora Graciela Fernández
Meijide, que era postulada por la alianza formada por la Unión Cívica Radical y el FREPASO
(Frente País Solidario). La derrota de Hilda Duhalde, fue sin duda la derrota de su marido, y el
triunfo de Graciela Fernández Meijide la catapultó a la pre-candidatura presidencial por la Alianza.
En este momento, la ahora diputada nacional aliancista cuenta con un 54% de favoritismo, según
las más recientes encuestas, para ser la candidata presidencial de la oposición en 1999.
Los temores del menemismo
Son tantas las denuncias de corrupción contra Menem y sus colaboradores, que el temor del
presidente y sus amigos es que ocurra con él lo mismo que le sucedió al ex-presidente mexicano
Salinas de Gortari. Menem acaba de construirse una formidable residencia en Anillaco, su pueblo
natal, con la idea de que le sirva para descansar del ajetreo político, pero teme realmente no poder
utilizarla debido justamente a las amenazas de ser llevado a juicio y encarcelado ni bien finalice su
período.
Menem sabe que los representantes de la Alianza no le darán tregua y por ello planea, que si no es
re-reelecto presidente podría aspirar a ser senador por su provincia, La Rioja, sería cuestión de
pasar de un cargo al otro sin problemas y convertirse así en jefe indiscutido de la oposición y
mantener la inmunidad parlamentaria.
Según los analistas políticos, si bien Menem le teme a un triunfo de la oposición, más le teme a un
triunfo de Graciela Fernández Meijide. El periodista Mariano Grondona señaló hace pocas
semanas en su columna dominical en el diario "La Nación" de Buenos Aires, que el presidente
desconfía más de la diputada nacional por el mero hecho de ser mujer. "La política es todavía un
mundo de hombres; de hombres que encuentran previsibles a otros hombres", dice Grondona. "Las
mujeres atemorizan a los hombres políticos. Primero, porque toda mujer es misteriosa. Segundo,
porque al llegar al poder una mujer, a quien se presume parte del sexo "débil" debe mostrar ante
todo que es fuerte. Lo hizo Thatcher, lo hará Graciela. Este razonamiento machista que ningún
hombre pronuncia, no pocos lo comparten", continúa Grondona.
Quizá sea esta misma concepción la que haga crecer tanto la popularidad de Graciela Fernández
Meijide como candidata presidencial de la oposición. A un presidente que todavía actúa con fuerza
hay que oponerle una candidata fuerte, que ha dado sobradas muestras de fortaleza y valentía luego
de afrontar con indudable entereza la desaparición de su hijo Pablo, veinte años atrás, en manos de
la dictadura militar, y de luchar por la defensa de los derechos humanos abiertamente desde
entonces.
Buscando aliados para la re-reelección
El Partido Justicialista cuenta con mayoría en el Senado de la Nación y también con una Corte
Suprema adicta al menemismo. La presencia de amigos personales del presidente, como su
ex-socio Julio Nazareno, en la Corte le dan la seguridad de que un pedido de inconstitucionalidad
de la cláusula que impide su re-reelección sería aprobada.
Pero nada es sencillo. La Corte Suprema sabe que de acceder al pedido de Menem, su desprestigio
sería total. Las presiones del gobierno sobre la Corte y el Senado han aumentado notablemente y
todos los esfuerzos se dirigen a obtener la derogación de esta cláusula transitoria sin tener que
recurrir a una reforma constitucional del texto aprobado hace apenas cuatro años. Hasta el propio
hermano el presidente, el senador Eduardo Menem considera que reformar la nueva constitución
sería políticamente inviable.
Menem también podría recurrir a una consulta popular vinculante, que está contemplada en la
nueva constitución, pero que todavía no ha sido reglamentada. La oposición se niega a avanzar
sobre este tema, además de oponerse en todos los ámbitos posibles a estos intentos presidenciales.
Pero Menem sabe pelear y tiene sus armas. Existen una cantidad de jueces nombrados por el
menemismo que han dejado pasar por alto cuestiones serias de corrupción administrativa en el
gobierno o que han estado involucrados ellos mismos en casos de corrupción y que saben
perfectamente que de ganar la Alianza su futuro también es un juicio político y la cárcel. Estos
aliados forzados cumplirían con aquellas dramáticas palabras del escritor Jorge Luis Borges, "no los
une el amor, sino el espanto".
Mientras esgrime todos sus ardides, Menem sabe que ocupa el centro de la arena política en
Argentina. Dado el alto voltaje de las discusiones en curso en torno a la re-reelección, cualquier
otra iniciativa de la oposición, por buena que sea, queda opacada. Mientras tanto, la población
sigue sufriendo las consecuencias de un alto desempleo, seguido por magros salarios y la poca
protección de sus derechos sociales esenciales.
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