¡Inaudito!
23/06/2005
- Opinión
“Todo lo que tú dices habla de tí,
especialmente cuando
hablas de los demás”
Conde de Talheyrand Hace apenas un mes, que el país celebró el día de la Afrocolombianidad, en cumplimiento de lo dispuesto en la Ley 725 de 2001 que así lo estableció, acogiéndose a lo prescrito por la UNESCO que fijó el 21 de mayo como día mundial de la diversidad cultural para el diálogo y el desarrollo, fecha esta que coincide con la conmemoración de la abolición de la esclavitud en Colombia. La población afrocolombiana constituye, ni más ni menos, el 26.83% de toda la población colombiana, caracterizada por poseer una abigarrada riqueza étnica, lingüística y cultural sin par. Aunque tardíamente, la Constituyente de 1991 consagró en la Carta, en su artículo 7, que “El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana”. Y no era para menos, en un país en el que estamos cada vez más lejos de los vaticinios de Vasconcelos, de una “raza cósmica”(1), como producto acrisolado de la fusión de las distintas razas superstites en Indoamérica después de la independencia. Lejos de ello, a pesar de la mezcla y del mestizaje, ellas se resisten a desaparecer y la afirmación de su identidad le sirve a manera de eje articulador en su devenir idiosincrásico, sin perjuicio del sincretismo propio de su devenir histórico(2). Es por ello, por lo que estamos llamados a construir nación desde la diferencia y no desde la indiferencia. Aunque se niega que en Colombia exista discriminación, lo cierto es que el 80% de la población afrocolombiana, según el DNP, se sitúa por debajo de la línea de pobreza absoluta; su ingreso per cápita no supera los US$ 500, una cuarta parte del promedio nacional; entre tanto el 50% de la población negra asentada en el área rural es analfabeta y, para rematar, de cada 100 jóvenes de esta etnia que termina secundaria, sólo 2 acceden a la educación superior, mientras el 74% recibe menos de un salario mínimo legal como sueldo, es decir, están en la informalidad. Este dantesco panorama pone de manifiesto el drama que enfrenta la población afrocolombiana, agobiada por la pobreza y la exclusión social. Pero, a ello vienen a sumarse los brotes de racismo y discriminación, que no faltan, pese a los avances logrados, sobre todo desde 1991, en materia legislativa. Hoy, más que nunca, recobran vigencia las palabras del ex presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Jhonson en 1965, al ordenar “tomar acción afirmativa para eliminar cualquier tipo de discriminación basada en raza, sexo, color o religión”. Sólo en esa medida, se estará propendiendo por la igualdad de oportunidades, pero también la igualdad de condiciones para aprovechar tales oportunidades! Lo que faltaba Hemos hecho estas disquisiciones, como preámbulo para expresar nuestro estupor y nuestro rechazo por las expresiones difamatorias y denigrantes espetadas por el Fiscal Delegado ante los Jueces del Circuito, radicado en Florencia, Caquetá, en su alegato ante la Corte Constitucional, en procura de que le tutelaran el derecho a no acatar su traslado a la Dirección Seccional de Fiscalías de Pasto. El fiscal de marras, un tal Luis Fracinet Duarte Echeverri, aduce en su libelo que “La población predominante es negra, de descendencia africana, caracterizándose por ser una comunidad no muy amiga del trabajo, les gusta la plata fácil, son alegres, bulliciosos, expresivos y espontáneos, de sensibilidad artística, les gusta el licor, las fiestas y las relaciones sexuales promiscuas, son dados a los mitos y a las leyendas y practican la brujería. Es una región insalubre, donde las enfermedades de transmisión sexual, fiebres, dengue, hepatitis, tifus (sic!), tuberculosis, diarrea y otras, son la mayor incidencia(sic!) ante las condiciones climáticas y el inadecuado manejo de residuos orgánicos como sólidos. En estas condiciones me queda muy difícil ubicar mi núcleo familiar en Tumaco (…)”(3). Por fortuna, la Corte Constitucional lo puso en su sitio y al negarle la tutela, le advierte