Otra política económica es posible!
09/08/2005
- Opinión
El intento por cambiar de rumbo en la economía sacudió el tablero.
Los planteamientos del recientemente defenestrado ministro de Economía, Rafael Correa, que apenas comenzaban a cristalizarse, fueron rechazados desde el inicio por los banqueros, los acreedores de la deuda, la banca de inversión, los organismos multilaterales de crédito, algunas transnacionales petroleras, algún padrino tuerto de la oligarquía criolla y la embajada, contando siempre con el concurso de sus recaderos: los economistas ortodoxos, conservadores y prudentes (OCP). Los "yerros" de Correa -según ellos- precipitaron su caída. Y no ha faltado algún sinvergüenza, que fungió de ministro y de "economista de cabecera del dictócrata", quien afirma que los 100 días de Correa en el Ministerio dejan una "pésima herencia", negando que los graves problemas que atraviesa la economía han sido gestados, en gran medida, por la gestión OCP aplicada una y otra vez desde hace más de veinte años.
La propuesta económica de Correa golpeó bajo la línea de flotación de ese manejo OCP. Sirvió para desnudar una política que no logró una verdadera estabilidad macroeconómica y que, por cierto, resultó incapaz de conducir al Ecuador por la senda del desarrollo. Acabó con un instrumento perverso -antiético y antitécnico-, como el FEIREP, aquel fondo petrolero que elevó la cotización de la deuda externa. Señalizó que se puede romper con la adicción al endeudamiento externo, al definir que se recurrirá a tanto ahorro interno como sea posible y tanto ahorro externo como sea indispensable. Comprobó que se puede avanzar sin atarse al yugo de los organismos multilaterales de crédito. Y, al mismo tiempo -siendo todavía pocos los cambios puestos en marcha- abrió la puerta para intentar una verdadera integración regional con un país hermano como Venezuela. Allí se debe buscar en primera línea las razones para la salida de Correa. No es el resultado de un complot del círculo íntimo del presidente Alfredo Palacio. Tampoco se debe a la mediocridad del primer mandatario, que desde hace rato no está a la altura de los reclamos "forajidos". La confabulación de los poderosos era obvia. Temblaban por sus privilegios amenazados. Y ellos son los que -por lo pronto- se impusieron.
La salida de Correa lejos de alimentar el desencanto hay que verla como una oportunidad. Inclusive abre la puerta a la esperanza. Su corta gestión sentó algunas bases concretas para cambiar el rumbo. Transformó el discurso en práctica. El pensamiento alternativo y las palabras se convirtieron en hechos. Demostró que otra agenda de política económica es posible. Pero no es menos cierto que esta experiencia enriquecedora nos enseña que un ministro sólo no cambia la correlación de fuerzas dentro de un gabinete. Y así como se requiere un equipo de gobierno comprometido con la misma línea de transformaciones estructurales, se precisa la participación de amplios sectores sociales que respalden e interpelen permanentemente la legitimidad del proceso. Legitimidad que exige una propuesta ganadora, que sintonice la demanda popular y que canalice su simpatía en la construcción democrática de una estrategia contra hegemónica. La disputa real no sólo es por la agenda; en juego está el poder.
- Alberto Acosta. Diario Hoy / La Insignia. Ecuador, agosto del 2005.
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