Los caminos teóricos y combinaciones pragmáticas
Un país en obra
28/04/2005
- Opinión
Es curioso que mientras el país debe seguir haciendo esfuerzos gigantescos que, obviamente, son los de la gente, que de alguna manera ya han dejando por el camino a una tercera parte de los uruguayos, más de un millón de personas, que no han podido afrontar esas exigencias, muchos dirigentes parecen no tener ninguna llave en la mano para salir de la contingencia.
Uno de los acercamientos a la solución del estancamiento, sin embargo, tiene más de 50 años. Fue construido por el economista británico John Maynard Keynes para el contexto nacional (Gran Bretaña) y utilizado exitosamente en la esfera internacional después de la Segunda Guerra Mundial y cuyos coletazos ideológicos se pueden detectar todavía en medidas que adopta la propia Reserva Federal de EEUU.
Esta solución de la posguerra fue llamada Plan Marshall y puso de nuevo a Europa de pie. Sirvió para volver a colocar a ese continente, devastado por la guerra, en la posición de viable socio comercial de Estados Unidos. Las ideas de Keynes son todavía tenidas en cuenta en el primer mundo - veamos por ejemplo los instrumentos utilizados por la Reserva Federal de EE.UU. durante el año 2001 para hacer retomar la senda del crecimiento a ese país, afectado por un profundo estancamiento.
Allí, con el achatamiento de la tasa de interés, se colocó dinero en los bolsillos de la gente y, obviamente, se logró vía la reactivación de la mejoría del poder de compra (y de eventual ahorro) interno, esa economía comenzara a crecer. Claro, después del 11 de setiembre el gobierno de Bush introdujo al país en la mecánica de la guerra, gastando sumas siderales en la industria belicista que desde hacía muchos años se mantenía en la latencia activa de los largos períodos de paz. El déficit se hizo insoportable y los recortes al presupuesto afectaron a la población, especialmente a los más pobres.
Keynes, debía ser palabra prohibida dentro de los ámbitos donde se manejaba el ex ministro Alberto Bensión, porque su práctica económica no fue justamente la de reactivar la economía mediante el poder de compra de la gente. Bensión utilizó el camino contrario, el de achicar el salario hasta un “límite de equilibrio” que nunca alcanzó, pretendiendo hacer competitiva la producción y así reactivar las exportaciones que solo salieron de su trancazo luego de eliminado el atraso cambiario.
Aquel ministro, responsable principal de la crisis que todavía el país no ha superado en todos sus aspectos, tendría como libros de cabecera a nuevos autores, con variaciones de los textos clásicos incubados en la Universidad de Chicago.
Gurúes de la economía que no tienen nada de liberales, más bien están vinculados a las nuevas formas de dominación capitalista en el marco de una globalización que no debía tener obstáculos de ningún tipo para su expansión. Por ello el gobierno de Batlle y Bensión trató de minar al MERCOSUR.
Por la vía de los hechos se aplicó un "torniquete" que se instrumentó a través de los distintos ajustes recesivos, que agredieron a los uruguayos, empobreciéndolos a niveles nunca vistos y provocando, además, un efecto desbastador sobre empresas de diversas ramas que comenzaron un proceso imparable de cierres.
Ante estas circunstancias que vivió el país, realmente desoladoras, que todavía nos tienen marcados, sin que se hayan cerrado las heridas de la pobreza y la marginalidad, sería bueno aclarar algunos aspectos de la coyuntura para que no se crea que solo con ortodoxia económica daremos vuelta en el camino y el país comenzará a caminar hacia el progreso.
Algunos economistas entienden que no es posible una expansión de la demanda, camino que serviría para retomar el crecimiento, pues entienden que no se puede ya utilizar más el déficit para sustentar los medios de pago que deberían pasar a los bolsillos de la gente.
Ese mecanismo de fortalecer la demanda mediante una política monetaria expansiva, que determina un incremento del gasto público, para ellos - contrariando el basamento teórico de Keynes - está contraindicado en la actual situación uruguaya porque es imposible crear más déficit del existente y además los acuerdos con el FMI no lo autorizan.
