De rodillas, solo ante Dios

13/02/2015
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El nuevo intento de golpe ya se produjo. Por lo burdo de la trama con que fue urdido resultó ser un fiasco que cobró la vida de una persona involucrada, víctima tal vez del stress a la que fue sometida o como un epílogo decidido por una “inteligencia” que consideró necesaria esa muerte. Si sintieron agotadas o escazas las posibilidades de alcanzar el poder político a través de las normas que les proporciona la legalidad democrática y escogieron la vía violenta, que erosiona la democracia y amenaza la paz social, los responsables tendrán que responder ante una justicia recuperada a la transparencia la prontitud y el cumplimiento.
 
Tal vez de aquí en adelante las energías tendrán que volcarse más a divulgar la obra ejecutada, con sus aciertos y sus errores que son propios del quehacer humano, que es lo concreto y mostrable de un proyecto político que ha devuelto credibilidades y confianzas y apartado incertidumbres e impotencias. A conocer, y también divulgar, las abundantes evaluaciones y ponderaciones positivas, comprobables sobre los logros del país, hechas por organismos especializados en lo económico y en lo social, y los propios reconocimientos de destacadas figuras de la ciencia, la política y la cultura, a nivel mundial.
 
Luego de tantas correrías y desatinos neoliberales que condujeron al país a uno de sus peores descalabros bajo la mirada complaciente, connivente y cómplice de miembros de una misma cofradía que hoy pretende regresar al poder político, lo que se ha logrado en los últimos gobiernos, o logren a futuro otros de cualquier signo partidista, merecen reconocimientos. El haberse encarrilado a Argentina por rumbos propios, ciertos y estables, solo elogios ha cosechado. Los resultados han llegado a ser calificados incluso como “milagro argentino”. De esto hay que hablar más, que es lo que cuenta y no es cuento. Está a la vista de todos y ya no se puede ocultar con silencios. Seguirán unos sumando predicciones apocalípticas que de todas las cientos que van no han pegado una, otros fabricando y difundiendo mentiras e infundios que algunos incautos o los apresados en odios irracionales y actitudes recalcitrantes repetirán como cacatúas, estimulados por un poder mediático monopólico armado durante la última dictadura y respaldado por centros de poder de no dudosa procedencia, que no desperdicia días, horas minutos ni segundos para emitir sus ruidos virtuales, disonantes con la realidad que se está viviendo en Argentina.
 
A la impaciencia y a la comprensible indignación que exaspera al más sereno de los espíritus, por tanto abuso y atropello a las civilizadas reglas de la democracia, es preferible anteponer el ser centinela de la Patria y de esa práctica democrática que exige tolerancia, aceptación y respeto por las diferencias y la mesura y la reflexión pausada, aunque a veces cueste mucho hacerlo por la irritación que causan tantas necedades juntas en boca de políticos que aspiran a ejercer altos cargos de gobierno. Es lo que exigen las actuales circunstancias pero sin dejar de llamar las cosas por su nombre. En una democracia jamás se les puede reconocer como “oposición” a las vergonzosas genuflexiones, los viles servilismos a intereses ajenos y dañinos para el país, o a los enlodamientos en planes desestabilizadores con fines golpistas, concebidos y acordados en distantes latitudes. A esas reprochables conductas se les llama de otra forma y se las condena.
 
Saber diferenciar, reunir y unir a quienes no son parte de tales espurias conductas, tender puentes de entendimiento en lugar de levantar muros de incomprensión, convencer en lugar de vencer, será siempre mejor. Al fin de cuentas es más lo que une y no separa a los argentinos que sienten, quieren o prefieren ser parte de una mayoría no dispuesta a arrodillarse ante nada ni ante nadie. Solo ante Dios.  
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