Del Katrina y otros demonios:
Crónica de un desastre anunciado
10/09/2005
- Opinión
New Orleáns, la ciudad emblemática del Jazz y del Blues duerme hoy bajo las
fétidas y contaminadas aguas que la inundaron hace ya más de 8 días. Diversos
estudios realizados por importantes centros de investigación meteorológica
anunciaban y con gran dosis de precisión, sin duda, que se esperaba un huracán
con características devastadora. Las autoridades Federales, locales y el Poder
central en Estados Unidos hicieron caso omiso a las recomendaciones de los
informes técnicos y científicos sobre el particular. Así, el Katrina apareció
en escena y lo encontró todo a pedir de boca. Las pérdidas materiales y
humanas aún no se saben con exactitud, un completo hermetismo reina en la Casa
Blanca y las principales voces del periodismo en Norteamérica, -incluida la
FOX, quien pudiera creerlo-; tan dóciles al ataque al régimen de Sadam Husseim
y, por tanto, a la guerra contra el pueblo iraquí, han empezado a mostrar su
inconformidad y sus críticas con la gestión de esta crisis, que valga decir,
es el mayor desastre natural acontecido en los EEUU.
El Katrina, han manifestado algunos importantes científicos, es una muestra
del calentamiento global y de la crisis ambiental a escala planetaria, a la
cual contribuye y en gran medida los EEUU no sólo al oponerse a cumplir con
las exigencias del tratado de Kyoto, sino por consumir energía de la manera en
que lo hace. Así, una de las sociedades más contaminantes del orbe sucumbe
ante la bravura espesa de la naturaleza. Sin embargo, una cosa son los
destrozos que un huracán como este podía ocasionar dado su alto nivel de
destrucción, y otra, sin equívoco alguno, que muchas de las pérdidas y
desgracias, tanto humanas como materiales se hubieran podido evitar de haber
existido una efectiva y manifiesta voluntad de querer evitarlo. Una prueba
determinante, concluyente y definitiva de lo que afirmo, es el no haber
destinado el Estado las partidas requeridas para que el organismo encargado y
sus agentes periféricos o auxiliares de hacer los respectivos mantenimientos
al vasto sistema de diques que existe en New Orleans, cumpliera (n) con su
cometido. Y así como esta hay un conjunto de improvisaciones y negligencias
que han contribuido a matar por enfermedad, por violencia o por falta de
atención médico asistencial a un conjunto no menos importante de personas,
como es sabido, negros y pobres en su mayoría.
El Katrina, ya señalan algunas importantes voces al interior de los EEUU,
supera y con creces la crisis generada por los atentados del 11S. Este
indómito huracán ha servido para develar todas las miserias de la
administración de George Bush. A diferencia de la crisis ocasionada por los
atentados contra las torres gemelas en Manhattan y la cual sirvió a Bush y sus
halcones para movilizar el patriotismo estadoudinense y a partir de él
legitimar guerras que igual que imperiales, inciertas; la crisis del katrina
ha puesto de manifiesto la incompetencia, la falta de liderazgo y la poca
preocupación de Bush y en términos generales de la Casa Blanca por el
sufrimiento, la marginalidad y la exclusión que viven importantes sectores de
afroamericanos e inmigrantes en toda el área de Nueva Orleans, Mississippi,
Alabama y Luisiana.
Toda el área antes señalada, sin duda, refleja una auténtica arqueología del
dolor y del sufrimiento social. Las imágenes son conmovedoras y es entendible
que Louis Amstrong no se escuche en ninguna cuadra a la redonda, no podría
escucharse, pues la muerte y sus olores característicos, al igual que la
desolación y la dejadez institucional se imponen. Miro las imágenes una y otra
vez y me resisto a creer que esto esté pasando en el fecundo seno del poder
más grande y corrosivo que existe sobre la faz de la tierra. Observo las
imágenes del estadio Super-Dome atestado de gente, de gente negra y pobre y
también de pobres blancos, y me doy cuenta que el corazón de las tinieblas que
significa o ha significado para muchos africanos los campos de refugiados;
producto allá, sin duda, de las guerras y también de los desastres naturales,
ahora se han trasladado al corazón de los EEUU. El Super-Dome parece un campo
de refugiado en cualquier país de África o Asia, sólo que en esta ocasión es
un espejismo, una especie de alegoría de la caverna, pues éste en particular
estuvo y quizá sigue de algún modo instalado en el mismo centro de gravedad
del poder mundial.