Sin embargo nada dicen de cuales fueron las razones que llevaron a que tengamos la triste contingencia de un millón de pobres, un alto índice de desocupación y que, por supuesto, el crecimiento que ha experimentado el país en el último período, no le haya servido al conjunto de la sociedad.
El importante déficit y la caída del PBI ocurrida durante la crisis del 2002, fue una consecuencia directa de la política de ajustes recesivos implementados por Bensión, intentando llegar a un equilibrio para abajo, basado en el empobrecimiento general de la población.
Por supuesto que ni Keynes ni nadie puede tener alguna receta para sortear coyunturas como las vividas durante el último gobierno colorado, producto de acciones dogmáticas pero, además, dictadas por quienes - al igual que ocurrió en la Argentina – intentaron que toda la riqueza tuviera un solo destino.
¿Cómo cambiar la pisada? No cabe duda que el actual ministro de Economía, Danilo Astori, tiene ideas claras y tratará de combinar políticas, pues el gobierno de un país pequeño como es el nuestro no puede darse el lujo de la absoluta independencia y del camino propio.
Puede, eso sí, intentar políticas entrelazadas para que los uruguayos no sigamos siendo rehenes de los “ahorros previos” que nos exigen desde el exterior, tratando de superar ese escollo con tinte claramente recesivo, tratando de forzar el crecimiento.
¿El ministro descarta los caminos keynesianos? En su discurso ante la bancada de legisladores de la izquierda no dijo eso ni tampoco lo descartó de manera suficiente para que los observadores no sigamos pensando que se intentará, por diversas vías, mejorar la capacidad de compra de la gente.
Astori concretamente afirmó que el salario real se incrementará en el 2005, lo que es una definición bien importante. De poderse reciclar el poder de compra de miles de personas que han sido dejadas fuera de la economía por la política globalizadota y dogmática del gobierno anterior, no solo se modificaría la marcha de la economía, acelerándose el crecimiento, sino que también se estaría cumpliendo con lo establecido en el programa de la izquierda.
A la vista de la expansión agropecuaria, Astori sabe que es esencial reactivar en buena forma a la industria nacional que comercializaba más del 80 de su producción en el mercado interno y que, ante su achicamiento, debió cerrar masivamente sus puertas dejando en la calle a miles de trabajadores.
Además – nos parece – que el ministro también piensa en que los viejos métodos de reactivación, no tienen sentido. Por ejemplo la utilización de subsidios que se convierten en un apuntalamiento a la ineficiencia, y, que además, no resuelven para nada la venta de la producción, imprescindible para que el ciclo de la economía no tenga detenciones.
Actualmente hay dos caminos keynesianos para hacer arrancar a una economía. Uno es el gasto masivo, en que el Estado juega un papel fundamental. Es lo que hizo EE.UU. durante una de sus últimas crisis previa a la hecatombe terrorista de las torres gemelas, a lo que adicionó la rebaja de las tasas de interés.
El otro es comenzar a incluir a las personas que han sido dejadas fuera de la economía, vía ayuda social y, mejorar la capacidad de compra de los sectores que todavía no están metidos en las profundidades de la marginalidad. Y, por supuesto, mejorar sueldos, salarios y jubilaciones, para que el poder de compra no solo haga crecer el nivel de vida y la felicidad de las familias, sino para que impulse a la propia economía.
Por supuesto. Para recorrer cada uno de estos caminos es necesario que en el país se modifiquen las reglas del juego. Ello ha ocurrido a nivel político. Ya el dogmatismo ortodoxo cedió el paso al pragmatismo progresista.
Otro paso importante es que se abandonen para siempre los mecanismos que lindan con la corrupción, como el clientelismo, el abuso, el despilfarro estatal, al que se refirió el propio presidente Vázquez el pasado lunes en Zapicán. Y ello se está haciendo.
* Carlos Santiago es periodista.
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