que “No son de recibo para esta Corporación los calificativos a los que el accionante apela para sustentar la imposibilidad de trasladar su familia al municipio de Tumaco”(4). Por Dios, ¿qué sería de este país sin Corte Constitucional? Ya se co que con asombro registró el país que se han venido dando en contra de los negros, nada menos que en Cartagena de Indias. Tuvo el Juzgado primero civil de Circuito de La Heroica que, a través de un fallo de tutela, ordenar a las discotecas La Carbonera y Cucayito no volver a impedir el ingreso de dos hermanas, a quienes por ser negras se les negó la entrada, por considerarlo violatorio del derecho a la igualdad. Pero, lo único que faltaba era que un servidor del Estado, más aún, un Fiscal de la Nación, encargado de impartir justicia, incurriera en semejante insolencia. Ello no puede menos que causarnos indignación y repudio ante semejantes improperios, al tiempo que demandamos del Fiscal General de la Nación acciones ejemplarizantes frente a este caso, que no puede pasar por desapercibido. Sólo así se le puede poner coto a estos gérmenes segregacionistas, larvados aún, pero que pueden engendrar peores manifestaciones, sino se les pone freno a tiempo. Ante semejantes denuestos por parte de este inefable personaje, además de intolerables ignominiosos, no podemos menos que evocar las palabras de uno de los más esclarecidos y talentosos exponentes de las negritudes. Me refiero al Negro Robles, Radical entre los radicales del liberalismo: “Yo no tengo la culpa de ser negro. La noche imprimió su manto sobre mi epidermis. Pero, aún blanquean los huesos de mis antepasados en las bóvedas de Cartagena, por darle la libertad a muchos blancos de conciencia negra como usted!”. 1) José Vasconcelos. Misión de la raza iberoamericana. Notas de viajes a la América del Sur. 1925 2) Amylkar D. Acosta M. La Agenda regional. Abril, 21 de 2005 3) Corte Constitucional. Sentencia T-264 de 2005 4) Idem - Amylkar D. Acosta M. es Presidente de la Sociedad Colombiana de Economistas
especialmente cuando
hablas de los demás”
Conde de Talheyrand Hace apenas un mes, que el país celebró el día de la Afrocolombianidad, en cumplimiento de lo dispuesto en la Ley 725 de 2001 que así lo estableció, acogiéndose a lo prescrito por la UNESCO que fijó el 21 de mayo como día mundial de la diversidad cultural para el diálogo y el desarrollo, fecha esta que coincide con la conmemoración de la abolición de la esclavitud en Colombia. La población afrocolombiana constituye, ni más ni menos, el 26.83% de toda la población colombiana, caracterizada por poseer una abigarrada riqueza étnica, lingüística y cultural sin par. Aunque tardíamente, la Constituyente de 1991 consagró en la Carta, en su artículo 7, que “El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana”. Y no era para menos, en un país en el que estamos cada vez más lejos de los vaticinios de Vasconcelos, de una “raza cósmica”(1), como producto acrisolado de la fusión de las distintas razas superstites en Indoamérica después de la independencia. Lejos de ello, a pesar de la mezcla y del mestizaje, ellas se resisten a desaparecer y la afirmación de su identidad le sirve a manera de eje articulador en su devenir idiosincrásico, sin perjuicio del sincretismo propio de su devenir histórico(2). Es por ello, por lo que estamos llamados a construir nación desde la diferencia y no desde la indiferencia. Aunque se niega que en Colombia exista discriminación, lo cierto es que el 80% de la población afrocolombiana, según el DNP, se sitúa por debajo de la línea de pobreza absoluta; su ingreso per cápita no supera los US$ 500, una cuarta parte del promedio nacional; entre tanto el 50% de la población negra asentada en el área rural es analfabeta y, para rematar, de cada 100 jóvenes de esta etnia que termina secundaria, sólo 2 acceden a la educación superior, mientras el 74% recibe menos de un salario mínimo legal como sueldo, es decir, están en la informalidad. Este dantesco panorama pone de manifiesto el drama que