El Pepe y aquel

27/01/2015
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Corría septiembre de 1989, estábamos en una pequeña oficina del quincenario Mate Amargo del cual él era columnista y yo editor del interior, una zona del Uruguay hasta aquel momento olvidada por la mayoría de la izquierda.
 
Los dos, de alguna forma, habíamos asumido desde nuestras trincheras periodísticas y políticas reivindicar esa zona del país y ayudar a posicionar a la izquierda en un lugar tomado por la derecha. Así solíamos conversar sobre formas, lenguajes, estrategias y símbolos, necesarios para conquistar el corazón de los uruguayos “de afuera”.
 
Sin embargo, aquel día tuvimos que dejar nuestro tema recurrente para conversar sobre un hecho ocurrido veinte años antes: la toma de la ciudad de Pando por comandos tupamaros, de la cual él fue uno de sus protagonistas.
 
Con el “Negro” López y el “Cabeza” Márquez preparábamos un especial sobre el tema. Entonces armamos una conversación colectiva para que, junto a otros compañeros que participaron en la toma, contara su recuerdo de aquella acción guerrillera realizada el 8 de octubre del 69 en homenaje al Che, dos años después de su muerte.
 
Una charla sin mitos, sin falsos heroísmos, una charla de la vida que les tocó vivir. Diversas anécdotas y pequeñas historias, se cruzaban con el recuerdo de quienes murieron aquel día.
 
Al decirle que algunos, todavía recordaban cuando él en medio de la carretera sacó las cosas de su bolso y empezó a armar una Star, lanzó una sonrisita pícara que lo caracteriza hasta hoy y dijo: hubo un problema con las armas porque se había dicho que nadie llevara armas largas, sin embargo muchos compañeros aparecieron con rifle… y volvió a sonreír.
 
A su grupo le tocó tomar la central telefónica de la ciudad y cortar las comunicaciones: fueron reducidos los funcionarios, llevados a un cuarto, luego dos guerrilleros cortaron los cables en la azotea. Volvió a reírse, y explicó que con eso no bastó. Luego agregó: tuvimos que conversar con los operadores y pedirles colaboración. Ellos indicaron dónde estaban los acumuladores y se cortó la corriente. Mientras estábamos cortando los cables entró corriendo un policía. Lo frenamos con una 45 y lo llevamos al cuarto donde estaban las otras personas. Luego surgió otro que también fue reducido. De a poco la gente comenzó a alborotarse y a aglomerarse en la calle y empezó a caer en la telefónica para reclamar por los servicios cortados. Fueron tantos los reducidos en un momento tuvieron que repartirlos en dos cuartos.
 
Días más tarde el viejo Pepe y la dirección del MLN hicieron la evaluación de la toma de la ciudad: ahí nos dimos cuenta que si bien habíamos sufrido una derrota militar, era una victoria política. El prestigio aumentó y mucha gente comenzó a acercarse a la organización. El efecto que provoco. Incluso hay algunas anécdotas que lo ilustran. Por ejemplo un muchacho que andaba atrás de una compañera sin saber que ella era tupa, para hacerse el guerrillero fatal se lastimó un brazo y dijo que se lo había hecho en Pando. En vez de conquistarla, logró que ella no le diera más bola y lo largó… (largó una carcajada). Pero ahora a veinte años pienso que la toma de Pando teníamos que haberla hecho mucho mejor…
 
De repente Pepe carraspeó y se hizo un silencio, como de respeto profundo por el viejo, que en aquel tiempo no era tanto pero así lo asumíamos todos. Algunas miradas se cruzaron con cierta complicidad esperando sus palabras.
 
Ahí nomás, mientras se tomaba un mate, con un tono bajito nos sentenció: esa fue la primera vez que la organización utilizó una bandera. Cuando realizábamos la planificación, al ver que íbamos a tomar una comisaría, nos dimos cuenta de que necesariamente hacía falta un estandarte. ¡Y nosotros no los teníamos! Porque  a diferencia de eso grupos o partidos, en dónde todo se crea antes de tener el contenido, en el MLN las cosas no se hacían así. Éramos una organización revolucionaria con años de pelea y carecíamos de una bandera. Entonces hubo que crearla, lo exigió la necesidad. Lo discutimos y la verdad es que no requirió de mucha charla, lo resolvimos fácil: surgió inmediatamente la idea de utilizar el estandarte artiguista… Don José Artigas, renacía matrero y combatiente… Y allá quedó flameando en el mástil de la Comisaría de Pando. Ciento cincuenta años después se fundían en la lucha dos generaciones. Después esa bandera ha ondeado en muchos lados, no es poca cosa. Ahora ahí está el trapito…
 
Ahora, cuando recuerdo aquella conversa en Mate Amargo, ya han pasado veinticinco años y el Pepe está por concluir su mandato como Presidente del Uruguay… 
 
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