Muchos de los damnificados, según algunas cifras oficiales, no siempre
creíble, por supuesto, dado el deseo de algunas entidades gubernativas de
mostrar una realidad diferente a lo realmente existente, han salido huyendo de
la región afectada. Se cree que hacia Texas han partido unas 220.000 personas,
16.000 de las cuales se alojan en el Estadio Astrodome y otras 14.000 se hayan
ubicadas en albergues en la ciudad de Dallas. Según algunas agencias
noticiosas no norteamericanas, la infraestructura de socorro en algunos sitios
está copada y nuevos puentes aéreos se abren con el objeto de que otros
Estados, como el Iowa, Michigan, Pennsylvania y el mismo New York, por
ejemplo, puedan acoger a nuevos evacuados. Muchos se fueron definitivamente o
no se han ido, pues sus cuerpos descompuestos y a reventar, y aún sin ser
recogidos, quien pudiera creerlo, deambulan por las calles. Cientos al menos
se fueron, seguro, del reino de la vida, del delta del Mississippi y sobre
todo sin la fascinante historia de Tom Sawyer de Mark Twain. Que horror, ¿qué
diría Truman Capote y cómo narraría el Gran William Faulkner semejante
desgracia natural y política?
El liderazgo de Bush y sus halcones está en entredicho. Tan brutal y asesino
fue el huracán Katrina como también lo ha sido, al decir de muchos afectados,
el comportamiento de las autoridades americanas en todos sus órdenes: antes,
durante y en lo que va corrido de la crisis. Aún no se han recogido todos los
cadáveres de las calles, las zonas no han sido evacuadas en su totalidad, el
suministro de alimentos y medicamentos apenas opera, los niveles de
coordinación de emergencias y desastres han mostrado su total inoperancia, es
de suponer que así sea, no podía ser de otro modo, pues cinco de los más
grandes funcionarios que hacían parte de la Agencia Federal de Gestión de
Emergencias (FEMA); organismo éste encargado de atender este tipo de desastres
llegaron allí sin la debida idoneidad y colocando en sus currículum vitae unas
habilidades y unas experticias que no tenían.
Todos éstos funcionarios, sin excepción, así lo ha manifestado el Washington
Post, tenían y tienen como mayor carta de presentación, el ser amigos de
George Bush y el haber hecho parte del círculo de copartidarios que lo
llevaron al poder. Hoy se ha conocido que Michel Brown, Director de la FEMA ha
sido sustituido y en su reemplazo se ha colocado el Vicealmirante Thad Allen,
quien pese al horrible manejo de la crisis que ha demostrado y patentado el
señor Brown, peor no se podía haber hecho, ha manifestado que éste ha
realizado las cosas bien y que ha actuado de acuerdo a las circunstancias. No
es de extrañar este comportamiento, pues hace pocos días atrás Bush II se
refirió a él en los mismos términos y hasta lo felicitó por su gestión. Este
es Bush con sus amigos: comprensivo y misericordioso, sin embargo, con las
víctimas se muestra despreciable y frívolo.
A manera de sorna y no le falta razón al Presidente de Venezuela, Hugo Chávez;
George Bush y sus halcones llegaron primero a Irak y no a New Orleans,
Louisiana, Alabama y Mississippi. En los primeros días de la catástrofe la
policía y el Ejército brillaron por su ausencia. Aún siguen sin aparecer, al
menos, en el número requerido para enfrentar la crisis. Los militares
norteamericanos no están en casa, están fuera, fumigando con glifosato a
Colombia, matando con bombardeos indiscriminados a cientos de inocentes en
Irak y en Afganistán también hacen lo propio. Los negros y pobres que no
tuvieron – y también muchos blancos- los medios económicos y de transporte
para salir esperaron la embestida del Katrina. Nadie los auxilio y a nadie les
importó, en particular a las autoridades gubernamentales. El Gobierno Federal,
local y central actuó bajo los postulados rectores del neoliberalismo, es
decir, todo lo dejó a la iniciativa privada, a lo volitivo, al salve quien
pueda y como pueda, es decir, todo se lo entregó al mercado, al más puro y
duro socialdarwinismo. Así podríamos decir sin rubor alguno que, en
Norteamérica hasta la muerte se le entrega a la teología del mercado.
Los pobres y marginados como siempre, en el norte y el sur, son las víctimas
de los desastres naturales. El Katrina además de mostrar la bravura de la
Pacha Mama y los efectos devastadores del modelo de desarrollo imperante;
basado sin lugar a equívocos en un principio antropocéntrico y altamente
depredador, ha puesto también de presente y visibilizado el complejo y rápido
proceso de surificación que se presenta en la sociedad norteamericana. La
pobreza no cede allí, antes se profundiza y el desastre de hoy permite
visualizar que mucho hay que hacer en la democracia más grande del mundo en
relación con sus propios pobres. Muchos de los muertos y también de los vivos
no tienen ningún tipo de asistencia social, ni sanitaria, y la población negra
e inmigrante de toda la región afectada tienen los peores índices de
desarrollo a escala humana. Así, el Katrina ha hecho coincidir la línea de la
pobreza con la del desastre, pero el asunto no se remite sólo a ello, sino que
la tragedia ha mostrado y con toda su dureza y fiereza que existe un
componente racial y también de clase que se mantiene vivo en la sociedad
americana. Así, pues, el racismo y los pobres en Estados Unidos no son cosas
del pasado, están allí y el Katrina no los presenta con todo su insobornable
drama.
Forzado y rebasado por los hechos y las circunstancias, y hasta contra su
voluntad, sin duda, el todopoderoso del norte, el que se ha comido con
trinches y cuchillos y ha bombardeado a pequeños y grandes países a través
de su corta historia, tomó la decisión hace pocos días atrás de solicitar
ayuda humanitaria a la Unión Europea y asistencia a la OTAN. ¡Oh¡ ¡sorpresa te
da la vida¡ Dentro del círculo más duro de los halcones hubo voces que se
oponían a ello. Según algunos de éstos, solicitar una ayuda de este tipo daba
señales inequívocas al mundo de la debilidad de los EEUU. Y al decir verdad,
el Katrina y con él la naturaleza ha demostrado que el imperio no tiene pies
de plomo y que no es inmune a las desgracias. Aún y en medio de la desgracia,
la administración Bush, atrabiliaria y aviesa, sin equívocos, se va lance en
ristre contra Cuba y se resiste a aceptar la ayuda humanitaria que pretende
enviarle el Gobierno de la Habana, que no es poca ni despreciable, y más si se
tiene en cuenta que ésta está representadas en personal médico y expertos en
epidemias. Bush la puede despreciar, al fin de cuenta él, ni ninguno de los
suyos morirá por inasistencia, seguro, los muertos serán, como hasta ahora,
los negros y pobres e inmigrantes latinos, y también no pocos blancos pobres,
y para quienes en su conjunto el sistema sólo tiene las cárceles y su política
carcelaria.
Mucho tiempo ha de pasar para que en la zona devastada por el katrina con la
complicidad de la inoperancia del Estado suene nuevamente la trompeta de Louis
Amstrong, o para que se escuche el lamento inconfundible de Ella Fritzgeral.
Por ahora me temo que es imposible, Nueva Orleans, Alabama, Mississippi y
Luisiana se han convertido en un “oeste pero sin Schriff”. Mientras cierro
esta columna veo las imágenes y no doy crédito a lo que veo. Es difícil y
duro, pero es una realidad. El Katrina llegó y arrasó y nos recuerda que el
racismo y la pobreza es una materia pendiente de la “democracia americana”.
Mientras tanto, los amigos de Bush, como pasó con la “reconstrucción” de Irak,
se ubican en primera línea para ver quienes se quedarían con los jugosos
contratos para tales fines. Esto es una prueba de que el Huésped de la Casa
Blanca y sus abominables acompañantes no les importa nada diferente, salvo
como no sea aumentar sus caudales y del modo más insospechado. Con la guerra o
con cualquier otra desgracia. Tomemos nota, es urgente y también necesario.
- Hugo Paternina Espinosa, Doctorando antropología social, Universidad
Autónoma de Madrid.
Septiembre 11 del año 2005, Madrid, España.
https://www.alainet.org/es/active/9171?language=es
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