Es el descrecimiento una alternativa para México?

08/03/2015
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
Evidentemente, el crecimiento es un proceso natural en la faz de la Tierra, sin embargo, no conocemos elefantes de 100 m de altura, caballos de 50 m de alzada, árboles de 300 m de circunferencia, o mujeres de 20 m de altura. En algún momento su crecimiento se detiene, como se detiene el crecimiento del caracol, frenado por los obstáculos que enfrenta  añadir una nueva vuelta  en la espiral de su concha. En cambio, en el ámbito de las matemáticas, la geometría o el pensamiento abstracto, el crecimiento infinito es posible, sin embargo, esto es lo que propone precisamente la economía moderna: un crecimiento infinito de la economía en un mundo finito. Quiere más autos, trenes y aviones; mas pavimento, tubos y bombas; más teléfonos móviles, botellas de agua y electrónicos; mas urbanización, industrialización y uniformización sistémica de la educación, la salud, el comercio y la finanza. Una flagrante contradicción de consecuencias fatales para los mares, los ríos, los bosques, los animales, las comunidades, los pueblos y las ciudades del mundo. Mientras más productivas y competitivas son las empresas más improductivas se vuelven la sociedad y la naturaleza. La economía  de crecimiento libra una guerra contra la cultura y las matrices de la vida en la Tierra.
 
 Hacia el final del siglo XIX, se hace ya muy evidente la destrucción del tejido social, la anomia, como califica Durkheim a las altas tasas de crimen, suicidio, desordenes mentales, alcoholismo, producidas por el avance de la industrialización y el desarrollo de nuevas tecnologías, por el crecimiento económico. Hacia la mitad del siglo XX, se hace ya muy evidente la destrucción ecológica producida por la elevación radical en el consumo de productos industriales y la introducción de nuevas tecnologías, incluyendo la mercadotecnia y la publicidad; por el crecimiento de la economía mundial, por la ciencia y la tecnología.  En la posguerra, pensadores como Lewis Mumford, Karl Polanyi, Jacques Ellul, Murray Bookchin, Paul Goodman, Ivan Illich encuentran  y exploran la relación que existe entre el crecimiento económico y la destrucción de las culturas y la naturaleza. Las revueltas juveniles de los 60, principalmente las del 68, incluyen ya la crítica al consumismo, la sociedad industrial, la economía de crecimiento. El famoso informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento, publicado a principios de los 70 y la primera “crisis del petróleo” desatan un debate mundial sobre el crecimiento que provoca, por un lado, el nacimiento del movimiento ecologista, y por otro lado, la contrarrevolución neoliberal y ambientalista de la sustentabilidad que pretenden ocultar los efectos del crecimiento económico en la sociedad y en la naturaleza ,y en cambio exigen intensificar la guerra económica contra los pobres y los bienes comunes, por medio de recursos extremos, de “motores del crecimiento”, como las reformas estructurales, las privatizaciones de bienes comunes, el Libre Comercio, los megaproyectos y las tecnologías de alto riesgo, como la nuclear, los transgénicos, la nanotecnología, entre otras. El ecologista Rudolph Bahro resume en los 80 los apetitos profundos de la sociedad contemporánea: Quiero Más; Quiero más Grande; Quiero más Rápido. Desde los 70, se eleva incesantemente el desempleo en el mundo, por el avance tecnológico.   
 
El debate público sobre los efectos negativos del crecimiento es sofocado en el último cuarto del siglo pasado y sólo resurge en 1994, por la aparición de la revolución zapatista y luego, en  2003, por la emergencia del movimiento europeo por el decrecimiento, alentado por el zapatismo y por la celebración del seminario de la UNESCO en París de 2002, titulado Deshacer el desarrollo, Rehacer el mundo, en el que todavía participa Ivan Illich antes de morir,y por la publicación en Le Monde Diplomatique del artículo de Serge Latouche Por una sociedad de decrecimiento. De una forma muy efectiva, los indígenas de Chiapas hacen ver al mundo la calamidad que representan los grandes avances de la tecnociencia y  el crecimiento económico.  Hoy, la mayor parte de los movimientos sociales por la justicia ambiental y climática en el mundo reconocen los terribles efectos del crecimiento al punto que los gobiernos poderosos se ven obligados a inventar el crecimiento verde, la economía verde, para reforzar la desfalleciente consigna del desarrollo sustentable. Por otro lado,la respuesta de los gobiernos ricos y poderosos al agotamiento del petróleo barato y los crecientes desastres climáticos, reconfirman la intención de radicalizar las medidas económicas extremas, con el propósito de conservar altas tasas de crecimiento económico en el mundo y así poder pagar altas tasas de interés.  Más extracción de petróleo, metales y agua de los acuíferos, por medio de tecnologías altamente depredadoras;  más privatización del agua, suelos, espacios, genomas, bienes comunes, en beneficio de inversionistas internacionales asociados con nacionales; más megaproyectos en cualquier rubro; más programas de ingeniería social, reacomodo de la población y nula acción para reducir el consumo de hidrocarburos y los riegos de guerra nuclear.  Las tres cuartas partes de la humanidad son ahora supernumerarias para los ricos y poderosos. Las cuatro quintas partes de las matrices de la vida en el mundo están severamente afectadas por las contaminaciones de todo tipo.
 
