Aumenta la violencia en el campo
11/09/2005
- Opinión
Diez años después de la firma de los Acuerdos de Paz, la situación agraria
en Guatemala continúa explosiva. Y los derechos humanos en el campo son
frágiles. Balance desalentador de un proceso de justicia agraria pospuesto
y de una transición democrática, que en todo en caso para los campesinos,
espera mejores horas.
Así lo expresó en entrevista exclusiva Alma Noser, responsable para
América Central y México de Amnistía Internacional Suiza, para quien “no ha
habido cambios positivos en lo que hace a la actividad agropecuaria…y la
violencia en el campo sigue aumentando”.
Noser tiene con una larga experiencia en esa región del continente
latinoamericano ya que trabajó durante diez años como responsable de
proyectos de Caritas/Suiza y sigue visitando regularmente la región.
“Por una verdadera política agraria”
El pasado 3 de septiembre, al finalizar una visita de dos semanas a
Guatemala, una delegación de Amnistía Internacional hizo público un
comunicado donde “expresa su honda preocupación por las profundas
irregularidades, violaciones a los derechos humanos y el trato
discriminatorio del que son objetos campesinos guatemaltecos…” El documento
hace mención a los procesos judiciales que culminan con órdenes de
desalojo.
“Esas prácticas son muy autoritarias y muchas veces violentas” enfatiza
Alma Noser quien denuncia al mismo tiempo “la impunidad total con la que se
ejecutan los desalojos”.
Según la misión de inspección del organismo internacional, al menos once
fallas e irregularidades significativas fundamentan su denuncia. Entre
ellas, el no pago de salarios e indemnizaciones acordes con la ley en las
fincas de Guatemala; las órdenes de captura y desalojo contra cientos de
familias que han ocupado con frecuencia sus tierras durante generaciones;
la falta de respuesta de las autoridades correspondientes ante las
denuncias elevadas por los delegados de la Procuraduría de Derechos
Humanos, etc.
Si bien el organismo “reconoce la importancia dada a los procesos de
mediación y conciliación”, sin embargo “ve con preocupación que dichos
procesos sean en ocasiones interrumpidos por la ejecución del desalojo”,
lo que provoca mas violencia, tal como lo señala el comunicado y la
ratifica Alma Noser.
El Informe “insta a las autoridades a desarrollar una política agraria
específica para prevenir y resolver los casos de conflictividad agraria
centrada en la protección y defensa de los derechos humanos”.
Valoración profundizada por la responsable para Centroamérica de Amnistía
Suiza, quien está convencida que “sin una reforma agraria verdadera y sin
que se frenen los desalojos, no hay solución real en el campo”.
La explosividad y la protesta social son visibles. A pesar de la represión
histórica que ha soportado la sociedad guatemalteca “es significativo
constatar que muchos sectores se siguen movilizando”, expresa. “Estuve en
abril allá y ví con mis propios ojos protestas ciudadanas significativas
contra la firma del Tratado del Libre Comercio que estaba en discusión en
parlamento en ese momento” sostiene.
El peso de la represión histórica
La actual y compleja realidad es la consecuencia directa de “toda la
historia que vivió mi país”, enfatiza por su parte Hugo Cabrera, físico
guatemalteco que reside en Suiza desde hace tres años y que realiza su
post-grado en Zurigo. Durante la década de los noventa desempeñó
actividades de responsabilidad en diversos organismos de derechos humanos y
de investigación en Guatemala.
Cabrera presenta, en un rápido recuento, la historia de su país desde la
conquista hasta el presente. Destacando los momentos de gobiernos
populares (1945-1954) o de movilizaciones sociales (80-90) en los cuales
importantes actores sociales trataron de promover la transformación en la
tenencia y propiedad de la tierra.
Como reacción a cada una de esas experiencias de auge participativo, se
sucedieron golpes o gobiernos militares que contaron con el apoyo
norteamericano. Guatemala, según Cabrera, paga el precio hoy de una
política contrainsurgente que se impuso con sangre, balas, y “tierra
arrasada”.
Como corolario de dicha concepción, resulta una de las naciones más
martirizadas del continente con: 130 mil personas asesinadas, 45 mil
desaparecidos, 626 masacres y más de 1 millón de refugiados durante la
última confrontación bélica.
El proceso de solución negociada que culminó a fines de 1996, es sin
embargo, para el joven analista guatemalteco, “una oportunidad perdida” en
tanto no se aplicaron los contenidos de dicha negociación. Y aunque algunos
sectores de la dirigencia política quisieran reactivar esos Acuerdos,
“pareciera que ya es demasiado tarde”, afirma.
En cuanto a la situación actual y a los sucesivos cambios de gobiernos
democráticos que experimenta el país centroamericano, “hay que entenderlo
como la confrontación de dos fuerzas o proyectos electorales de poder que
se suceden uno a otro”, pero en el marco de un “pueblo sin mayor capacidad
de incidencia política” y en una realidad “donde no hay opción de izquierda
nacionalista en el escenario electoral con perspectivas claras”.
Reactivar la solidaridad
Ante una situación tan compleja, “es importante que la solidaridad no se
olvide de Guatemala”, enfatiza Alma Noser.
Lo peor que puede pasar “es que olvidemos a Guatemala, que sigue siendo una
de las naciones centroamericanas con mayores problemas en cuanto a derechos
humanos”.
La ciudadanía internacional debe prestar atención a los llamamientos, a las
acciones urgentes que impulsan diversas organizaciones de derechos humanos
y de solidaridad, insiste Noser. Para quien el otro gran problema que puede
confrontar el otrora movimiento de apoyo a Guatemala “es el cansancio”.
Si la “comunidad internacional se cansa, esto es terrible y grave… A pesar
que los gobernantes no siempre son sensibles a la presión externa, el peso
de la acción de la comunidad internacional sigue siendo importante”
concluye la coordinadora de Amnistía Internacional, sección suiza.
- En colaboración con E-CHANGER
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