Indígenas y colonos no tienen en qué trabajar:

Aguarico, tierra devastada por la Texaco

30/11/2005
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Víctimas del caso Daniel Guaramac es uno de los padres de familia que tuvo que abandonar su finca en el cantón de Shushufindi, provincia de Sucumbíos, como consecuencia de la contaminación causada por la extracción de petróleo en el Estación Aguarico por parte de la compañía Texaco, desde 1974 a 1990. Sus 8 hijos y su esposa sufren de enfermedades provocadas por la contaminación del petróleo crudo y por las aguas de formación. Heridas en la piel, problemas estomacales y cardíacos, dolores de cabeza. Su esposa ya tuvo 4 abortos y un hijo fallecido a los 5 años. Luciano Vicente caminaba por la orilla del estero cuando cayó, ingiriendo un poco de crudo, falleció después de 6 meses de enfermedad. En su finca sembraba papaya, tenía chanchos. Perdió 10 cabezas de ganado, 10 caballos, algunas centenas de gallinas. El café que sembraba no produce más. Hace 6 años vendió su tierra y se mudó a Guayaquil. Pero en esta ciudad, donde esta viviendo con su familia, no consigue trabajo. Sufre por la inseguridad y las pandillas que molestan sus hijos. Vive en una casa que no concluyó por falta de recursos. Todavía no se acostumbra a la vida urbana. “Allá hasta la agua tengo que comprar, U$ 0,80 el galón de agua”. Antes de salir de Shushufindi trabajaba en la empresa OKC, que pertenecía a ChevronTexaco, de auxiliar de cocina. Un día, llegando a casa, vio que su terreno estaba copado por el petróleo. Tuvo que nadar hasta la puerta, asegurando la comida que traía encima de la cabeza. “Yo pensé que mi esposa estaba ahogada en el crudo, pero no, estaba bien”. No pude ir trabajar durante 5 días, aislado dentro de su casa. Cuando llego a la empresa, ya le notificaron con el despido. “Yo no quiero molestar, porque dijeron que yo estoy haciendo la vida amarga a las compañías, yo solamente estoy pediendo derecho a mi trabajo”. Afirma que en ningún momento la empresa hizo recomendaciones sobre los males que causarían la contaminación. Wilmo Moreto, de 36 años, es profesor en una escuela en la orilla de Río Napo. Hace diez años que sufre de enfermedades y tuvo que salir de la región en busca de trabajo. La piel se le vuelve muy delicada por tantos medicamentos. “Cualquier cosa que me toca, me lastima”. Todo tratamiento es autofinanciado, más de la mitad del sueldo mensual los gasta en medicamentos. “Aquí no hay ningún medida de prevención, porque nadie hace nada por nadie, solo se vela por el dinero, por el petróleo”. Alberto Mendoza, de 35 años. Cuando llego era niño, no sabia nada de la Texaco. Afirma que caminaba por los ríos que eran puro crudo. Los pescados y otros animales se morían. Toda su familia trabajaba en la agricultura, pero hoy nada se produce. “Mi hijos, como son míos siempre tengo que tener cuidado, no dejarlos sueltos, que brinquen en cualquier lugar, tengo que privarlos de la libertad que teníamos, porque se acaban contaminando”. Carmen Pérez, de 24 años, también trabajaba en agricultura, pescaba y cazaba algunos animales. “Hoy no hay de donde subsistir. Lo que nos han dejado es el prejuicio, las contaminaciones y ellos dicen que no está contaminado el Oriente. Pero ustedes pueden ver que estamos todos contaminados con enfermedades. No tenemos a donde acudir, porque no hay remedio para las enfermedades que hay aquí en el Oriente”. Hoy, las pocas personas que continúan viviendo allí, beben agua de pozos artesianos. Pero, todavía, no hay análisis que comprueben que es apta para el consumo. El Juicio del Siglo La estación Aguarico está ubicada en el campo Aguarico en el cantón Shushufindi, provincia de Sucumbíos, Ecuador. La estación fue construida y operada por Texaco desde el año 1974 hasta 1990. En esta estación se separaba el crudo del agua de formación y gas en un total de 10 pozos. Segundo el Frente de Defensa de la Amazonia (FDA), en el período del 74 al 90, Texaco extrajo más de 47 millones de barriles de crudo, casi 12 millones de agua de formación y quemó al aire libre cerca de 10 millones de pies cúbicos de gas. El agua de formación, altamente tóxica, la vertían directamente a los esteros que desembocan en el Río Aguarico, que atraviesa el territorio habitado por las comunidades indígenas Siona y Secoya, que hoy sufren de las consecuentes enfermedades. Este río es la única fuente de agua para consumo de la gente, animales y plantaciones. Estos pueblos originarios vieron reducido su territorio, cambiaron sus costumbres de vida y de alimentación. Las comunidades Siona, Secoya y colonos de la región entablaron un proceso judicial contra la compañía estadounidense ChevronTexaco. Este ha sido denominado el “Juicio del Siglo” y desde 1992 ambas partes vienen haciendo inspecciones técnicas en sitios de la región. En total serán 123 sitios inspeccionados. Hasta ahora, el ciento por ciento de los análisis químicos de las muestras recogidas en los sitios inspeccionados, muestran índices de contaminación que violan las leyes nacionales e internacionales. Amenazas de muerte Cuatro representantes del juicio contra ChevronTexaco presentaran una petición en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización del Estados Americanos indicando recientes amenazas de muerte y robos ocurridos en sus respectivos locales de trabajo. Respaldan esta petición el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional –CEJIL y Amazon Watch. Los demandantes, que solicitan la protección a los derechos del libre ejercicio del trabajo, son: el abogado Pablo Fajardo Mendoza, el ambientalista Alejandro Ponce Villacís, miembro del equipo legal de los afectados por la contaminación, el presidente del Frente de Defensa de la Amazonia, Ermel Chávez, y el coordinador del juicio por la asamblea de los afectados, Luis Yanza. Esta petición fue notificada al Presidente Alfredo Palacio en carta enviada el 21 de noviembre, solicitando medidas cautelares para su seguridad.
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