¡Crecimiento! ¡Crecimiento! ¡Crecimiento! es el mantra, la oración de los modernos bomberos-piromaniacos, como Lagarde, Obama, Merkel, Yelen, Jim Yong Kim, Gurría, Carstens, Videgaray, Peña Nieto, Madero, Mancera y el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, con Carlos Slim a la cabeza. Sin lugar a dudas la sociedad mexicana, al igual que el resto de los países del mundo, participa en las olimpiadas mundiales por el crecimiento, obligado por sus deudas, acuerdos con la Reserva Federal y otros bancos centrales,  el FMI, el Banco Mundial y la OCDE, tratados como el TLC o NAFTA, así como por la doctrina económica que enseñan en las grandes universidades de EU y en México, en el ITAM, el Tec de Monterrey, el Colegio de México, la UNAM, el IPN, la UAM y hasta la Iberoamericana. El consenso político por el crecimiento es en México muy poderoso, avasallador, tiránico. La academia, el empresariado y los partidos dedican sus mejores esfuerzos a la consecución del crecimiento en nuestro país y aprueban la construcción de cualquier infraestructura o megaproyecto, la adopción de cualquier programa, o la publicación de cualquier ley o reforma que prometa contribuir a este efecto, como lo es la reforma energética. El crecimiento del Producto Interno Bruto, el PIB, es el objetivo principal de la política moderna desde hace más de medio siglo,  y es ahora el objeto fundamental de la existencia de los gobiernos. El contenido profundo de la política de hoy en día es la economía y el crecimiento. El monetarismo es el contenido profundo de la economía: las mentes financieras controlan nuestras vidas como nunca antes. El consumo de petróleo y otras materias primas baratas es la clave del crecimiento económico.  Cada vez es más difícil conseguir el crecimiento en México y en el mundo, por lo que los poderosos están desesperados. El dilema del Sistema es crecer o morir.  La reforma energética y las otras aprobadas en los últimos 25 años pretenden relanzar, recargar, reforzar el crecimiento, el desarrollo, el progreso, la productividad, la competitividad.
 
Consecuentemente,  los acuíferos, suelos, cultivos, ríos, mares, maíces, frijoles, caracoles, escarabajos, abejorros, pulpos, robalos, tiburones, sapos, lagartos, gorriones, zopilotes, conejos, venados, jaguares, centros ceremoniales, monumentos, ejidos, pueblos, barrios, vecinos y todas las culturas, comunidades, fiestas, tradiciones, organizaciones, mayordomías, familias y personas de México están amenazadas por las nuevas tecnologías de la información, la manipulación genética, la creación de nanopartículas,  la construcción de centrales nucleares, las doctrinas de crecimiento y los planes y programas para el crecimiento, incluyendo los dedicados a la lucha contra el terrorismo que hoy significa la lucha contra las resistencias por motivos ecológicos o humanitarios   que diseñan los economistas dominantes, de común acuerdo con los políticos y empresarios dominantes en el mundo. Nuestros cuerpos, mentes, historias, culturas están crecientemente acosadas, violentadas, acorraladas, por los que comemos, bebemos y respiramos; por lo que miramos, escuchamos, leemos; por los espectáculos, paisajes, perspectivas que vemos; por la información y opiniones que recibimos, por las tecnologías que consumimos; por la urbanización que utilizamos, por la relación que tenemos con nuestra comunidad, por el dinero que ganamos y gastamos, por la relación que tenemos con el Estado y el Mercado.  
 
México es único por su situación geográfica, ecológica, histórica, cultural, sociológica, económica y política, necesita una manera particular de enfrentar o resistir a las poderosas olas oceánicas de la mundialización, el libre comercio, el agotamiento del petróleo barato, el desastre climático, la era de los sistemas. Necesita maneras particulares para enfrentar la colonización de las mentes, las escuelas, las universidades, los medios; necesita una filosofía renovada, otra visión del mundo, de la política, la economía, la ciudad, la comunidad; necesita ideas particulares para el descrecimiento. Los zapatistas nos han señalado el camino en muchos sentidos, sin embargo, necesitamos crear caminos propios para las ciudades, como la ciudad de México, para las ecorregiones, como la muy deteriorada región de la Cuenca del Valle de México. Necesitamos iniciar por lo más pequeño: la mente, el hogar, el barrio, la colonia, el pueblo, la ciudad, la región ecológica o cultural, pero, también lo más grande: el continente americano, el mundo; no podemos perder la perspectiva universal. Desde luego, necesitamos urgentemente maneras de dejar el uso del Ipod, el celular, el auto, la botella de agua, el transporte colectivo, el avión; de reducir el consumo de electricidad, gasolina, agua, metales, madera, empaques, papel, plástico; de eliminar el consumo de la comida chatarra, la información chatarra, el entretenimiento chatarra. Y necesitamos personas, colectivos, organizaciones, comunidades de descrecimiento.
 