enfrenta la población afrocolombiana, agobiada por la pobreza y la exclusión social. Pero, a ello vienen a sumarse los brotes de racismo y discriminación, que no faltan, pese a los avances logrados, sobre todo desde 1991, en materia legislativa. Hoy, más que nunca, recobran vigencia las palabras del ex presidente de los Estados Unidos Lyndon B. Jhonson en 1965, al ordenar “tomar acción afirmativa para eliminar cualquier tipo de discriminación basada en raza, sexo, color o religión”. Sólo en esa medida, se estará propendiendo por la igualdad de oportunidades, pero también la igualdad de condiciones para aprovechar tales oportunidades! Lo que faltaba Hemos hecho estas disquisiciones, como preámbulo para expresar nuestro estupor y nuestro rechazo por las expresiones difamatorias y denigrantes espetadas por el Fiscal Delegado ante los Jueces del Circuito, radicado en Florencia, Caquetá, en su alegato ante la Corte Constitucional, en procura de que le tutelaran el derecho a no acatar su traslado a la Dirección Seccional de Fiscalías de Pasto. El fiscal de marras, un tal Luis Fracinet Duarte Echeverri, aduce en su libelo que “La población predominante es negra, de descendencia africana, caracterizándose por ser una comunidad no muy amiga del trabajo, les gusta la plata fácil, son alegres, bulliciosos, expresivos y espontáneos, de sensibilidad artística, les gusta el licor, las fiestas y las relaciones sexuales promiscuas, son dados a los mitos y a las leyendas y practican la brujería. Es una región insalubre, donde las enfermedades de transmisión sexual, fiebres, dengue, hepatitis, tifus (sic!), tuberculosis, diarrea y otras, son la mayor incidencia(sic!) ante las condiciones climáticas y el inadecuado manejo de residuos orgánicos como sólidos. En estas condiciones me queda muy difícil ubicar mi núcleo familiar en Tumaco (…)”(3). Por fortuna, la Corte Constitucional lo puso en su sitio y al negarle la tutela, le advierte que “No son de recibo para esta Corporación los calificativos a los que el accionante apela para sustentar la imposibilidad de trasladar su familia al municipio de Tumaco”(4). Por Dios, ¿qué sería de este país sin Corte Constitucional? Ya se co que con asombro registró el país que se han venido dando en contra de los negros, nada menos que en Cartagena de Indias. Tuvo el Juzgado primero civil de Circuito de La Heroica que, a través de un fallo de tutela, ordenar a las discotecas La Carbonera y Cucayito no volver a impedir el ingreso de dos hermanas, a quienes por ser negras se les negó la entrada, por considerarlo violatorio del derecho a la igualdad. Pero, lo único que faltaba era que un servidor del Estado, más aún, un Fiscal de la Nación, encargado de impartir justicia, incurriera en semejante insolencia. Ello no puede menos que causarnos indignación y repudio ante semejantes improperios, al tiempo que demandamos del Fiscal General de la Nación acciones ejemplarizantes frente a este caso, que no puede pasar por desapercibido. Sólo así se le puede poner coto a estos gérmenes segregacionistas, larvados aún, pero que pueden engendrar peores manifestaciones, sino se les pone freno a tiempo. Ante semejantes denuestos por parte de este inefable personaje, además de intolerables ignominiosos, no podemos menos que evocar las palabras de uno de los más esclarecidos y talentosos exponentes de las negritudes. Me refiero al Negro Robles, Radical entre los radicales del liberalismo: “Yo no tengo la culpa de ser negro. La noche imprimió su manto sobre mi epidermis. Pero, aún blanquean los huesos de mis antepasados en las bóvedas de Cartagena, por darle la libertad a muchos blancos de conciencia negra como usted!”. 1) José Vasconcelos. Misión de la raza iberoamericana. Notas de viajes a la América del Sur. 1925 2) Amylkar D. Acosta M. La Agenda regional. Abril, 21 de 2005 3) Corte Constitucional. Sentencia T-264 de 2005 4) Idem - Amylkar D. Acosta M. es Presidente de la Sociedad Colombiana de Economistas
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