El descrecimiento, tal como lo entiendo, es el compendio de las formas de resistencia en la ciudad de México y en ciertos estados del país, que nos sirven para crear esa nueva visión del mundo que queremos y para actuar frente al avance de la tecnociencia y la economía; frente a la globalización financiera, los sistemas internacionales que uniformizan las mentes, los valores, los conceptos, las estructuras, la distribución del trabajo y la riqueza, el comercio, la economía, la política. Ciertamente, tenemos que denunciar la barbarie que implican los esfuerzos para elevar el Producto Interno Bruto de México y proponer opciones a esta criminal política de estado; estamos obligados a apoyar las resistencias contra las reformas estructurales impuestas por la mundialización, contra los programas, normas y reglamentos derivados de estas reformas, contra los llamados “motores del crecimiento”, y desde luego, contra los megaproyectos inútiles que requiere la modernidad neoliberal y el desarrollo globalizado. En efecto, a la luz del descrecimiento, tenemos que estudiar el significado real de la tecnociencia, la productividad, la competitividad, las evaluaciones, el empleo, la seguridad, la autonomía,  el terrorismo, la democracia, los derechos humanos, la inversión de los grandes capitales, la macroeconomía, el monetarismo, el libre comercio, las guerras multidimensionales, el desastre climático; urgen investigaciones, estudios, ensayos, textos de descrecimiento que nos ofrezcan nueva luz sobre nuestras potencialidades.
 
Empero, necesitamos meditar sobre lo que hemos perdido con la tecnología, la industrialización y la urbanización; sobre la cotidianidad de nuestras vidas en nuestros barrios, colonias, pueblos y ciudades; sobre el alejamiento que tenemos de la naturaleza, de la Madre Tierra; de las prisiones en las que vivimos, de los anhelos y deseos frustrados; del peso que tienen sobre nuestras vidas los objetos que poseemos y las propiedades que tenemos. Meditar sobre nuestro alejamiento de la vida campesina, de la producción de nuestros alimentos, de la realidad de la vida; sobre la actividad intelectual y manual, la especialización de las actividades y la falta de la percepción de la globalidad de nuestras acciones; sobre la moralidad de las organizaciones, de la impersonalidad de las tareas, la falta de entusiasmo y alegría de la sociedad moderna, anónima, banal, vulgar; sobre  las personas convertidas en espectadores de la telebasura y la realidad de la artificialidad. Meditar sobre la dependencia del dinero y los ciclos de endeudamiento, sobre la felicidad moderna ligada al consumo y la ideología de lo cuantitativo. Cómo la calidad se degrada en una sucesión de cantidades. Meditar sobre el trabajo, el desempleo, los tiempos libres; sobre la seguridad, la dependencia, la libertad; sobre los derechos como enemigos de las libertades, sobre las jerarquías, el paternalismo y la sumisión; sobre las técnicas para imponer normas sociales y ahogar las desviaciones y la domesticación del ser humano. Meditar sobre el arraigo en un territorio, la migración y la soledad dentro de la muchedumbre; sobre la invasión del desencanto en el mundo moderno, las ilusiones perdidas, las esperanzas decepcionadas. Meditar sobre los granos de utopía que podemos sembrar.              
 
 Reconozcamos la belleza del amanecer, del atardecer,  del canto de los pájaros, de las montañas, de la lluvia, de la tempestad; reconozcamos la belleza de la poesía, la pintura, la música, la danza, la escultura; reconozcamos la belleza de la vida lenta, simple, respetuosa de los tiempos de nuestros cuerpos. Reconozcamos el milagro de que nos podamos encontrar cara a cara y el valor de la amistad. Les invito a apoyar nuestro proyecto de descrecimiento llamado Cultivos de cercanía que pretende impulsar los cultivos chinamperos de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco, por medio de una mejor producción y una mejor comercialización en la ciudad de México. Necesitamos consumidores de alimentos producidos en la cercanía de nuestros hogares.
 
Ponencia presentada en el coloquio ¿Es el descrecimiento una alternativa para México? celebrado en el centro cultural Kuii, el 7 de marzo de 2015
 
Miguel Valencia
ECOMUNIDADES 
Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de México
¡Descrecimiento o Extinción! 
Blog:  http://red-ecomunidades.blogspot.com/ 
Blog: Decrecimiento-Descrecimiento Mexico: http://decrecimientomexico.blogspot.mx
https://www.alainet.org/es/active/81357?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS